miércoles, 20 de febrero de 2008

Viajar a Austria

Bajo el dominio de la poderosa dinastía de los Habsburgo, Austria se convirtió en una de las potencias más relevantes de la Europa continental entre el siglo XV y principios del XX. En la actualidad, su papel político se ha reducido a un lugar secundario dentro de la Unión Europea, pero existen pocos países que, como ella, sean destino turístico durante todo el año, ya que en sus imponentes Alpes puede practicarse multitud de deportes de invierno, además posee una de las más ricas e impresionantes arquitecturas de todo el continente y una tradición musical inigualable.

El turismo estival y los deportes de invierno convierten a Austria en un destino vacacional durante todo el año. Los meses de julio y agosto constituyen la temporada alta, época en la que el número de visitantes es más elevado, al igual que los precios. En las ciudades, las temperaturas ascienden notablemente, y muchas de sus famosas instituciones cierran durante estas fechas. Durante el invierno, disminuye la afluencia de visitantes en las ciudades y, con ello, el precio del alojamiento, excepto en Navidad y Semana Santa. Desde diciembre hasta finales de marzo cobran protagonismo los deportes de invierno, y son las fiestas navideñas, Año Nuevo y el mes de febrero los períodos de más afluencia turística. Entre abril y mayo así como en noviembre las estaciones alpinas dejan de estar masificadas hasta que, en junio, comienza la primavera y los Alpes se cubren de flores silvestres.

Viena
La capital austríaca simboliza el glorioso legado de la dinastía de los Habsburgo, que controlaron gran parte de Europa durante más de seiscientos años. A pesar de ser una ciudad repleta de joyas arquitectónicas y con un impresionante pasado musical, en los últimos años el turismo vienés se había reducido a los viajeros de la tercera edad. Afortunadamente, en la actualidad la ciudad ha vuelto a recuperar su gracia y entusiasmo, desarrollando un importante papel como embajadora de Austria en la Unión Europea, que junto a su tradición y cultura se dibujan como unos inmejorables atractivos para ser visitada.

La urbe vivió sus años de esplendor como centro cultural europeo durante los siglos XVIII y XIX. La mayor parte de la arquitectura que puede admirarse actualmente se debe a los esfuerzos realizados por Francisco José I para crear una ciudad que reflejara el poder de la Casa de Austria. Para ello, el emperador mandó demoler algunas de las muchas fortificaciones existentes, habilitó los terrenos que rodeaban el Innere Stadt (centro de la ciudad) y, entre los años 1858 y 1865, ordenó la cimentación de la Ringstrasse (calle del anillo). En la década siguiente, se comenzó a construir la mayoría de los impresionantes edificios que conforman este circuito.

No muy lejos, se alza el palacio imperial de Hofburg, residencia de los Habsburgo hasta 1918 que alberga múltiples joyas del patrimonio cultural austríaco. Está formado por la iglesia agustina del siglo XIV, las ostentosas dependencias reales, la capilla real, donde el Coro de los Niños Cantores de Viena canta la misa del domingo; el Tesoro Imperial, que incluye entre sus joyas la corona imperial del Sacro Imperio Romano Germánico, la Biblioteca Nacional; la sala barroca Prunksaal y una magnífica colección de instrumentos musicales antiguos.

También merece una visita la academia de Bellas Artes, que alberga la Galería de Maestros donde se exhiben las obras de pintores daneses y flamencos del siglo XVII, como Rubens y Van Dyck. El edificio que acoge el museo es en sí mismo otra bella muestra de arte. Será necesaria más de una visita para poder admirar todos los detalles, incluidos los techos, bellamente decorados. El Museo de Sigmund Freud, situado en el lugar donde vivió y trabajó el psiquiatra antes de emigrar a Gran Bretaña, conserva el mobiliario, sus pertenencias personales y antigüedades, sus documentos y fotografías originales.

El príncipe Eugenio de Saboya encargó a Johann Lukas von Hildebrandt el diseño del palacio Belvedere, una de las estructuras barrocas más bellas del mundo. El piso superior acoge la galería austríaca de los siglos XIX y XX que, entre otras, muestra la conocida obra de Gustav Klimt, El Beso. El barroco palacio de Schönbrunn, residencia de verano de los Habsburgo, está decorado en su interior siguiendo el estilo rococó, y entre sus numerosas habitaciones destacan el salón de los espejos, donde Mozart interpretó su primer concierto a los 6 años, y el salón de Napoleón, en el que curiosamente se exhibe una alondra disecada.

Encontrar alojamiento asequible puede resultar una ardua tarea, especialmente en Semana Santa, Navidad y en las vacaciones estivales, por lo que se recomienda reservar con la mayor antelación posible. La elegante zona del centro de la ciudad es un lugar ideal para hospedarse, debido a su proximidad a los lugares de interés, pero es cara, ya que carece de hostales. Entre el Ringstrasse y el sector del Gürtel pueden encontrarse hostales y pensiones a precios económicos. Para comer por poco dinero, se aconseja dirigirse al noroeste del centro urbano, cerca de la universidad, y la vida nocturna se desarrolla en la zona central próxima al canal del Danubio, en las cercanías de Ruprechtsplatz, Seitenstettengasse, Rabensteig y Salzgries, conocida como el triángulo de las Bermudas por el gran número de pubs y clubes que acoge.

Salzburgo
Centro del barroco austríaco y lugar de nacimiento del genial compositor Wolfgang Amadeus Mozart, Salzburgo ofrece un paisaje peculiar, al encontrarse circundada por montañas y dividida por el río Salzach, cerca de la frontera alemana. Su centro histórico fue construido durante el reinado de los príncipes arzobispos a finales del siglo XVI y principios del XVII, y el estilo de su arquitectura se basó en el Renacimiento italiano. En su horizonte se pierden innumerables torres medievales con forma de aguja, cúpulas, campanarios y torreones. El casco antiguo, obra maestra del barroco, se sitúa en la orilla sur del Salzach y está formado por bellas iglesias, plazas, patios y fuentes. La huella de Mozart se mantiene en todos los rincones de esta urbe; en museos, casas, plazas, chocolatinas, licores...

El castillo de Hohensalzburg, construido en 1077, es la fortaleza mejor preservada de la Europa Central y está considerada uno de los símbolos de Salzburgo. Entre sus atractivos, destacan sus cámaras de tortura, salas de estado, una torre y dos museos. Al este del centro de la ciudad se halla el impresionante Museo de Historia Natural, con su muestra permanente de flora y fauna y exposiciones interactivas sobre Física. Otro punto de interés se sitúa en las catacumbas del cementerio de la abadía de San Pedro, del siglo IX.

Si el viajero pretende descubrir el Salzburgo musical, se recomienda la visita a la casa natal de Mozart convertida en museo, y donde puede apreciarse el violín que utilizó en su infancia, su violín para conciertos, su clavicordio, el piano, retratos y correspondencia de la familia. El Festival Internacional de Verano, que se celebra durante julio y agosto, honra la obra del músico austríaco.

A 4 km al sur de Salzburgo, se encuentra el palacio de Hellbrunn, construcción barroca del siglo XVII que ordenó edificar el obispo Marcus Sitticus. En los alrededores del palacio destacan figuras hidráulicas e ingeniosas fuentes de agua con pequeños trucos, que se habilitaron para remojar a los visitantes inesperados, curiosa fascinación del obispo.

San Antón
La región de Arlberg está considerada una de las mejores zonas del país para practicar el esquí y, en ella, sobresalen diversas estaciones de invierno. San Antón, situada en el trayecto en tren entre Bregenz e Innsbruck, es la más grande y menos elitista, con un ambiente distendido y una gran vida nocturna. En Gampen y Kapall esta estación dispone de excelentes pistas de dificultad media y alta, además de pistas guardería. Dentro de la historia del esquí, San Antón es conocida como el lugar donde, a principios del siglo XX, Hannes Schneider desarrolló por primera vez el estilo Arlberg, que consiste básicamente en esquiar con las piernas juntas.

Cuevas de Eisriesenwelt
Situadas en una elevación a 1.640 m cerca de Werfen, las cuevas de Eisriesenwelt constituyen las mayores grutas de hielo abiertas al público del mundo. Forman más de 40 km de pasajes explorados y 30.000 m³ de hielo. La entrada a las cuevas está controlada y se accede mediante una visita guiada de una duración aproximada de 75 minutos que atraviesa gigantescas cavernas con elaboradas formaciones de hielo y cascadas heladas. La primera exploración de las cuevas se realizó en 1879, pero fue Alexander von Mork quien realizó un reconocimiento más exhaustivo; sus cenizas descansan en una urna en la cueva catedral. Es recomendable llevar algo de ropa de abrigo durante la exploración. Las cuevas permanecen abiertas de mayo a octubre.

Carretera de Grossglockner
Partiendo de la carretera de Grossglockner, se puede recorrer un magnífico circuito de 50 km por las montañas y disfrutar de uno de los paisajes más espectaculares del país. La carretera actual fue construida entre 1930 y 1935 sobre el antiguo trazado de una importante ruta comercial de la Edad Media entre Alemania e Italia. La parte más bella de su recorrido se encuentra a la altura del Parque Nacional de Hohe Tauern, desde donde se divisan las cumbres de numerosas montañas, entre ellas la poderosa Grossglockner, que surge a través de la amplia lengua formada por el glaciar Pasterze, con sus 3.797 m de altitud. Es una carretera de peaje y está abierta al tráfico desde mayo hasta noviembre. Se recomienda iniciar el viaje en Zell am See y finalizarlo en Heiligenblut.

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