jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Italia

Con su peculiar aspecto de bota de tiro alto, Italia ha aportado al mundo tres milenios de historia, cultura y gastronomía sin parangón. Papas, artistas multidisciplinares y genios, poetas y escritores, amantes, polenta, políticos-empresarios y potentados forman parte de la iconología italiana pretérita y más actual. Es posible visitar vestigios romanos, contemplar innumerables muestras de arte renacentista, permanecer en diminutos pueblos de montaña del medioevo, esquiar en los Alpes, adentrarse en los canales venecianos y deleitarse con innumerables iglesias. También se pueden satisfacer los placeres más elementales, disfrutando de la comida y el vino, mejorando el guardarropa y entregándose a la dolce vita.

Abril y mayo junto con octubre y noviembre son los mejores meses para visitar Italia, cuando el paisaje se embellece, las temperaturas se mantienen agradables y escasean las multitudes. Se recomienda evitar agosto, mes vacacional para la mayoría de los italianos, y que supone el cierre de muchos comercios y negocios.

La temporada de esquí se alarga de diciembre a finales de marzo, mientras que la mejor época para bañarse en el mar transcurre entre junio y septiembre; para practicar senderismo en los Alpes, es preferible a partir de julio hasta septiembre. Es posible acercarse al sur en noviembre y diciembre sin encontrarse con temperaturas propias del invierno. Un factor determinante para planear una visita al país podrían ser sus numerosos eventos tradicionales y festivos; la Semana Santa se celebra con especial fervor, y cada pueblo organiza una gran fiesta en honor a su santo patrono.

Roma
Roma irradia historia por todos sus rincones: tumbas etruscas, salas de reuniones republicanas, templos imperiales, iglesias románicas, campanarios medievales, palacios renacentistas, basílicas barrocas... En esta urbe una concentración de historia, leyendas y monumentos convive con un ajetreo constante de gente y tráfico que se desplazan de un lado para otro. Todas sus atracciones sorprenden a los visitantes de la ciudad eterna, y no puede destacarse una de otra: el Coliseo, del siglo I, es el legado romano más importante; el arco de Constantino, la Domus Aurea, conjunto de palacios que Nerón mandó construir después del incendio de la ciudad; la iglesia de San Pedro, donde se muestra el Moisés de Miguel Ángel; la arrogante opulencia del palacio del Vaticano, la intemporalidad del Foro, la conocida Fontana de Trevi, e incluso la excesiva velocidad de un Fiat Bambino o la factura de un caffè latte.

Florencia
Ciudad del Renacimiento, Florencia debe su legado artístico a genios como Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Filippo Brunellesqui, Giotto, Boticelli, Donatello, Rafael, Piero de la Francesca, Carabaggio, Tiziano y Tintoretto y a los más de trescientos años bajo el gobierno de la dinastía de los Médici durante la época renacentista. A pesar de estar cerrada en sí misma, Florencia es una de las urbes más agradables; conserva un fuerte parecido con el pequeño centro de finales del medioevo que tanto contribuyó al desarrollo cultural y político de Europa. Desgraciadamente, una multitud de turistas la inunda en los meses estivales.

Mientras que en Roma todo rezuma historia, Florencia transporta al viajero al Renacimiento; el Ponte Vecchio, bordeado de tiendas, el inconfundible duomo, la galería de los Uffizi, una de las mayores pinacotecas del mundo, la Piazza della Signoria, donde se encuentra el Palazzo Vecchio y las capillas de los Medici... Por fortuna, el desplazamiento a todos estos inolvidables lugares puede efectuarse a pie.

Venecia
La ciudad de los canales es única. Ha sido realmente concebida para el ser humano; es peatonal, prácticamente no circulan automóviles, y las seductoras y estrechas callejuelas sustituyen a las transitadas avenidas urbanas. La armoniosa arquitectura de la urbe, con sus callados muros y sus tentadores balcones con sus rendijas y ventanas reflejando destellos del agua, parece haber surgido uniformemente entre los siglos XII y XVI. Las oscuras callejuelas desembocan repentinamente en alguna plaza soleada con alguna iglesia o cruzan las miríadas de canales de la ciudad por alguno de sus innumerables puentecillos. La atmósfera que se respira en Venecia es realmente mágica y festiva.

La metrópoli está construida sobre 117 pequeñas islas unidas con puentes y canales y se conecta con la ciudad de Mestre por carretera y ferrocarril. El Gran Canal recorre la ciudad y, dirigiendo la mirada a la plaza de San Marcos, se descubre una inolvidable perspectiva de la misma, abarrotada de palomas, con la basílica o catedral, su Campanile y la torre del Reloj. En la piazzeta anexa se encuentra el palacio de los Dux, y el puente de los Suspiros enlaza el palacio con las antiguas prisiones. Las góndolas permanecen en los canales ante las iglesias de Santa Maria della Salute, San Giorgio Maggiore y el Redentore. De la estación de tren a la plaza de San Marcos, se tarda una media hora a pie, siempre que uno resista la tentación de desviarse por una de las muchas callejuelas que se apartan del conducto principal (Lista di Spagna). Para apreciar los espléndidos palacios que bordean el canal, es preferible alquilar una góndola.

El puente de la Academia conduce a una Venecia más tranquila, así como a la galería de la Academia, que exhibe una gran colección de obras de los maestros venecianos. La vecina galería Peggy Guggenheim contiene una excelente muestra de historia y arte, centrando su colección en obras de principios del siglo XX. Venecia está rodeada por islas igualmente fascinantes; Lido, el enclave donde se desarrolló Muerte en Venecia ; Murano, el reino del cristal veneciano; Burano, famosa por sus encajes; y Torcello, que parece haberse introducido en el túnel del tiempo, con su catedral bizantina.

Milán
Esta atrae a un gran número de turistas por su moda, su gastronomía, su ópera, su iglesia (la cuarta mayor del mundo), su castillo renacentista y el fresco de La Última Cena, de Leonardo da Vinci. Sin embargo, esta gran metrópoli puede definirse también como una ciudad muy comercial, la capital de los negocios y las finanzas. Es apasionante ir de compras por sus vías y galerías comerciales; su cocina es legendaria y la vida nocturna destaca por ser una de las más vigorosas, en parte debido a la vitalidad que le ha infundido la mayor comunidad gay del país. Se extiende a lo largo de varios kilómetros, pero las principales atracciones históricas se concentran alrededor de sus dos monumentos más importantes: el inmenso duomo gótico, iniciado en 1386 y finalizado quinientos años más tarde, y el renacentista castillo de los Sforza. La plaza del Duomo está bordeada por uno de los más hermosos centros comerciales, la galería peatonal abovedada Vittorio Emmanuele II. Si se consigue resistir la tentación de las cafeterías y las boutiques, el visitante puede acercarse al santuario de la ópera, el Teatro della Scala, así como visitar su museo. Milán está repleto de galerías de arte y exposiciones, y La Última Cena de Da Vinci se guarda en el refectorio de los dominicos en la iglesia de Santa Maria delle Grazie.

Nápoles y Pompeya
La enérgica Nápoles, capital de la región de Campania, se emplaza en una de las bahías más hermosas del continente, a la sombra del monte Vesubio, volcán en activo. Es una de las ciudades más pobladas y dinámicas de Europa, con sus trabajadores y habitantes, sus callejuelas abarrotadas de gente que esquiva, adelanta, pasea o conduce las famosas Vespas.

El centro histórico napolitano está formado por la plaza del Gesu', con sus iglesias, el duomo, el Palazzo Reale y el teatro de la ópera de San Carlo. El Castel Nuovo, construido en el siglo XIII, se asoma al puerto y, más lejos, en el paseo marítimo se alza un castillo normando rodeado por Borgo Marinaro, un pequeño pueblo pesquero. El Museo Arqueológico Nacional exhibe una espléndida colección de arte grecorromano, así como tesoros de valor incalculable descubiertos en Pompeya y Herculano.

Desde Nápoles, se puede acceder fácilmente a Pompeya, próspero centro de veraneo para romanos acaudalados, que quedó sepultado entre cenizas, piedras y lodo durante la devastadora erupción del monte Vesubio en el año 79 d.C. Las enormes ruinas reflejan la forma de vida de los antiguos romanos, y entre ellas destacan diversos templos, un foro, uno de los mayores anfiteatros romanos, los restos de lujosas casas decoradas con frescos y mosaicos, y calles abarrotadas de establecimientos.

Costa de Amalfi
De Sorrento hasta llegar a Salerno se extiende una franja de unos 50 km a lo largo de un promontorio, que constituye una de las zonas costeras más bellas de Europa. La carretera se adapta a las serpenteantes curvas de esta costa formada por acantilados, y se asoma sobre sus aguas de azul intenso, atravesando pueblos que penden al límite de los precipicios.

Positano es el primer puerto de escala al salir de Sorrento; ofrece un paisaje realmente sublime con arcadas entre las casas rosadas y de color miel que se ciernen precariamente sobre un mar iridiscente; además, buscando con detenimiento pueden descubrirse cafeterías y hoteles de un encanto sin igual. Unos kilómetros más adelante aparece Amalfi. Su arsenal y su imponente duomo revelan su antiguo estatus de supremacía naval, que compartió con Pisa y Génova. Unas curvas en forma de horquilla separan Amalfi de Ravello, que se eleva como un balcón sobre la bahía. Su duomo conserva un interesante púlpito con seis leones esculpidos en su base; además, está formado por villas con hermosos jardines. La historia de Salerno es paralela a la evolución de la península; la habitaron desde los etruscos hasta los romanos y también pasó a ser una ciudad medieval, pero la ciudad quedó destruida tras la II Guerra Mundial, por ser una de las principales zonas de desembarco de los aliados.

Siena
Las murallas, uno de los muchos vestigios de la antigua ciudad medieval, aún coronan las colinas que circundan Siena. Sus edificios marrón rojizo popularizaron el pigmento siena tostado, y su próspero escenario cultural pasó a ser conocido en los siglos XIII y XIV como la Escuela de Siena, especialmente fecunda en obras pictóricas; muestras de la pintura sienesa se encuentran en la pinacoteca nacional, situada en el palacio de Buensignori. Las dificultades económicas y la peste negra de 1348, que mató a dos tercios de la población, frenaron el desarrollo cultural y propiciaron la decadencia de la urbe. Afortunadamente, pudo finalizarse la construcción de la plaza del Campo, quizá la plaza medieval más grande de Italia, que alberga el elegante Ayuntamiento y una emblemática torre situada a su lado. El duomo de Siena se alza con magnificencia, con sus franjas de mármol blanco y negro en la fachada. Prácticamente todo el centro histórico de la ciudad acoge palacios, plazas, colecciones de arte, museos e iglesias; el centro urbano se puede recorrer a pie, con lo que pueden descubrirse todos sus atractivos perdiéndose por las callejuelas.

Asís
La ciudad amurallada de Asís se ha mantenido relativamente alejada de las masas turísticas. Situada en la región de Umbria, en el centro de Italia, este centro de peregrinos y viajeros encandila con sus fastuosos edificios de brillante mármol blanco. Asís está dominada por la enorme Rocca Maggiore, fortaleza del siglo XIV que ofrece unas vistas admirables sobre el valle y Perugia. Aquí nació San Francisco, en 1182; y las obras de su basílica se iniciaron dos años después de su muerte, en 1228. Se trata de un magnífico tributo al patrono de los animales, con frescos de Giotto, Cimabue y Martini. Entre los vestigios de las épocas imperiales se encuentran el foro excavado y la fachada con pilares del templo de Minerva; los cimientos romanos son la característica común de muchos edificios. Entre las principales iglesias destacan Santa Maria Maggiore, San Pietro, Santa Clara y la basílica de Santa Maria degli Angeli.
Sicilia
Sicilia es tierra de contrastes; desde la decadente grandeza de su capital, Palermo, hasta las ruinas griegas de Siracusa, el inseguro monte Etna y las islas Eolias; entre estas últimas destacan la turística Lípari, la aristocrática Panarea, la abrupta Vulcano y Stromboli, con su volcán y sus espectaculares erupciones. Situada estratégicamente en el Mediterráneo y siendo su mayor isla, Sicilia ha atraído numerosos invasores y colonizadores, que dejaron a su paso templos griegos, ruinas romanas, iglesias normandas y castillos y cúpulas árabes y bizantinas. Los sicilianos siguen estando fuertemente vinculados a su tierra, pese al calor del verano, que puede llegar a ser realmente abrasador; por fortuna, las playas son excelentes.

Otros puntos de interés son la magnífica catedral del siglo XII en Monreale, y Taormina, un lugar que a pesar de su excesivo turismo sigue mereciendo la pena, con su teatro griego, sus jardines públicos, el palacio, la catedral y las playas.

Cerdeña
La isla de Cerdeña fue colonizada por griegos, fenicios, romanos, pisanos, genoveses y españoles. A pesar de estas invasiones los nativos de la isla, conocidos como sardi (sardos), han sabido conservar su identidad y características autóctonas, permaneciendo siempre como un peculiar pueblo insular. El paisaje es accidentado, y las especies animales que aún permanecen destacan por su peculiaridad, como los burros albinos y los buitres leonados.

Cagliari, la capital, cuenta con una interesante zona medieval y una magnífica playa. Otros atractivos que merecen ser visitados incluyen su increíble Costa Verde, relativamente poco explorada, las playas y grutas que rodean el enclave turístico de Alguer así como la cultura tradicional que ofrece la provincia de Nuoro; también destacan las posibilidades de practicar el senderismo en esta misma zona.

Paestrum
Al sur de Salerno, Paestum alberga las reliquias mejor conservadas de las colonias de la Magna Grecia. Se trata de un emplazamiento enigmático, con tres templos dóricos que dominan un frondoso claro cubierto de flores. Allí se encuentran los templos de Ceres y Neptuno, un foro, una basílica y unas murallas. El museo contiene una serie de frisos que completan una de las mejores colecciones de arquitectura antigua del mundo. 12 km tierra adentro se encuentra uno de los pocos entornos naturales protegidos del sur de Italia, conocido como los bosques de Diana.

San Gimignano
Aunque sólo quedan 14 de las 72 torres originales, esta ciudad medieval de la región de Toscana, maravillosamente conservada, se conoce aún como San Gimignano de las Magníficas Torres. Sus construcciones reflejan un período de la historia italiana en el que los habitantes de una misma población se desafiaban para poseer la torre más alta. Palacios almenados y torres elevadas rodean las plazas principales del pueblo; la más alta es la torre Grossa, con 54 m. Una catedral románica, una fortaleza en ruinas, una iglesia con frescos y un excelente museo que recoge obras de arte de las escuelas florentina y sienesa aumentan el encanto especial de este municipio.

Islas Tremiti
Las tres islas principales del archipiélago de Tremiti, San Domino, San Nicola y Capraia, están separadas por 40 km de la península de Gargano, en Apulia. Situadas en el mar Adriático, siguen estando poco desarrolladas y explotadas turísticamente y constituyen un buen enclave para alejarse de las vicisitudes del interior. La iglesia de San Nicola de Santa Maria, fundada en el siglo XI por los monjes benedictinos, cuenta con una madona negra, un suelo de mosaico del siglo XI y un crucifijo bizantino. San Domino presume de playas arenosas con cuevas apartadas, piscinas formadas entre las rocas y grutas.

Cinque Terre
Los cinco magníficos pueblos que conforman Cinque Terre están inmersos en el paisaje montañoso que rodea la costa de Liguria en la parte noroeste del país y, hasta ahora, se ha evitado una desenfrenada entrada del turismo. Un característico sendero que serpentea por la ladera, entre olivares y viñedos cultivados en terraza, enlaza las poblaciones, todas ellas peatonales. Riomaggiore da a una pequeña cala donde predominan las barcas pesqueras, que se extienden por la orilla hasta invadir la diminuta plaza. La vía de los Amantes lleva a Manarola, el más especial de los cinco. A Corniglia, sito en lo alto, sobre el acantilado, sólo puede llegarse subiendo unos tortuosos escalones. Vernazza, con su paseo y su plaza, ofrece las mejores vistas al mar. Finalmente, Monterosso cuenta con la única playa real de la zona, circundada por unas rocas donde se han esculpido enormes estatuas.
Si los museos, las galerías y el café exprés no son suficiente para ocupar el tiempo del visitante en Italia, las actividades deportivas se convierten en una interesante alternativa o en complemento al viaje. Los Alpes italianos, especialmente los Dolomitas, ofrecen caminos bien balizados y refugios situados estratégicamente para los excursionistas más avezados. Se recomienda ir preparado, incluso en verano, para hacer frente a repentinos cambios climáticos. Los Apeninos también disponen de trayectos balizados para senderistas, especialmente en el Parco Nazionale d'Abruzzo y en el macizo Sila en Calabria. Otras vías alternativas son los arduos, aunque bien marcados, recorridos en los Alpi Apuane, en Toscana, o las espectaculares excursiones que se pueden organizar por las sierras orientales de Cerdeña, como Gennargentu.

En los Alpes italianos abundan las estaciones de esquí, sobre todo en los Dolomitas, donde el paisaje es en sí mismo un espectáculo; las cinco estaciones más importantes son Cortina D'Ampezzo, en el Véneto; Madonna di Campiglio, San Martino di Castrozza y Canazei, en Trentino; y Courmayeur, en el valle de Aosta. La temporada de esquí se inicia en diciembre y llega a su fin en marzo, aunque en el Mont Blanc, el Matterhorn y el valle de Aosta se puede practicar este deporte durante todo el año.

El windsurf y la vela son dos actividades muy populares; se pueden alquilar barcos y equipos en casi todos los complejos turísticos costeros. Una excelente forma de conocer el país es en bicicleta, pero hay que tener en cuenta que el 75 por ciento del terreno italiano es montañoso o accidentado, de modo que se requiere tener una gran resistencia y una buena bicicleta de montaña. Entre las rutas populares para el ciclismo destacan las colinas de la Toscana y la Valnerina, en Umbria. La tortuosa y serpenteante carretera que sube al Passo Stelvio precisa un arduo esfuerzo físico.
Aunque hace relativamente pocos años que Italia se constituyó en entidad política unificada, en 1861, su emplazamiento estratégico en el Mediterráneo la convirtió en objetivo de colonizadores y ambiciosos conquistadores desde los orígenes de la historia de la humanidad. Los etruscos fueron la primera civilización en llegar (siglo VIII a.C.) y se expandieron por el norte; mientras que las colonias griegas se instalaron en el sureste de la península, transformando sus colonias en ciudades-estado que en su conjunto fueron conocidas como Magna Grecia. A partir del siglo IV a.C. Roma conquistó progresivamente el territorio y a todos los pueblos que habitaban; éstos se sometieron al poderoso Imperio Romano, y poco a poco sus culturas y lenguas propias fueron cediendo ante el latín.

La primera república romana se fundó en 509 a.C. bajo el dogma de la democracia, el latín y como uno de los mayores imperios de todos los tiempos. La victoria ante la república de Cartago (cerca de la actual Túnez) y la Macedonia helena durante las tres guerras púnicas abrieron el Imperio a su expansión por la península Ibérica, las islas Británicas, África del Norte y el actual territorio iraquí.

Paralelamente, una relativa paz interna posibilitó el desarrollo de las infraestructuras de la civilización romana con la construcción de carreteras, acueductos, ciudadelas y otras obras de ingeniería. El estilo de vida basado en la esclavitud y la economía triunfó sobre el concepto de democracia; los militares y, finalmente, los dictadores fueron apoderándose paulatinamente del poder de la república.

El Imperio se dividió en Oriental, con capital en Constantinopla, y Occidental, con capital en Ravena. Aún así, las disputas e intrigas de la realeza desembocarían en la destrucción final del Imperio Romano. En el año 313, Constantino adoptó el cristianismo, y Constantinopla (actual Estambul) pasó a ser la capital. Occidente sufrió las invasiones tribales del norte, y en 476 cayó Rómulo Augústulo, el último emperador romano. Por su parte, Oriente vivió una época de prosperidad hasta la invasión de los turcos, en 1453.

Italia, bajo el dominio de los godos, se adentró en un período de ostracismo, conocido como la época oscura. Lombardos, francos, bizantinos y germanos invadieron la península; esta época culminó en el año 800, cuando el franco Carlomagno se proclamó rey de los lombardos y se hizo coronar emperador por el papa León III. Normandos y, sobre todo, sarracenos saquearon y conquistaron diferentes zonas del territorio; y los musulmanes dominaron el sur hasta que los primeros les expulsaron. Este período de invasiones y conquistas finalizó cuando en 962 el rey germano Otón I se hizo coronar emperador de Roma por el papa Juan XII, originándose el Sacro Imperio Romano-Germánico.

En el siglo XII, a medida que Italia se preparaba para abarcar un gran capítulo de la historia, surgieron en el norte ciudades-estado emprendedoras y competitivas que obedecían, bien al Papado (gibelinos), bien al Sacro Imperio Romano-Germánico (güelfos). El nacimiento de las ciudades y de los grandes mercaderes durante el siglo XIII culminó en el Renacimiento del siglo XV. Pintores, arquitectos, poetas, filósofos y escultores crearon insuperables obras de arte, a pesar de la conflictiva situación que se vivía a causa de un feudalismo poco consolidado y la proliferación de ciudades-estado. Durante los dos siglos siguientes, las coronas europeas se disputaron la península. España y, más tarde, Austria controlaron la península durante los siglos siguientes, hasta que el ejército napoleónico invadió el territorio italiano en 1796.

La reestructuración posnapoleónica condujo directamente al deseo de reunificación del siglo XIX dirigido por Garibaldi, Cavour y Mazzini. En 1861 se declaró el reino de Italia, aunque la liberación de Venecia, en poder de los austriacos, no fue posible hasta 1866 y las protestas papales persistieron hasta el año 1870. A pesar de la unificación, las diferencias sociales y culturales que separaban al industrializado norte del menesteroso sur eran abismales. La crisis económica y la inestabilidad política se generalizaron a lo largo de las siguientes décadas, cuando Italia finalmente se unió a los aliados en la I Guerra Mundial y se generaba una agitación obrera a principios de los años veinte. Tras la Marcha sobre Roma que Mussolini organizó en octubre de 1922, el rey Víctor Manuel III encargó al líder fascista que formara gobierno. Como jefe de gobierno, el Duce declaró ilegal la oposición, controló la prensa y los sindicatos y recortó el sufragio en dos terceras partes. Su alianza con Hitler finalizó cuando los aliados expulsaron a los alemanes de Italia y culminó en un drástico ajusticiamiento de los partisanos a Mussolini el 28 de abril de 1945.

Los años de la posguerra se caracterizan por las constantes crisis política y económica, el asedio de las Brigadas Rojas, la mafia, la corrupción y los sobornos. La hegemonía de la Democracia Cristiana finalizó en 1983 con los nombramientos del republicano Giovanni Spadolini (1981) y del socialista Bettino Craxi (1983). Con la elección de Massimo D'Alema en 1998 se formó una coalición de centro-izquierda que incluía a los comunistas por primera vez en cincuenta años. Sin embargo, en abril de 2000 D'Alema dimitió tras unos resultados decepcionantes en las elecciones regionales y su sustituto, Giuliano Amato, fue investido primer ministro del gobierno número 58 desde la II Guerra Mundial. En las elecciones generales celebradas el 13 de mayo de 2001 Silvio Berlusconi, líder del partido de centro-derecha Forza Italia y magnate de los medios de comunicación, venció, convirtiéndose en el presidente del país hasta el año 2006, en el que fue relevado por Romano Prodi.
Italia, también conocida como la galería de arte vivo del mundo, emana cultura en todos sus rincones. Historia y cultura rodean al viajero; desde los restos de un pilar sobre el suelo de linóleo de una estación de tren hasta una iglesia barroca frente a un antiguo frontón en el Foro. En el exterior, aparecen admirables tumbas etruscas, templos griegos, vestigios romanos, actual hábitat de muchos felinos, arquitecturas románica y gótica y las estatuas que ornamentan las fuentes barrocas; en el interior de los monumentos perduran las esculturas romanas, los mosaicos bizantinos, las madonas beatíficas de Giotto hasta Tiziano, las inmensas tumbas barrocas y los techos de trampantojo.

Italia es tierra de escritores como Virgilio, Ovidio, Horacio, Livio y Cicerón, o como Dante, Petrarca, Boccaccio, Ficino, Mirándola y Vasari. A los músicos italianos se les debe el piano y el sistema tonal occidental, y Monteverdi, Vivaldi, Scarlatti, Verdi, Puccini, Bellini y Rossini legaron a la posteridad sus inmortales obras musicales. El cine no sería lo mismo sin Marcello Mastroianni, Anna Magnani, Gina Lollobrigida y Sophia Loren, o sin directores como Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Frederico Fellini, Michelangelo Antonioni y Bernardo Bertolucci. En la actualidad, uno de los pasatiempos más populares es el fútbol.

La literatura italiana moderna se desarrolló en los siglos XIII y XIV a partir de su herencia latina y gracias a los numerosos dialectos del país y a las obras de Dante, Petrarca y Boccaccio, que escribieron principalmente en dialecto florentino. A pesar de que el 80 por ciento de la población se confiesa católico, el número de practicantes disminuye hasta el 25 por ciento. Sin embargo, las festividades, las primeras comuniones y las fiestas religiosas se celebran masivamente.

La gran variedad de cucine regional italiana se ha combinado para formar una gastronomía única, muy apreciada en todo el mundo. Los estilos varían enormemente; desde los platos abundantes y cremosos propios del norte hasta las especialidades picantes del sur. De la región norteña de Emilia-Romagna provienen guisos tan conocidos como los espaguetis a la boloñesa, la lasaña y los tortellini ; también de esta zona proceden el mejor prosciutto y la mortadela. Liguria es la tierra del pesto, presente en la mayor parte de los restaurantes del mundo. La importancia de las verduras y la pasta en la gastronomía del país se equipara a los mariscos o las carnes exóticas, como el risotto de rana, el bistec de burro o el pastel de tripas. Los postres (cassata, cannoli, zabaglione, granita y mazapán) son la carta de presentación de Sicilia, y Cerdeña es famosa por su cochinillo asado en espetón. Huelga decir que el café, la cerveza y el vino son excelentes en cualquier lugar del país.
Las inconfundibles costas italianas están bañadas por los mares Adriático, Jónico, de Liguria y Tirreno; todos ellos forman parte del mar Mediterráneo. En el Norte y de Oeste a Este limita con Francia, Suiza, Austria y Eslovenia. Sus zonas insulares, las islas de Elba, Cerdeña, Ischia, Capri, Sicilia y las Eolias, se prolongan por toda la costa al sur y al este de la península Itálica. La topografía italiana se caracteriza por sus cordilleras que refuerzan las fronteras sin acceso al mar desde Génova, en la parte occidental, hasta Trieste, en la zona oriental. Su columna vertebral la constituyen los Apeninos, que se extienden desde el collado de Cadibona, donde enlaza con los Alpes, hasta el extremo occidental de Sicilia. Al noreste se encuentra la llanura del valle del río Po, que destaca por su alta densidad de población y su elevado desarrollo industrial, resultado de ser la llanura más extensa del país.

Los tres volcanes activos, el Stromboli, en las islas Eolias, el Vesubio, cerca de Nápoles, y el Etna, en Sicilia, originan una gran actividad subterránea; el territorio italiano está a merced de los terremotos, que ocasionaron auténticas catástrofes en 1908 y 1980. Italia irradia belleza aunque, por desgracia, se desdibuja con la elevada contaminación, especialmente en las grandes ciudades y en la costa.

Dos milenios de ocupación humana, junto con la pasión de los lugareños por la caza, han provocado la extinción de numerosas especies animales que, en su día, fueron endémicas en Italia. Han sobrevivido osos pardos y linces y, en las regiones alpinas, perviven algunos lobos, marmotas, gamuzas y ciervos. En Cerdeña se pueden encontrar muflones, jabalíes y gatos salvajes, al igual que halcones y águilas reales que esquivan al vuelo los perdigones de los cazadores.

El clima de Italia varía de Norte a Sur y de las llanuras a las cumbres de las montañas. El largo y crudo invierno alpino trae la nieve en septiembre. Las regiones norteñas sufren inviernos glaciales y veranos calurosos, mientras que las condiciones se suavizan en el sur. El siroco, viento africano cálido y húmedo que afecta a las regiones del sur de Roma, origina al menos dos semanas de sofocante calor en el estío.
Los viajeros encontrarán una gran variedad de vuelos a buenos precios. Para aquellos que dispongan de bastante tiempo, el ferrocarril puede convertirse en una buena forma de entrar en Italia desde Europa. También existen numerosos servicios de autocares, pero no podrán competir con la comodidad del tren. Algunos transbordadores conectan Italia con Grecia, Turquía, Túnez, Malta, Albania, Croacia y España.
Viajar en avión dentro de Italia resulta caro; conviene desplazarse en tren o en autobús. Los autobuses son rápidos y fiables, tanto si utilizan las rutas locales que comunican los pueblos pequeños, como las autopistas que unen las grandes ciudades. Además, entre sus destinos incluyen varios que no están comunicados por tren. Existen servicios de trenes estatales y privados que recorren todo el país; por lo general, los ferrocarriles son una forma sencilla, barata y eficaz de viajar. Los transbordadores llegan a Sicilia desde Nápoles, mientras que a Cerdeña se puede llegar desde Génova, Livorno y Nápoles. Para conocer más a fondo Italia, se puede alquilar un coche, y así apartarse de los lugares más concurridos. Las carreteras son buenas en casi todo el territorio, y la red de autopistas es excelente, aunque hay que pagar peaje.

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