viernes, 22 de febrero de 2008

Viajar a Nueva Zelanda

Nueva Zelanda ofrece una belleza sísmica poco común: montañas glaciares, ríos de corrientes rápidas, profundos lagos de aguas cristalinas, géiseres silbantes y barros que hierven. Alberga numerosas reservas forestales así como desérticas y largas playas; disfruta también de una fauna muy variada, en la que destaca el kiwi, especie endémica de estas costas.

Los viajeros en busca de aventura pueden practicar gran número de enérgicas actividades al aire libre, como excursiones, esquí y descenso de rápidos, sin olvidar el deporte favorito de muchos, el puenting. Igualmente es posible nadar con delfines, jugar con corderos recién nacidos, observar ballenas o practicar la pesca de la trucha cebada en muchos de los ríos existentes. La población, inmersa en una cultura que aúna lo europeo con las costumbres ancestrales maoríes, destaca por su ingenio y hospitalidad. Se requiere cierta práctica para pronunciar los extraordinarios y resonantes nombres de algunos de los rincones que esconde Nueva Zelanda, como Te Awamutu, Whangamomona o Paekakariki.

Al ser un país compacto, viajar por él (en avión, autobús, tren, coche o caravana) no resulta caro y sí muy eficaz. Existen alojamientos variados y económicos, y su exquisita oferta gastronómica incorpora carne de venado, marisco fresco, fantástico helado y premiados vinos.

Durante todo el año existen lugares a descubrir y actividades que realizar. Los meses más templados (de noviembre a abril) son también los de mayor actividad, especialmente durante las vacaciones escolares, que comienzan el 20 de diciembre y se prolongan hasta finales de enero. Sin embargo, las estaciones de esquí cuentan con mayor actividad en invierno. Si se viaja durante la temporada alta (especialmente en Navidad), es conveniente reservar con antelación, ya que puede resultar difícil encontrar alojamiento o medio de transporte. Quizá sea más agradable visitar el país con anterioridad o posterioridad a las épocas de mayor intensidad turística, cuando el clima todavía es templado y los visitantes no proliferan.

Wellington

La capital neozelandesa, Wellington (con una población de 345.000 habitantes), se ubica en un excelente puerto en el extremo sur de la isla del Norte. A menudo criticada por sus homólogos del norte por su mal tiempo, ya que durante el invierno sus vientos llegan a alcanzar la fuerza del vendaval, Wellington es una urbe dinámica preocupada por la cultura y el arte que celebra festivales casi mensualmente y que dispone de excelentes restaurantes étnicos y cafeterías. Asimismo, es la sede del gobierno y de los tesoros nacionales.

Entre sus edificios de interés, se hallan el Beehive, de estilo modernista, sede del ejecutivo del parlamento; el antiguo edificio del Gobierno, uno de los mayores del mundo realizados íntegramente en madera; la Biblioteca Nacional, que alberga la colección más extensa de libros del país; y el monumento conmemorativo a Katherine Mansfield, situado en la propiedad donde nació la famosa escritora en 1888. Asimismo, pueden visitarse museos (incluido el nuevo y excelente Museo de Te Papa), un parque zoológico y disfrutar de unas maravillosas vistas de la ciudad desde la cima del monte Victoria. La zona para efectuar compras se focaliza en la calle Cuba Street; en el distrito de Thorndon existen enclaves históricos relevantes; en Lambton Quay se encuentra el principal centro de negocios de la metrópoli; y el monte Victoria es el lugar ideal donde alojarse y comer por poco dinero. También merece la pena visitar el Museo de Plantas Autóctonas.

Auckland

Auckland es la ciudad más grande del país, con una población de 1.002.000 habitantes. Su práctica totalidad está circundada de agua y cubierta de colinas volcánicas. Al igual que Sidney, Auckland dispone de un espectacular puerto y un puente, además de un increíble número de entusiastas de los yates, lo que le ha valido la denominación de Ciudad de las Velas. La urbe atrae en especial a las personas procedentes de las islas del Pacífico Sur, y actualmente presenta la mayor concentración de ciudadanos polinesios del mundo. Entre los lugares más remarcables, destacan el Museo de Auckland, que acoge una muestra memorable de objetos y cultura maorí, y el Kelly Tarlton's Underwater World & Antarctic Encounter, una simulación única del océano y de las actividades de exploración.

Las zonas de Parnell y Newmarket, a las afueras de la ciudad, resultan los lugares idóneos para comprar. Pueden contemplarse edificios victorianos bien conservados en Devonport, y en Ponsonby se puede adquirir artesanía polinesia; además, abundan cafeterías, restaurantes y mercados. Desde el volcán extinguido de One Tree Hill se disfruta de unas bellas vistas de la metrópoli. Para darse un baño, se recomiendan las playas de Kohimarama y Mission Bay. El golfo Hauraki de Auckland está salpicado de islas como Rangitoto, Great Barrier y Waiheke, donde el alojamiento es asequible y existen numerosas posibilidades para pasear y hacer submarinismo. La isla Waiheke alberga excelentes galerías de arte. Auckland aparece como un punto de partida ideal para visitar las fascinantes regiones de la península de Coromandel y de las llanuras de Hauraki, al Sureste.

Otago y Southland

En Otago y Southland destacan tres parajes que ocupan la zona meridional de la isla del Sur: Queenstown, con sus múltiples actividades; los caminos del Parque Nacional de Fiordland ; y la península de Otago, la primera incursión de Nueva Zelanda en el turismo ecológico. Queenstown, situada en un valle glaciar al borde del lago Wakatipu, es una ciudad rebosante de aventuras: paravela, esquí acuático por rápidos helados en barcos a reacción, rafting y puenting en el Canyon Bridge. La última moda se basa en lanzarse desde un helicóptero a 300 m.

El Parque Nacional de Fiordland, que toma el nombre de su costa excavada por el glaciar, se ubica en una zona salvaje de montañas y bosques de hielo y hayas. En su punto álgido, la zona de Milford Sound, los barcos de crucero se balancean como si fueran juguetes bajo las sombras de elevadas montañas y cascadas. Entre las rutas alpinas clásicas se halla la Routeburn Track (en el Parque Nacional del monte Aspiring), el valle Hollyford y el camino Milford Track (conocido como el más bello del mundo).

La península de Otago destaca como una importante zona de vida salvaje que dispone de bosques y colonias de albatros, pingüinos y focas, además de acuarios, museos y enclaves históricos. En ella, se ubica la ciudad universitaria de Dunedin, cuna de arte y entretenimiento famosa por haber dado lugar a una generación ecléctica de bandas de rock de gran éxito. La urbe, de influencias escocesas, posee un rico patrimonio arquitectónico, con gran número de museos, galerías y castillos.

En la zona, existen numerosos lagos gigantescos; entre ellos el lago Hawea y, no muy lejos, en Otago, el lago Wanaka. El lago Te Anau, en Southland, el segundo de Nueva Zelanda en tamaño, es el resultado de la acción de un gran glaciar. En él pueden visitarse cuevas de larvas luminosas, cascadas y remolinos. Los bosques autóctonos de los Catlins, los más extensos de la costa oriental de la isla del Sur, se sitúan entre Invercargill y Dunedin. Poseen reservas de plantas y árboles poco comunes, además de especies animales, como focas, leones de mar, pingüinos y patos.

Northland
Northland es cuna tanto de la civilización maorí como de la pakeha, ya que fue aquí donde estos últimos mantuvieron sus primeros contactos con los maoríes, donde se estableció el primer asentamiento para la caza de ballenas y donde se firmó el tratado de Waitangi. A menudo conocida como el norte menos frío debido a las suaves temperaturas de las que goza durante todo el año, Northland disfruta de un interesante número de museos, como el Museo Otamatea Kauri & Pioneer ; de preciosas playas de arena blanca, como la Ninety Mile Beach ; de lugares para practicar el submarinismo, como la Reserva de las islas Poor Knights, considerada por Jacques Cousteau como uno de los diez mejores lugares del mundo para realizar este deporte; de ciudades históricas ( Pahia y Waitangi ); de zonas indicadas para la pesca deportiva ( Bahía de las islas ); y de reservas de flora y fauna ( Waipoua Kauri Forest ).
Whangaparaoa
Una sucesión de atractivas bahías conduce a la de Whangaparaoa (cabo Runaway), en el extremo del cabo oriental de la isla del Norte. Las playas aparecen bastante abandonadas y con maderas flotantes, pero merece la pena visitar la vieja iglesia anglicana, rodeada de pinos Norfolk y situada en un solitario promontorio. Al cabo Runaway sólo puede llegarse a pie, pero se aconseja pedir permiso antes de entrar, por su condición de propiedad privada.

Isla Great Barrier
Esta isla, situada en la entrada del golfo Hauraki, se caracteriza por kilómetros de playas de arena blanca en su costa este, por protegidas calas de profundas aguas en su costa oeste y por una escarpada cordillera que la recorre en su parte central. La reserva de 80.000 ha dispone de numerosos senderos que combinan antiguos caminos de explotación forestal y raíles de los tranvías. Los manantiales de agua caliente, los elevados bosques de kauris y el aura serena que se respira hacen de esta isla el enclave ideal para evadirse. Desde Auckland, 88 km al Sur, parten vuelos y ferrys hasta Great Barrier.

Harihari
Harihari, una pequeña ciudad en la costa oeste de la isla del Sur, saltó a la fama mundial cuando, en 1931, Guy Menzies completó el primer vuelo en solitario cruzando el mar de Tasmania desde Australia. El viaje se desarrolló sin problemas, pero el aterrizaje fue desastroso, porque el avión cayó en un pantano y Menzies, al soltarse el cinturón de seguridad, dio de cabeza al barro. En la actualidad, la urbe es reconocida por su costa, idónea para pasear, la posibilidad de observar aves y pescar salmón y trucha.

Parque Nacional del Monte Cook
La agotadora caminata de cuatro días de Copland Pass por el Parque Nacional del Monte Cook, en la isla del Sur, puede considerarse una aventura irrepetible, aunque sólo puede realizarse si las condiciones meteorológicas lo permiten y si se efectúa junto a grupos bien preparados y experimentados o, en su defecto, en compañía de guías profesionales. El terreno pasa de glaciares y campos nevados a bosques tropicales y piscinas termales. El camino, a 2.150 m de altitud, está rodeado de picos de 3.000 m de altura. No está indicado para efectuar un paseo ligero y sólo está recomendado para profesionales con experiencia en el uso de hachas para hielo, garfios y equipos de orientación de alta montaña. Quien consigue cruzar este paso -dicen- entra a formar parte de un club de elite formado por aficionados a las grandes alturas.

Isla Stewart
La tercera isla más grande de Nueva Zelanda, Stewart, es internacionalmente conocida por la riqueza y variedad de sus aves; alberga tuis, periquitos, kakas y korimakos. El kiwi, una especie poco común tanto en la isla del Norte como en la del Sur, puede verse con bastante frecuencia en Stewart, especialmente en sus playas. En la parte septentrional de la isla existe una magnífica red de senderos y cabañas, mientras que el sur sufre un relativo olvido y aislamiento, y está escasamente desarrollado. Sus habitantes (menos de cuatrocientos en total) son robustos, taciturnos y, en general, desconfían de las personas procedentes de las islas principales.

El clima es muy variable y la oferta de alojamiento, muy básica; sin embargo, existe la posibilidad de hospedarse en las casas de los lugareños por poco dinero.
Nueva Zelanda es la meca para todos aquellos que buscan experiencias emocionantes y para los interesados en los amplios espacios abiertos y en las actividades físicas. Entre los deportes que se pueden practicar en el aire, destacan el puenting, el paracaidismo, la caída libre, el rappel y el vuelo. En tierra firme, es factible realizar senderismo, montar en bicicleta de montaña, esquiar, montar a caballo, escalar rocas y practicar el zorbing. Bajo tierra se puede visitar cuevas, descender rápidos en cavernas y practicar el hidrosliding; sobre el agua es posible ir en motos y trineos acuáticos, hacer rafting, boogey boarding, canoa, kayak, surf, descenso de rápidos en tabla de surf y submarinismo con escafandra. Si existen dificultades para desplazarse de un sitio a otro, y esto supone un reto, Nueva Zelanda es el lugar indicado para intentar superarlo.

A pesar del número de actividades excéntricas que se pueden efectuar, se mantiene el tramping (jerga con que se conoce al senderismo en Nueva Zelanda) como la más popular. Existen miles de kilómetros de caminos marcados y una apreciada red de albergues, que hacen del senderismo una actividad viable tanto para personas ya experimentadas como para paseantes. Muchos de los caminos más populares, como los de Great Walks, resultan bastante transitados, especialmente durante el verano, por lo que, si se prefieren rutas más solitarias, se recomienda contactar con el Departamento de Conservación para obtener más información sobre la zona.

Nueva Zelanda se ha convertido en uno de los destinos más visitados del hemisferio sur para practicar el esquí, además de otros deportes de invierno, debido a sus abundantes y seguras nevadas, que se producen por lo general entre junio y octubre. Existen numerosos paquetes de vacaciones para ir a esquiar y una gran variedad de estaciones repartidas por la isla del Norte y la del Sur.
El descubrimiento de Nueva Zelanda en el año 950 d.C. ha sido atribuido al navegante polinesio Kupe, que la bautizó como Aotearoa (tierra de la larga nube blanca). Siglos más tarde, alrededor del año 1350 d.C., se produjo una gran ola migratoria procedente de la tierra de Kupe (Hawaiki) que, siguiendo las instrucciones de navegación del mismo, arribó a Nueva Zelanda; suplantaron o se mezclaron con los pobladores anteriores. Su civilización, jerárquica y sanguinaria, se desarrolló durante siglos sin recibir ninguna influencia exterior discernible.

En 1642, el explorador neerlandés Abel Tasman efectuó un breve viaje por la costa occidental neozelandesa. Sus intentos de permanecer en el país durante más tiempo se vieron frustrados porque parte de su tripulación fue asesinada y devorada. En 1769, el capitán James Cook circunnavegó las dos islas principales a bordo del Endeavour. Sus primeros contactos con la civilización maorí tampoco resultaron cordiales, pero Cook, impresionado por el espíritu y valentía de los aborígenes, se aseguró la incorporación de esta tierra con potencial a la corona británica antes de partir rumbo a Australia.

Cuando los británicos iniciaron su colonización de las antípodas, Nueva Zelanda estaba considerada una ramificación de la empresa australiana de ballenas y focas; de hecho, el país se mantuvo bajo la jurisdicción de Nueva Gales del Sur entre 1839 y 1841. Sin embargo, el asentamiento europeo en la zona propició de inmediato diversos problemas, y fue necesario establecer con urgencia una política de distribución de la tierra entre los colonos (pakeha) y los maoríes. En 1840 se firmó el tratado de Waitangi, por el cual los maoríes cedían la soberanía del país a Gran Bretaña a cambio de su protección y de la garantía de la posesión de sus tierras. Pero las relaciones entre maoríes y pakehas se deterioraron, ya que los primeros estaban muy alarmados por el efecto que los segundos ejercían sobre su sociedad y estos últimos no respetaban los derechos de los maoríes que se habían perfilado en el tratado. En 1860 se declaró una guerra entre ambos, que se alargó durante gran parte de esa década hasta la derrota del pueblo maorí.

A finales del siglo XIX, se respiraba una relativa paz. El hallazgo de oro había generado prosperidad y, junto al desarrollo de la ganadería lanar a gran escala, generó seguridad en el país. Su reputación como nación comprometida con las reformas igualitarias se consolidó con cambios sociales, como el derecho al voto de la mujer, la seguridad social, la promoción de los sindicatos y la creación de servicios infantiles.

En 1907 se concedía a Nueva Zelanda la condición de dominio dentro del imperio británico y, en 1931, se reconocía su independencia, aunque formalmente no fuera proclamada hasta 1947. La economía se mantuvo pujante hasta la recesión mundial de los años ochenta, cuando el desempleo aumentó considerablemente. En la actualidad, la situación económica se ha estabilizado, en gran parte debido a la recuperación de las exportaciones. A mediados de la década de 1980, Nueva Zelanda fue aplaudida internacionalmente por su postura antinuclear, a pesar de que supusiera un desacuerdo con Estados Unidos, y por su oposición a las pruebas nucleares francesas en el Pacífico, que Francia contraatacó destrozando el barco Rainbow Warrior de la organización ecologista Greenpeace cuando éste llegó al puerto de Auckland.

Actualmente, la población maorí está creciendo con más rapidez que la pakeha, y el resurgir del Maoritanga ha impactado en la sociedad neozelandesa. El aspecto cultural más alentador se basa en la mejora de las relaciones entre maoríes y pakehas: en 1985, se produjo la revisión del tratado de Waitangi, que comportó una serie de compensaciones económicas a las tribus maoríes cuyas tierras habían sido confiscadas injustamente. Sin embargo, la última propuesta del gobierno neozelandés provocó diversas movilizaciones por parte de los maoríes, que llegaron a interrumpir celebraciones y acontecimientos, ocuparon las tierras reclamadas, bloquearon las carreteras con barricadas e incluso introdujeron una almádena en la Copa de América y amenazaron con estallar el parlamento nacional. Este malestar social conmocionó a los neozelandeses y situó la reconciliación nacional como prioridad en la agenda política. Aunque las relaciones raciales se han restablecido, el tema sigue siendo de vital importancia.
Los pakehas y los maoríes aparecen como las civilizaciones dominantes. Entre los demás grupos poblacionales, más reducidos, figuran ciudadanos dálmatas yugoslavos, polinesios, indios y chinos. La pasión por el deporte une a toda la población, en especial el rugby (el juego nacional), y los pasatiempos al aire libre, como la vela, la natación, la bicicleta, las excursiones y las acampadas. Dejando a un lado el laicismo, prevalece la religión cristiana; las confesiones más practicadas son el anglicanismo, el presbiterianismo y el catolicismo. La síntesis entre la fe maorí ratana y la fe ringatu con el cristianismo se ha convertido en una interesante alternativa religiosa.

Nueva Zelanda cuenta con dos idiomas oficiales: el inglés y el maorí, a pesar de que el primero es mayoritario. Tras un largo período de declive, en la actualidad el maorí está resurgiendo, especialmente gracias al renacimiento del Maoritanga (civilización maorí). El maorí, una lengua dulce y poética, resulta muy sencilla de pronunciar si se habla fonéticamente y se separa en sílabas cada palabra.

El variado arte neozelandés valora la innovación, la integridad y la artesanía que reflejan los patrimonios pakeha, maorí y melanesio. Abundan las tallas en madera, piedra, concha y hueso, mientras que las obras mayores, como el tukutuku (paneles de madera), están dispuestas en la mayoría de las maraes (casas de reunión). El diseño de joyería se inspira en el paisaje; para ello, se utilizan conchas de Paua y guijarros de diorita y grauvaca. Se pueden encontrar pendientes con forma de hojas del árbol gingko, gafas de sol que siguen el modelo de los zarcillos de helechos autóctonos y collares con diseños de flores de franchipaniero. Existe una gran oferta teatral por todo el país, especialmente en Wellington, además de un buen número de galerías, entre las que destaca la Galería Pública de Arte de Dunedin, la más antigua de Nueva Zelanda y una de las más sobresalientes. Igualmente, el escenario musical incorpora numerosos artistas de mucho talento, desde Split Enz y Crowded House hasta los juegos pirotécnicos de guitarra de los Dunedin's 3Ds y Straitjacket Fits, aplaudidos a escala nacional e internacional.
Nueva Zelanda está situada en el océano Pacífico Sur, a 1.600 km al sureste de Australia. Con una extensión de 1.600 km de Norte a Sur, está formada por dos grandes islas y un conjunto de islas menores, algunas prácticamente rozando sus costas entre sí y otras a cientos de kilómetros de distancia. La isla del Norte (115.000 km² de extensión) y la isla del Sur (151.000 km²) son las mayores; les sigue la isla Stewart (1.700 km²), situada bajo la isla del Sur. La isla del Norte posee grandes volcanes (incluido el monte Ruapehu, actualmente activo) y zonas termales también activas, mientras que la del Sur cuenta con los Alpes Neozelandeses, una magnífica cordillera montañosa que recorre longitudinalmente la práctica totalidad de su territorio. Nueva Zelanda posee innumerables ríos y lagos, entre los que destacan el río Whanganui y los lagos Taupo, Waikaremoana y Wanaka.

Gran parte de su extensa flora es endémica: gigantescos bosques de árboles kauri (Agathis australis) y kohekohe, productores de goma; selva tropical en la que predominan rimu (Dacrydium cupressinum), hayas, tawa, matai (black pines) y rata (Metrosideros robusta); helechos y lino; campos de hierbas alpinas y subalpinas; y montes bajos y matorrales. Una de las plantas más características es la pohutakawa, conocida como el árbol de Navidad neozelandés, que se cubre de brillantes flores rojas al llegar diciembre. Entre el 10 y el 15% de la nación está cubierto de flora nativa, la mayoría protegida en parques y reservas nacionales.

La fauna autóctona se limita al murciélago. Las aves, sin embargo, sí se han desarrollado enormemente y, entre las especies más comunes, figuran la lechuza de Nueva Zelanda, el tui (parson bird), el weka (Galliralus australis) y el papagayo nestor, un ave estruendosa y traviesa que disfruta pavoneándose ante los humanos, volcando cubos de basura y deslizándose durante la noche por los tejados. Otras especies introducidas en el país y ampliamente extendidas son el cerdo, la cabra, la zarigüeya, el perro, el gato, el ciervo y la ubicua oveja, pero su proliferación ha dañado el medioambiente: En la actualidad, existen 150 plantas autóctonas (un 10% del total), y numerosas especies de aves endémicas están amenazadas de extinción. Las aguas de la costa neozelandesa contienen una gran variedad de peces, entre ellos atunes, peces espada, snappers (familia de los lutiánidos), trevally (familia de los carángidos), kahawais y tiburones; los mamíferos marinos, como los delfines, las focas y las ballenas, atraen a los amantes de la naturaleza de todo el planeta. Existen 12 parques nacionales, 20 parques forestales, 3 parques marítimos y 2 marinos, además de 2 zonas declaradas Patrimonio de la Humanidad: el Parque Nacional de Tongariro, en la isla del Norte, y el de Te Waihipouna-mu, en la isla del Sur.

Situada entre los paralelos sur 34 y 47, Nueva Zelanda se ubica en la latitud de los cuarenta rugientes, donde predomina el viento, que sopla continuamente por todo el país de Oeste a Este y que puede variar desde una suave brisa en verano a un fuerte vendaval en invierno, capaz de arrancar los tejados de las casas. Debido a sus diferentes características geológicas, la isla del Norte y la del Sur presentan dos patrones pluviales muy distintos: en la isla del Sur, los Alpes Neozelandeses actúan como barrera contra los vientos húmedos procedentes del mar de Tasmania, propiciando un clima húmedo al oeste de las montañas y seco al este; en la isla del Norte, sin embargo, la lluvia se reparte de forma más homogénea porque no existe ningún accidente geológico similar a los Alpes. Las temperaturas son más bajas en la isla del Sur, pero en ambas nieva durante el invierno. Los meses invernales son junio, julio y agosto; los estivales, diciembre, enero y febrero. Conviene recordar que el clima neozelandés es marítimo más que continental, esto significa que puede cambiar con una rapidez sorprendente. La temporada alta se desarrolla durante los meses templados de noviembre y abril, aunque en invierno las estaciones de esquí, como la de Queenstown, están al completo.
La gran mayoría de los visitantes llegan al país en avión. Existen cuatro aeropuertos internacionales: Auckland (el principal punto de entrada y salida), Wellington, Christchurch y Queenstown. Las tasas aeroportuarias en los vuelos internacionales ascienden a 20 dólares neozelandeses. Algunos cruceros atracan en Nueva Zelanda, pero el país no cuenta con ningún servicio de transporte marítimo regular para viajeros; en la actualidad, la tradicional costumbre de trabajar en un yate para pagarse el pasaje parece formar parte del pasado.
Aunque Nueva Zelanda es un país compacto y permite desplazarse de un lado a otro con facilidad, merece la pena utilizar el avión, en especial para no perderse los paisajes montañosos y los volcanes. Además, existen múltiples descuentos que permiten acceder a vuelos económicos. Las dos compañías nacionales son Air New Zealand y Qantas New Zealand. Existen algunas otras más pequeñas como Mt Cook Airline, Eagle Air y Air Nelson, copropiedad de Air New Zealand que se han agrupado con el nombre Air New Zealand Link para ofrecer cobertura en el interior.

Nueva Zelanda dispone, asimismo, de una amplia red de autobuses; InterCity es el operador principal, tanto en la isla del Norte como en la del Sur. Newmans (en la isla del Norte) y Mt Cook Landline (en la isla del Sur) operan como las compañías de autobuses más importantes. Las rutas más comunes disponen de servicios frecuentes (al menos diariamente) pero, por desgracia, caros y lentos. Como alternativa, se puede viajar con compañías regulares de autobuses más pequeñas, más económicas, que proporcionan un trato más directo que las grandes compañías. Algunas de ellas están pensadas especialmente para cubrir la demanda de los viajeros extranjeros, y disponen de numerosos suplementos en sus servicios que las hacen particularmente atractivas. Otras compañías proponen un viaje por Nueva Zelanda en autobuses alternativos : una forma de conocer el país sin prisas.

No existen muchas rutas ferroviarias principales. Los trenes, modernos y cómodos, pueden resultar más económicos que los autobuses. Las carreteras son buenas y están bien señalizadas, y las distancias son cortas, por lo que se recomienda viajar en coche (en Nueva Zelanda se conduce por la izquierda). Al resultar muy común el alquiler de vehículos, existen muchas ofertas. El viajero dispone de numerosos servicios de transporte marítimo, entre ellos el ferry de Interislander, que opera entre Wellington, en la isla del Norte, y Picton, en la isla del Sur. Siempre cabe la posibilidad de montar en bicicleta; de hecho, muchos visitantes describen Nueva Zelanda como el paraíso de los ciclistas: un país limpio, frondoso, poco poblado y explotado; además, existen numerosos parajes donde se puede acampar y encontrar alojamiento por poco dinero. El alquiler de bicicletas resulta económico; puede ser diario, semanal o mensual.

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