miércoles, 20 de febrero de 2008

Viajar a Brasil

Durante siglos, Brasil ha simbolizado la huida hacia un paraíso tropical, alimentando la imaginación de Occidente como ningún otro parís suramericano ha hecho jamás. Brasil es un país de proporciones míticas: desde su desmedida pasión por el carnaval hasta la inmensidad del oscuro Amazonas.

Quizá no tratándose de un Edén para la imaginación popular, Brasil es una tierra con una belleza asombrosa, con inmensas zonas de selva tropical, islas con remotas playas y ríos interminables. Las mismas gentes de Brasil deleitan al visitante con su característica energía y su alegría.

Con unas dimensiones parecidas a los Estados Unidos de América (excluyendo Alaska), Brasil es un gran país que abarca casi la mitad del continente suramericano y que comparte fronteras con la mayoría de las restantes naciones del continente -con excepción de Ecuador y Chile. Tras cuarenta años de migraciones internas y crecimiento demográfico, Brasil es también un país urbano; más de dos de cada tres brasileños habitan en la ciudad. São Paulo es la segunda ciudad más poblada del planeta.

A excepción de la zona sur del país, en la que las diferencias entre estaciones sí son extremas, con veranos especialmente calurosos y húmedos e inviernos muy lluviosos, no hay ninguna época poco recomendable para viajar a Brasil. Durante el período vacacional brasileño, de diciembre a febrero, puede resultar más complicado y caro; además, el grado de humedad que se alcanza en la zona comprendida entre Río y el extremo sur del país puede ser agobiante.

El verano es también el período más festivo del año; las calles y playas se llenan de ciudadanos que escapan de sus apartamentos. Las vacaciones escolares se inician a mediados de diciembre y se prolongan hasta el carnaval, que normalmente se celebra a finales de febrero.

Río de Janeiro
Rodeado por el océano a un lado y por las montañas al otro, Río de Janeiro, uno de los lugares más bellos del mundo, concentra unos siete millones de habitantes, conocidos como cariocas, que disfrutan de placeres a los que no todo el mundo tiene acceso: las playas, el culto al cuerpo, la samba, la cerveza, el fútbol y la cachaça, un aguardiente casero.

Pero Río también tiene problemas, y muy graves: una tercera parte de la población vive en favelas (chabolas), que cubren muchas laderas de las colinas; la población más pobre no dispone de escuelas, médicos o empleos; el consumo de drogas y la violencia son problemas endémicos; y la corrupción y la brutalidad policial están muy extendidas. Río es considerada una ciudad peligrosa, lo que ha tenido como consecuencia una drástica reducción del turismo en los últimos años. Actualmente, existe una unidad policial especial encargada de vigilar las zonas frecuentadas por los extranjeros en un intento por mantener su integridad física; según los informes más recientes, su labor se está desempeñando con éxito.

Río está dividido en una zona norte y una zona sul (zona sur) por la Sierra da Carioca, escarpadas montañas que forman parte del Parque Nacional da Tijuca. La cumbre del Corcovado, a 750 m de altura, coronada por la estatua del Cristo redimido, es el lugar idóneo para hacerse una idea de la geografía de la ciudad, con favelas en ambas laderas de la montaña.

El denominador común de Río es la playa, un ritual y una forma de vida para los cariocas. La playa de Copacabana es, probablemente, una de las más famosas del mundo, con una extensión de 4,5 km a lo largo de una de las zonas residenciales más pobladas del planeta. Desde la ondulada playa, pueden verse los bloques de granito que rodean la entrada a la bahía. La playa de Ipanema es la más rica y chic de Río. Otras playas de la ciudad o sus alrededores son las de Pepino, Barra da Tijuca, Flamengo y Arpoador.

El Pão de Azúcar (Pan de Azúcar) es la imagen más explotada de las tarjetas postales. Existen dos funiculares que elevan al visitante 396 m por encima de Río y de la Bahía de Guanabara, desde donde Río de Janeiro parece la ciudad más bonita del mundo. De la selva tropical que antaño rodeaba Río, sólo quedan los 120 km² del Parque Nacional de Tijuca, a unos quince minutos de la jungla de hormigón de Copacobana, un bosque de un verde exuberante, con bellos árboles y magníficas cascadas.

El famoso y glamouroso carnaval de Río es un espectáculo digno de ver, aunque en otras zonas del país se celebre de forma más auténtica. En muchos sentidos, la época del carnaval es el peor momento para ir a Río: las tarifas de los taxis se cuadriplican; los precios del alojamiento se triplican; y masas de visitantes acuden a la ciudad para pasarlo en grande.

Los hoteles más económicos se encuentran en las zonas de Glória, Catete y Flamengo. Para salir de noche y no gastar mucho dinero, se recomienda la zona de Botafogo; en Cinelândia y Lapa, el corazón gay de la ciudad, hay muchos locales de samba; en Leblon e Ipanema, se encuentran los mejores clubes de moda.

Brasilia
Brasilia, capital de Brasil desde el 21 abril de 1960, es considerada Patrimonio de la Humanidad pero, a menos que uno sea estudiante de arquitectura, no tiene mucho más interés. Aunque su descripción en libros parezca interesante o sus fotos den una buena impresión, verlo todo desde allí es otro cantar. Diseñada por el arquitecto Oscar Niemeyer, el diseñador urbano Lucio Costa y el arquitecto paisajista Burle Marx, la ciudad fue construida en el corto espacio de tres años (1957-1960) por millones de campesinos que trabajaron contrarreloj. Por desgracia, el proyecto de ciudad más ambicioso del mundo se diseñó para automóviles y aparatos de aire acondicionado, no para las personas. El popular Parque Nacional de Brasilia, una reserva ecológica situada en la parte norte de la ciudad, es el lugar ideal para escapar del calor abrasador. Los burócratas y políticos se trasladan a Brasilia atraídos por los aumentos salariales del 100% y por los grandes apartamentos que les ofrecen pero, en cuanto llega el fin de semana, regresan a Río o São Paulo, o a cualquier sitio menos estéril que éste. Los más pobres, que trabajan en el sector de la construcción y en las industrias de servicios, pasan las noches en chabolas situadas en las afueras de la ciudad, a distancias de hasta 30 km, conocidas como "anti-Brasilias".

São Paulo
La ciudad más grande de Suramérica es una ciudad de inmigrantes y barrios étnicos. Situada en una meseta, se estima que la población de esta megalópolis ronda los veinte millones de habitantes, muchos de ellos descendientes de inmigrantes italianos y japoneses. El gran desarrollo industrial y la diversidad cultural han convertido a São Paulo en la ciudad con la clase media más numerosa, más variada y mejor educada de Brasil. Sus habitantes son gente activa y bien informada y, aunque a menudo se quejan de los problemas de tráfico, de la violencia callejera y de la contaminación, no se imaginan vivir en otro lugar que no sea éste. São Paulo puede resultar un lugar intimidatorio, pero los que prefieran las grandes ciudades podrán disfrutar de la actividad y la vida nocturna de una de las ciudades más dinámicas del mundo. Entre los lugares de interés, destaca el Teatro Municipal, de estilo barroco; el edificio Copan de Niemeyer; el Museo de Arte de São Paulo (MASP); y el Patio do Colégio, del siglo XVI.

Selva del Amazonas
La selva del Amazonas es un gigantesco mosaico de ríos y bosques que cubre la mitad del país y se extiende también a los países vecinos. El tramo del río Amazonas fluye entre las ciudades de Manaus y Belém; gracias a la unión de varios ríos, proporciona una ruta navegable a las embarcaciones que se dirigen al océano del extremo sur del continente.

La selva aún conserva muchos de sus secretos, ya numerosos afluentes del río siguen inexplorados. De las 15.000 especies que se estima existen en el Amazonas, quedan aún por clasificar miles de tipos de aves y peces y cientos de mamíferos. Entre las especies animales conocidas -algunas más comunes, otras más exóticas y otras prácticamente extinguidas-, se encuentran jaguares, tapires, pecaríes, monos araña, perezosos, armadillos, caimanes, delfines de río, boas constrictor y anacondas. En cuanto a las aves, pueden verse tucanes, loros, guacamayos, colibríes y halcones; existen también más de 1.800 especies distintas de mariposas y más de 200 de mosquitos. El río alberga tal diversidad de peces, como pirañas, tucunarés, piraracus, pintados y anguilas eléctricas, que a los biólogos les resulta imposible identificar casi una tercera parte de las capturas que se venden en los mercados de Belém.

El punto de partida de la mayoría de las excursiones que se realizan al Amazonas es la ciudad de Manaus, situada a orillas del Negro, a 10 km río arriba de la confluencia de los ríos Solimões y Negro, que se unen para formar el Amazonas. Aunque Manaus es descrito en innumerables guías de viaje como la tierra de las maravillas del Amazonas, la verdad es que la ciudad tiene pocos atractivos y un alto índice de delincuencia. Su símbolo más significativo es el Teatro Amazonas, un teatro de la ópera de estilo renacentista, diseñado por Domenico de Angelis en 1896, durante el período de auge del comercio del caucho.

Las excursiones de un día y las rutas en barco río arriba proporcionan un contacto muy directo con la vegetación de la selva y con la abundante variedad de aves existentes; además, brindan la oportunidad de ver la forma de vida de los caboclos (los habitantes de los pueblos del río Amazonas) en los alrededores de Manaus. No se verán, sin embargo, ni tribus de indios ni manadas de animales en libertad, ya que en ambos casos el encuentro con el hombre ha sido sinónimo de destrucción y, por tanto, tienden a huir de las zonas de fácil acceso.

El Pantanal
A pesar de que el Amazonas se lleve toda la gloria, el mejor lugar con diferencia para contemplar la vida salvaje es el Pantanal. Esta extensa zona de pantanos, del tamaño de la mitad de Francia, se encuentra situada en el extremo oeste de Brasil y se extiende a las regiones fronterizas de Bolivia y Paraguay. La fauna más común son las aves, aunque el Pantanal es también un santuario para nutrias gigantes de río, anacondas, iguanas, jaguares, pumas, cocodrilos, ciervos y osos hormigueros. A la zona, poco habitada y carente de poblados, se accede por la carretera de Transpantaneira, que conduce a la aldea de Porto Jofre, donde se puede encontrar un solo hotel. Desde la ciudad de Rio Paraguai, en la frontera con Bolivia, se organizan rutas en barco. La ciudad tiene fama de ser un centro de contrabando de armas, narcotráfico y caza furtiva, por lo que se recomienda precaución.

Salvador da Bahia
Bahía es el estado más africanizado de Brasil. Su capital, Salvador da Bahia (a menudo abreviado como Salvador), es una ciudad fascinante, con multitud de edificios históricos y playas tan maravillosas que resulta muy difícil escoger una. Fundada en 1549, durante 300 años fue considerada la ciudad más importante de Brasil y la segunda del imperio portugués, después de Lisboa. Centro del comercio del azúcar, era conocida por sus iglesias repletas de oro, sus bellas mansiones, sus frenéticos festivales y, en general, por su sensualidad y decadencia. El Carnaval en Salvador es merecidamente famoso y atrae cada año a multitud de turistas. También pueden visitarse sus 34 iglesias coloniales, el Museo Afro-Brasileño, dedicado a la cultura negra, y el Elevador Lacerda, una estructura art déco de ruidosos ascensores eléctricos, que sube y baja 85 m en menos de quince segundos y transporta diariamente a más de 50.000 pasajeros entre el puerto y la parte histórica de la ciudad, situada sobre una colina.

Cataratas de Iguazú
El río Iguazú nace en las montañas costeras de Paraná y Santa Catarina, la Serra do Mar, y fluye hacia el Oeste a lo largo de 600 km, antes de ensanchar su cauce de forma majestuosa; recorre la selva y, en la frontera con Argentina y Paraguay, forma cascadas escalonadas de más de 3 km de ancho y 80 m de alto. La mejor época del año para visitar las cataratas es entre agosto y noviembre, cuando hay menos riesgo de inundación de la zona de acceso a las pasarelas.
Jericoacoara
Jericoacoara es la última playa de moda entre los viajeros y los brasileños más hippies. Situado en un lugar remoto y salvaje de la costa de Ceará, al noroeste de Fortaleza, este pequeño pueblo de pescadores alberga palmeras que se hunden en dunas de arena frente a las jangadas (veleros) atracadas en la amplia playa gris. Por sus arenosas calles vagan sin rumbo fijo cerdos, cabras, ovejas, caballos, burros y perros. Todas las noches se organiza un forró donde se puede disfrutar del baile. También se pueden realizar otras actividades: escalar las dunas; dar un paseo en jangada y caminar hasta Pedra Furada, una roca situada a 3 km en dirección este siguiendo la línea de la costa; o alquilar un caballo y llegar a Mangue Seco, un pueblo aún más pequeño, a 18 km en dirección oeste bordeando la playa.

Olinda
Olinda es una de las ciudades coloniales mejor conservadas de Brasil. Disfruta de un enclave elevado privilegiado, con vistas a Recife y al Atlántico; a su parte histórica se asciende por tortuosas calles. Sin embargo, la vida aquí es todo menos tranquila. Se trata de una ciudad muy activa, con una amplia oferta cultural; los edificios coloniales están habitados por artistas, estudiantes y bohemios. Las iglesias, museos, galerías de arte y conventos compiten con los restaurantes al aire libre y los mercados, que atraen a lugareños y turistas por igual. El carnaval de Olinda es un gran acontecimiento que, gracias a su escenario histórico y al carácter jovial de sus gentes, proporciona una sensación de seguridad e intimidad de la que carecen los demás.

Parque Nacional da Serra da Chapada dos Veadeiros
Este pintoresco parque nacional se encuentra situado en la zona de mayor altitud del centro-oeste del país, exactamente a 200 km al norte de Brasilia, la capital. Sus grandes cascadas, piscinas naturales y bosques de palmeras la han convertido en un destino escogido para el turismo ecológico. Entre su fauna, destacan los lobos de crin, osos hormigueros, armadillos gigantes, capibaras, tapires, ñandúes, tucanes y buitres. El parque posee una zona de acampada y, en los alrededores, existen algunos lugares donde alojarse.
Existen muy buenos lugares para practicar ala delta en Río, especialmente en la zona de Pedra Bonita, cerca de la playa de Pepino. El surf es un deporte muy popular a lo largo de toda la costa, tanto en Río como en el estado sureño de Santa Caterina, donde el oleaje es especialmente fuerte. Para practicar la vela, los lugares ideales son Búzios y los grandes puertos deportivos esparcidos por toda la costa. Tierra adentro, el río Araguaia, en Goiás y Tocantins, es conocido como el paraíso de la pesca. Para practicar la escalada, se recomienda Río y sus alrededores, además de los parques estatales y nacionales; para hacer excursionismo, lo ideal es la zona costera. El fútbol es la obsesión nacional y, si uno sabe jugar o entiende del tema, se convierte automáticamente en el centro de atención.
Los indios brasileños nunca desarrollaron una civilización como la inca o la maya; son pocos los restos arqueológicos que nos han legado, a excepción de algunas vasijas, montones de conchas de moluscos y esqueletos. La población india era muy variada; se estima que, cuando los portugueses llegaron al país por primera vez, había entre dos y cinco millones de habitantes en el territorio que ahora ocupa Brasil. Hoy en día quedan menos de 200.000, la mayoría de ellos refugiados en las selvas del interior de Brasil.

En el año 1500, Pedro Alvares Cabral zarpó de Lisboa rumbo a la India, pero por accidente llegó a la costa brasileña. Sin embargo, algunos historiadores defienden que éste era en realidad el destino que perseguía, y es cierto que por los términos en que informó al rey del "descubrimiento" da la sensación de que la existencia de Brasil ya era bien conocida por los marineros de la época. En 1531, el rey Juan III de Portugal envió los primeros colonos a Brasil; en 1534, temiendo la ambición de otros países europeos, dividió la costa en doce capitanías hereditarias que entregó a los amigos de la Corona. Los colonos no tardaron en descubrir que tanto la tierra como el clima eran ideales para el cultivo de la caña de azúcar y solucionaron las necesidades de mano de obra mediante la esclavización de la población india. La captura y venta de esclavos prácticamente llegó a convertirse en el negocio más lucrativo del país. Estaba controlada por los bandeirantes, procedentes de São Paulo e hijos de madres indias y padres portugueses; éstos se encargaban de capturar a los indios en el interior del país y, para mediados del siglo XVII, ya habían alcanzado las cumbres de los Andes peruanos. Sus hazañas, más que cualquier tratado que se hubiera firmado, mantuvieron seguro el interior de Suramérica para el Brasil portugués.

Durante el siglo XVII, los esclavos africanos, menos vulnerables a las enfermedades de los europeos, sustituyeron a los indios en las plantaciones. Sin embargo, los africanos se resistieron con gran fortaleza a la esclavitud. Por todo el territorio, comenzaron a surgir los llamados quilombos, comunidades de esclavos que habían huido de las plantaciones; incluían desde pequeños grupos que buscaban refugio en la selva (mocambos) hasta la gran república de Palmares, que perduró durante casi todo el siglo XVII. En la década de 1690, se descubrió oro en Minas Gerais, lo que produjo una estampida de brasileños y portugueses hacia ese territorio, arrastrando con ellos a innumerables esclavos africanos que trabajaron y murieron en las minas.

En 1807, los ejércitos de Napoleón entraban victoriosos en Lisboa. Dos días antes de la invasión, el príncipe regente portugués embarcaba rumbo a Brasil. A su llegada, estableció en Río de Janeiro la capital del Reino Unido de Portugal, Brasil y el Algarbe, convirtiendo así a Brasil en la única colonia del Nuevo Mundo sede de una monarquía europea. En 1822, el hijo del príncipe regente, encargado del gobierno de la colonia tras el regreso de su padre a Portugal, desenfundó las armas y declaró la guerra bajo el grito de ¡Independência ou morte!' (independencia o muerte). Como Portugal no disponía de las fuerzas necesarias para embarcarse en una guerra contra su mejor colonia, la independencia se consiguió sin el derramamiento de una sola gota de sangre.

Durante el siglo XIX, el azúcar, la principal exportación del país, fue sustituido por el café. Al principio, se utilizaban esclavos como mano de obra en los cafetales, pero con la abolición de la esclavitud, en 1888, se produjo la llegada de miles de inmigrantes europeos, la mayoría de ellos italianos, para trabajar en estas plantaciones, denominadas fazendas. En 1889 tuvo lugar un golpe de Estado apoyado por la aristocracia cafetera que puso fin al imperio brasileño; como consecuencia, durante los siguientes 40 años el país estuvo gobernado por militares y por presidentes civiles supervisados por las fuerzas armadas.

En 1929, la crisis económica mundial debilitó el respaldo de los aristócratas cafeteros al gobierno y se formó el partido de oposición Alianza Liberal, apoyado por militares nacionalistas. Cuando la Alianza perdió las elecciones de 1930, los militares tomaron el poder y nombraron presidente al líder liberal Getúlio Vargas. Su régimen, inspirado en el de los Estados fascistas de Mussolini y Salazar, dominó la escena política durante 30 años, hasta que, en 1954, fue obligado a dimitir. Lo sustituyó Juscelino Kubitschek, el primero de los grandes derrochadores de Brasil, que construyó Brasilia, la nueva capital, con la idea de catalizar desde allí el desarrollo del interior del país. A principios de la década de 1960, la economía fue duramente golpeada por la inflación, en parte debido a la gran inversión realizada en la construcción de la nueva capital. Esto, unido a la victoria de Castro en Cuba, que aumentó el miedo a una invasión comunista, derivó en un nuevo golpe de Estado contra la frágil democracia brasileña.

A mitad de la década de 1980, el milagro de la economía brasileña, mantenida en gran parte por los préstamos de los bancos internacionales, llegó a su fin; los militares devolvieron el poder al gobierno civil. En noviembre de 1989, se celebraron las primeras elecciones democráticas de los últimos 30 años, en las que Fernando Collor de Mello, ex campeón de kárate, derrotó por una estrecha pero segura minoría al socialista Luiz da Silva. En su programa electoral, Collor prometía luchar contra la corrupción y reducir la inflación, pero a finales de 1992 este hombre, que según George Bush le recordaba a Indiana Jones, había sido destituido de su cargo y se enfrentaba a cargos de corrupción, acusado de dirigir una organización que mediante la extorsión y el soborno había conseguido estafar más de mil millones de dólares a la economía nacional.

Tras la dimisión de Collor, en diciembre de 1992, lo sustituyó en el cargo el vicepresidente Itamar Franco, hasta que, en las elecciones de 1994, salió elegido Fernando Cardoso. Desde su llegada al gobierno, Cardoso consiguió reducir la inflación de manera significativa, aunque las consecuencias directas fueron la pérdida de dos millones de empleos entre los años 1989 y 1996 y los problemas de la reforma agraria, considerada un asunto de seguridad nacional. Según un informe de las Naciones Unidas publicado en 1996, la distribución de la riqueza en Brasil es la más desigual del mundo.

Aun así, nada impidió que Cardoso persuadiera al congreso para cambiar la constitución y conseguir un segundo mandato; ganó las elecciones por amplia mayoría en 1998 y siguió en el poder durante cuatro años más. Tras las elecciones el real tuvo que sufrir una devaluación, el preludio de un periodo de restricciones, pero en 2000 la economía empezaba a crecer una vez más. Sin embargo, crecimiento económico no significa necesariamente justicia social. Más de 50 millones de brasileños son muy pobres, y muchos de ellos están sumidos en la mayor de las miserias. Las mejoras en la educación, la reforma agraria y el bienestar tienen que hacer frente a un sistema sanitario enfermizo, la superpoblación urbana, el abandono de las tierras de cultivo y los abusos medioambientales. La corrupción está muy arraigada, a pesar de los incipientes intentos de afrontarla. Brasil tiene que avanzar un buen trecho antes de poder quitarse de encima la broma de que 'es el país del futuro y siempre lo será.'

Las elecciones presidenciales de Brasil en 2002 decantaron la agenda política del país hacia la izquierda, cuando el candidato por el Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inácio Lula da Silva, ganó con un 62% de los votos. Lula se aseguró el voto de los ciudadanos con la promesa de mitigar el hambre y crear nuevos puestos de trabajo. Ese mismo año, el futbolista Ronaldo marcó dos goles a Alemania y llevó a Brasil a ganar su quinta copa del mundo.

Aunque el país esté creciendo económicamente, la sanidad está cada vez peor, las ciudades se abarrotan y los pueblos se quedan sin gente, además el daño ecológico es apabullante. En agosto 2003, murieron 21 personas en la base espacial de Alcántara.
La cultura brasileña ha estado influenciada no sólo por los portugueses, que aportaron su religión e idioma, sino también por los indios nativos, la numerosa población africana y otros colonos procedentes de Europa, 0riente Próximo y Asia.

La música brasileña, caracterizada por su gran diversidad, ha recibido las influencias de tres continentes y continúa desarrollando formas nuevas y originales. La samba, una mezcla del bolero español con las cadencias y ritmos de la música africana, alcanzó su mayor popularidad durante los años treinta. Su máximo exponente fue, probablemente, Carmen Miranda, conocida por su fuerte temperamento y por sus tocados hechos con frutas. El estilo más melancólico de la bossa nova, influenciado por el jazz estadounidense, gozó de gran popularidad en la década de 1950, en la voz de intérpretes como João Gilberto y canciones como La chica de Ipanema. El tropicalismo es una mezcla de las influencias musicales que llegaron al país en los años sesenta y que dieron lugar a un estilo de samba más eléctrico. En los últimos años, se ha hecho popular en todo el mundo la lambada, influenciada por los ritmos caribeños.

Entre los escritores brasileños de narrativa, destaca el estilo conciso e irónico de Machado de Assis. Hijo de un liberto, Assis trabajó de cajista en una imprenta y de periodista en el Río del siglo XIX. El escritor brasileño más famoso del siglo XX es Jorge Amado, cuyos cuentos narran historias de las gentes y lugares de la Bahía.

Oficialmente, Brasil es un país católico; en la práctica, la religión del país ha incorporado otros cultos, como el animismo indio, los cultos africanos, el sincretismo afro-católico y el cardecismo, una religión espiritualista que abraza el misticismo oriental y que está ganando adeptos entre la población blanca del país.

El portugués, enriquecido con vocablos procedentes de las lenguas indias y africanas, es el idioma oficial del país, pero cada región adopta sus propios acentos, dialectos y jerga coloquial.

La base de la dieta brasileña es el arroz blanco, las judías negras y la harina de yuca, que se combinan con la ternera, el pollo o el pescado. Las especialidades culinarias del país son la moqueca, un estofado de marisco con aceite de palma y leche de coco; el caruru, una mezcla de verduras con gambas, cebolla y pimiento; y la feijoada, un estofado de judías y carne. En Bahía, se ven muchas mujeres vestidas de blanco que venden acarajé, judías trituradas, con sal y cebolla, y fritas en aceite de palma. Con esta masa, se hacen bolas que se rellenan de marisco, pasta de yuca, gambas secas, pimiento y salsa de tomate.
Brasil es el quinto país más grande del mundo; ocupa casi la mitad del continente suramericano y limita con todos sus países, a excepción de Chile y Ecuador. La mayor parte del país presenta un bajo índice de habitantes, aunque algunas regiones en las que tradicionalmente ha existido una escasa densidad de población, como la zona del Amazonas, están experimentando un crecimiento muy rápido, acompañado de la tala de árboles y del agotamiento de sus recursos.

Brasil se puede dividir en cuatro regiones geográficas. La larga y estrecha línea de la costa atlántica se caracteriza por las cordilleras costeras que se extienden entre los ríos Grande do Sul y Bahía, aunque a partir de la zona norte de Bahía el terreno se vuelve más llano. Las extensas tierras altas, conocidas con el nombre de Planalto Brasileño o meseta central, que se extienden por la mayor parte del interior sur de la cuenca del Amazonas, están salpicadas por algunas pequeñas cadenas montañosas atravesadas por varios ríos. Existen dos grandes depresiones: la cuenca del Paraguay, caracterizada por bosque abierto, bosque bajo y matorral; y la densa jungla de la cuenca del Amazonas, al sureste. Con 6.275 km de recorrido, el río Amazonas es el más largo del mundo: su selva supone el 30% de la reserva forestal mundial.

La riqueza y variedad de la fauna brasileña es asombrosa, situando al país a la cabeza del mundo en número de especies de primates, anfibios y plantas; además, es el tercero en variedades de aves y el cuarto en especies de mariposas y reptiles. Sin embargo, muchas de estas especies están en peligro de extinción, debido a la continua devastación de la selva tropical, a la desertización que afecta a la zona noreste, a la caza furtiva que sufre la zona pantanosa y a la contaminación en la zona costera.

En todo el país se producen variaciones en el índice de pluviosidad, temperatura y humedad, pero sólo en el sur de Brasil estos cambios son extremos entre estaciones. El invierno brasileño comprende el período entre junio y agosto, que es cuando los estados más fríos del sur del país soportan temperaturas de entre 13ºC y 18ºC. En Río de Janeiro el verano (de diciembre a febrero) es caluroso y húmedo, con temperaturas que alcanzan los 30ºC; el resto del año las temperaturas rondan los 25ºC. La zona costera noreste es tan calurosa como Río, pero menos húmeda y sofocante. Las tierras altas, más frescas y menos húmedas, son propensas a tormentas veraniegas. La cuenca del Amazonas es la zona más lluviosa del país y, aunque muy húmeda, las temperaturas se mantienen alrededor de los 27ºC todo el año.
Desde la mayoría de las ciudades de Suramérica, operan vuelos regulares con destino a Río de Janeiro. Los otros aeropuertos del país son São Paulo; Recife, punto de llegada típico de los paquetes de las agencias de viajes alemanas; y Manaus, capital del estado de Amazonas, a medio camino entre Río y Miami. Varig, la compañía nacional de vuelos, opera en muchas de las grandes ciudades del mundo. La tasa de aeropuerto para vuelos internacionales asciende a la elevada suma de 36 dólares.

Brasil limita con todos los países de Suramérica, a excepción de Ecuador y Chile. Desde Uruguay, se puede acceder en autobús; desde Bolivia, en el tren conocido como el trem da morte (tren de la muerte). También se puede entrar por el río Amazonas, en el lento barco que zarpa de Iquitos en Perú, o desde Asunción, a través del río Paraguay hasta el Pantanal.
Los vuelos nacionales en Brasil están bajando sus precios gracias a la reciente desregulación de este mercado. Es conveniente contrastar varias ofertas de promoción antes de adquirir el billete, sin olvidar que algunas tarifas de vuelos nocturnos son más baratas. La tasa de aeropuerto en vuelos nacionales cuesta entre 2,5 y 6 dólares.

Excepto en la cuenca del Amazonas, el medio de transporte por excelencia para la mayoría de los brasileños es el autobús, que suele ser excelente y económico. Las principales ciudades están conectadas por líneas de autocares que ofrecen un servicio bastante frecuente: entre Río y São Paulo, por ejemplo, hay al menos un autobús cada quince minutos en las horas punta. No ocurre lo mismo con el ferrocarril: la tendencia es recortarlo cada vez más. Sin embargo, a los amantes del tren les alegrará saber que aún quedan en funcionamiento algunas bellas rutas ferroviarias, entre ellas la que une Curitiba y Paranaguá.

Aunque, debido a la construcción de una amplia red de carreteras, el transporte fluvial ha descendido, todavía se puede viajar en barco entre algunas de las ciudades situadas en la ribera de los ríos São Francisco y Amazonas. Conducir en Brasil es toda una experiencia: es anárquico y extremadamente peligroso, especialmente por la noche, momento en que muchos conductores prefieren no utilizar las luces. A pesar de que una forma práctica de llegar a muchas partes del país es conduciendo, sólo debe hacerse con paciencia, documentación en regla y el seguro correspondiente. Huelga decir que los desplazamientos en bicicleta son mucho más peligrosos que en coche; no son recomendables.

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