miércoles, 20 de febrero de 2008

Viajar a China

China no es un país, sino un mundo diferente. Desde sus metrópolis consumistas a sus épicas tierras de pasto de Mongolia central, con sus desiertos, cumbres sagradas, cuevas o ruinas imperiales, toda ella es una tierra de cismas culturales y geográficos. No es sólo que China haya abolido su pasado maoísta; es que el yin del ardor revolucionario se ha equilibrado con el yang del pragmatismo económico, y la vieja guardia comunista está dando paso a una nueva generación.

Es una tierra de elevadas montañas y paisajes épicos, telón de fondo de la caída de dinastías, del ascenso al poder de emperadores y del viraje revolucionario. A menos que se disponga de un par de años y de paciencia ilimitada, lo mejor es centrarse en un itinerario relajado, como por ejemplo de Pekín al Tíbet, sin olvidar la visita a los guerreros de terracota de Xi'an, seguir la Ruta de la Seda, navegar río abajo por el Yangzi o explorar el paisaje de la provincia de Guangxi descrito por el Dr. Seuss.

Las estaciones idóneas para visitar el país son la primavera (de marzo a abril) y el otoño (de septiembre a octubre). Las temperaturas durante el día varían entre los 20 y los 30ºC en estas épocas, pero las noches pueden ser gélidas y húmedas. Se recomienda evitar viajar a China durante las principales fiestas nacionales, ya que resulta difícil desplazarse por el país y encontrar alojamiento.

Pekín
Como capital del país, Pekín ensombrece al resto de China. Independientemente de la hora marcada por los meridianos, la suya es la hora oficial que siguen todos. El dialecto de la ciudad, el putonghua, se habla por todo el país, e incluso lugares tan remotos como el Tíbet y ürümqi se ven obligados a dirigirse al gobierno central para solucionar cualquier asunto. Pekín es en realidad la pieza clave de la República Popular China, con largos y rectos bulevares entrecruzados por carriles. Los focos de interés localizados en las avenidas son fáciles de encontrar, pero los que se encuentran escondidos en las callejuelas adyacentes son prácticamente imposibles de hallar. El corazón de la ciudad fue en un tiempo un recinto amurallado y aún conserva su antigua simetría, basada en un eje que la cruza de Norte a Sur y que atraviesa la entrada principal de Qianmen.

Shanghai
Tachada de ser La prostituta del Este, El París de la China o La perla de Oriente, Shangai simboliza desde hace mucho el abuso de Occidente sobre Oriente. En los años posteriores a 1949, su llamativo pasado y su aspecto extranjero supusieron una mancha permanente para la mentalidad de la República Popular China. La ciudad está dividida en dos por el río Huangpu, y la mayoría de los lugares de interés se encuentran en Puxi. Se dice que en la ciudad habitan la mitad de las grullas del mundo y, a juzgar por la imagen de su horizonte, esta afirmación debe ser cierta. La mejor época para visitar la ciudad es el otoño y la primavera, ya que el invierno y el verano soportan temperaturas extremas. Shangai se encuentra a 15 horas en tren de Pekín.

Hong Kong
El dinamismo que desprende Hong Kong es difícil de olvidar. Desde el ventajoso emplazamiento del pico de la Victoria, se divisa el puerto más bullicioso del mundo y una ciudad no sólo destinada a hacer dinero, sino también una ciudad que disfruta haciéndolo. Por la noche, es como asomarse a un volcán. A pesar de su pasado colonial, Hong Kong ha estado siempre apegada a sus raíces, y la cultura que se esconde bajo tanta ostentación es puramente china. Esto no evitó, sin embargo, que sus ciudadanos se sintieran un tanto recelosos con la idea de la reunificación de la ciudad con China tras la devolución británica en 1997, sentimiento que hoy en día prácticamente se ha erradicado. Los visitantes requieren unos cuantos días en Hong Kong para acostumbrarse a su ritmo de vida vertiginoso. Si se necesita un respiro, se recomienda visitar las islas Outlying, un completo cambio de tiempo y escenario. El viaje en tren desde Pekín dura 30 horas. Obviamente, el avión es más rápido, pero el precio del billete sería tan elevado como el de un viaje entre Hong Kong y Los Ángeles.

Xi'an
Xi'an fue en su día un importante cruce de caminos de las rutas comerciales entre China oriental y Asia central; incluso hubo un tiempo en que rivalizó con Roma y, más tarde, con Constantinopla, por el título de la ciudad más poderosa del mundo. Hoy en día es uno de los principales puntos de interés, en parte debido al ejército de guerreros de terracota descubierto en las afueras, al este de la urbe. Las excavaciones se iniciaron en 1974, y hasta la fecha se han clasificado más de diez mil figuras. Enterrados en panteones, se han hallado soldados, arqueros portando armas reales y carros en formación de batalla, con un aspecto tan fiero y real como la cerámica pueda permitir. Otros de los atractivos de la localidad son sus murallas, el barrio musulmán y el pueblo neolítico de Banpo, una recreación de la Prehistoria. Xi'an se encuentra a 16 horas en tren de Pekín. Si se dispone de dinero en metálico, un vuelo cuesta alrededor de 120 dólares.

Macao
Desde que los primeros galeones portugueses arribaron a su costa en los albores del siglo XV, la ciudad de Macao se ha convertido en un memorable lugar de encuentros de culturas. Su símbolo es San Pablo, la espectacular y desmoronada fachada de una catedral diseñada por un italiano, edificada por japoneses para uso de los portugueses y casi destruida por un tifón chino. Desde el monte Fort, se disfruta de unas bellas vistas de esta compacta urbe, y en el fuerte Guia se puede visitar una rústica capilla del siglo XVII y el faro más antiguo de la costa china. El lugar de culto con más con más solera, aún activo, es el templo Kun Iam, con más de cuatrocientos años de antigüedad, dedicado a la reina del cielo y diosa de la piedad. A todo esto hay que añadir una fantástica combinación de cocina portuguesa y china, una ajetreada vida nocturna, centrada en el casino, y un entramado de calles adoquinadas y plazas sombreadas, el antídoto perfecto para reponerse de Hong Kong y del resto del país. Macao se encuentra a 65 km por mar de Hong Kong.
Nanjing
En un país donde las capitales de provincia rara vez brillan por su belleza, resalta la ciudad de Nanjing. Aún conserva sus amplios bulevares y sus frondosos árboles, lo que se agradece, teniendo en cuenta el calor agobiante del verano que hace que Nanjing sea conocida como uno de los tres hornos de China. Sus años dorados transcurrieron bajo la dinastía Ming, período del que se conserva multitud de restos. Entre los más destacados, se halla la muralla Ming, de 33 km de longitud, la más larga del mundo jamás construida, de la que se conservan dos terceras partes. En las colinas encaramadas al este de la urbe se alza el mausoleo de Sun Yatsen, considerado tanto por los comunistas como por el partido Kuomintang como el padre de China. A esta ciudad se puede acceder en tren, autobús y avión. Está situada a unos mil kilómetros de la capital.

Taishan
Taishan (o Daishan) es la más venerada de las cinco montañas sagradas taoístas del país. Desde los albores de la historia china, poetas, escritores y pintores han hallado en ella una fuente de inspiración y han alabado su belleza. En la actualidad, debido al hecho de que es la atracción más visitada, resulta complicado encontrar un momento de paz para disfrutar de ella, pero por fortuna el tirón de su leyenda, religión e historia es tal que merece la pena la subida en teleférico. Para ascender a Taishan hay que subir seis mil escalones. El sorprendente número de puentes, árboles, torres, estatuas, piedras inscritas, cuevas, pabellones y templos que jalonan la ruta central del ascenso hacen que el camino sea más llevadero.

No muy alejada de la montaña, se emplaza la ciudad de Qufu, lugar de nacimiento de Confucio (551-479 a.C.). Su templo se compone de una serie de puertas impresionantes, conjuntos de pinos y cipreses enroscados, estelas y lápidas grabadas con los sucesos de la antigüedad. Uno de los pabellones data de 1190, y se dice que uno de los árboles de enebro que allí existen fue plantado por el mismo Confucio (aunque se corre el riesgo de que uno de los aforismos de Confucio sobre la credulidad caiga sobre uno si se cree esta historia). La parte central del complejo es el salón Dacheng de baldosas amarillas. Las mansiones de Confucio datan del siglo XVI y constituyen los aposentos aristocráticos más suntuosos de China, claros indicadores del poder de la familia Kong, descendiente de Confucio. La urbe creció en torno a estos edificios y formaba un estado autónomo administrado por los Kong. Al norte de estas mansiones se extiende el bosque de Confucio, el parque artificial de mayores dimensiones y el cementerio mejor conservado de China. La ruta hacia la tumba del Gran Sabio traza un camino espiritual de antiguos cipreses que cruzan el arco de la Eterna Primavera. La cercana ciudad de Tai'an está a nueve horas en tren de Pekín, y un servicio regular de autobuses sube a la montaña.

Turpan
Turpan se encuentra 180 km al sureste de Ürümqi, a 154 m por debajo del nivel del mar, lo que la convierte en la segunda depresión más baja del mundo tras el mar Muerto de Israel. También es el lugar más cálido de China, ya que durante el verano el termómetro alcanza los 50°C. La cultura uighur es todavía próspera en este lugar, sumamente tranquilo. El coste de la vida no es elevado, la comida es buena, la gente agradable, el bazar fascinante y, además, hay varios puntos de interés salpicados por la zona. A no mucha distancia, se encuentran las ruinas Gaochang, uno de los principales puestos de estacionamiento de la Ruta de la Seda; las montañas Llameantes, que parecen arder bajo el sol de mediodía; y la clínica de terapia con arena, donde los enfermos reumáticos se dejan enterrar en arena hasta el cuello. Para llegar a Turpan, primero hay que tomar un avión hasta Ürümqi o un tren. Desde esta ciudad, sale un autobús regular hacia Turpan. El viaje dura cuatro horas.

Autovía de Karakoram
La autovía sobre el puerto de Khunjerab (4.800 m) es la entrada a Pakistán, que durante siglos fue utilizada por las caravanas que seguían la Ruta de la Seda. Khunjerab significa valle de sangre, una referencia a los bandidos locales que se aprovechaban de la orografía del terreno para saquear las caravanas y asesinar a los comerciantes. Se necesitaron cerca de veinte años para completar los trabajos de construcción de la actual carretera que une Islamabad y Kashgar, durante los cuales perdieron la vida más de cuatrocientos trabajadores. Los servicios en ruta están siendo mejorados ostensiblemente, pero se aconseja llevar ropa de abrigo, comida y bebida, por si acaso. Incluso si no se pretende cruzar a Pakistán, la ocasión merece una visita a Tashkurgan desde Kashgar, ya que el paisaje es asombroso: extensiones de pasto en altas montañas donde pacen camellos y yacs que son cuidados por tajiks que habitan en cabañas.

Cuevas Longgong
Las cuevas Longgong, en la provincia de Guizhou, forman un entramado que se expande por unas veinte montañas. A ellas se puede acceder en barco desde la ciudad de Anshun, a unos 23 km de distancia. Las cuevas están radicadas en el condado de Anshun, en el asentamiento Bouyei de Longtan. Una de las más sugerentes es la cueva del Dragón, pero igualmente destacan en los alrededores las de Daji Dong, Chuan Dong y Liniang Dong. Anshun está situada a dos horas en microbús o autobús regular de Guiyang. Para ir a Pekín, a 1.750 km de distancia, existe un vuelo por 185 dólares; también puede hacerse el viaje en una serie de trenes o autobuses.
La bicicleta es el símbolo oficioso de China; con más de 300 millones en circulación, no habrá problema para alquilar desde un antiguo y desvencijado modelo local hasta una bicicleta de montaña con velocidades. Incluso en las ciudades que no reciben la visita de muchos turistas existen tiendas de alquiler para los propios chinos de paso por la ciudad. Las rutas ciclistas cuentan con gran aceptación en el país; por ello, muchas agencias de viaje, tanto chinas como occidentales, ofrecen entre sus programas excursiones con diversos circuitos. Acampar a lo largo de la ruta ciclista es también una opción, siempre que se encuentre un hueco libre.

Si no fuera por la cantidad de permisos exigidos, habría una gran avalancha de visitas al país para practicar el alpinismo, el descenso de rápidos, el ala delta y otros deportes de aventura. En vez de eso, lo más probable es encontrar montañas desiertas. Al menos los senderistas pueden ir por el país sin necesidad de permisos, ya que no requieren de mucho equipo. Las posibilidades de realizar senderismo para personas más preparadas físicamente se limitan a los senderos acotados con barandillas, con escalones y plagados de puestos ambulantes y de restaurantes. La solución es ir por debajo de la superficie y hacer divertidas excursiones a cuevas, en especial en las provincias del suroeste del país, aunque para ello haya que empaparse y ensuciarse.

En Mongolia central y en los desiertos que rodean Dunhuang (provincia de Gansu), los paseos en camellos son usuales. Dedicar el día a montar a caballo por las colinas de Xinjiang y por la zona oeste de Pekín puede ser también una actividad interesante. El invierno brinda la opción de practicar patinaje sobre hielo en la zona de lagos de Pekín, además del esquí (descenso y esquí de fondo) en las provincias del noroeste del país. A los occidentales con un número de pie grande se les recomienda llevar sus propias botas de esquí.

Otra actividad más relajada es la del taichi, una popular forma de ejercicio de movimientos lentos que se practica en casi todos los parques del país a primera hora de la mañana y en la que los principiantes siempre son bienvenidos. Para ejercitar el cerebro, se recomienda alguno de los cursos que organizan la mayoría de las universidades para estudiantes extranjeros; entre sus asignaturas ofrecen lengua china, medicina china, acupuntura, pintura con pincel y música.
China se precia de tener una historia de cinco mil años de antigüedad. La existencia de la primera dinastía, la Xia, está aún sin verificar desde el punto de vista arqueológico, pero se ha aceptado que se mantuvo en el poder desde el año 2200 al 1700 a.C. Las leyendas cuentan que estuvo precedida de una sucesión de soberanos dioses que les otorgaron el regalo de la vida y el conocimiento de la caza y la agricultura. La existencia de dinastías posteriores es igualmente confusa, aunque se empieza a dilucidar conforme pasa el tiempo.

El período Zhou (1100 a 221 a.C.) vivió la aparición del confucionismo y el establecimiento del mandato del cielo, por el que el derecho a gobernar le era concedido al justo y denegado al demonio, al corrupto, dando origen a la visión taoísta según la cual la desaprobación del cielo se manifiesta a través de desastres naturales como terremotos, inundaciones o plagas de insectos.

Durante la dinastía Qin (221 a 207 a. C.), el pueblo chino se unió por primera vez en su historia. Con ella se estandarizó el sistema de escritura y concluyó la construcción de la Gran Muralla. La posterior dinastía de Han (206 a. C. a 220 d. C.) participó en innumerables conflictos militares y creó los Tres Reinos. Estos siglos de guerra curiosamente fueron testigos del florecimiento del budismo y de las artes.

Bajo la dinastía Sui (589-618) se produjo la unidad efectiva del país, que terminó de consolidarse bajo la dinastía Tang (618-908), cuyo período de mandato es considerado el más glorioso de la historia china. Las conquistas militares devolvieron al país el control de las rutas de la seda, y su sociedad se internacionalizó como nunca antes. El budismo se desarrolló bajo la dinastía Tang dividiéndose en dos escuelas diferentes: el Chan (Zen) y la Tierra Pura (budismo chino).

El período de la dinastía Song (960-1279) se caracterizó por un resurgimiento del confucionismo y por revoluciones urbanas y comerciales; no en vano Marco Polo ya hizo referencia a la prosperidad de las ciudades chinas del siglo XIII. El nieto de Genghis, Kublai Khan, de la dinastía Yuan (1271-1368), fundó la capital del país en lo que actualmente es Pekín y militarizó la administración. Hongwu, recién convertido al budismo, creó la dinastía Ming (1368-1644), con capital en Pekín y Nanjing.

Los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a China en 1516. Se creó una misión comercial en Macao en 1557, pero hasta 1760, con la creación de la base de Guangzhou, no tuvieron acceso otras fuerzas a los mercados chinos. El comercio con China disparó a su favor, ya que las compras británicas de seda y té superaban las compras chinas de lana y especias. En 1773, los británicos decidieron equilibrar la balanza comercial promoviendo la venta del opio, que más tarde ocasionaría las guerras del opio de 1840.

Los tratados a favor de los británicos pactados tras la guerra forzaron la cesión de Hong Kong y la firma del humillante tratado de Nanjing. El ulterior apropiamiento de tierras por parte de las fuerzas occidentales provocó la división de China en esferas de influencia. La aceptación por ésta de la política de libre comercio propuesta por Estados Unidos, denominada "de puertas abiertas", hizo que las posesiones coloniales del país pronto desaparecieran y que Vietnam, Laos y Camboya fueran a parar a manos de los franceses, Birmania a manos de los británicos, y Corea y Taiwán a manos de los japoneses.

La primera mitad del siglo XX fue un período caótico. Los intelectuales buscaban una nueva filosofía que sustituyera al confucionismo, mientras que los señores de la guerra intentaban acabar con el poderío imperial. El partido Kuomintang de Sun Yatsen (el KMT o Partido Nacionalista) estableció una base en el sur de China y comenzó a entrenar a un Ejército Revolucionario Nacional (ERN). Entretanto, las conversaciones mantenidas entre el gobierno soviético y destacados marxistas chinos dieron como resultado la formación, en 1921, del Partido Comunista Chino (PCC). Las esperanzas depositadas en la alineación del PCC y el KMT se esfumaron con la muerte de Sun Yatsen y el ascenso al poder del líder del KMT, Chiang Kai-Shek, que favoreció un estado capitalista apoyado por una dictadura militar.

Los comunistas se escindieron en dos grupos: los promotores de las revueltas callejeras y los que consideraban que la victoria residía en la unidad del país. Mao Tse-Tung estableció sus fuerzas en las montañas de Jinggangshan y, para 1930, había conseguido formar una guerrilla de 40.000 soldados. Chiang organizó cuatro campañas para acabar con los comunistas que, paradójicamente, vencieron. La quinta campaña casi finaliza con éxito, porque los comunistas, mal aconsejados, se enfrentaron frontalmente en una batalla con el KMT. Cercados, en 1934 tuvieron que retroceder del norte de Jiagnxi hasta Shaanxi, retirada conocida como la Larga Marcha. A su paso, los comunistas armaron a los campesinos y redistribuyeron la tierra, y Mao acabó siendo reconocido como el líder supremo del PCC.

En 1931 los japoneses, aprovechando el caos en el que estaba sumida China, invadieron Manchuria. El mandatario Chiang Kai-shek hizo poco por detener el avance japonés, y para el año 1939 la mayoría del territorio oriental de China ya había sido ocupado. Tras la II Guerra Mundial, China se enfrentaba a una guerra civil. El 1 de octubre de 1949 Mao Tse-Tung proclamaba la creación de la República Popular China (RPC), y el líder Chiang Kai-Shek, reconocido por Estados Unidos como el legítimo mandatario chino, huía a Taiwán.

La RPC iniciaba su andadura como un país en bancarrota, pero los años cincuenta aportaron gran confianza. El pueblo estaba hipotecado por la guerra de Corea, pero en 1953 ya se había logrado frenar la inflación, se había restaurado la producción industrial a los mismos niveles anteriores a la guerra, se había llevado a cabo la redistribución de la tierra y se había lanzado el primer plan quinquenal. La consecuencia más trágica del dominio del Partido Comunista fue la liberación del Tíbet en 1950, cuyo líder espiritual fue obligado a exiliarse, y cuya cultura fue esquilmada.

El siguiente plan que se instauró fue el Gran Salto Adelante, cuyo objetivo era lanzar la economía a los niveles del primer mundo. El plan no se desarrolló con éxito, debido a una inadecuada gestión y a las inundaciones y sequías que azotaron el país, a las que se sumó la retirada de toda la ayuda soviética en 1960. La Revolución Cultural (1966-1970) trató de distraer la atención de estos desastres con una mayor presencia personal de Mao a través de sus anotaciones en el Pequeño libro rojo, la purga de sus oponentes y la creación de la Guardia Roja. Se clausuraron las universidades; los intelectuales fueron depurados; los templos, saqueados; y los restos del pasado capitalista de China, destruidos.

Los políticos de Pekín se dividieron en moderados (Zhou Enlai y Deng Xiaoping) y radicales y maoístas, dirigidos por la esposa de Mao, Jiang Qing. Los radicales aventajaron su posición al morir Zhou, en 1976. Hua Guofeng, el elegido para suceder a Mao, se aupó como personaje principal. El desafecto a Jiang Qing y a su camarilla culminó en una protesta en la plaza de Tiananmén y en la implantación de una serie de medidas que acarrearon la desaparición de Deng, a quien se responsabilizó de la protesta contrarrevolucionaria. Deng se rehabilitó para la vida pública en 1977, formando finalmente un Comité Permanente del PCC de seis miembros.

Con Deng gobernando y con la firma de la Declaración Conjunta Chino-británica de 1984, China emprendió una reconstrucción económica, que no política. La insatisfacción generalizada con el partido, unida a la inflación y a una mayor demanda de democracia, ha hecho proliferar el malestar social, reflejado en las manifestaciones de 1989 y en la posterior represión de Tiananmén.

Cuando los británicos y portugueses entregaron Hong Kong y Macao respectivamente, el plan de China un país, dos sistemas cambió de velocidad. Con la muerte de Deng y la sucesión de Jiang Zemin como líder, China se enfrentaba a un nuevo curso en su historia. La Organización Mundial del Comercio extendió una invitación a China para participar en el amplio juego fiscal. La compensación a cambio de esta oferta era poner fin a los abusos contra los derechos humanos.

El mayor obstáculo para conseguir el modelo de una sola China parecía ser la diminuta isla de Taiwán, sin embargo, aceptó la política de reunificación que defiende: un país, dos sistemas. Bajo el principio de una sola China, el sistema capitalista de las islas Taiwán convive con el sistema comunista continental.

En 2002, Hu Jintao fue nombrado secretario general del Partido y nuevo presidente de la república como sucesor de Jiang Zemin, que continuó siendo la máxima autoridad militar. Un año después, el Parlamento chino revalidó el cargo de Hu Jintao como presidente y designó a Wen Jiabao como primer ministro.
La caligrafía ha sido considerada tradicionalmente como la forma de arte visual más elevada de China, hasta el punto de juzgarse el carácter de una persona por la elegancia de su escritura. Por todo el país pueden apreciarse ejemplos de caligrafía decorativa en templos, paredes de cuevas, laderas de montañas y monumentos. Los instrumentos básicos de la caligrafía, el pincel y la tinta, son también las herramientas de la pintura china, en la que los únicos elementos relevantes son el trazado de la línea y el tono.

A pesar de los estragos del tiempo, la guerra y las ideologías, desde el punto de vista arquitectónico aún hay mucho por ver. Entre los restos del pasado, figuran las construcciones imperiales de Pekín, los edificios coloniales de Shangai, algún que otro pueblo y templos budistas, confucionistas y taoístas. El arte funerario ya era característico de la cultura china desde el neolítico (9000-6000 a.C.) y abarcaba desde vasijas rituales y armas hasta figuras de cerámica, jade y recipientes de sacrificio elaborados en bronce. La producción de alfarería es casi igual de antigua, y en ella destaca el primer prototipo de porcelana del mundo, realizado en el siglo VI d.C. en China, que alcanzó su máximo esplendor artístico bajo el reinado de la dinastía Song.

El idioma oficial de China es el mandarín, tal y como se habla en la capital; se denomina putonghua. Alrededor del 70% de la población lo utiliza, pero existen multitud de dialectos y dialectos dentro de dialectos escasamente inteligibles entre sí. De las siete variedades principales, el cantonés es el más común entre los chinos residentes en otros países, además de ser la lengua franca de Guangdong, al sur de Guangxi, Hong Kong y, hasta cierto punto, Macao.

El patrimonio literario chino es inmenso pero, desgraciadamente, inasequible para los lectores occidentales debido a la imposibilidad de su traducción. Tradicionalmente, existen dos formas: la clásica, principalmente confuciana, y la vernácula, como las épicas en prosa de la dinastía Ming. Al teatro chino se lo denomina también ópera, por la importancia que desempeña la música en el mismo, y ha dado lugar a una amplia variedad de estilos artísticos tales como la acrobacia, las artes marciales y la danza. Muchos cinéfilos occidentales son admiradores del cine chino, cuyas producciones se exhiben con gran éxito en los festivales de cine y en las salas alternativas. En los últimos años, ha surgido un grupo de directores de quinta generación de gran talento, posteriores a la Revolución Cultural, entre los que sobresalen Zhang Yimou (Sorgo Rojo), Chen Kaige (Adiós a mi concubina), Wu Ziniu y Tian Zhuangzhuang. No hay que olvidar a los directores de cine de acción de mezcla oriental y occidental de Hong Kong, como John Woo (Hard Boiled) y Ringo Lam (Full Contact), con los que se completa la madura e insigne industria del cine chino.

La gastronomía china es merecidamente famosa; a pesar de su gran variedad, no es recomendable para los escrupulosos. La cocina china consiste en crear platos ingeniosos con un número limitado de ingredientes. Podemos encontrar cuatro estilos gastronómicos regionales: Beijing/mandarín y Shandong, con pan y tallarines cocidos al vapor como productos de primera necesidad; cantonesa y Chaozhou, carne y verduras poco cocinadas; Shangai, cuna de la cocina roja y de las costillas de cerdo wuxi; y Sichuan, comida muy condimentada y con abundante chile. El té es la bebida sin alcohol más común, aunque los refrescos de cola están ganando adeptos; la cerveza es, con diferencia, la bebida alcohólica más popular. El "vino" es un término bastante amplio que incluye brebajes oxidados y de hierbas, vino de arroz, y vino con lagartos, abejas o serpientes en adobo. Otra de las bebidas alcohólicas favoritas es el maotai, una bebida muy fuerte a base de sorgo, cuyo olor se asemeja al alcohol de 96º.
China, el tercer país más grande del mundo, está rodeada al Norte por los desiertos de Mongolia, al Oeste por la meseta tibetana y la cordillera del Himalaya, y al Este por el mar de la China Oriental y el mar de la China Meridional. Desde Pekín, se gobiernan las 22 provincias y las cinco regiones autónomas del país, del mismo modo que las 5.000 islas existentes. Hong Kong y Macao han vuelto a formar parte del país como Regiones Administrativas Especiales (RAE). La costa sureste está salpicada de territorios disputados; el más conocido, Taiwán. También destaca el grupo formado por las islas Spratly, ricas en petróleo, que todos los países de la región ansían explotar; las islas Diaoyutai, conocidas como Senkaku por los japoneses; las Paracels o Xisha para los chinos; y las Pescadores o Penghu.

La variada topografía china incluye desde elevadas montañas hasta monótonas llanuras. La altitud del terreno pasa del conocido techo del mundo del Tíbet, al Oeste, a la meseta de Mongolia central, en dirección Este hacia las llanuras del valle del río Yangzi. La meseta de Yunnan-Guizhbou, al Suroeste, presenta un terreno lacerado donde abundan los rápidos en cañones, las cascadas de agua, las cuevas subterráneas y las cumbres de roca caliza, lo que la convierte en una de las regiones más espectaculares. En el interior son notorios los lagos de agua salada del desierto de Taklamakan y la depresión de Turpan, la región más cálida del país, conocida como el oasis de fuego. El deshielo de la nieve procedente de las montañas del oeste del país y de la meseta tibetana alimenta los ríos Yangzi, Amarillo, Mekong y Salween.

Dada la extensión del país, es lógico que existan una flora y una fauna muy variada. Por desgracia, gran parte del patrimonio natural de China se halla en peligro de extinción o ya ha desaparecido, debido a la destrucción del hábitat en beneficio de la agricultura, la urbanización y la industria. Entre los escasos animales endémicos del país, figuran el oso panda, el leopardo de nieve, el elefante, la oveja argali, el yac salvaje, el reno, el alce, el almizclero, el oso, la cebellina y el tigre. En los más de trescientos lagos y reservas naturales del país habitan grullas, patos, avutardas, garcetas, cisnes y garzas. La flora no se ha resentido tanto por la alta densidad de población como por la deforestación, el pastoreo y el cultivo intensivo. Las últimas grandes zonas forestales se localizan en la región subártica del Noroeste, cerca de la frontera rusa, mientras que la zona tropical sur alberga la mayor variedad de plantas del país, incluida la selva tropical. Entre las múltiples plantas de utilidad, destacan el bambú, el ginseng, la angélica y la fritilaria.

El clima de China oscila entre extremadamente frío o caluroso, con toda una variedad entre medias. Las temperaturas en el Norte pueden descender a los -40ºC en invierno (de diciembre a marzo) y alcanzar los 38°C en verano (de mayo a agosto). La zona del valle central del río Yangzi también experimenta temperaturas extremas entre estaciones. En la zona meridional el verano, húmedo y caluroso, dura de abril a septiembre y, al igual que en el norte del país, coincide con la estación lluviosa. Los tifones pueden arrasar la costa sureste de China entre julio y septiembre. El Noroeste presenta veranos calurosos y secos, y en ella se encuentra el lugar más tórrido del país, Turpan, que ronda los 47ºC. Allí, al igual que en el resto del norte de China, los inviernos son realmente fríos.
A pesar de superarse los 115 puertos de entrada y salida al país, los visitantes acceden a él vía Hong Kong o Shangai. La compañía aérea nacional es la Civil Aviation Administration of China (CAAC, conocida en las rutas internacionales como Air China), pero también opera otra compañía llamada Dragonair, un proyecto conjunto con la línea aérea de Hong Kong, Cathay Pacific (las reservas se efectúan a través de la Cathay Pacific). Las tasas de aeropuerto por despegue son de 90 yuanes (11 dólares), que han de abonarse en moneda local, por lo que se aconseja portar suficiente dinero en yuanes y evitar así cualquier imprevisto de última hora.

Es posible viajar a China desde Europa o Asia (y viceversa) sin abandonar tierra firme. Entre las rutas exóticas figuran Vietnam-China, el ferrocarril transiberiano, Tíbet-Nepal, Xinjiang-Pakistán y Xinjiang-Kazajistán; bajo ningún concepto debe considerarse la idea de viajar en coche, ya que a los extranjeros rara vez se les permite conducir por el país. Otros enclaves de acceso a China son Zhuhai-Macao, Kashgar-Islamabad (Pakistán), a través de la autopista de Karakoram, Urumqi-Almaty (Kazajistán), Kashgar-Bishkek (Kyrgyzstán). Pekín-Pyongyang (Corea del Norte) y Pinxiang/Hekou-Dong Dang/Lao Cai (Vietnam). Del mismo modo es posible entrar al país en un lento barco desde Japón o Corea del Sur. Los puertos más comunes para desplazarse en barco son Shangai, Xiamen (frente a Taiwán), Tanggu (cerca de Tianjin), Macao y, por supuesto, Hong Kong.
Ahora que se ha permitido que las compañías aéreas privadas operen en China, la CAAC ha asumido el papel de organización paraguas sobre otras compañías, incluidas China Eastern, China Southern, China Northern, Great Wall, Yunnan Airlines, entre otras. No existen descuentos, independientemente de donde se adquiera el billete; el viajero deberá asumir el pago de las elevadas comisiones de las agencias. Las tasas de aeropuerto de 50 yuanes se aplican a los vuelos nacionales.

Los autobuses de larga distancia son el medio ideal para desplazarse por el país. Salen con frecuencia y resultan baratos, por contra se hallan atestados de gente y mal ventilados; pero cubren una amplia gama de destinos. Las carreteras son transitables, y hay infinidad de ciudades y pueblos interesantes en las rutas. Una forma de viajar aún mejor es el tren, que llega a cada una de las provincias, a excepción del Tíbet, y cubre más de 52.000 km. Es un medio de transporte económico y relativamente rápido.

Conforme se incrementa el nivel del servicio del transporte por tierra, van desapareciendo los días románticos de los viajes en barco. Aún así, todavía son factibles los viajes en barco entre Hong Kong y tierra firme. El más renombrado es el crucero de tres días de duración a lo largo del río Yangzi, entre Chongqing y Wuhan.

Los taxis no circulan por las calles en busca de viajeros, salvo en las metrópolis, y, aunque la mayoría llevan taxímetro, éste se activa en contadas ocasiones. Los taxis-motocicletas, los triciclos a motor y los taxis a pedales abundan en las principales estaciones de tren y autobús. Hay disponible una gran variedad, siendo económicos y útiles, siempre que a uno no le afecten las subidas de adrenalina ocasionadas por el tráfico. Una vez que el viajero se haya alojado, lo aconsejable es desplazarse en bicicleta alquilada y dejarse llevar por la corriente.

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