jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Senegal

Senegal, el destino más concurrido de África occidental, destaca como un país tropical muy alabado por su belleza, natural y efímera al mismo tiempo. Desde la capital, Dakar -una de las ciudades preferidas por los viajeros entre las grandes urbes africanas-, hasta la región meridional, Casamance -un territorio fértil repleto de bosques y cultivos-, gran parte de sus tierras poseen una vegetación exuberante y están llenas de vida, sobre todo si se comparan con los expansivos desiertos que las rodean. Igualmente, el arte de Senegal rebosa vitalidad, con un floreciente mercado textil y una corte de músicos nativos de fama internacional, como Youssou N'dour y Touré Kunda. Los atractivos de Senegal atraen a un mayor número de visitantes que cualquier otra nación de la región. Lo cierto es que, en su mayoría, se trata de turistas que contratan un paquete de vacaciones organizadas y se empapan de sol en los hoteles para intelectuales situados a lo largo de la costa atlántica; a pesar de todo, la oferta de Senegal se adapta a todos los presupuestos, y lo más memorable -un buen paseo por sus calles y llanuras- sale gratis.

El período que abarca los meses de noviembre y febrero conforma la época más adecuada para viajar por Senegal, cuando el país disfruta de un tiempo fresco y seco. Sin embargo, en ese mismo momento, el viento harmattan, seco y polvoriento, asola el Sahara. Si se desplaza para practicar submarinismo, las aguas más cristalinas se encuentran entre febrero y abril. Los observadores de aves querrán estar presentes durante al época de las migraciones, que se prolonga de noviembre a abril.

Dakar
Dakar es objeto de críticas desiguales por parte de los viajeros. Para sus partidarios, se trata de una ciudad moderna y espaciosa, con un clima templado y múltiples posibilidades para el ocio. Las calles bordeadas de árboles y el centro urbano relativamente pequeño la convierten en una urbe fácil de recorrer, a pesar de que la población supera el millón de habitantes; los clubes y cafeterías cogen el testigo cuando anochece y los atractivos del día dejan de funcionar. Sus detractores señalan que el coste de la vida resulta muy elevado y que muchos de los estafadores de la metrópoli no aceptan un no por respuesta. Es preciso viajar hasta allí y comprobarlo en directo. Si Dakar no atrae lo suficiente, resulta sencillo salir de la urbe, con medios de transporte diarios hacia todo el país. Una vez más, puede unirse a los cada vez más numerosos expatriados residentes.

El Museo IFAN de Dakar, situado en la plaza de Soweto, alberga una magnífica colección de máscaras, estatuas, instrumentos musicales y utensilios agrícolas de toda África occidental. El palacio presidencial, de un hermoso color blanco y a cinco manzanas al sur de Soweto, data de 1906 y está rodeado de suntuosos jardines.

La capital cuenta con dos mercados principales. El mercado de Kermel, al este de la plaza de Soweto en dirección al puerto, sufrió un incendio en 1993 que lo destruyó, así que, en la actualidad, los puestos están ubicados en las calles adyacentes, con frutas, prendas de vestir, tejidos y recuerdos como principales productos a la venta. El mercado de Sandaga, de mayor tamaño, vende más fruta y menos recuerdos, aunque el amplio surtido de tejidos constituye uno de sus máximos atractivos para los visitantes. Dakar también dispone de las mejores instalaciones equipadas con Internet de la región, entre las que destaca un cibercafé abierto las veinticuatro horas del día.

La gran mezquita, alejada del centro urbano, se edificó en 1964 y cuenta con un famoso minarete iluminado con reflectores toda la noche. La mezquita está cerrada para los no musulmanes, aunque merece la pena el desplazamiento para contemplar la medina que la rodea. Aunque no puede calificarse precisamente de pintoresca, su atmósfera bulliciosa contrasta de un modo muy marcado con las modernas torres de apartamentos del núcleo histórico.

La playa de Bel-Air, al noreste de la estación de ferrocarril, cuenta con un bar y servicios de alquiler de tablas de windsurf, pero sus aguas no destacan por su limpieza. Deben evitarse el resto de playas cercanas a Dakar, porque se corre el serio peligro de sufrir un robo.

Thiès
A 70 km al este de Dakar, se encuentra la ciudad que, oficialmente, está considerada la segunda en tamaño del país, aunque parezca bastante pequeña y de lo más agradable. Puede desplazarse hasta la urbe para relajarse a la sombra de los árboles, comer en las cafeterías y restaurantes económicos o, sencillamente, deambular por el centro observando cómo el mundo sigue su curso. El principal interés de Thiès radica en su fábrica de tapices, las Manufactures Sénégalaises des Arts Décoratifs, una cooperativa de fama mundial. Sus tapices están basados en pinturas de artistas locales y pueden alcanzar precios de hasta miles de dólares; merece la pena una visita, aunque no se tenga intención de comprar nada. Los visitantes sólo tienen acceso a la sala de exposiciones de la fábrica, aunque lo más interesante sea recorrer su interior para ver cómo se confeccionan. Si se llama por teléfono con unos días de antelación, cabe la posibilidad de conseguir una excursión completa.

Saint-Louis
Para forjarse una idea de la imagen de Senegal durante el período colonial, el visitante debe dirigirse a Saint-Louis, el primer asentamiento francés en África, que data de 1659. En la actualidad, la ciudad se extiende por tierra firme, una isla y parte de la península de Langue de Barbarie, en la desembocadura del río Senegal. Se accede por el original puente de Faidherbe, que en principio se construyó para que atravesara el Danubio, pero fue trasladado en barco hasta la zona en 1897. Dos pasarelas más pequeñas unen la isla y la península.

Saint-Louis constituyó la capital de Senegal y Mauritania hasta 1958, momento en que se separaron. En la isla, emplazamiento de la colonia europea, es posible contemplar espléndidas mansiones antiguas, con sus verjas de hierro forjado, sus balcones y verandas de madera. La zona peninsular de Saint-Louis acogía antiguamente al barrio africano; en la actualidad, alberga una comunidad de pescadores denominada Guet N'Dar y constituye una de sus zonas más animadas.

En la isla, los guías locales conducirán al turista hasta el tejado de la oficina de correos por un módico precio; desde allí, contemplará excelentes vistas del puente y de la urbe. En las cercanías, se levanta el palacio del gobernador, un fortín durante el siglo XVII que ahora es propiedad del gobierno y un punto de referencia útil.

La catedral, a poca distancia, data de 1828; a pesar de su aspecto moderno, se trata de la iglesia más antigua que permanece en pie en Senegal. Al sur de Guet N'Dar se encuentra un excepcional cementerio musulmán, donde las tumbas están cubiertas por las redes de pesca de sus ocupantes.

Actualmente, en Saint-Louis es posible conectarse a Internet gracias a la reciente apertura de un par de cibercafés con buenas conexiones y precios razonables.

A unos 20 km al sur de la península, junto a algunas playas excelentes, se encuentra el Parque Nacional de la Langue de Barbarie, hábitat de numerosas aves acuáticas, como flamencos rosas, pelícanos blancos, cormoranes, garzas reales, garcetas y patos.

Ziguinchor
A primera vista, Ziguinchor carece de atractivos destacables, pero a sus residentes les acaba gustando, a pesar de la afluencia de turistas en los meses invernales. La urbe es pequeña, cuenta con unos cien mil habitantes, y su centro puede recorrerse a pie con facilidad. Los viajeros con presupuesto reducido están de enhorabuena: la ciudad también destaca como una de las más económicas de Senegal.

Si se está buscando comida o quincallería, merece la pena visitar el mercado de Saint-Maur. En el Centro Artesanal, situado una manzana al Sur, numerosos comerciantes ambulantes venden variados objetos de artesanía local, desde tallas de madera, tejidos y vestidos hasta piezas de metal y plata. Tras una excursión de un día desde Ziguinchor, se llega a la granja de Djibelor, que cuenta con una interesante selección de plantas tropicales y animales salvajes; la fauna de mayor tamaño está enjaulada. Muchos hoteles de la zona ofrecen la opción de organizar una excursión en piragua a las poblaciones de Affiniam y Djilapao, en la Île des Oiseaux.

Cap Skirring
En las playas situadas en la zona de Cap Skirring, algunas de las mejores del continente, se localiza la mayoría de hoteles turísticos de Senegal y la mayor concentración de extranjeros de África occidental, a excepción de Gambia. Si se anhelan unos días de sol y arena, éste es el lugar adecuado, pero si lo que se desea es contemplar la auténtica África, más vale seguir adelante.

Para escapar del bullicio de Cap Skirring, puede dirigirse a Diembéring, 9 km al Norte, que dispone de una playa tranquila y sin estorbos.

Kaolack
Kaolack (pronunciado KOH-lack) es la capital de la región, con más de doscientos mil habitantes, y el centro de la industria senegalesa del cacahuete. Emplazada a medio camino entre Dakar, Tambacounda y Gambia, generalmente está considerada un mero cruce de caminos, a pesar de que se trata de un enclave muy animado y más activo que la tranquila Saint-Louis o Ziguinchor; merece la penar pasar un día o dos para visitarlo.

Los principales atractivos de Kaolack se focalizan en la mezquita, hermosa y amplia, decorada al estilo marroquí, y el mercado cubierto, el segundo mercado africano en tamaño tras el de Marrakech, con arcos de estilo sudanés y soportales. A pesar de estos atractivos, escasos turistas acuden a la urbe, por lo que no resulta muy bulliciosa. Se trata de un lugar fantástico sencillamente para pasear y empaparse del ambiente.

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