jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Irlanda

Suele decirse que, cuando se visita Irlanda, es difícil olvidarse de ella, tópico que por una vez parece ser cierto. El paisaje irlandés posee una resonancia mítica, debido tanto a su historia casi tangible como a su tradicional identificación como hogar de hadas y gnomos. Aunque el clima no siempre sea benigno, la humedad ambiental es la causante de sus bellos paisajes con múltiples gradaciones de verde, una de las razones por las que Irlanda se conoce como la isla Esmeralda.

Aunque el norte del país sigue atravesando una situación complicada, los resultados del último referéndum demuestran que existe una voluntad de paz y que es posible que la solución al conflicto no tarde en llegar. Mientras tanto, el sur se ha encargado de borrar su fama de nación pintoresca y ha pasado a convertirse en una de las economías más florecientes de la UE y en el enclave favorito de las grandes empresas de alta tecnología. Además, no cabe duda de que este país es el hogar de uno de los pueblos más gregarios y acogedores de Europa.

Durante julio y agosto, el clima es más templado y el número de horas con luz solar mayor; sin embargo, se trata también de la época con mayor número de visitantes y, por tanto, de dificultades para encontrar alojamiento, y los precios son más elevados. El invierno es más tranquilo, pero el temperatura es pésima, los días cortos y muchos de los lugares de interés turístico permanecen cerrados. Los mejores meses para visitar el país son junio y septiembre que, además de ofrecer el mejor tiempo del año, reciben menor afluencia de viajeros y todo está abierto.

Dublín
Lugar ideal para iniciar el viaje, Dublín es la capital de la República de Irlanda y la localidad más extensa y cosmopolita del país. Se trata de una ciudad atrayente y llena de color, con bellos edificios georgianos, que cuenta con una rica historia literaria y con pubs extremadamente acogedores. Dividida por el río Liffey, está rodeada de colinas al Norte y al Sur. La mayoría de los puntos de interés están situados al sur del río que, a diferencia de la mayoría de los de ciudad, es una corriente de aspecto rural habitada todavía por peces. La zona norte del Liffey puede que esté más descuidada pero, según el escritor Roddy Doyle, también tiene más alma.

Al dirigirse hacia el Sur, atravesando uno de los múltiples puentes, es inevitable toparse con la Custom House, gigantesco edificio georgiano del año 1780, situado en la orilla norte del río. También en la orilla norte y construido por el mismo arquitecto, James Gandon, destaca el edificio de Four Courts, cuyo bombardeo en 1922 inició la Guerra Angloirlandesa. Desde la rotonda superior de su construcción central, se disfruta de unas bellas vistas de la ciudad.

Trinity College es uno de los principales monumentos de la zona sur del río. Fundado en 1592 por la reina Isabel I, este complejo universitario presume de su campanario y de los muchos añejos y gloriosos edificios que lo componen. Sin embargo, su mayor interés gira entorno al Book of Kells, un manuscrito del año 800 d.C. aproximadamente, uno de los libros más antiguos del mundo. Esta obra maestra se encuentra en la Biblioteca Colonnades. Otras edificicaciones no menos impresionantes son el Banco de Irlanda, construido originariamente para albergar el parlamento irlandés; la catedral protestante de la Iglesia de Cristo, que aún conserva algunos restos del templo de madera danés original, del siglo XI, y la catedral de San Patricio, que data del año 1190 o 1225 (existen opiniones diferentes al respecto) y que, según se cuenta, se construyó en el mismo lugar donde el santo patrón bautizó a sus conversos.

Otra de las construcciones características de Dublín es su castillo, más bien un palacio que una fortaleza, mandado construir por el rey Juan en 1204, de cuya obra original sólo queda la torre Record. Una de las partes más antiguas de la ciudad de Dublín es el laberinto de calles de Temple Bar, que ahora están llenas de restaurantes, pubs y tiendas de moda. Entre los museos de la ciudad, destacan el Museo Nacional, con una envidiable colección de tesoros desde la Edad de Bronce en adelante; la Galería Nacional, en la que sobresale una bella colección de arte italiano; el Museo Heráldico, para aquellos interesados en seguir la huella del origen irlandés y, por último, el Museo Cívico de Dublín.

El esplendor de las edificaciones georgianas de Dublín puede apreciarse mejor desde el parque de St Stephen's Green, un espacio de nueve hectáreas de vegetación situado en el centro de la ciudad. Otros lugares donde se puede contemplar arquitectura georgiana son Merrion Square, Ely Place y Fitzwilliam Square.

Dublín ofrece una amplia variedad de posibilidades de alojamiento, aunque se recomienda reservar con bastante antelación en verano. Alrededor de la calle O'Connell, al norte del río Liffey, existe un gran número de hostales, mientras que, en el sur, el alojamiento es más agradable, limpio y, evidentemente, también más caro. En el norte del río también se pueden encontrar restaurantes de todo tipo, pero donde hay más variedad es en la antigua zona de Temple Bar, al sur del Liffey.

Cork
La segunda ciudad en importancia de la República de Irlanda, con sus numerosos focos de interés turístico y su activa vida nocturna, suele sorprender al visitante. El centro de la ciudad está situado en una isla, rodeada por dos canales del río Lee. Al norte del río se encuentra Shandon, una interesante zona histórica, aunque un poco descuidada en la actualidad. Entre los lugares más sugestivos de la zona sur, destacan la catedral protestante de San Finbarr ; el Museo de Cork, en su mayoría dedicado a la batalla nacionalista en la que la ciudad desempeñó un papel importante; la prisión de Cork, del siglo XIX, y el Ayuntamiento, así como numerosas iglesias, fábricas de cerveza y capillas.

Además de los muchos y agradables pubs que posee la ciudad, Cork se enorgullece de su variada oferta cultural, que puede disfrutarse en el Palacio de la Ópera de Cork, en la Galería de Arte Crawford y en el Firkin Crane Centre. También pueden realizarse excursiones al castillo de Blarney, donde incluso los visitantes menos turísticos se sentirán obligados a besar la Piedra de Blarney. Cork se encuentra a unas cinco horas en autobús de Dublín, en dirección sur.

Waterford
Gracias a sus murallas, sus estrechos callejones y su torre normanda, conocida como torre de Reginald, Waterford conserva un aire medieval. La época georgiana también dejó un legado de bellos edificios, en especial los del Mall, una espaciosa calle del siglo XVIII. Entre las construcciones más importantes, destacan el Ayuntamiento, del año 1788, con una imponente lámpara de araña de cristal de Waterford, y el palacio Obispal. También resultan interesantes las numerosas iglesias de la ciudad, en particular el suntuoso interior de la catedral de la Santa Trinidad. Ante todo, Waterford es una ciudad comercial portuaria muy activa, situada en el río Suir, con un estuario lo suficientemente profundo para permitir que los grandes barcos atraquen en su muelle. El famoso cristal de Waterford se fabrica en una factoría situada a dos kilómetros de la ciudad. Waterford está situada en la esquina sureste de Irlanda y está muy bien conectada, tanto por autobús como por tren.

Galway
Con sus calles estrechas, sus viejos escaparates de piedra y sus bulliciosos pubs, la ciudad de Galway es un verdadero poema. Se trata del asentamiento más activo y poblado de la costa occidental, y la capital administrativa del condado de Galway. Su universidad atrae a muchos bohemios notables, y su agitada vida nocturna los mantiene allí. El abarrotado centro de la ciudad se extiende por ambas orillas del río Corrib, y la mayoría de las tiendas se encuentran en la oriental. La iglesia colegiata de San Nicolás de Myra, que data del año 1320, con su curiosa torre en aguja piramidal, es la mayor iglesia parroquial medieval de Irlanda, y en ella sobresalen sus tumbas. Entre los abundantes edificios de piedra de interés, se encuentran el castillo de Lynch, algunas de cuyas partes datan del siglo XIV, y el Arco Español, que es lo único que se conserva de la antigua muralla. En Galway se celebran considerables eventos culturales, entre ellos el Festival de Jazz de febrero, el Festival de Literatura de Semana Santa y el Festival de Arte, en julio.

Belfast
Superficialmente, Belfast es una gran localidad industrial no demasiada bonita que se remonta a tan sólo el siglo XIX. Sin embargo, su historia, llena de acontecimientos políticos y religiosos, ha conseguido que destaque sobre otras ciudades. Es, además, notable por su escaso tráfico y su estructura compacta, y entre sus monumentos, sobresale Donegall Square, rodeada de impresionantes restos de la era victoriana. En la parte oeste de la ciudad, la pobreza es más evidente; allí se encuentran las tantas veces nombradas calles Shankill Road (protestante) y Falls Road (católica). Dos servicios separados de taxi pasean a los turistas por estos recintos, delimitados por muros profusamente decorados con pinturas, al precio de unos diez dólares.

Donegall Square está dominada por el Ayuntamiento, cuya arquitectura no se puede calificar de bella. En ella también se encuentra la Biblioteca Linen Hall, que alberga una gran colección de literatura irlandesa. La zona situada al norte de la calle High Street es la parte más antigua de Belfast, y se conoce como Entries (las entradas); durante la II Guerra Mundial sufrió fuertes bombardeos y en actualmente sólo quedan en ella un puñado de pubs que atestiguan el carácter que tenía en el pasado. El río Lagan atraviesa la ciudad, y el horizonte de la parte oeste de Belfast todavía está dominado por las grúas de los astilleros. Queen's Bridge, un precioso puente con lámparas ornamentales, es sólo uno de los numerosos pasos que cruzan el río. El Crown Liquor Saloon, un lugar que ejerce de museo y hospedaje a la vez, muestra la extravagancia de la arquitectura victoriana en su mayor grado: el exterior del edificio está revestido de cientos de azulejos diferentes, mientras que en su interior abundan las vidrieras y el cristal tallado, los mosaicos y el mobiliario de caoba. Es prácticamente imposible encontrar un sitio en su interior para tomar algo, incluso de pie; a pesar de ello, bien merece una parada.

El Gran Palacio de la Ópera, ubicado justo al otro lado de la calle, también ha sufrido bombardeos en repetidas ocasiones. Cerca de la universidad, se halla el Museo del Ulster, dedicado a la historia y la cultura, entre cuyas colecciones figuran objetos procedentes del naufragio de la Armada Española en 1588. A las afueras de la ciudad, se puede visitar el Zoo, muy bien situado y diseñado, el Parque Nacional de Cave Hill, el castillo de Belfast, que data del siglo XII aunque la estructura actual es de 1870, y Stormont, antigua sede del parlamento de Irlanda del Norte y actualmente residencia de la Secretaría de Estado para Irlanda del Norte.

La mayor parte de los restaurantes y alojamientos de Belfast se concentra al sur de Donegall Square y a lo largo de la zona conocida como Golden Mile (Milla Dorada).

Derry
El río Foyle circunda de forma pintoresca la antigua ciudad de Derry, creando un bello marco que desentona brutalmente con la realidad de la problemática historia reciente de la localidad. En la orilla occidental del río, se alza el casco antiguo, la pequeña parte amurallada de la ciudad, en cuyo centro destaca Diamond Square. Las alambradas deslucen la belleza de las murallas, aunque aportan resonancia a su historia. Desde lo alto, hay buenas vistas del Bogside y sus desafiantes pintadas ("¡No a la rendición!"), y del Monumento a Derry libre. Una vez dentro de las murallas, el Museo de la Torre describe la historia de Derry. La catedral de San Columbán, del año 1628, rodeada de alambradas y cámaras de vigilancia, se emplaza también en este punto. Durante el siglo pasado, Derry fue uno de los principales puertos desde el que los emigrantes irlandeses partían hacia Estados Unidos, y en el Museo del Puerto puede verse una pequeña colección de recuerdos marítimos. Se halla a tan sólo una hora y media en autobús de Belfast.
Burren
En el condado de Clare, al norte, destaca la extraordinaria región de Burren. En cualquier dirección en la que se mire, sólo se divisan kilómetros de brillante piedra caliza cárstica. Los pueblos a lo largo de la costa son muy escasos, y entre ellos figuran Doolin, centro de la música popular irlandesa, y la encantadora población costera de Ballyvaughan. Las cavernas subterráneas, así como las grietas, fuentes y simas, son el principal interés de Burren. Su flora característica es una rara mezcla de plantas mediterráneas, árticas y alpinas, y la zona es el último bastión de la exótica marta. Durante la Edad de Piedra, esta zona estaba cubierta de árboles, y en ella habitaba un gran número de personas. De esta época proceden los restos conservados de al menos sesenta y cinco tumbas megalíticas. Sin embargo, la vegetación fue destruida para cultivar la tierra, lo que ocasionó el erosionado terreno calizo de la actualidad. Los fuertes de piedra de la Edad de Hierro, conocidos como fuertes circulares, salpican el paisaje de la región, y las ruinas de castillos le otorgan un toque de misterio medieval. Verdes carreteras sin pavimentar, que datan de hace miles de años, entrecruzan la región hasta llegar a los lugares más remotos.

Desde Limerick, Galway y Ennis parten autobuses hacia Burren. Los servicios en verano son bastante regulares, pero en invierno hay que planear bien el viaje para evitar quedar atascado en una estación por causa de los cambios de horario.

Clonmacnois
En el condado de Offaly, éste es el enclave monástico más importante de Irlanda. Emplazado en la cumbre de una montaña, ofrece unas bellas vistas del río Shannon. Se trata de una extensión circundada por murallas, en la que existen numerosas y antiguas iglesias, cruces altas, torres redondas y tumbas, muchas de ellas en un estado de conservación admirable, que permiten hacerse una idea real de cómo eran los monasterios medievales. La zona está rodeada de terreno pantanoso, en el que habitan muchas plantas salvajes y especies de aves. Su museo exhibe lápidas, cruces originales y otros elementos descubiertos durante las excavaciones. No hay transporte público que lleve a Clonmacnois; el pueblo más cercano es Shannonbridge, a siete kilómetros en dirección sur, desde donde puede hacerse autostop o alquilar un taxi.

Connemara
Ésta es la salvaje y árida región situada al noroeste de Galway. Connemara es un sorprendente mosaico de ciénagas, valles solitarios, montañas y lagos, con la única compañía de alguna lejana casa de campo (cottage) o castillo escondido. Por los montes llamados Twelve Bens se pueden realizar preciosos paseos con vistas al océano y al conjunto de islas rocosas, tortuosas calas y espumosas playas de arena blanca. La carretera de la costa que sale del pueblo de Spiddal, a tan sólo 17 kilómetros de Galway, serpentea a través de este laberinto, pero aún más inolvidable resulta el viaje por el valle del lago Inagh y por el lago de Kylemore, cuya belleza es difícil de superar.

Islas de Arán
Las tres islas de Arán (Inishmor, Inishmaan y Inisheer) son paisajes lunares de piedra caliza, de desolada y extraña belleza. Albergan algunos de los restos cristianos y precristianos más antiguos de Irlanda, entre los que destacan los fuertes de piedra de la Edad de Hierro de Dun Aengus, en Inishmor, y de Dun Conchuir, en Inishmaan. No se conoce prácticamente nada de la civilización que realizó estas construcciones. Algunos de los primeros asentamientos monásticos fueron fundados por San Eanna a finales del siglo IV y en el V, aunque los restos que han pervivido hasta la actualidad proceden del VIII. El aislamiento de las islas ha permitido que la cultura irlandesa perdure, cuando en el resto del país ha desaparecido casi por completo. La lengua nativa sigue siendo el irlandés y hasta hace poco las gentes aún vestían el traje tradicional de la región.

Todas las islas están entrecruzadas por muros de piedra que fueron construidos hace miles de años y que crean apacibles caminos bien protegidos del viento. Inishmaan es la isla menos visitada, mientras que Inishmor es la más popular para excursiones de un día. Inisheer es la que está más cerca, a tan sólo ocho kilómetros de Doolin, en el condado de Clare. Desde las ciudades de Galway, Rossaveal y Doolin salen ferrys con destino al archipiélago.
Caminar es una de las actividades más apropiadas para Irlanda, que dispone de kilómetros y kilómetros de caminos trazados, entre los que destacan Kerry Way, Beara Way, Ulster Way y Wicklow Way. Ésta es una de las mejores formas de descubrir el país y llegar a sus rincones más bellos y fascinantes. Otra forma de huir de las multitudes es la bicicleta, aunque algunas zonas poseen pendientes muy pronunciadas. Existe un gran número de excelentes oportunidades para practicar el alpinismo, en particular en el monte Gabriel (407 m), situado en la península de Mizen Head; en el monte Hungry (686 m), ubicado en la de Beara, y en Croagh Patrick (763 m), a las afueras de Westport.

Irlanda es conocida por su pesca, y muchos de sus visitantes vienen al país solamente a practicarla. Se necesita un permiso, que cuesta cinco libras irlandesas al día; además, para la captura del salmón y la trucha de mar se exige también una licencia nacional. Irlanda ofrece también muchas posibilidades de efectuar deportes acuáticos, gracias a sus 5.630 kilómetros de costa, sin contar sus ríos y lagos. Entre las zonas de calidad para disfrutar del surf, se encuentran Easkey, al oeste del condado de Sligo, la península de Castlegregory, y Barley Cove, en la península de Mizen Head. La costa occidental es uno de los mejores lugares de Europa para practicar el submarinismo con escafandra, especialmente en la bahía de Bantry y en la bahía de Dunmanus, pertenecientes al condado de Cork; en la península de Inveragh, en Kerry, y en los alrededores de Hook Head, en el condado de Wexford. El deporte de la vela asimismo disfruta de una larga tradición en Irlanda, que cuenta con más de ciento veinte clubes de yates y de vela. Las zonas más populares para navegar son la costa occidental, en especial el espacio comprendido entre el puerto de Cork y la península de Dingle, la línea costera al norte y sur de Dublín, y los grandes lagos de Lough Derg, Lough Erne y Lough Gill.
Los celtas, guerreros de la Edad de Hierro procedentes de Europa oriental, llegaron a Irlanda alrededor del año 300 a.C., y durante los diez siglos siguientes controlaron el país, dejando un legado de cultura e idioma que todavía pervive, especialmente en las zonas de Galway, Cork, Kerry y Waterford. Los romanos nunca llegaron a Irlanda; cuando el resto de Europa se hundió en el declive de la Edad Oscura, después de la caída del Imperio, este país se convirtió en una avanzadilla de la civilización europea, sobre todo tras la llegada del cristianismo, que se expandió por la isla entre los siglos III y V.

Durante el siglo VIII, los invasores vikingos comenzaron a saquear los monasterios irlandeses y terminaron por asentarse en el país en el siglo IX, formando alianzas con las familias nativas y los jefes de los clanes. Ellos fueron quienes fundaron Dublín, que en el siglo X era un pequeño reino vikingo. Los normandos, procedentes de las marcas del nuevo reino de Inglaterra, llegaron en el año 1169 y conquistaron sin dificultad Wexford y Dublín. El rey inglés Enrique II fue reconocido como señor de Irlanda por el Papa, y en 1171 conquistó Waterford, a la que declaró Ciudad Real. Diversos nobles anglonormandos también fijaron fuertes bases en el país, fuera del control de Inglaterra.

Bajo los reinados de Enrique VIII e Isabel I, se consolidó el poder inglés en Irlanda. La última espina para los ingleses era el Ulster, puesto fronterizo final de los jefes irlandeses, en particular de Hugh O'Neill, conde de Tyrone. La ignominiosa retirada de O'Neill en 1607, junto a otros 90 jefes, La Fuga de los Condes, dejó al Ulster sin líder y originó la aplicación de la política inglesa de colonización conocida por la Ulster Plantation, una organizada y ambiciosa expropiación de tierra que se entregó a colonos procedentes de la metrópoli, los cuales sembraron el germen de la división que aún en la actualidad vive la provincia.

Los recién llegados no se casaban ni se mezclaban con la empobrecida y exaltada población nativa de irlandeses y antiguos ingleses católicos, quienes se rebelaron en 1641 protagonizando un sangriento conflicto. Durante la Guerra Civil Inglesa, los irlandeses apoyaron a los monárquicos y, tras la ejecución de Carlos I, llegó al país Oliver Cromwell, el victorioso parlamentario protestante, dispuesto a dar una lección a sus oponentes y dejando un rastro de muerte y destrucción que todavía no se ha olvidado.

En el año 1695, entraron en vigor duras leyes penales conocidas como Popery Code, por las que se prohibía a los católicos comprar tierras, criar a sus hijos dentro de su religión y tener acceso a las fuerzas armadas y al Derecho. También se prohibió la cultura, la música y la educación irlandesas. Sin embargo, esta civilización consiguió salir a flote gracias a la celebración de misas secretas y escuelas ilegales al aire libre, estas últimas conocidas como Hedge Schools. A pesar de todo, hacia el año 1778 sólo el 5% de la tierra estaba en manos de los católicos. A finales del siglo XVIII, la pequeña nobleza protestante, alarmada por el nivel de agitación social que se vivía, prefirió sacrificar lo poco que quedaba de la independencia del territorio a cambio de la seguridad británica y, mediante el Acta de Unión de 1800, Irlanda se unió políticamente a Gran Bretaña. La formación de la Asociación Católica, por parte del líder popular Daniel O'Connell, proporcionó una limitada emancipación a los católicos, que no pudo continuar ampliándose debido a la tragedia de la Gran Hambruna (1845-1851); ésta se generó a causa de la pérdida casi completa de la cosecha de patata durante esos años, en los que Irlanda se vio obligada a exportar alimentos de Inglaterra, y desembocó en el inicio de una emigración que ha continuado hasta prácticamente nuestros días.

Las sangrientas repercusiones del levantamiento de Dublín de 1916, conocidas como Revolución de Pascua, donde las fuerzas nacionalistas fueron aplastadas, añadieron impulso a la lucha por la independencia irlandesa; en las elecciones generales celebradas en Gran Bretaña en 1918, los republicanos consiguieron una amplia mayoría de los escaños irlandeses. Bajo el liderato de Eamon de Valera, héroe que sobrevivió a la revuelta de 1916, los nacionalistas declararon la independencia de Irlanda y formaron el Dáil Eireann (la asamblea o cámara baja irlandesa), lo que provocó la Guerra Angloirlandesa, desde 1919 hasta mediados de 1921. El Tratado de la Partición, firmado en 1921, reconocía la independencia de 26 condados irlandeses y le concedía a seis condados del Ulster, la mayoría protestantes, la opción de escoger su destino. En 1948, se declaró finalmente la república en el sur de Irlanda, y en 1949 el país abandonaba la Commonwealth.

En 1921 se constituyó también el Parlamento de Irlanda del Norte, con James Craig como primer ministro. Sin embargo, su política se fue dividiendo cada vez más por asuntos religiosos, y los católicos sufrieron una gran discriminación en política, vivienda, empleo y bienestar social. La inestabilidad en el norte comenzó a mostrarse más claramente durante la década de 1960. La dispersión violenta en 1968 por parte de la policía de una marcha pacífica a favor de los derechos humanos desató el conflicto. En agosto de 1969, las tropas británicas fueron enviadas a Derry y Belfast y, aunque al principio fueron bien recibidas por los católicos, pronto quedó de manifiesto que estaban al servicio de la mayoría protestante. Las medidas pacíficas claramente habían fallado, y el Ejército Republicano Irlandés (IRA), que había luchado contra los británicos durante la Guerra Angloirlandesa, resurgió. La agitación estuvo salpicada por matanzas en ambos lados que parecía no iban a acabar nunca, por una serie de siglas que cambiaban cada dos por tres, por la ejecución de civiles a manos de soldados, por el encarcelamiento sin juicio de simpatizantes del IRA, por la muerte por huelga de hambre de los encarcelados y por la implantación del terrorismo en Gran Bretaña. Irlanda del Norte perdió su independencia parlamentaria y, desde entonces, ha estado gobernada desde Londres.

El Acuerdo Angloirlandés de 1985 otorgaba por primera vez al gobierno de Dublín un papel consultivo oficial en los asuntos de Irlanda del Norte. El alto el fuego de 1994 fue recibido con gran júbilo, pero pronto se vio minado por más muertes, por la reaparición del terrorismo en Gran Bretaña y por la clara intransigencia del gobierno británico durante la reunión mantenida en Whitehall. En 1997, con la elección de Tony Blair como primer ministro británico con el apoyo de una amplia mayoría laborista, los ánimos volvieron a cambiar. Las dos partes hicieron balance de las discusiones y en 1998 formularon un acuerdo de paz, que ofrecía cierto grado de autogobierno a Irlanda del Norte, y crearon un Consejo Ministerial Norte-Sur con capacidad para gestionar la política irlandesa si así lo acordaban los gobiernos de Belfast y Dublín. Como parte del acuerdo de paz, que fue apoyado mediante referéndum, el sur abandonaba su demanda constitucional sobre el norte. Con todo esto, parece que la paz está cada vez más cerca.

A finales de la década de 1990, la economía de la República vivía un gran auge, principalmente gracias a una inyección de los fondos de inversión de la UE, que ayudaron a renovar la infraestructura del país. Puede decirse que Irlanda saltó directamente de una economía basada en la agricultura a una economía postindustrial, debido principalmente al establecimiento de grandes compañías de telecomunicaciones e informática en el país, lo que dió lugar a muchos puestos de trabajo y a grandes inversiones. La tradición migratoria de más de siglo y medio de duración se redució e incluso detuvo. De todas formas el boom ha cesado, el paro vuelve a aumentar y el precio de la vivienda está muy elevado. A pesar de todo, Irlanda sabe llevar las cosas con humor y gracia.
La exportación cultural irlandesa más conocida puede que sea el grupo musical U2, aunque en lo que este país ha destacado principalmente es en la literatura. Si en la universidad se eliminaran los escritores irlandeses de las listas de lectura obligada de la asignatura de literatura inglesa, la carrera duraría un año menos. Jonathan Swift, Oscar Wilde, George Bernard Shaw, W. B. Yeats, Samuel Beckett y James Joyce son sólo algunos de los nombres más conocidos. Joyce está considerado el escritor más importante de la literatura del siglo XX, y el realismo topográfico de su obra Ulises sigue atrayendo a un gran número de sus admiradores a Dublín donde, en el día de Bloomsday, se recrea la novela por la ciudad. A esta larga lista de autores se puede añadir algunos nombres contemporáneos: J. P. Donleavy, Brendan Behan, Roddy Doyle, Patrick Macabe y Seamus Heaney.

La belleza de Irlanda ha sido también retratada en el celuloide, en películas de todos los estilos y épocas; desde producciones como Un horizonte muy lejano y Círculo de amigos, hasta la última película de John Huston, la fantástica Los muertos, estrenada en 1987 y basada en Dublineses, de James Joyce, o Mi pie izquierdo, de Noel Pearson y Jim Sheridan, que cuenta la historia del escritor dublinés aquejado de parálisis cerebral Christy Brown, y por la que los actores Daniel Day-Lewis y Brenda Fricker ganaron un Oscar. Day-Lewis también protagonizó En el nombre del padre, un intenso filme que cuenta la historia de la condena de los Cuatro de Guildford, acusados por error de la colocación de una bomba del IRA en un pub de Inglaterra. La película de Neil Jordan Juego de lágrimas es otro enfoque sobre el IRA, esta vez con historia sexual incluida, y Michael Collins, del mismo autor, cuenta la vida del hombre que ayudó a fundar este grupo terrorista. Los divertidos libros del escritor Roddy Doyle, The Commitments y La furgoneta, entre otros, han sido llevados en su mayoría a las pantallas.

Uno de los placeres de viajar a Irlanda es escuchar su música tradicional, cuyos instrumentos principales son el violín, la flauta de lata, el tambor de piel de cabra y la gaita. En casi todos los pueblos existe un pub famoso por su música, y no es extraño encontrar allí grupos tocando en directo a los que, si uno lo desea, se puede unir. Christy Moore es el rey de la tradición contemporánea de cantautores e interpreta toda la variedad posible de temas del folk irlandés. Su hermano menor, Luka Bloom, se está labrando también un nombre dentro de este campo. Entre los músicos de esta tendencia conocidos internacionalmente se encuentran Clannad, Enya, The Pogues o The Cors, con estilos que van desde el misticismo celta a un sonido más influenciado por el pop. En el rock irlandés, destacan Van Morrison, Bob Geldof , Elvis Costello, Sinéad O'Connor y los Cranberries.

El principal idioma es el inglés, que los irlandeses hablan con una cadencia meliflua y un modo característico de estructurar las oraciones. Quedan algunas zonas en el oeste y sur de Irlanda, conocidas como Gaeltacht, que incluyen parte de Kerry, Galway, Mayo, las islas de Arán y Donegal, donde el idioma nativo es el irlandés. Si se tiene la intención de visitar estos lugares, sería de gran utilidad aprender al menos unas cuantas frases básicas. Desde su independencia, en 1921, la República de Irlanda se declaró bilingüe, y muchos documentos y señales de carretera aparecen tanto en inglés como en irlandés.

La base de la dieta irlandesa es la carne, especialmente la ternera, el cordero y las chuletas de cerdo. Los diferentes tipos de pan y bollos son exquisitos. Otros platos tradicionales del país son el beicon con col; el barm brack, un pan en forma de pastel, y el boxty, una especie de torta rellena. La principal comida del día suele ser el almuerzo, que algunos habitantes del país sustituyen simplemente por una Guinness. También se puede encontrar una gran variedad de cervezas rubias. El café irlandés no es una bebida habitual, y sólo se sirve en hoteles y restaurantes turísticos; sin embargo, los irlandeses beben mucho té. El whisky se pide directamente por la marca.
Irlanda es una isla de escasa altitud y costa muy recortada, situada en el océano Atlántico y separada 80 km en dirección Oeste de la costa británica por el mar de Irlanda. Cuenta con una extensión de 500 km de Norte a Sur y de 300 km de Este a Oeste, con tan sólo dos grandes ciudades, por lo que predominan las espaciosas zonas de montañas o pantanos.

La mayor parte del territorio montañoso de Irlanda se concentra en la costa, y casi la totalidad de la línea atlántica, desde Cork a Donegal, es un baluarte de acantilados, colinas y montañas, con pocos anclajes seguros. El centro de la isla está formado por llanos terrenos de cultivo o cría de animales y ciénagas, regados por los 260 km del río Shannon, que desemboca al oeste de Limerick.

El actual paisaje irlandés y la flora que en él predomina son, en su mayor parte, resultado de la acción humana. Antes de la Gran Hambruna, la tierra se cultivaba en exceso e incluso los lugares con peor acceso estaban explotados. En algunas de las colinas situadas por encima de los actuales campos agrícolas, todavía pueden verse las regulares líneas ya casi borradas de los caballones del cultivo de patata anteriores a esta deflagración.

Como resultado de esta sobreexplotación de la tierra, en la actualidad sólo queda un 1 por ciento de los bosques de robles autóctonos que cubrían el país, muchos de los cuales han sido sustituidos por hileras de plantaciones de pinos. Los mamíferos autóctonos más comunes son los zorros y los tejones, pero también pueden verse liebres, erizos, ardillas, musarañas, murciélagos y ciervos rojos, así como nutrias, armiños y martas en los lugares más remotos. Muchas aves migratorias se detienen en Irlanda antes de proseguir su viaje a otras tierras, y todavía quedan algunas especies originarias en las zonas pantanosas de Shannon Callows y en diversas partes de Donegal, entre ellas el guión de codornices. En las dunas de la costa oeste pueden verse chovas, una especie de cuervos poco comunes, con brillantes patas y picos rojos.

A pesar de su latitud norte, la corriente del Golfo modera el clima irlandés aportándole algo de la suavidad climática caribeña, además de tortugas y peces ballesta. Las temperaturas sólo descienden bajo cero de forma intermitente durante el invierno, y la nieve es poco frecuente. Los veranos no son excesivamente calurosos: sólo se alcanzan los 30ºC en muy contadas ocasiones, pero la temperatura es agradable y no suele oscurecer hasta las 23.00. Independientemente de la estación del año, la lluvia siempre está presente. Las mayores precipitaciones se producen en los más bellos paisajes, como la zona de Kerry, donde los aguaceros pueden caer hasta 270 días al año. Aquellos a los que la lluvia les deprima un poco, pueden encontrar algo de consuelo en el dicho irlandés: "En el pub nunca llueve".
Por lo general, todos los visitantes procedentes de otros países entran en Irlanda a través de Inglaterra. Dublín y Belfast están conectadas por vía aérea con los cuatro aeropuertos internacionales de Londres, al igual que con otras ciudades británicas. Algunas de las principales urbes europeas también disponen de vuelos directos a Irlanda. Las tasas de aeropuerto dependerán del coste del billete. También existe una línea de ferrys que opera entre Dublín y la ciudad británica de Holyhead, en Gales; entre Rosslare y Fishguard con Pembroke, también en Gales; entre Belfast y Liverpool y, por último, entre Belfast y Stranraer, en Escocia. Este servicio también conecta Cork con San Malo, Cherbourg y Le Havre, en Francia.
La mejor forma de disfrutar y ver Irlanda es en coche, especialmente porque a muchos de los lugares de interés no se puede llegar en transporte público. A pesar de ello, el alquiler de coches es caro. En temporada alta, resulta conveniente contratarlo de antemano en el país de origen. Los irlandeses, al igual que los británicos, conducen por el carril izquierdo. Sobre todo, no hay que dejarse engañar por las distancias, ya que moverse en transporte público puede no resultar tan fácil como uno piensa. A pesar de que en Irlanda los trayectos no son muy largos, al desplazarse de un sitio a otro nunca se sigue una línea recta. Las tarifas de tren son especialmente caras, muchos destinos no están incluidos en ninguna de las líneas, y la frecuencia, tanto del tren como del autobús, puede dejar mucho que desear. Los horarios de los autobuses en invierno se reducen de forma drástica, y muchas de las líneas se eliminan a partir de septiembre. Aparte de las variadas posibilidades para caminar y hacer excursiones que ofrece el país, la bicicleta es también una buena forma de desplazarse, pero hay que contar con las pendientes, el mal estado de las carreteras y el clima lluvioso. Las oficinas de turismo disponen de mapas regionales, que son de gran ayuda, con rutas ciclistas, entre las que destaca muy especialmente la del oeste de Cork.

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