miércoles, 20 de febrero de 2008

Viajar a Estados Unidos

Estados Unidos cree firmemente que ha protagonizado una de las historias de mayor éxito del mundo moderno: una nación constituida por una mezcla dispar de pueblos que tenían poco en comán, aparte del deseo de encontrar sus propios caminos hacia la riqueza, y que abrazaron los nobles ideales enunciados en la Constitución y en la Declaración de Independencia, para forjar la nación más poderosa de la Tierra.

A pesar de las polémicas relativas a la destrucción de las culturas indígenas, al racismo, al imperialismo y a las dudosas operaciones de la CIA (que son tan sólo algunos aspectos negativos de una larga lista de las injusticias que se le achacan), Estados Unidos dio al mundo el derecho a perseguir la felicidad, la libertad de opinión, la electricidad, los aviones, los frigoríficos, la lanzadera espacial, los ordenadores, el blues, el jazz, el rock and roll y las películas que culminan con el baile de graduación de la escuela superior.

En un viaje corto puede resultar difícil desmantelar las ideas preconcebidas, puesto que el culto a la propia mitología y la autopromoción son rasgos típicos de sus habitantes. El país se ha filmado, fotografiado, pintado y escrito tantas veces que el viajero necesita ir penetrando una a una las capas de la representación para evitar que le parezca un plató cinematográfico.

La nación puede parecer extraña cuando empiezan a aparecer ante los ojos del visitante novedades tales como las tiendas abiertas las 24 horas del día, tazas enormes de café, telepredicadores, gasolina barata y periódicos arrojados desde una bici al césped del jardín. Pero fiarse de esta primera impresión no tiene mucho sentido, y bastará con mirar durante media hora el programa de Oprah Winfrey para percatarse de que los rituales y tendencias de la vida estadounidense son mucho más complejos, seductores y desconcertantes que los de la más extraña de las culturas.

Para visitar Estados Unidos es preferible adoptar una actitud abierta y olvidarse de los estereotipos. De esta manera, el visitante descubrirá, libre de prejuicios, estimulantes metrópolis, numerosos paisajes realmente hermosos, un fuerte sentimiento regionalista, una mitología penetrante, más historia de la que sus habitantes suelen reconocer y, tal vez, los nativos más accesibles del planeta.

Los viajeros acuden principalmente a Estados Unidos en verano; coincide con la época vacacional de los estadounidenses. Para evitar las multitudes (en especial en los parques nacionales) es recomendable viajar en otoño o a principios de primavera. Otoño es la estación ideal para visitar Nueva Inglaterra y los Grandes Lagos, porque coincide con un gran despliegue de colores en los bosques. El área situada al este de las Rocosas es cálida y húmeda durante el verano, sobre todo en el Sur. Los desiertos que se extienden entre las Rocosas y Sierra Nevada (que delimitan el extremo oriental de California) son extremadamente cálidos y secos durante el verano, en particular en el Suroeste. La costa meridional de California es agradable durante todo el año, pero si se pretende acudir con asiduidad a la playa es preferible visitarla entre junio y septiembre.

Nueva York
Conocida como la Capital del Mundo, Nueva York es una masa humana densamente comprimida (7.000.000 de personas en 800 km²), y hablando únicamente de Manhattan, sólo una zona de la metrópoli. Esta forma de vivir convierte al neoyorquino en un tipo especial de persona y el hiperactivo ajetreo de la ciudad es lo que, en realidad, parece atraer a los turistas.

En una urbe que forma parte del subconsciente colectivo es bastante difícil concretar unos pocos centros de interés. Por su valor iconográfico es preciso no perderse la Estatua de la Libertad, el Empire State Building, Central Park o Times Square. El Metropolitan Museum of Art es uno de los museos más relevantes del mundo, y el Museo de Arte Moderno le va a la zaga. Librerías, restaurantes, teatros, compras, gente... en realidad no importa qué se hace o dónde se va en Nueva York, porque la propia ciudad constituye una experiencia regocijante y sorprendente.

El bullicio habitual de Nueva York quedó bruscamente truncado el 11 de septiembre de 2001, cuando el ataque terrorista perpetrado con dos aviones secuestrados arrasó las torres gemelas del World Trade Center. Miles de personas murieron en el peor ataque terrorista de la historia de Estados Unidos. La ciudad sigue en estado de shock. Mientras tanto, esta espectacular ciudad tiene mucho trabajo por delante para tratar de reconstruir su barrio de negocios y su confianza.

San Francisco
Incluso a la gente a quien no le atrae excesivamente Estados Unidos le encanta San Francisco. En comparación con el aspecto metálico de Nueva York y el ambiente casi de plástico de Los Ángeles, San Francisco parece dedicar al visitante una especie de delicada caída de párpados, una atmósfera de amable elegancia que convive con las innovaciones más extravagantes. Es un lugar que engendra alternativas: es el hogar de la generación beat, del Flower Power, de las protestas estudiantiles y del orgullo gay. Se trata de una de las ciudades más atractivas del país, y sus calles empinadas ofrecen varias vistas muy hermosas de la bahía de San Francisco y sus famosos puentes. Una ciudad que es un mosaico constituido por los coloristas azulejos del barrio latino de Mission, el ambiente gay de Castro, el bullicio de Chinatown, SoMa y sus clubs, el hippy Haight-Ashbury y el italiano North Beach. Fisherman's Wharf es el epicentro del turismo kitsch (resulta fácil comprobarlo en el museo "Believe It or Not" de Ripley), así como la puerta de entrada a Alcatraz, mientras que Union Square es el barrio en el que se concentran las tiendas más elegantes.

Los Ángeles
Los Ángeles es una metrópoli de dimensiones monstruosas, una maraña de autopistas y suburbios caóticos en la que quien no posee automóvil se le considera fuera de lugar. Aquí se manufactura el sueño americano, por lo que el viajero que no acuda preparado para abrazarlo encontrará que Los Ángeles es sucia, irritante o temible. Pero si lo que se quiere es pisar las huellas de las estrellas y respirar su aire consagrado, éste es el sitio idóneo. Allí la gastronomía está en manos de las cadenas de restaurantes, y algunas personas insignificantes erigen santuarios dedicados a sí mismas. Es una fiesta de hitos asociados a la fama: circular por Sunset Strip, pasear por Rodeo Drive o por Hollywood Boulevard, ver y ser visto en Melrose y Venice Beach, observar las muchachas de Malibú o curiosear por las verjas de Beverly Hills. Nadie puede igualar sus parques temáticos: Disneylandia, la madre de todos ellos, y Universal Studios, un circuito ideado para causar escalofríos. Cuando el brillo de Los Ángeles comience a ser excesivo, no está mal echar un vistazo a la casi-realidad de Little Tokyo y El Pueblo de Los Ángeles o pasear por los Jardines Huntington de Pasadena. Por contra, se deben evitar zonas de riesgo como Earst Los Ángeles, Los Ángeles Downtown y Southcentral

Miami
Turistas gordos con bermudas, confabulaciones cubanas y un exceso de tonos rosados... Bien, Miami no es nada de esto. La ciudad, que se está redefiniendo (en particular South Beach ) se ha declarado a sí misma "el lugar más fabuloso del país". Para confirmarlo, se menciona el recientemente restaurado Distrito Déco, un ambiente de barrio agradable y una atmósfera cultural y artística algo descafeinada que pretende ser una alternativa soleada a Nueva York. Y, desde luego, está Miami Beach, una franja de arena blanca bañada por un agua límpida. El corazón de estas nuevas costumbres es Ocean Drive, flanqueado al Este por la playa más de moda de la ciudad y al Oeste por una retahíla de terrazas de cafeterías. Aquí vivía el fallecido Gianni Versace, y sus acólitos contináan acudiendo para lucir sus prendas. Miami posee asimismo la piscina Veneciana, considerada la más bonita del mundo, uno de los mejores zoológicos del planeta y una cantidad considerable de ancianos cubanos expatriados que juegan al dominó en el parque Máximo Gómez. Contrastando de forma contundente con la hedonista despreocupación del resto de Miami, el memorial del holocausto es uno de los monumentos más impresionates que existen. Se recomientda evitar la visita nocturna a barrios marginales como Liberty City o Downtown.

Nueva Orleans
El viajero que se pone nervioso en Nueva York detestará Nueva Orleans. Pero hay quien considera que ese toque canalla de peligro que flota en el aire es lo que hace que esta ciudad sureña sea tan atractiva. Es un cóctel húmedo a base de zydeco (un estilo musical característico del sur de Luisiana, nacido de la fusión del blues, del rhythm and blues y del folclore cajún de origen francés), vudú, gumbo (un guisado local) y ambiente decimonónico que va invadiendo el espíritu del visitante, creciendo en su interior... Lo mejor es relajarse y disfrutar. Mucha gente conoce Nueva Orleans por sus fiestas, particularmente por la indulgencia que se respira en Mardi Gras, o en la algarabía de fin de año de Bourbon Street. Pero si no se buscan multitudes ni efluvios etílicos, no vale la pena desesperar. Los aficionados a la arquitectura histórica disfrutarán con el concurrido Barrio Francés y el grandioso Garden District, mientras que quienes ansíen llevarse a casa alguna antigüedad han de recorrer las tiendas de Royal Street. Nueva Orleans tiene tendencia a sumergir a sus visitantes en una especie de ensimismamiento vampírico, gótico; en este sentido puede resultar sugerente visitar los recargados cementerios de la ciudad, o derramar una lagrimita por el cantante Jeff Buckley, que murió a los 30 años, y luego olvidarlo todo con un poco de cangrejo de río, buen jazz y un julepe de menta.

El Capitolio
Tres años después de que Thomas Jefferson y Alexander Hamilton decidieran que Washington DC debía albergar la capital de la nación, en 1790, comenzó la construcción del Capitolio que ahora embellece la colina este del Potomac. Al finalizar aquel siglo, los hombres de acción y los legisladores comenzaron a instalarse en el mismo. Los británicos estuvieron a punto de destruirlo por completo en 1814, y desmoralizaron tanto a los estadounidenses que casi provocaron el abandono de todo el experimento del DC. Sin embargo, unos cuantos hombres se emplearon de 1817 a 1819 en su reconstrucción. Las alas de la Casa y el Senado se añadieron en 1857, la cúpula en 1863; con la construcción de la fachada este en la década de 1950, este emblemático edificio resultaba el doble de grande que en su configuración original. El Capitolio, que sin duda es el símbolo de Washington DC, es asimismo el epicentro de la ciudad, pues las mayores avenidas confluyen en un punto imaginario situado bajo la cúpula.

La Casa Blanca
Los presidentes de Estados Unidos se han acomodado en la Casa Blanca desde 1800, lo cual significa que el número 1600 de la avenida Pennsylvania es la dirección más famosa de la nación. Se trata de una mansión neoclásica más acogedora de lo que parece, que sobrevivió a los incendios provocados por los británicos en 1815, a la campaña de redecoración de Jacqueline Kennedy en la década de 1960 y a Ronald Reagan en la década de 1980. Los presidentes han ido personalizando la morada a medida que iban pasando: Jefferson añadió los cuartos de baño, F.D. Roosevelt instaló una piscina, Truman hizo construir un porche en el segundo piso, Bush incorporó un terreno para lanzar herraduras y Clinton dispuso una pista para correr y una bañera de siete plazas. Algunos residentes nunca dejaron la casa; se dice que Eleanor Roosevelt y Harry Truman vieron el fantasma de Abraham Lincoln en su antiguo estudio. Cada día se organizan visitas a ocho de las salas, pero los jardines únicamente se abren el lunes de Pascua para el tradicional Easter Egg Roll, una festividad en la que los niños se colocan en hileras y hacen rodar por la pendiente sus huevos de pascua pintados de todos los colores.

Memorial de los Veteranos de Vietnam
El memorial más visitado de Washington DC es el de los Veteranos de Vietnam, una austera y robusta estructura diseñada por Maya Ying Lin, cuyo proyecto fue seleccionado después de organizarse un concurso nacional cuando no era más que una estudiante de arquitectura de 21 años en la universidad de Yale. En los dos muros de mármol negro pulido que convergen en forma de V se inscribieron los nombres de 58.202 soldados muertos o desaparecidos a raíz de la guerra de Vietnam. Ordenados cronológicamente según la fecha del fallecimiento, la lista alfabética se puede consultar no lejos de allí. Si se solicita, hay voluntarios que pueden ayudar a localizar los nombres en El Muro. Los recuerdos más emocionantes son las notas, medallas y testimonios que dejaron los supervivientes, familiares y amigos desde que se completó el memorial en 1982. Quienes se oponían al diseño insistieron en que debía añadirse una escultura más tradicional en las inmediaciones; finalmente, se construyó un memorial a las mujeres que sirvieron en la guerra.

Independence Hall
El Independence Hall de Filadelfia es uno de los mejores ejemplos de arquitectura georgiana con influencias cuáqueras. Se construyó entre 1732 y 1765 como sede del Pennsylvania State House, el cuartel general de los colonos, y en aquella época se hallaba en las afueras de la ciudad. El Segundo Congreso Continental tuvo aquí su sede entre 1775 y 1783. La Sala de la Asamblea es el lugar en el que los delegados de las 13 colonias aprobaron la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776), donde se aceptó el diseño de la bandera estadounidense (1777), donde se redactaron los artículos de la Confederación (1781) y donde se celebró la Convención Constitucional que generó la Constitución (1787). El cuerpo del difunto presidente Abraham Lincoln se expuso aquí el 22 de abril de 1865.

La Casa de Paul Revere
La Casa de Paul Revere, un pequeño construido con tablones de madera en 1680, merece una visita, y no sólo por tratarse de la casa más antigua de Boston. El herrero Revere fue uno de los tres mensajeros a caballo que se adelantaron para avisar a los rebeldes americanos, el 18 de abril de 1775, de la marcha nocturna de los británicos hasta Concord y Lexington que desencadenó la guerra de la Independencia. Revere vivió en ella durante el período revolucionario, criando a una docena de hijos cuando no se encontraba fuera cabalgando para defender sus ideales.

La Estatua de la Libertad
La creación de la Estatua de la Libertad, el símbolo de la ciudad de Nueva York -y por añadidura de Estados Unidos-, debe mucho a la iniciativa de dos republicanos parisinos. En 1865, el activista político Edouard René Lefebvre de Laboulaye y el escultor Frédéric-Auguste Bartholdi acudieron a una cena y cuando se fueron de la misma ya salieron con la idea de levantar un monumento que homenajeara la concepción estadounidense de la libertad política, y de la que luego harían donación a la tierra de las oportunidades. Veintiún años más tarde, el 28 de octubre de 1886, la Libertad alumbrando al mundo, de 45 m de altura, para la que se tomó como modelo al Coloso de Rodas, se presentó en el puerto de Nueva York ante el presidente Grover Cleveland. Hasta la corona de la estatua hay 354 escalones, el equivalente a un edificio de 22 plantas. Para efectuar la escalada es mejor acudir temprano para evitar las multitudes.

Times Square
Apodada la Gran Vía Blanca, a causa de sus luces brillantes, Times Square entró en decadencia durante la década de 1960, cuando los grandes cines añadieron tres X a sus películas y la zona se convirtió en la guarida de individuos peligrosos. Actualmente, en Times Square se respira una agitación contagiosa. La combinación de colores, los paneles que emiten vibrantes anuncios y las grandes pantallas de televisión son reclamo suficiente. Cerca de un millón de personas se reúne aquí cada año el 31 de diciembre para contemplar una bola que despide luz y que baja del tejado del número 1 de Times Square a medianoche, un acontecimiento que sólo dura 90 segundos.

Mount Vernon
La fascinante Mount Vernon, el hogar de George Washington en Virginia durante muchos años, es, después de la Casa Blanca, la más popular entre todas las casas históricas. La hacienda se ha restaurado meticulosamente, lo cual permite comprender cómo debía ser la vida de las plantaciones de finales del siglo XVIII. Aunque los campos están inmaculados y la casa es majestuosa, no todo es ostentación. Hay varias muestras acerca del trabajo en las granjas y distintas exposiciones sobre la vida cotidiana. Washington murió aquí en una cama con dosel, el 14 de diciembre de 1799. Él y su esposa Marta están enterrados en la parte sur de esta mansión de 19 habitaciones.

Monticello
En Estados Unidos todo el mundo conoce Monticello, el hogar de Thomas Jefferson en Virginia, probablemente porque se encuentra en el reverso de las monedas de cinco centavos. La casa debe mucho a la personalidad de su creador, Jefferson, que supervisó todas las etapas de su desarrollo a lo largo de un período de 40 años e incorporó al proyecto muchas de sus fascinantes (y excéntricas) ideas. Las habitaciones privadas del presidente estaban dispuestas de modo que pudiera salir de su cama hacia la derecha si quería escribir y hacia la izquierda si quería vestirse. Entre las demás características inusuales destaca un espejo cóncavo en el vestíbulo que da la bienvenida a los visitantes con su propia imagen invertida, escaleras ocultas y angostas (Jefferson consideraba que las escaleras normales representaban un enorme derroche de espacio), los polígrafos de dos plumas usados para duplicar la correspondencia y una brújula de interior conectada con una veleta en el tejado. Jefferson falleció en esta casa en 1826, y está enterrado en la parcela en la que se encontraba su roble favorito.

Jamestown
Jamestown, en Virginia, fue fundada en mayo de 1607 cuando 104 personas desembarcaron de las naves Discovery, Godspeed y Susan Constant, que se hallaban fondeadas fuera de la península, entre los ríos James y York. Fue el primer asentamiento inglés permanente en el continente, pero quedó condenado al fracaso a causa del hambre, las enfermedades y los ataques de los indígenas. En 1619, la primera asamblea representativa celebrada en Jamestown le otorgó el papel de capital de Virginia, desde entonces hasta 1699. Después de que la sede del gobierno se incendiara cuatro veces, los colonos acabaron por reconocer que habían elegido un enclave poco adecuado y se trasladaron al interior, hasta la actual Williamsburg. El asentamiento original de Jamestown es hoy en día una colección de ruinas, hitos históricos, centros para los visitantes y yacimientos.

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