jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Rusia

acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma', sigue siendo una forma muy acertada de describir el país, a pesar de la inestabilidad y de los cambios que han sufrido sus ideologías e iconos políticos. Se tiene una imagen borrosa de la Rusia cotidiana, donde las consecuencias del capitalismo más salvaje están haciendo estragos en sus estructuras básicas; delincuencia, prostitución y narcotráfico se unen a las kilométricas colas para conseguir alimentos que no existen y al halo apocalíptico que invade el territorio. Sin embargo, sus innumerables tesoros culturales han conseguido resistir a las tribulaciones históricas y económicas, y su legado artístico, desde Ana Karenina hasta el doctor Zhivago, hacen de Rusia un destino único. Con la balalaica bien asida y el samovar (recipiente para calentar el agua del té) ya apagado, ya se podrá descubrir el mausoleo de Lenin en la plaza Roja de Moscú, el Ermitage de San Petersburgo, cualquiera de los magníficos pueblos históricos del Anillo de Oro y los prados de flores silvestres del Cáucaso.

La definición que Winston Churchill dio de Rusia, 'un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma', sigue siendo una forma muy acertada de describir el país, a pesar de la inestabilidad y de los cambios que han sufrido sus ideologías e iconos políticos. Se tiene una imagen borrosa de la Rusia cotidiana, donde las consecuencias del capitalismo más salvaje están haciendo estragos en sus estructuras básicas; delincuencia, prostitución y narcotráfico se unen a las kilométricas colas para conseguir alimentos que no existen y al halo apocalíptico que invade el territorio. Sin embargo, sus innumerables tesoros culturales han conseguido resistir a las tribulaciones históricas y económicas, y su legado artístico, desde Ana Karenina hasta el doctor Zhivago, hacen de Rusia un destino único. Con la balalaica bien asida y el samovar (recipiente para calentar el agua del té) ya apagado, ya se podrá descubrir el mausoleo de Lenin en la plaza Roja de Moscú, el Ermitage de San Petersburgo, cualquiera de los magníficos pueblos históricos del Anillo de Oro y los prados de flores silvestres del Cáucaso.
Nombre oficial: Federación de Rusia
Superficie: 17.070.000 de km²
Población: 144.530.000 hab.
Capital: Moscú (9.000.000 hab.)
Nacionalidades y etnias: 81% rusos, 4% tártaros, 3% ucranianos y 12% otras minorías étnicas
Idioma: ruso (oficial), tártaro, checheno, irguiz, bashkir, entre otros
Religión: 80% cristianismo ortodoxo, 7% islamismo, budismo y judaísmo (oficiales)
Régimen político: república federal
Presidente: Vladímir Vladimirovich Putin
Primer ministro: Mikhail Fradkov


La reforma del libre mercado ha traído consigo un drástico descenso de la producción e inversión debido a la incertidumbre provocada por el ritmo de adaptación al cambio y la corrupción endémica. Unos 40 millones de personas malviven muy por debajo del umbral de pobreza.


PIB: 1,4 trillones de dólares
PIB per cápita: 8.900 dólares
Crecimiento anual: 4%
Inflación: 15,1%
Principales recursos económicos: petróleo, gas natural, carbón, metales, químicos, madera y productos madereros
Principales socios comerciales: Unión Europea (especialmente Alemania), Bielorrusia, Ucrania, Estados Unidos
Miembro de la UE: no

Visados: Todos los viajeros requieren un visado
Condiciones sanitarias: difteria, encefalitis, hepatitis B, fiebre tifoidea
Hora local: existen once franjas horarias, entre GMT+2 y GMT+12
Electricidad: 220V, 50 Hz
Pesos y medidas: sistema métrico
Turismo: 7 millones de visitantes al añoJulio y agosto, principal temporada vacacional, son los meses más cálidos y pluviosos del año, ya que puede llover uno cada tres días. De este modo, para evitar las multitudes y las precipitaciones es conveniente visitar el país entre mayo y junio o septiembre y octubre. En otoño, los árboles cambian sus hojas, se maduran los frutos silvestres y las setas ya han crecido. A pesar del crudo clima invernal, hay que tener en cuenta que los teatros están abiertos, el vodka reaparece, las estancias son acogedoras y puede disfrutarse de la belleza del paisaje nevado. Si se viaja durante la primavera, es necesario saber que, a causa de la nieve derretida, el suelo está pantanoso.

Moscú
Quizá sea la capital de país más grande del mundo, pero no es la ciudad más grande de Rusia. Si la mirada se detiene en los monumentales bloques de pisos y en las anchas y grises calles, se podría pensar que nos encontramos ante una megalópolis administrativa de la Alphaville godardiana. Sin embargo, el Moscú pre-stalinista sobrevive precisamente fuera de estas vías grises, con sus cúpulas esféricas de inspiración oriental entrevistas al pasear por las estrechas y sinuosas calles de la metrópoli y sus ventanales que insinúan los interiores secretos de un millón de bloques habitados. El Kremlin conforma el núcleo histórico de la urbe, y está formado por el palacio presidencial y diversas iglesias, torres, palacios y otros monumentos de gran valor artístico y cultural. Otro punto representativo es la plaza Roja, situada en el exterior de las murallas del Kremlin.

San Petersburgo
Construida por Pedro el Grande con miras a ser la 'ventana hacia Occidente', San Petersburgo es la ciudad más europea de Rusia y está considerada la Venecia del Norte por sus vías navegables revestidas de palacios. La hermosa obra del zar consiguió eludir la homogeneidad arquitectónica del estalinismo, y sus monumentos zaristas se mantienen prácticamente intactos. A orillas del golfo de Finlandia, esculpida por islas y por el sinuoso río Neva, la urbe se alza con gran elegancia y manteniendo su geometría. Entre sus atractivos, se hallan el Museo Ermitage, en el palacio de Invierno, la fortaleza de Pedro y Pablo y la avenida Nevski.

Nóvgorod
A sólo 190 km al suroeste de San Petersburgo se encuentra Nóvgorod, ciudad fundada en el siglo IX y primer centro político y artístico ruso durante 600 años. Tras ser anexada a Kíev, Iván el Terrible la arrasó y, ya en el siglo XX, fue metódicamente destruida por los nazis; aún así, Nóvgorod ofrece mucho que ver. Su Kremlin alberga la catedral bizantina de Santa Sofía, el monumento del milenio de Rusia, la cámara de Facetas, revestida de iconos y el Museo de Historia y Arte, creado para potenciar la investigación. Cruzando el Kremlin, la corte de Yaroslav se compone de mercados medievales, iglesias, arcadas y restos de palacios. La iglesia de Nuestro Salvador en Ilino es, sin duda, una de las más bellas del país, con maravillosos adornos y gabletes y con un interior repleto de frescos bizantinos.

Ferrocarril transiberiano
El trayecto del ferrocarril transiveriano es la mejor forma de conocer este extenso país. En sus seis días de duración abarca 9.446 km, desde Moscú hasta Vladivostok, en la costa del océano Pacífico, a través de interminables bosques de pinos y abedules, asentamientos de casas de madera y vastas estepas. La vida a bordo del tren puede resultar aburrida o fascinante, según los compañeros de aventuras, las novelas que acompañen el turista y la amabilidad del guarda del convoy, un factor vital. La ruta se dirige al lago Baikal, canal navegable del tamaño de Bélgica y hogar de la única foca de agua dulce del mundo denominada Nerpa, y a la ciudad multicultural de Irkutsk, uno de los puntos más hermosos de todo el trayecto. Ulan Ude alberga el Ivolguinsk Datsan, cuna del budismo del país. Para los viajeros que se acostumbren al ritmo intermitente del tren y que disfruten con el paisaje arbolado y los pueblos remotos, ésta será una experiencia memorable.

Río Volga
Con sus 3.700 km, la principal arteria del corazón de Rusia es el río más largo de Europa. El Volga serpentea lentamente desde Yaroslavl, al norte de Moscú, hasta llegar a Volgogrado (antiguamente conocida como Stalingrado), hasta desembocar en el mar Caspio. El canal navegable Volga-Don une ambos ríos rumbo al mar de Azov. Los cruceros y los barcos de vapor invaden las aguas del Volga; quizá la zona más interesante es la que se halla entre Volgogrado y Rostov y que sigue el curso del Don. Entre las ciudades del recorrido del río, se encuentran Kazán, una de las ciudades tártaras más antiguas de Rusia, con un Kremlin de caliza y numerosas mezquitas, y Ulianovsk, ciudad donde nació Lenin. Volgogrado es famosa por la prolongada y decisiva batalla que se disputó en la II Guerra Mundial entre los ejércitos alemán y ruso. Desde entonces, la ciudad ha sido reconstruida totalmente, y en ella proliferan museos y monumentos.

Sochi
Con las montañas del Cáucaso como telón de fondo, el punto de veraneo de Sochi en el mar Negro es la Odessa rusa. Con su clima subtropical, sus aguas cálidas y el colindante complejo turístico de moda Dagomys, atrae por igual a jefes de Estado, turistas locales y extranjeros. Los jardines son uno de los atractivos de la ciudad, al igual que los centros terapéuticos y las dachas (casas rurales) pertenecientes a los poderosos y famosos. Tierra adentro, se pueden descubrir cataratas, fantásticas vistas desde las cimas, balnearios y panorámicas alpinas.
Vladivostok
Antes de la II Guerra Mundial, esta base naval y famoso puerto del Pacífico era un próspero y multicultural centro mercantil, pero desde 1958 hasta 1990 se mantuvo cerrado a los extranjeros. A menudo, este emplazamiento se compara con San Francisco, debido a sus características colinas y a sus increíbles vistas marinas, si bien con los acorazados amarrados en el agua se desvirtúa esta semejanza. La ciudad está circundada por la Reserva Marítima del Lejano Oriente y la Reserva Natural de Ussuri, donde habitan osos pardos, cerdos siberianos, tigres Ussuri, leopardos Amur, en peligro de extinción, y cientos de aves locales y migratorias.

Murmansk
La vida en Murmansk no es fácil. La ciudad está situada a medio camino entre Moscú y el polo norte, a 200 km del círculo polar ártico. A su alrededor, se extiende la tundra, y su paisaje es negro azabache durante todo el mes de diciembre y la mayor parte de enero. La urbe, sede de los rompehielos rusos impulsados por energía nuclear, está rodeada de bloques de viviendas municipales, y sólo parece recobrar vida en la última semana de marzo, cuando se celebra el Festival del Norte, que atrae a los isleños septentrionales ofreciéndoles atracciones como carreras de renos o maratones de esquí.

Viborgo
Este puerto del golfo de Finlandia es la principal ciudad ubicada en la ruta desde Helsinki hacia San Petersburgo. Se trata de una de las urbes europeas más antiguas, y posee un imponente castillo medieval construido sobre una roca en la bahía. El enclave ha cambiado de dueño en varias ocasiones; perteneció a suecos, finlandeses y rusos, hasta acabar finalmente bajo el dominio de Rusia. En la actualidad, sus edificios reflejan la influencia finlandesa, ya que recogen todos los períodos de su historia; incluso alberga algunas bellezas del Art Nouveau de principios del siglo XX. Viborgo es hogar de pescadores, constructores navales y transportistas madereros.

Islas Solovetski
La ciudad nórdica de Kem es el punto de partida para acercarse a las islas Solovetski, situadas en el mar Blanco. Los monasterios de las islas albergaron antaño varios de los campos de concentración (o gulags) más infames del período stalinista; el monasterio medieval Solovetski se ha utilizado como lugar de encarcelamiento y exilio desde la Edad Media. Al estar al abrigo de la península de Kola, estas islas gozan de un increíble clima templado, con lo que los viajes en barca son una forma interesante y segura de desplazarse. Sus lagos y sus sistemas de canales internos también son navegables.
Los viajes de aventura son uno de los grandes atractivos de Rusia. El turista puede apuntarse a cualquier grupo organizado de estas actividades en numerosas ciudades y pueblos rusos. Es posible practicar senderismo de alta montaña o alpinismo en el Cáucaso o la península Kola, excursionismo o kayak en los bosques, ríos y lagos de Karelia; ciclismo entre Moscú y San Petersburgo; esquí y esquí de fondo en el pico más alto de Europa, el monte Elbrus ubicado en el Cáucaso, e incluso aventurarse en una expedición al polo norte.
Según la tradición local, el nacimiento de lo que hoy es Rusia tuvo lugar en 862, cuando el vikingo Riurik de Jutlandia fundó Nóvgorod. Su sucesor Oleg y, tras él, los grandes príncipes de Kíev extendieron su dominio sobre todas las tribus eslavas del este, cuyos territorios se unificarían en parte gracias a la introducción del cristianismo ortodoxo desde Bizancio. La hegemonía del territorio se mantuvo hasta mediados del siglo XI, momento en el que se inició el declive de Kíev. Nóvgorod se independizó en 1136 y se sumó a la Liga hanseática, federación de ciudades-estado que controlaban el comercio del mar Báltico y el mar del Norte, y también se constituyeron principados independientes, divididos a su vez en feudos.

La invasión tártaro-mongola en el siglo XIII prolongó el dominio de estos pueblos en el territorio ruso hasta 1480. Esta intrusión dio paso al auge del principado de Moscú, basándose en los principios de autocracia, centralización, expansión y modernización. Estos cambios culminaron en el siglo XVI con el expansionismo del zar Iván IV, conocido como Iván el Terrible, que continuó la reconquista iniciada por Iván III. Sus incursiones prosiguieron hasta llegar a los estados moscovita y polaco-lituano. Cuando la dinastía Riurik llegó a su fin 700 años después de su instauración con la muerte de Fiodor I, el país se encontraba en una situación calamitosa debido a las constantes revueltas y a la crisis político-económica. Suecos y polacos se unieron a la lucha, pero estos últimos fueron expulsados de Moscú en 1612. Un año más tarde Mijail Romanov inició una dinastía que reinaría hasta 1917. Pedro el Grande, el dirigente más fuerte de este linaje, sería el primer emperador que acercó Rusia a Occidente, y constituyó un gran imperio ruso. Consiguió derrotar a los suecos y, al finalizar esta guerra, mandó construir una nueva capital en el norte, San Petersburgo.

El siglo XIX comenzó con un estallido que culminó en una cruenta revuelta social. En 1812 Rusia derrotó a Napoleón y se convirtió en el primer país que lograba detener la invasión napoleónica. Si bien esta victoria unificó a los rusos, el zar Nicolás I volvió a implantar la monarquía absolutista y despótica, donde no había lugar para la libertad política y social. Aumentaba la oposición al régimen zarista, tanto por parte de los campesinos como de los liberales, y surgió el movimiento populista, origen de las revoluciones que estallarían a principios del siglo XX. En 1881 militantes populistas que habían recurrido al terrorismo asesinaron al zar Alejandro II; muchos radicales huyeron del país, entre ellos Vladímir Ulianov, más conocido por Lenin.

Bajo el reinado de Nicolás II, las derrotas de la guerra ruso-japonesa (1904-1905) alimentaron el malestar social. La matanza del Domingo Rojo (enero de 1905) desencadenó más agitaciones populares y huelgas masivas. Los activistas socialdemócratas formaron consejos de trabajadores (soviets), y la huelga general de octubre de 1905 paralizó el país. Si bien el zar permitió la creación del primer parlamento (duma), lo desintegró de inmediato a causa de las constantes peticiones izquierdistas que en él se planteaban. La I Guerra Mundial sumió a la población en la hambruna y la pobreza, y fomentó el acercamiento entre las clases más desfavorecidas, los campesinos y la clase obrera, que organizaron más revueltas. Los soldados y la policía también se sublevaron y una nueva duma, apoyada por la elite mercantil del país, asumió el gobierno. Asimismo, se formaron soviets de trabajadores y soldados, creándose de este modo dos bases de poder alternativas. Ambas fuerzas solicitaban la abdicación del zar, petición que Nicolás II se vio obligado a satisfacer el 1 de marzo de 1917.

El 25 de octubre los bolcheviques (fracción socialdemócrata), capitaneados por Lenin, derribaron al gobierno e instauraron el poder de los soviets. El gobierno soviético, liderado por Lenin con el apoyo de Trotski y Stalin, distribuyó las tierras entre los trabajadores, firmó un armisticio con Alemania y creó el ejército rojo trotskiano. En marzo de 1918, el partido bolchevique adoptó el nombre de partido comunista, y la capital de la nación pasó de Petrogrado (el nuevo nombre que se le había otorgado a San Petersburgo) a Moscú. Entretanto, al sur y al este del país, surgieron focos de resistencia formados por los detractores del régimen comunista (los blancos). Tres años de guerra civil entre rojos y blancos (1918-1921) culminaron con más de un millón de exiliados.

Las consecuencias económicas de la contienda fueron trágicas; períodos de hambre y epidemias se unieron a la calamitosa situación económica. En 1922, se estableció la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Tras la muerte de Lenin en enero de 1924, su sucesor Stalin convirtió la utopía de la igualdad y justicia social plenas en un totalitarismo estatal y estableció un régimen de terror por medio de represiones indiscriminadas, campos de concentración y colectivización forzosa de las tierras. Unos diez millones de personas fueron víctimas de las purgas de este período.

El pacto germano-soviético firmado en agosto de 1939 permitió a la Unión Soviética anexionarse territorios que habían pertenecido al antiguo imperio ruso, pero las tropas nazis iniciaron su ataque hasta las cercanías de Moscú. Las batallas de Leningrado (anteriormente Petrogrado) y Stalingrado (hoy denominada Volgogrado), fueron especialmente largas y terribles; un millón de soldados soviéticos murieron defendiendo Stalingrado.

Al término de la contienda, la URSS extendió su territorio y su control hacia Europa del Este. De esta forma, se constituyó el bloque comunista y la Unión Soviética se convirtió en una de las superpotencias mundiales. Stalin reinstauró el viejo sistema de purgas y, con la guerra fría, catalogó la ideología occidental de nueva enemiga del país. Tras la muerte de Stalin en 1953 Nikita Jrushov pasó a ser el nuevo líder ruso; con cautela y prudencia, intentó desestalinizar al partido y procedió a la instalación de misiles en Cuba (1962). Este hecho, junto a la construcción del muro de Berlín en 1961, deterioró las relaciones Este-Oeste. Sin embargo, el conservador Brézhnev, sucesor de Jrushov, y la arriesgada política de John F. Kennedy sofocaron los esfuerzos de Jrushov. Pero el cambio se acercaba, y la pobre imagen del comunismo ruso sería rápidamente revisada a fondo por el soviético iconoclasta Mijail Gorbachov.

Gorbachov introdujo reformas políticas y económicas (perestroika) y abogó por una mayor transparencia pública (glasnost). En 1988, convocó elecciones para transferir el poder del partido a un nuevo parlamento. En política exterior, el presidente ruso inició el diálogo con Occidente y abrió un proceso de cambio que culminó con la caída del muro de Berlín en 1989. Dentro del país, la reducción de la represión condujo a la ulterior independencia de las 15 repúblicas soviéticas, encabezadas por las bálticas. Esto redujo el ámbito de influencia, y Gorbachov tuvo que enfrentarse a una severa crisis económica que ocasionó conflictos nacionales. El golpe de Estado fallido de agosto de 1991 despejó el camino a su sucesor, Boris Yeltsin, político más radical.

El 8 de diciembre de 1991 se disolvió oficialmente la URSS y en su lugar surgió la Confederación de Estados Independientes (CEI), con Yeltsin como presidente de la nueva Rusia. Además, se promulgó una nueva Constitución y entre los grupos nacionalistas, comunistas y partidos reformistas se establecieron relaciones un tanto conflictivas.

En la actualidad, Chechenia soporta el peso de una cruenta y persistente guerra civil. El primer conflicto estalló en 1994, provisionalmente resuelto con un acuerdo de paz en diciembre de 1996; pero en agosto de 1999 se reemprendió la contienda. Paralelamente, Rusia no lograba superar las dificultades políticas, económicas y sociales que la ahogaban. Los actos ilegales de funcionarios corruptos, financieros y gángsters se habían generalizado. Con el incremento del consumo de drogas, un índice de asesinatos dos veces mayor que el de Estados Unidos y el comercio en manos del crimen organizado, el futuro inmediato de Rusia no parecía muy halagüeño. Sin embargo, el descontento popular no había suscitado sólidas alternativas políticas: los rusos reeligieron por poco margen al indeciso y dictatorial Yeltsin en las elecciones celebradas a mediados de 1996.

El año 1998 se caracterizó por la profunda crisis económica que asoló el país; al peso de la gran deuda pública interna, imposible de saldar, y a la suspensión del pago de la deuda externa se sumó la devaluación del rublo en un 72 por ciento. A las dificultades económicas se añadió una importante crisis política. En mayo de 1999 Yeltsin, con la salud muy debilitada, destituyó al primer ministro Yevgueni Primakov y a un gran número de altos cargos, ya que la duma estaba estudiando la posible destitución del presidente. En marzo de 2000, Vladímir Putin fue elegido presidente de Rusia, después de seis meses de gobierno provisional. Su estilo autoritario le ha otorgado cierta fama. Desde entonces, el terrorismo checheno se ha convertido en protagonista de la vida cotidiana rusa, especialmente después del asalto al teatro de Moscú en octubre de 2002, en el que 117 personas perdieron la vida y el secuestro de un colegio en 2004 en el que más de 300 personas fueron asesinadas.

Muy en contra de la opinión internacional y local, Putín fue reelegido en 2004 gracias a su "mano-dura" frente al terrorismo checheno y a la política petrolera que maneja.
El legado cultural de la Rusia del siglo XIX es impresionante. Sus tesoros proceden del mundo de la literatura, la arquitectura, la danza clásica, la composición musical y la actuación.

La escuela imperial de ballet de San Petersburgo formó a bailarines de la categoría de Anna Pavlova y Vaslav Niyinski y también a renombrados coreógrafos como Marius Petipa y Mijail Fokine. En 1909 el ballet ruso cautivó a los parisinos; sus posteriores éxitos llegaron con la compañía moscovita Bolshói y el ballet Kirov, a pesar de que en los últimos años muchas de sus figuras han abandonado estas entidades para bailar en Occidente. Numerosos conciertos, sinfonías y obras orquestales han surgido del genio de figuras nacionales como Rimski-Korsakov, Tchaikovski, Rachmáninov, Stravinski y Shostakóvich.

La arquitectura rusa se caracteriza por las particulares cúpulas esféricas de sus iglesias de inspiración oriental, que se desarrollaron a partir del siglo XI. La iconología religiosa, las vanguardias y las revolucionarias artes gráficas conforman una parte destacada del gran legado artístico de Rusia. La cinematografía también ha sido una importante forma artística y una industria del ocio de gran peso en el país; el período revolucionario estuvo fielmente representado por las películas icónicas de Sergéi Eisenstein, como El Acorazado Potemkin e Iván el Terrible ; por su parte, la historia reciente se refleja claramente en la obra simbólica de Andréi Tarkovski. La herencia literaria que Rusia ha dejado al mundo es extraordinaria, con sus grandes maestros Pushkin, Gógol, Turguéniev, Dostoievski, Tolstói, Chéjov o Maiakovski.

La rica cultura folclórica puede descubrirse con los heroicos bailes de la compañía de danza del estado de Georgia, el bordado y la talla en madera regionales, las muñecas rusas y las casas de madera tallada propias del este.

El ruso es la lengua oficial del país y el idioma nativo de más de la mitad de la población. En Asia Central también se habla turco y árabe. A pesar de la teórica incompatibilidad entre el comunismo y la religión, la iglesia ortodoxa rusa ha sobrevivido y mantiene su expansión.
La Rusia geográfica mantiene su inmensidad a pesar de la desintegración de su imperio. Se extiende desde la frontera con Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Bielorrusia, Ucrania y Turquía, al oeste, pasando por Kazajstán, Mongolia, China y Corea del Norte, hasta alcanzar el océano Pacífico, unos seis mil kilómetros más lejos. Predominan las llanuras, mesetas y estepas, interrumpidas únicamente por los montes Urales, que se elevan hasta los 1.900 m, y por las cadenas montañosas que se extienden en la zona más oriental del territorio. Sus tres ríos principales, el Dniéper, el Don y el Volga, están situados en la llanura central rusa, al oeste de los Urales, hasta desembocar los dos primeros en el mar Negro y el último en el Caspio. Siberia se extiende de los Urales a través de todo el país, hasta el Pacífico, y sus estepas, cadenas montañosas así como su tundra son conocidas por su vacío desgarrador y por todos los deportados que fueron enviados a estos confines.

Con más de 17 millones de km², Rusia es un país de gran diversidad paisajística. En los bosques norteños de pinos y piceas habitan renos, lobos y osos pardos; las zonas boscosas compuestas por árboles caducifolios y coníferas son el hogar de ciervos, linces y tigres siberianos (se han visto tigres siberianos en los suburbios de Vladivostok); las negras estepas interrumpen las arboledas; y onzas, guepardos, puercoespines, gacelas, cabras salvajes y gamuzas recorren los desiertos de Asia central, si bien la contaminación y la caza han provocado que muchas especies estén en peligro de extinción. Los programas de reproducción promovidos por el gobierno han ayudado a alcanzar las ciento cuarenta reservas naturales estatales y, gracias a él en la actualidad perviven numerosas variedades animales, como el bisonte europeo.

Tanto en Moscú como en San Petersburgo las temperaturas estivales rondan los 24°C. A finales de noviembre, la capital ofrece un paisaje glacial que se mantiene en enero con unos valores aproximados de -12°C. En San Petersburgo durante el verano se carece de oscuridad mientras que en invierno tan sólo se disfruta de unas cinco horas de luz sombría; la temperatura media en enero no baja de los -8°C. En primavera llega el deshielo masivo en ambas ciudades; los coches retoman las carreteras, y se respira un ambiente bastante caótico. Vladivostok, en la costa oriental rusa, goza de un clima mucho más templado en relación a cualquier otro lugar del Lejano Oriente ruso. Sus temperaturas invernales de -13°C resultan bastante agradables comparadas con Oimiakón, el lugar habitado más frío del planeta, donde se alcanzan en invierno los -65°C.
Existen vuelos diarios hacia Moscú desde todas las capitales importantes de Europa, y también desde Nueva York, Hong Kong y demás centros turísticos asiáticos. Asimismo, numerosas capitales europeas ofrecen vuelos diarios hasta San Petersburgo.

Las principales vías férreas para viajar a Rusia son Helsinki, Varsovia, Praga y Budapest. Existe un servicio diario desde París y Ámsterdam hasta Moscú vía Berlín y Varsovia, y otro de Berlín a Omsk. El ferrocarril transiberiano recorre el trayecto de Moscú a Vladivostok; desde allí, el turista puede tomar un tren hacia Pekín. Los cruceros y ferrys entre Rusia y Finlandia, Noruega, Suecia, Alemania, Turquía y Georgia son limitados.
Aeroflot (líneas aéreas internacionales rusas) se ha dividido en diversas compañías más pequeñas, provocando espacios aéreos muy descontrolados y que cuentan con una de las peores tasas de seguridad regional del mundo. Viajar dentro de Rusia es una tarea difícil, impredecible y poco fiable. Se recomienda conseguir una plaza en un vuelo nacional que tenga como destino un punto internacional, ya que estas naves están en mejor estado que las que ofrecen únicamente servicios nacionales.

Rusia está surcado de una extensa red ferroviaria que permite llegar prácticamente a cualquier lugar. El tren es una forma económica y cómoda, aunque por lo general lenta, de viajar. Los ferrocarriles nacionales funcionan siguiendo el horario de Moscú.

Actualmente, los extranjeros ya pueden utilizar los autobuses rusos. Constituyen una forma adecuada de desplazarse entre pequeñas ciudades. Conducir en Rusia no es del agrado de todo el mundo; los turistas que gocen de un buen sentido del humor, que no se sientan incómodos por las carreteras accidentadas o intimidados ante la idea de tener problemas para encontrar gasolineras y que no teman perderse de vez en cuando, encontrarán que viajar en coche es una magnífica forma de conocer el país.

El transporte fluvial sigue siendo importante y, en verano, es posible recorrer largas distancias a través del país en barcos de pasajeros. Los principales servicios cubren el trayecto de Moscú a San Petersburgo; no obstante, también se llevan a cabo entre la capital y varios puntos del Volga y el Don, entre los que se encuentran Yaroslavl, Nijni Novgorod, Volgogrado, Astrakhán y Rostov.

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