miércoles, 20 de febrero de 2008

Viajar a Siria

Siria es un país en ruinas esparcidas por todo el territorio: numerosas murallas, castillos abandonados, teatros tambaleantes y fortalezas derruidas. Siria se erigió bajo el dominio de constructores de imperios llegados desde Roma, Persia, Egipto, Turquía y Babilonia, dejando todos ellos su huella arquitectónica. Las reliquias de la Palmira romana constituyen uno de los yacimientos arqueológicos más importantes; además, Siria presume de albergar una de las ciudades habitadas más antiguas, el castillo de los cruzados más valerosos, el teatro romano mejor conservado y el monumento al mártir más ridículo.

Esta nación aún forma parte del listado, elaborado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, de los siete países del mundo que fomentan el terrorismo, pero no debe permitirse que este hecho disuada a los viajeros. Es posible que el gobierno sirio no figure entre los más benevolentes, pero su población tiene fama de amistosa y hospitalaria. Cuando el turista se haya acostumbrado a la sensación extraña que se experimenta al vivir en otra cultura, es probable que se sienta más seguro en Siria que en su país de origen.

La época idónea para visitar Siria se concentra en la primavera (de abril a junio), ya que el país registra temperaturas suaves y las lluvias del invierno han disipado la bruma que impide contemplar las vistas el resto del año. La siguiente opción recae en el otoño, entre septiembre y noviembre. Si se viaja en verano, no debe olvidarse un sombrero, protección solar y agua embotellada, en particular si se efectúa un desplazamiento a Palmira, en el Noreste. El invierno puede resultar muy desapacible en la costa y en las montañas, cuando las temperaturas descienden y empieza a llover.

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