jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Polonia

Por su situación en el corazón del Viejo Continente, Polonia ha constituido tanto un puente como un frente entre Europa oriental y occidental. En la actualidad, se ha convertido en el país ideal para quienes desean ser testigos de cómo una nación se sacude el polvo de su pasado y trata de volver a empezar. Se descubre un territorio polifacético donde modernos personajes urbanos disfrutan de la capital y de las antiguas poblaciones medievales, y donde carretas tiradas por caballos recorren zonas a las que el siglo XXI parece no haber llegado

La temporada turística abarca, aproximadamente, de mayo a septiembre, y con mayor intensidad durante los meses de julio y agosto. En esa época, las playas del Báltico son tomadas por enjambres de personas, los centros de veraneo y los balnearios son invadidos por turistas, los lagos de Mazuria se llenan de miles de veleros, y quienes practican el senderismo apenas pueden ver las montañas. Quizá la mejor época para visitar Polonia acontezca al final de la primavera (entre mediados de mayo y junio) o al comienzo del otoño (de septiembre a mediados de octubre). En ambos períodos se mantiene un clima agradable y abundan las actividades culturales. El invierno es frío y oscuro (como cabría esperar) y muchos campings y albergues han finalizado sus servicios, pero aún así constituye un momento idóneo para visitar las urbes polacas.

Varsovia
A pesar de haber sido fundada tardíamente respecto a la historia polaca (a principios del siglo XIV), Varsovia ha desempeñado el papel de capital de la nación -con algunas interrupciones- desde 1611. Durante mucho tiempo actuó como centro industrial y cultural, y llegó a convertirse en una de las urbes más refinadas y hermosas de Europa central hasta que adquirió el título de Ciudad más Devastada en la II Guerra Mundial. Respecto a su apariencia y su espíritu, Varsovia se forjó esencialmente como un producto de la posguerra. Sus escasos oasis históricos han sido meticulosamente reconstruidos, si bien la mayor parte del paisaje urbano data de la época contemporánea. Esta nueva fachada de la capital resulta impresionante más por la determinación con la que surgió que por sus edificios de la época estalinista y sus insulsos barrios formados por viviendas de cemento prefabricadas.

El río Vístula divide a la metrópoli en dos zonas dispares. En el sector occidental, la ribera izquierda, se encuentran el centro urbano propiamente dicho y, hacia el Norte, la ciudad vieja. La mayoría de los monumentos y el grueso de las instalaciones turísticas se hallan en este lado del río. El distrito de Praga, en la ribera derecha, no cuenta con mayores puntos de interés y apenas es visitado por los turistas.

La ciudad vieja fue totalmente reconstruida tras haber sido completamente arrasada durante la guerra. El objetivo de esta monumental reconstrucción, entre 1949 y 1961, buscaba reproducir la apariencia de la localidad durante los siglos XVII y XVIII, su época de mayor esplendor. Los fragmentos de las construcciones originales que se hallaron entre las ruinas se emplearon en la reconstrucción. Si en 1945 la plaza de la ciudad vieja consistía, básicamente, en las paredes de dos edificios que sobresalían de los escombros, hoy brilla como una armoniosa mezcla de elementos renacentistas, barrocos y góticos. El enclave rebosa vida y un buen ambiente, aparenta naturalidad y está atestado de cafeterías al aire libre y puestos callejeros donde se comercian obras de arte. En el Museo Histórico de Varsovia, que ocupa toda la zona norte de la plaza, se proyecta un documental sobrecogedor sobre la destrucción y la reconstrucción de la urbe, y se exhiben muestras exquisitamente presentadas de la historia de Varsovia.

El bulevar principal que atraviesa la población de Norte a Sur, la calle Real, parte del castillo Real hasta llegar al palacio Lazienki, la residencia veraniega de los monarcas. Resurge como una de las vías más espléndidas de Europa y está bordeada de iglesias, palacios, galerías y museos. A mitad de camino, en dirección este, se emplaza el Museo Nacional, con su monótona fachada que obliga a abandonar cualquier sensibilidad estética. Esta institución cultural alberga un tesoro de obras de arte antiguo y contemporáneo; la principal atracción está formada por una imponente colección de frescos de una de las primeras catedrales cristianas de Pharos, en Sudán, construida entre los siglos VIII y XII. Igualmente, cuenta con un asombroso muestrario de cruces coptas.

Varsovia ofrece la posibilidad de elegir entre una amplia variedad de gastronomías étnicas así como degustar su comida y bebida hasta altas horas. A lo largo de la ciudad vieja se despliega una gran cantidad de restaurantes de comida tradicional polaca e internacional. La parte sur de la calle Real cuenta con clubes de estudiantes que ofrecen diversas actividades culturales, como recitales, lecturas de poesía, cine, teatro y conciertos de rock, folk y jazz, y que suelen convertirse en discotecas nocturnas los fines de semana.

En toda la extensión urbana pueden encontrarse alojamientos económicos, en ocasiones muy alejados del centro y, por lo general, carecen de estilo y ambiente. Posee asimismo dos magníficos hostales próximos a la universidad, y se pueden conseguir habitaciones privadas a través de agencias (se puede preguntar en el centro de información frente al castillo Real). En las inmediaciones de la estación central de autobús existe una pequeña zona para acampar.

Por ser la capital de Polonia, Varsovia constituye un ajetreado centro local e internacional de comunicaciones por avión, tren y autobús. La principal estación de tren está ubicada en el centro; la terminal de autobús se encuentra al oeste del centro urbano; el aeropuerto se halla en las afueras, en dirección sur, a unos 10 km del núcleo de la ciudad.

Tatras
Los montes Tatra son los de mayor altitud de los Cárpatos, y constituyen la única cordillera de tipo alpino de Polonia. Esta región ofrece imponentes picos y abruptos precipicios de cientos de metros que se asoman a lagos glaciales. Los inviernos son largos; los veranos, cortos y no lo bastante calurosos como para derretir toda la nieve. Las épocas idóneas para una visita se concentran en los últimos coletazos primaverales y el comienzo del otoño, cuando el tiempo es agradable y escasean los visitantes.

Hacia el Norte, al pie de los Tatra, se encuentra la región de Podhale, salpicada de aldeas que aún conservan las tradiciones propias de las montañas. Esta zona posee infinidad de senderos de todo tipo: cortos, para tranquilos paseos; algo más largos, para excursiones; y los más difíciles, para los amantes de la montaña. Una de las caminatas más espectaculares es la que conduce al paso Zawrat, en el este de la cordillera. Se accede en funicular hasta el monte Kasprowy Wierch, lugar donde se originan varias rutas que atraviesan la cresta.

Zakopane aparece como el principal centro turístico de los Tatra polacos. Esta población resulta agradable, especialmente si no se visita durante las vacaciones estivales o invernales, y exhibe unas características ideales para esquiar y practicar el senderismo. Diariamente parte un tren hacia Varsovia, y circulan diversos autobuses con destino a Cracovia y a otras poblaciones.

Cracovia
Cracovia, la capital durante medio milenio, ha presenciado y absorbido más historia que ninguna otra ciudad polaca. Además, consiguió salir intacta de la última gran guerra y ha conservado abundantes muestras arquitectónicas de diferentes épocas. Los efectos del siglo XX se han limitado a la lluvia ácida; las edificaciones más elevadas del perfil de Cracovia no son rascacielos sino agujas de antiguas iglesias. Sin embargo, la urbe no permanece como un monumento silencioso a los sucesos del pasado, sino como una población repleta de vida y personalidad.

La ciudad vieja, de reducidas dimensiones y rodeada de jardines, resulta absolutamente encantadora. La plaza del Mercado Principal se encuentra flanqueada por edificios históricos, museos e iglesias. La iglesia de San Adalberto, que data del siglo X, es una de las más antiguas. Si se topa con un cura entusiasta en un momento de generosidad es posible que abra los ataúdes de la iglesia de los Franciscanos Reformados, aunque podría provocar problemas digestivos a quien observe boquiabierto algunos de los cuerpos momificados. Una de las mejores instituciones culturales de la urbe, el Museo Czartoryski, acoge una impresionante colección de arte europeo, así como de objetos de artesanía asiáticos y armaduras. Cracovia fue la tierra donde Oscar Schindler inició su labor humanitaria para evitar el mayor traslado posible de judíos a los campos de exterminio; se organizan visitas guiadas que permiten recorrer algunos de los enclaves relacionados con su vida, además de algunos lugares que aparecen en la película de Steven Spielberg.

Grandes Lagos de Mazuria
En la zona central de Mazuria se encuentra la mayor concentración de lagos de Polonia; de hecho, más del 15% de la región está cubierta de agua. Los principales lagos, el Sniardwy y el Mamry, están unidos por medio de ríos y canales formando un extenso sistema de vías fluviales. De más está decir que este paraje se ha convertido en uno de los destinos más populares para los amantes de los veleros y del piragüismo. Alrededor de los lagos surgen algunas poblaciones; las mayores son Gizycko y Mikolajki. Esta última concentra la mejor oferta gastronómica y de alojamiento, aunque la mayoría de los establecimientos cierran fuera de temporada. Resulta factible recorrer la zona de los lagos en bicicleta, una opción altamente recomendable debido al deplorable estado del transporte público de la región. Cada noche llegan trenes a Gizycko desde Gdansk. Otra posibilidad supone desplazarse a Ruciane-Nida, en los lagos del sur, desde Bialystok y Varsovia.

Oswiecim
Esta población industrial, ni grande ni pequeña, se ubica a 60 km al oeste de Cracovia, y no puede considerarse una atracción en el sentido estricto de la palabra. Aunque su nombre en polaco resulta poco familiar, su traducción al alemán, Auschwitz, evoca una gran tragedia. Si bien en 1945, los nazis en retirada desmantelaron parte de lo que fue su mayor campo de concentración, lo que queda de estas fábricas de destrucción en esta tranquila zona rural resulta más que suficiente para mostrar la magnitud del Holocausto. Cuatro millones de personas, de las cuáles dos millones y medio eran judíos, fallecieron en Auschwitz y en el cercano complejo de Birkenau. Ambos enclaves están abiertos al público y se mantienen, básicamente, intactos desde que los nazis los abandonaron. Las historias que aún susurran las cámaras de gas, los crematorios, los barracones y el alambre de púas lo convierten en un lugar conmovedor y espeluznante

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