jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Suiza

Suiza evoca un buen cúmulo de tópicos: chocolates irresistibles, relojes recargados, Heidis y yodle (canto tradicional tirolés), banqueros carentes de sentido del humor, burocracias internacionales y una personalidad nacional ordenada, meticulosa y bastante insulsa. Pero Harry Lime se equivocaba en más de un aspecto cuando, en El tercer hombre, dijo que quinientos años de democracia y paz en Suiza no habían producido nada excepto el reloj de cuco. Para comenzar, fueron los alemanes quienes inventaron este instrumento. En segundo lugar, los suizos, realmente inteligentes, han ganado más premios Nobel y registrado más patentes per cápita que cualquier otra nación de la Tierra. Los muesli, el insecticida DDT y los seguros de vida tal vez no alimentarán la leyenda, pero ¿dónde estaríamos el resto de mortales sin un poco de sentido común suizo a nuestras espaldas?

Suiza puede ser neutral pero, sin duda, no es un país insípido. La fusión de ingredientes alemanes, franceses e italianos ha formado una robusta cultura nacional. Además, los paisajes alpinos poseen suficientes atractivos como para revigorizar al viajero más cansado. Goethe caracterizó Suiza de forma sucinta, como una combinación de «monumentalidad y orden perfecto». La indomable majestuosidad de los Alpes y la pulcra y ordenada precisión de las ciudades helvéticas impiden que Suiza sea tan unidimensional como muchos eruditos pretenden.

Se puede visitar Suiza en cualquier época del año. La estación veraniega se extiende aproximadamente de junio a septiembre, y ofrece la climatología más agradable para las excursiones al aire libre. Debe contemplarse que durante este período se prodigan los turistas, por lo que los precios pueden aumentar, el alojamiento ser difícil de encontrar y las atracciones más importantes estar llenas. Es posible hallar mejores ofertas y una menor afluencia de visitantes en abril, mayo, finales de septiembre y octubre.

El amante de los deportes de invierno puede disfrutar de los complejos de los Alpes a partir de finales de noviembre. Tras un período de plena ocupación (en Navidades), las estaciones se clausuran cuando la nieve comienza a fundirse, en abril.

Zurich
La ciudad más poblada de Suiza posee la reputación de ser la capital intelectual y cultural de la nación. Su estallido de creatividad más conocido se produjo en 1916, cuando emergió el movimiento artístico Dadá en el cabaret Voltaire. Curiosamente, en la misma época Lenin y Trotsky residían también en la urbe. En la actualidad, es más conocida por sus ejecutivos con trajes a rayas, sus galerías de arte y su capacidad por combinar mejor que nadie las finanzas y la estética (con la excepción de Sothebys).

Está emplazada a unos 400 m sobre el nivel del mar, atravesada por el río Limmat, que desemboca en el extremo norte del lago de Zúrich. Las calles peatonales de la ciudad vieja contienen la mayor parte de sus atractivos turísticos: sinuosas callejuelas, edificios de los siglos XVI y XVII, palacetes y patios, así como infinidad de fuentes (cerca de mil treinta).

La elegante Bahnhofstrasse se construyó en el emplazamiento de las murallas de la ciudad, que habían sido derribadas 150 años antes. Bajo las aceras se hallan las cámaras acorazadas de los bancos, atiborradas de oro, plata y otros botines, aunque no están abiertas al público (y no resulta difícil imaginar la razón). Para los amantes de los relojes, la torre de la iglesia de San Pedro, del siglo XIII, presenta la mayor esfera de reloj de Europa. La vecina iglesia de Fraumünster se caracteriza por las vidrieras de los ventanales de su coro, creadas por Marc Chagall cuando contaba 83 años de edad.

El Museo de Bellas Artes posee una amplia colección permanente que incluye desde arte religioso del siglo XV hasta obras de Monet, Manet y Man Ray. El Museo Nacional Suizo, ubicado en un castillo al norte de la urbe, ofrece un detallado panorama de la historia de la nación y presenta una interesante sección de códices de la Edad Media. Para airearse después de las visitas culturales, resulta muy agradable pasear por las orillas del lago de Zúrich, que permite hacer picnic y practicar la natación y los baños de sol.

Los albergues están ubicados en el perímetro del centro urbano, mientras que los escasos hoteles baratos se hallan en la orilla este del río Limmat. El alojamiento puede representar un problema durante los meses estivales, por lo que es aconsejable reservar con antelación. La vida nocturna se focaliza en las calles que rodean la Niederdorfstrasse; también existe un distrito especialmente alegre. El viajero no debe alarmarse si, al salir de un club el domingo por la mañana con los ojos nublados, se tropieza con una procesión de devotos feligreses que desfilan cantando himnos por las calles embrutecidas por el pecado.

Ginebra
Cómodamente asentada en las orillas del lago Léman, esta ciudad, limpia como una patena, pertenece tanto a la comunidad internacional como a los suizos: cerca de doscientas organizaciones internacionales tienen sus sedes en ella. Uno de cada tres residentes es extranjero, y prácticamente todos los problemas globales, desde la proliferación nuclear hasta la limpieza étnica, han aterrizado en alguna ocasión en las famosas mesas neutrales de negociación ginebrinas. Si bien pueden tratarse asuntos mundiales tenebrosos, alarmantes y peligrosos, la urbe en sí misma aparece limpia, eficiente y segura. Algunos visitantes han llegado a lamentar esta esterilidad, pero los ginebrinos no están dispuestos a soportar la agitación de banderas y los gritos reivindicativos.

Ginebra goza de una estupenda ubicación, y los paseos en torno al lago y las excursiones en barca constituyen una excelente distracción. El teleférico que asciende al Mont Salève ofrece un agradable panorama. El río Ródano atraviesa la metrópoli, y el casco antiguo descansa en la orilla sur. El centro de la población está dominado por la catedral de Saint Pierre, mezcla de los estilos románico y gótico. Juan Calvino predicó en ella de 1536 a 1564, y el templo ilustra la austeridad de sus enseñanzas. La vecina place du Bourg-de-Four representa el barrio más antiguo de Ginebra. Antaño constituyó un foro romano, con posterioridad se emplazó un mercado medieval y, en la actualidad, está destinado a convertirse en un complejo de comercios para turistas.

Por fortuna, prevalecen numerosas ofertas culturales que compensan los aspectos más kitsch. El Museo de Arte e Historia presenta una vasta y variada colección que incluye pintura, escultura, armas y arqueología. El compacto Petit Palais alberga una excelente y concentrada muestra de arte moderno. El Museo Internacional de la Cruz Roja y de la Medialuna Roja ofrece un repaso multimedia a través de las atrocidades perpetradas por la humanidad en su historia más reciente. Destacan también el espléndido Museo de Instrumentos Musicales Antiguos, el Museo de la Relojería y el Museo Voltaire.

Ginebra presenta una vida nocturna aceptable, aunque resulta costosa. La presencia de tantos diplomáticos, administradores internacionales y banqueros se traduce en elevados precios para comer y alojarse. En ambas orillas del río pueden encontrarse diversos albergues y hoteles a un precio módico. Los restaurantes económicos se concentran en las inmediaciones de la universidad, así como al norte y al oeste de la estación de Cornavin.

Lucerna
Lucerna está anclada en el corazón histórico y paisajístico de lo que muchos consideran la auténtica Suiza: montañas espectaculares, lagos, cencerros, pueblos alpinos y prados repletos de edelweiss (pies de león). Esta encantadora población se asienta a ambos lados del río Reuss, en el margen oeste del lago de Lucerna, y constituye una base excelente para realizar excursiones.

En la orilla norte del río, el pintoresco casco antiguo alberga edificios del siglo XV con fachadas pintadas, torres, un Ayuntamiento renacentista del siglo XVII y un par de puentes cubiertos dignos de la más típica de las postales. Al noreste del centro urbano se halla el imponente monumento del León, excavado en la roca en 1820 y dedicado a los soldados suizos que fallecieron durante la Revolución Francesa. En sus inmediaciones se encuentra el fascinante Gletschergarten (jardín glacial), donde una serie de glaciares prueban que hace veinte millones de años Lucerna constituía una playa subtropical rebosante de palmeras.

El Museo del Transporte acoge trenes, aviones y automóviles, y ofrece la posibilidad de visionar el Swissorama, una película de veinte minutos y proyectada sobre una pantalla de 360º, que permite visionar los atractivos de Suiza mientras se viaja por aire, mar, carretera o a pie. El viajero que sienta la necesidad de aire fresco y ejercicio para digerir los riquísimos chocolates que está devorando, puede alquilar un patín de agua, botes de remo y kayaks, en el río Reuss o en el lago de Lucerna. Si, en cambio, precisa verduras frescas para combatir las calorías, existen mercados de frutas y verduras harto pintorescos a lo largo de los muelles del río.

Región del Jungfrau
La región del Jungfrau, al sur de Interlaken, posee unos paisajes que cortan la respiración. Las tres cumbres gemelas de 4.000 m -Jungfrau, Mönch y Eiger- dominan el área, y disponen de infinidad de teleféricos, funiculares, trenes cremallera y senderos de excursionismo que ofrecen puntos panorámicos impresionantes para quien no sufre de vértigo. Grindelwald es el centro de esquí y senderismo más característico de la región; en julio acoge un festival de canto yodle.

Castillo de Chillon
Esta fortaleza recibe más visitantes que cualquier otro edificio histórico de Suiza. El castillo de Chillon, que ocupa un sorprendente emplazamiento en el lago Léman, captó la atención del público cuando Lord Byron escribió acerca del destino de Bonivard (siglo XVI), un adepto de la Reforma encadenado al quinto pilar del torreón durante cuatro años. Byron grabó su propio nombre en el tercero. El fuerte, que se conserva en un estado excelente, data del siglo XI, y desde entonces se ha modificado y ampliado notablemente. Merece la pena pasar una tarde visitando la torre, los patios, los torreones y las numerosas salas que contienen armas, herramientas, frescos y utensilios de cocina. Está situado a escasa distancia a pie desde Montreux, el centro de la Riviera suiza.

Castillos de la región bernesa
En el centro de Suiza, justo al sur de Berna, se halla esta región poblada por grandes castillos e inmersa en el paisaje de las orillas del lago Thun. En la ciudad de Thun se puede visitar el Schloss Thun (siglo XII), situado en la colina. Contiene un estupendo museo histórico y desde su torre románica se puede gozar de magníficas vistas. Uno de los castillos más hermosos a orillas del lago es el Schloss Oberhofen (siglo XIII), que antaño perteneció a los Habsburgo y que posee una interesante colección de mobiliario antiguo, retratos y armas, así como un salón turco para fumar. El parque se ajardinó en el siglo XIX y constituye un lugar idóneo para pasear. El Schloss Hunegg, en la vecina Hilterfingen, fue edificado en la década de 1860 y restaurado en 1900. Se trata de una mezcla fascinante de estilos neorrenacentista y modernista, y posee un cuarto de baño de dos pisos, muy recargado, dotado de una bañera de níquel plateado. Los aficionados a los castillos pueden visitar las tres fortificaciones en un viaje en barco de una jornada.

Zermatt
Este ostentoso complejo de esquí y montañismo vive de la gloria que refleja una de las cumbres más famosas de los Alpes, el Cervino (4.478 m). Los esquiadores acuden prácticamente todo el año, gracias a los 230 km de pistas de la zona, orientadas principalmente a practicantes medios y expertos. Los viajeros más sedentarios pueden gozar simplemente de las sobrecogedoras vistas. Para apreciar magníficos panoramas del Cervino y de los picos de los alrededores, es preciso coger el popular tren cremallera hacia Gornergrat. Resulta sencillo pasear por Zermatt a pie (la ciudad es peatonal) y merece la pena explorar la zona del Hinter Dorf, repleta de casas de madera tradicionales del Valais. Un paseo por el cementerio constituye una provechosa experiencia para aspirantes a montañistas: así están inscritos en monumentos de piedra los nombres de quienes intentaron vencer al Cervino y al monte Rosa y no vivieron para contarlo

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