miércoles, 20 de febrero de 2008

Viajar a Japón

Se debe llegar a Japón con la mente abierta y preparado para consumar las actividades más sorprendentes: fotografiar una reproducción de la torre Eiffel, surfear en una piscina de olas artificiales, visitar en buena compañía un hotel del amor o sestear en una cápsula espacial.

La imagen de Japón se ha perfilado en base a rumores erróneos y tópicos; para conocerlo verdaderamente deben abandonarse los prejuicios. Entre la elegante formalidad de la etiqueta japonesa y los intercambios sociales, teñidos de candidez pero en ocasiones sumamente bullangueros, que se producen alrededor de unas copas; entre la asepsia de los centros comerciales y los sorprendentes festivales rurales, cada uno acabará formándose su propia visión de Japón.

Nombre oficial: Japón
Superficie: 377.835 km²
Población: 126.771.662 hab.
Capital: Tokio (12.000.000 hab.)
Nacionalidades y etnias: 99,4% japoneses (incluidos los grupos indígenas ainu y okinawa), 0,6% coreanos
Idioma: japonés
Religión: 84% sintoísmo y budismo, 16% otros (0,7% cristianismo)
Régimen político: monarquía parlamentaria
Jefe de Estado: emperador Akihito
Primer ministro: Shinzo Abe

PIB: 3,15 trillones de dólares
PIB per cápita: 24.900 dólares
Crecimiento anual: 1,3%
Inflación: -0,7%
Principales recursos económicos: alta tecnología electrónica, vehículos a motor, maquinaria de oficina y productos químicos
Principales socios comerciales: Estados Unidos, Hong Kong, Taiwan, Corea del Sur, Alemania, China

Visados: los titulares de un pasaporte estadounidense, la mayoría de ciudadanos de los países de la Unión Europea y los visitantes procedentes de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México y Uruguay no precisan visado siempre que su estancia en Japón no supere los 90 días.
Condiciones sanitarias: óptimas
Hora local: GMT+9
Electricidad: 100V, 50 Hz (en Tokio y el Este), 60 Hz (en el Oeste)
Pesos y medidas: sistema métrico
Código del país: 81
Código internacional: 101

La primavera (entre marzo y mayo), con sus cielos despejados y sus cerezos en flor, quizá sea la estación más celebrada en Japón, pero también coincide con la temporada vacacional de los japoneses y muchos de los destinos más populares suelen llenarse de turistas nativos. El otoño (de septiembre a noviembre) se convierte en una estación muy propicia para viajar: las temperaturas resultan agradables y se acompañan de los bellos colores otoñales del campo. Los meses de pleno invierno (de diciembre a febrero) pueden ser muy fríos, mientras que los bochornosos meses veraniegos (de junio a agosto) pueden convertir la más breve excursión alejada de las zonas climatizadas en una verdadera sauna. Pero esta época brinda al viajero la ventaja de poder disfrutar con mayor tranquilidad de los principales atractivos turísticos. A la hora de planificar el viaje, merece la pena recordar que desplazarse por el país y encontrar alojamiento durante la temporada alta de Año Nuevo, la Semana Dorada (de finales de abril a principios de mayo) y el Festival O Bon, mediado el verano, puede suponer un arduo quebradero de cabeza.

Tokio
El aspecto más destacado de la capital japonesa es su increíble dinamismo, si bien es cierto que en general puede resultar algo taciturno, con sus edificios de apartamentos diminutos y sus bloques de oficinas, cruzadas por autovías aéreas atestadas de tráfico. Pero éste es el precio del éxito nipón. Muchos suburbios de Tokio aún no han sucumbido a la cultura del supermercado: sus calles presentan una sucesión de pequeños comercios especializados y concurridos restaurantes, la mayoría de los cuales permanecen abiertos hasta altas horas de la madrugada.

Junto a los elevados edificios de oficinas se descubren pequeños enclaves pertenecientes al otro Tokio: una antigua casa de madera, un establecimiento de kimonos, una posada japonesa, una anciana en kimono barriendo la acera frente a su casa con una escoba de paja. La capital es sobre todo un lugar donde el acelerado ritmo del consumismo colisiona con instantes tranquilos que han pervivido desde las tradiciones más antiguas. Se presenta como una ciudad repleta de vida, que el visitante nunca terminará de explorar.

Tokio se erige como una vasta conurbación que se adentra en la llanura de Kanto desde la bahía de Tokio-wan. Reconstruida casi por completo después de un terremoto en 1923 y de nuevo tras los bombardeos estadounidenses durante la II Guerra Mundial, Tokio ha resucitado literalmente de sus cenizas. A grandes rasgos, está dividida en dos: los lujosos barrios comerciales y de oficinas al oeste de la zona comercial de Ginza, y los barrios residenciales, más prosaicos, al Este. Para los visitantes, la mayoría de los puntos de interés se ubican en la zona delimitada por el ferrocarril de la línea JR Yamamote, que rodea el centro de Tokio.

Las actividades turísticas tradicionales no permitirán llevarse ningún recuerdo mágico de esta urbe, que no reviste un excesivo interés arquitectónico ni numerosos monumentos que visitar. En la reconstrucción durante la posguerra prevalecieron las consideraciones prácticas, por lo que gran parte del paisaje urbano resulta bastante gris y monótono. Para disfrutar con intensidad de la ciudad hay que sumergirse en su increíble ajetreo y disfrutar de los escasos momentos de tranquilidad. Ginza se alza como la zona comercial más famosa de la urbe: opulenta, vital y popular, es el lugar donde el visitante aligerará sin duda su bolsillo. Ginza desborda también de pequeñas galerías privadas, por lo que resulta el área adecuada para pasear y curiosear entre sus ofertas, aunque no se tenga la intención de consumir. Ueno-Koen, un parque situado al norte del centro, cuenta con algunos de los mejores museos y galerías de Japón. El Museo Nacional de Tokio contiene la selección de arte japonés más grande del planeta; el Museo Nacional de Ciencias es una enorme vitrina de entrada libre, repleta de todo tipo de objetos científicos; y el Museo de Historia Shitamachi reproduce fielmente los barrios populares del viejo Tokio.

Tradicionalmente considerado el corazón del casco antiguo, en el barrio de Asakusa, al noreste de la urbe, perdura cierto sabor a la antigua y auténtica Shitamachi. Su atractivo principal, el templo Senso-ji, es probablemente el lugar de culto budista más activo del país, aunque toda la zona está indicada para pasear. Antaño, Asakusa estaba considerado un barrio de tolerancia impopular, un terreno propicio para el teatro, la música y sus variaciones más sórdidas, y en la actualidad permanecen vestigios de este pasado escabroso y con cierto glamour. Shinjuku, al oeste del centro, es en la actualidad el barrio más animado para el ocio ciudadano.

Si únicamente se dispone de un día para visitar Tokio, y se pretende adentrarse en el fenómeno de la modernidad japonesa, este bullicioso distrito en expansión constante resulta el lugar apropiado. La mayoría de enclaves de interés de la urbe se reúnen en esta zona: grandes almacenes de alta calidad, galerías comerciales con productos asequibles, fluorescentes deslumbrantes, oficinas gubernamentales, multitudes, pantallas de vídeo en la calle, restaurantes de pasta japonesa para comer alzados, cabarets, templos recoletos y sórdidos locales de strip-tease.

Pernoctar en Tokio resulta caro. Existe un par de albergues juveniles al oeste del centro y diversas opciones relativamente económicas en Ueno e Ikebukuro. El barrio de Shinjuku también supondrá una alternativa, siempre que se esté dispuesto a introducirse en una habitación de hotel minúscula; además, este barrio resulta una de las mejores zonas donde comer. Ueno y Asakusa ofrecen los mejores restaurantes de cocina japonesa tradicional, y los restaurantes de Ginza son recomendables durante el día, pero practican precios muy elevados a la hora de cenar.

Monte Fuji
La montaña más alta de Japón (3.776 m) es el elemento natural del país más visitado. Se trata de un cono volcánico perfectamente simétrico que entró en erupción por última vez en 1707, cubriendo de cenizas las calles de Tokio, a 100 km de distancia. En días excepcionalmente despejados se divisa su silueta desde la capital, pero durante gran parte del año el visitante deberá considerarse afortunado si consigue otearlo a 100 m de distancia, ya que Fuji a menudo permanece oculta por las nubes. Su aspecto se muestra especialmente atractivo en invierno y principios de la primavera, cuando permanece engalanada con un casquete nevado.

Julio y agosto acogen la temporada oficial para escalar el monte Fuji; los japoneses, siempre deseosos de cumplir con las normas, suelen preparar la mochila en estos activos meses. En realidad, la ascensión de Fuji puede completarse en cualquier época del año, pero en pleno invierno permanece reservada a los montañeros más curtidos. Esta excursión nunca debe plantearse con ligereza, ya que la montaña tiene suficiente altitud para provocar el mal de las alturas, y la inestabilidad de las condiciones climáticas puede resultar peligrosa. El mejor momento para alcanzar la cima, en el amanecer, permite contemplar la salida del sol y, además, existen menos probabilidades de que la cima esté sumergida en las nubes; llegar en estas condiciones temporales supone emprender la marcha por la tarde, pernoctar en un refugio de la montaña (caro) y partir de nuevo muy temprano por la mañana, o realizar la ascensión durante la noche.

Los cinco lagos Fuji, un destino típico entre los habitantes de Tokio para efectuar excursiones de un solo día, se extienden formando un arco alrededor de la vertiente septentrional de la montaña. Ofrecen deportes acuáticos, parques de atracciones, cuevas de hielo y bellas vistas del monte Fuji. La forma más rápida para alcanzar este enclave se efectúa con autobuses que parten de la terminal Shinjuku de la capital. Una acondicionada red de autobuses enlaza la región más baja de la montaña con la zona de los lagos.

Kyoto
Arropado por centenares de templos y jardines, Kyoto fue la capital del país entre 794 y 1868, y aún en la actualidad actúa como capital cultural de Japón. Aunque la arquitectura tradicional se vea cada vez más acosada por el sector industrial y comercial, Kyoto conserva los jardines de guijarros peinados con rastrillo, los sensuales perfiles de los tejados de los templos y las geishas contemporáneas tan buscadas por los turistas ávidos de tópicos. El palacio imperial se alza como uno de los escasos monumentos en el centro de Kyoto. El edificio actual fue construido en 1855 y únicamente se puede adentrar en él en el transcurso de una visita guiada.

La parte oriental de Kyoto, en especial el barrio de Higashiyama, resulta la zona indicada de la urbe para visitar sus hermosos templos, pasear y disfrutar de la vida nocturna tradicional en Gion. El templo Sanjusangen-do es un punto clave de la urbe. Alberga 1.001 estatuas de Kannon de los Mil Brazos (la divinidad budista de la misericordia). Al noroeste de Kyoto se hallan diversos templos Zen de gran belleza, entre ellos el templo Kinkaku-ji, que en 1950 quedó completamente arrasado por un incendio provocado por un monje demente, y que fue reconstruido más tarde minuciosamente, incluido el revestimiento de pan de oro. El distrito Takao, escondido en el Noroeste, es famoso por su follaje otoñal. El castillo de Himeji-jo, que puede descubrirse en una excursión de una jornada desde Kyoto, es el castillo japonés que permanece en pie más impresionante, y es conocido con el nombre de Garza Blanca, en referencia a su majestuosa silueta blanca.

A lo largo del año se suceden numerosos festivales en Kyoto, por lo que se convierte en imprescindible reservar alojamiento con bastante antelación. Entre los más espectaculares, destacan el Aoi Matsuri (15 de mayo), que conmemora las rogativas de la población durante el siglo VI para solicitar auxilio a los dioses ante unas desastrosas condiciones climáticas; Gion Matsuri (17 de julio), el festival más conocido de Japón, que culmina con un enorme desfile; Damon-ji Gozan Okuribi (16 de agosto), cuando se encienden impresionantes hogueras para despedir las almas de los antepasados; y Kurama-no-Himatsuri (22 de octubre), con una procesión de capillas portátiles acompañadas por jóvenes con antorchas encendidas.

La mayoría de alojamientos de precio medio se hallan en el norte y noroeste de la metrópoli, aunque en la zona este existen un par de magníficos establecimientos hoteleros. En el centro de Kyoto se puede degustar comida japonesa e internacional a precios razonables, mientras que en el área oriental abundan los restaurantes yakitori y de estilo occidental.

Parque Nacional Daisetsuzan
El mayor parque nacional de Japón (2.309 km²) se encuentra en la zona central de Hokkaido, la más septentrional y segunda isla más extensa del país. El parque, que abarca diversos sistemas montañosos, volcanes, lagos y bosques, resulta espectacular para la práctica del senderismo y el esquí. En verano y principios de otoño aumentan las visitas con desmesura, y se precisan varios días para alejarse de las multitudes. Sounkyo se distingue como el centro turístico del parque: cuenta con termas de agua caliente y una garganta, y resulta un punto de partida idóneo para las excursiones a pie por el interior de la reserva. Furano, una de las estaciones de esquí más famosas de Japón, cuenta con una de las mejores nieves polvo del mundo. A poca distancia al noreste de Furano y alejados del bullicio se ubican los remotos pueblos de Tokachidake Onsen y Shirogane Onsen, con manantiales de agua caliente; ambos se establecen como una base excelente para las excursiones a pie y en esquís.

Nagasaki
Nagasaki es una urbe dinámica y colorista, pero su desgraciado destino como objetivo de la segunda bomba atómica ha relegado a un segundo plano su fascinante historia y sus contactos con portugueses y holandeses. Ukrami, el epicentro de la explosión atómica, permanece en la actualidad como una tranquila y próspera ciudad portuaria donde se levanta el estremecedor Museo de la Bomba Atómica, un evocador recuerdo de los horrores de la destrucción nuclear; y el Parque del Hipocentro, con una columna de piedra negra que marca el punto exacto de la explosión, así como diversas reliquias y ruinas. En el templo Zen de Fukusi-ji, con forma de tortuga, una campana tañe cada día a las 11.02, momento exacto de la explosión. Uno de los péndulos de Foucault (un aparato que demuestra la rotación de la tierra) más grandes del mundo cuelga en el interior del templo.

En el extremo meridional de Nagasaki, el Glover Garden, situado en la ladera de una colina, reúne viviendas habitadas antaño por los residentes europeos de la urbe. Escaleras automáticas, fuentes y pececillos rojos le otorgan una apariencia bucólica, pero los edificios son muy atractivos y las vistas de Nagasaki, espectaculares. A una hora de distancia al norte de Nagasaki se halla Huis ten Bosch, una asombrosa reproducción de un pueblo holandés, con sus molinos de viento, sus diques, una réplica de la residencia de la familia real holandesa, tulipanes y un establecimiento de quesos. En realidad, se trata de un proyecto residencial con capacidad para diez mil personas que desean vivir en una aséptica versión de los Países Bajos en la isla japonesa más meridional.
Parque Nacional Kirishima
Krishima, en el sur de Kyushu, destaca por sus magníficos paisajes montañosos, sus manantiales de agua caliente, la impresionante cascada de Senriga-taki y el esplendor de las flores silvestres en primavera. A un día de camino de la población de Ebino-kogen se halla una hilera de volcanes que los excursionistas pueden escalar hasta la cima, pero si se desea emprender caminatas más cortas, existen rutas que rodean diversos lagos volcánicos, entre ellos el lago Rokkannon, de un intenso color azul verdoso. Las vistas hacia el Sur desde la cima del monte Karakuni-dake aparecen espectaculares: en un día despejado, se puede llegar a divisar Kagoshima, la metrópoli más cercana, y el cono humeante de Sakurajima, un volcán decididamente hiperactivo. Un autobús directo circula entre Kagoshima y Ebino-kogen.

Península Noto-Hanto
Esta península combina agrestes paisajes marinos con una vida rural tradicional y festivas actividades culturales. Surgiendo del norte de Honshu, la salvaje y expuesta parte occidental de la península quizá resulte la más interesante, ya que se ha desarrollado en menor grado que la accidentada costa oriental. Los festivales de la región se cuentan por decenas, entre ellos el Festival Gojinjo Daiko Nabune de Wajima (31 de julio y 1 de agosto), con la actuación de fogosos percusionistas con máscaras demoníacas y extraños sombreros de paja, y el Festival Ishizaki Hoto (principios de agosto), conocido por su desfile de faroles adaptados a largos postes. Se puede acceder fácilmente a la península en tren desde Kanazawa, Takaoka o Toyama.

Hoteles del amor
En el barrio Shibuya de la capital se concentran hoteles del amor para todos los gustos. La temática de estos curiosos establecimientos abarca desde un castillo gótico en miniatura hasta un templo de Extremo Oriente, y la decoración de sus estancias puede complacer la mayoría de fantasías, desde la extravagancia de un harén hasta un decorado de ciencia ficción. El cliente también puede optar por camas vibratorias, espejos de pared a pared, instalaciones sadomasoquistas y cámaras de vídeo (no se debe olvidar la cinta al marcharse).

En la entrada de un hotel del amor suele instalarse una pantalla con fotografías iluminadas de todas las habitaciones disponibles. El cliente selecciona la preferida presionando un botón bajo la imagen correspondiente, y abona el precio. Aunque la discreción es rigurosa, no todos los clientes se dirigen a estos establecimientos para consumar un encuentro clandestino; también los frecuentan muchas parejas estables faltas de espacio en el hogar para relajarse juntos.

Seagaia
La cúpula oceánica de Seagaia aparece como una instalación lúdica increíble: se trata de una playa de arena blanca de 140 m de longitud, con su pedazo de océano y un cielo eternamente azul, todo en un entorno natural completamente controlado. Lo más asombroso acaece al comprobar que este complejo roza el auténtico oleaje y las playas de arena a lo largo de la costa Miyazaki-ken, en Kyushu. Puede considerarse la apoteosis de la obsesión japonesa por los parques de atracciones y la diversión más asépticos. Para llegar hasta Seagaia, un autobús parte de Myazaki, una ciudad de considerables dimensiones y clima templado en la costa sureste de Kyushu.
Muchos parques nacionales poseen rutas para practicar el senderismo. En los alrededores de Tokio, los enclaves más apreciados por los excursionistas son el Parque Nacional de Nikko y el de Chichibu-Tama. También pueden emprenderse interesantes excursiones, aunque mucho más solitarias, en el distrito de Gumma y en la región Kansai de Nara. Para descubrir un Japón que pocos extranjeros conocen, hay que dirigirse hacia los Alpes Centrales, mucho menos poblados. La temporada de esquí suele extenderse de diciembre a abril. La mayoría de estaciones se encuentran en la isla de Honshu, pero también hay nieve polvo de calidad en Hokkaido. Las islas de Okinawa, en el extremo suroeste del país, ofrecen magníficas posibilidades para el submarinismo. El ciclismo es especialmente popular en las regiones costeras más llanas, aunque algunos intrépidos se han atrevido a subir al monte Fuji. En Japón, el golf es sinónimo de prestigio, y quien desee pisar un campo de golf deberá contar con una nutrida billetera y cierta influencia en el ámbito empresarial. El coste mínimo de este deporte suele ser de unos 100 dólares (115 euros) diarios.
Los primeros habitantes de Japón fueron pescadores, cazadores y recolectores que llegaron atravesando los puentes de tierra desde Corea, al Oeste, y Siberia, al Norte. También existe la creencia de que grupos de polinesios llegados por mar formaron parte de la mezcla étnica. En el año 300 d.C., el reino Yamato, adorador del sol, había unificado vagamente la nación mediante conquistas y alianzas. El budismo se introdujo desde China a mediados del siglo VI y pronto se convirtió en la religión oficial. La rivalidad entre el budismo y el sintoísmo, la religión tradicional japonesa, se neutralizó al presentarse a las deidades sintoístas como manifestaciones de Buda.

Con el imperio relativamente estabilizado, en especial tras la conquista de los indígenas ainú en el siglo IX, los emperadores de Japón se centraron en el ocio y los intereses académicos en detrimento de las tareas gubernamentales. La familia Fujiwara, noble pero corrupta, ocupaba la mayoría de cargos relevantes en la corte imperial. En las provincias, se estaba gestando un nuevo poder: los samuráis, o clase guerrera, alzaron las armas para defender su autonomía, y mostraron su fuerza ante la capital, Heian (actual Kyoto). El clan Taira eclipsó brevemente a los Fujiwara, pero fue a su vez derrocado por la familia Minamoto en 1185. Tras asumir el rango de shogun (líder militar), Minamoto Yoritomo estableció el centro de poder en Kamakura, mientras el emperador se mantenía como símbolo en Kyoto. Se inició así un largo período de régimen feudal bajo el control de sucesivas familias de samuráis, hasta que el poder imperial se restableció en 1868.

A grandes rasgos, esta época feudal puede dividirse en cinco períodos principales. En la época Kamakura (1185-1333) las tropas mongoles de Kublai Khan invadieron el país repetidas veces. Japón consiguió expulsarlos, pero el debilitado gobierno perdió el apoyo de los samuráis. El emperador Go-Daigo presidió durante los inicios del período Muromachi (1333-1576), hasta que una rebelión planeada y organizada por un samurai descontento, Ashikaga, le obligó a huir hacia las montañas. Ashikaga y sus descendientes gobernaron el país con una eficacia gradualmente decreciente, y Japón se sumió en la guerra civil y el caos. Oda Nobunaga y su sucesor Toyotomi Hideyoshi pacificaron y unificaron las distintas facciones durante la etapa Momoyama (1576-1600). La rápida expansión del cristianismo durante el Siglo Cristiano (1543-1640) fue inicialmente tolerada, y más tarde reprimida con crueldad cuando esta religión intrusa empezó a suponer una amenaza. Durante el período Tokugawa (1600-1867), Tokugawa Ieyasu derrotó al joven sucesor de Hideyoshi y se estableció en Edo (la moderna Tokio). El emperador mantuvo una autoridad puramente simbólica en Kyoto, mientras la familia Tokugawa dirigía al país hacia una época de aislamiento nacional. Se prohibió a los japoneses viajar al extranjero y comerciar con otros países, y los extranjeros residentes en Japón fueron sometidos a una estricta vigilancia. Algunos opinan que la rigidez adoptada en aquellos tiempos para aceptar sin discusión las reglas de la obediencia y la lealtad absolutas perdura en la actualidad.

A principios del siglo XIX, el gobierno Tokugawa estaba estancado y minado por la corrupción. Los navíos extranjeros pusieron a prueba el aislamiento japonés con creciente insistencia, y la hambruna y la pobreza debilitaron el apoyo popular al gobierno. En 1867, Keiki, el shogun en el poder, abdicó de su cargo y el emperador Meiji tomó las riendas del estado, conduciendo al país en una carrera desbocada hacia la occidentalización e industrialización. En 1889 se instauró una constitución de estilo occidental, cuyos principios se fundaban en la conciencia nacional junto con un retorno a los valores tradicionales. La creciente autoestima de Japón quedó demostrada con la cómoda derrota que infligió a China en la guerra sino-japonesa (1894-1895) y a Rusia en la guerra ruso-japonesa (1904-1905). Bajo el mandato del hijo de Meiji, Yoshihito, Japón se alineó con los aliados en la I Guerra Mundial aunque, en lugar de implicarse a fondo en el conflicto, expandió rápidamente su economía mediante el comercio y el transporte. El emperador Hirohito ascendió al trono en 1926. La depresión económica mundial, iniciada en 1930, impulsó un creciente sentimiento nacionalista. La agitación popular propició la consolidación del poder militar: Japón invadió Manchuria en 1931 y entró en hostilidades a gran escala con China en 1937.

Japón firmó un pacto tripartito con Alemania e Italia en 1940 y, cuando fracasaron los esfuerzos diplomáticos para asegurarse la neutralidad de Estados Unidos, el pueblo nipón se incorporó a la II Guerra Mundial con un ataque sorpresa a Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941. En un principio, las tropas japonesas obtuvieron rápidas victorias, impulsando sus frentes de batalla hasta India, la frontera australiana y el centro del Pacífico. La batalla de Midway abrió el contraataque estadounidense, minando la superioridad naval de Japón e inclinando el proceso bélico en su contra. En agosto de 1945, con las fuerzas japonesas en retroceso en todos los frentes, la declaración de guerra de la Unión Soviética y las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos contra Hiroshima y Nagasaki, todo había terminado. El emperador Hirohito anunció su rendición incondicional. Japón permaneció ocupado hasta 1952 por fuerzas extranjeras con el objetivo de desmilitarizar el país y desmantelar el poder del emperador. Gracias a un programa de recuperación, la economía creció con rapidez y Japón se convirtió en la potencia exportadora más importante del planeta, generando enormes beneficios comerciales y dominando en los campos de la electrónica, la robótica, la informática, la producción de automóviles y la banca.

Con la llegada de la década de 1990, las antiguas certezas parecieron desvanecerse: el legendario crecimiento económico del Japón fue disminuyendo hasta su práctica paralización; el Partido Liberal Democrático (LDP), de tendencia conservadora, fue derrocado y reinstaurado al año siguiente; un fuerte terremoto registrado en 1995 arrasó la ciudad de Kobe (un desastre agravado por la lenta reacción del gobierno); y un culto milenario con ambiciones apocalípticas desencadenó un ataque con gas letal en el metro de Tokio en el mismo año.

La llegada al poder de Keizo Obuchi, sucesor del primer ministro Hashimoto, favoreció un positivo cambio de rumbo. Hashimoto había caído, castigado por el electorado debido a la inestabilidad económica. Obuchi trajo consigo unos años de vitalidad económica, pero falleció a causa de un derrame cerebral mientras detentaba el poder. Su sucesor, Yoshiro Mori, se reveló como otro incondicional del LDP. Aunque Mori sobrevivió a un intento de rebelión de su rival, Koichi Kato; contaba con el apoyo popular más bajo entre todos los líderes de la historia japonesa más reciente. Su sucesor es el excéntrico Junichiro Koizumi, que trajo consigo una seductora mezcla de nacionalismo y reforma al gobierno del país. Prometió poner fin a la cultura del nepotismo y se distingue de sus predecesores más recientes por haber sabido crear grandes expectativas entre la población.
Hasta el siglo XIX, el arte japonés estuvo influenciado principalmente por China y Corea, pero la estética característicamente japonesa existía ya desde mucho antes. Existe una fascinación por lo efímero (como en el ikebana, el arte de los arreglos florales), lo sobrio, y las formas que reflejan lo aleatorio de la naturaleza. También se intuye un don para el dibujo, desde los primeros dibujos a tinta Zen hasta los manga (cómics) del Japón contemporáneo. Destaca la pasión desbordada y el interés en lo grotesco o lo extravagante, visible en muchas obras, desde los pergaminos budistas que retratan los horrores del infierno hasta las representaciones de los distintos miembros del cuerpo en los grabados en bloques de madera del período Edo, de una estilización suprema.

La estética japonesa encuentra un cauce excepcional en su arquitectura, desde los gráciles templos sintoístas hasta los elaborados castillos y las casas prácticamente tan sutiles como telarañas (para mantenerse frescas en verano y obtener la máxima flexibilidad en caso de terremoto). Una composición física muy precisa también se evidencia en los jardines japoneses, meticulosamente planificados, por muy espontáneos y caprichosos que parezcan. Las tradiciones escénicas japonesas más famosas son el kabuki (teatro melodramático y espectacular) y el no (teatro formal, con máscaras). Representaciones de ambas modalidades pueden presenciarse en los teatros de Tokio, Kyoto y Osaka. El antiguo gagaku japonés se interpreta con tambores y otros instrumentos similares al laúd, la cítara, el oboe y la flauta. La música pop cuenta con un gran público en Japón, y los grupos punk femeninos han empezado a destacar últimamente en el voraz mundo de la música indie.

Gran parte de la literatura japonesa más antigua fue escrita por mujeres, ya que los hombres escribían en caracteres chinos, copiando los textos y el estilo chinos, mientras ellas, que no tenían acceso a los recursos educativos necesarios para aprender este idioma, redactaban en japonés (hiaigana), produciendo la primera literatura auténticamente japonesa. Entre las pioneras se encuentra Murasaki Shikibu, que escribió una de las obras literarias más importantes del Japón, La historia de Genji, sobre las intrigas de la vida en la corte del antiguo Japón. El venerado poeta Matsuo Basho perfeccionó la poesía haiku en el siglo XVII. Entre otros literatos más modernos se halla el controvertido Yukio Mishima, el provocativo Murakami Ryu, el sofisticado Banana Yoshimoto, y los dos galardonados con el premio Nobel: Yasunari Kawabata (1968) y Kenzaburo Oé (1994).

Quien desee aprender a leer en japonés deberá estar dispuesto a sacrificar varios años. Japón cuenta con uno de los sistemas de escritura más complejos del mundo, ya que se basa en tres alfabetos distintos (cuatro con el alfabeto romano, romaji, cada vez más extendido). Pero, a diferencia de otros idiomas asiáticos, el japonés no es tónico y su sistema de pronunciación puede llegarse a dominar con facilidad. Con un pequeño esfuerzo, el viajero podrá pertrechar un repertorio básico de frases habituales, el único problema radicará en entender la respuesta de los japoneses.

Tanto el sintoísmo (la religión original de Japón) como el budismo (importado de India), el confucianismo (una importación china que más que una religión es un código ético), el taoísmo e incluso el cristianismo, forman parte de la vida social contemporánea en Japón, y de alguna manera contribuyen a definir la visión del mundo desde un prisma nipón. Las religiones, en general, no son mutuamente excluyentes. El sintoísmo surgió como una expresión de la admiración ante los fenómenos de la naturaleza como el sol, el agua, las rocas, los árboles e incluso los sonidos. A todos estos fenómenos naturales se les atribuía un dios particular, venerado en templos erigidos en lugares especialmente sagrados. Muchas creencias sintoístas fueron incorporadas a la práctica del budismo japonés, tras su introducción en el país en el siglo VI.

La comida representa una parte importante del ocio durante una estancia en Japón, y el gastrónomo aventurero descubrirá que la cocina nipona es mucho más que el sushi, el tempura y el sukiyaki, platos que han permitido el conocimiento de esta gastronomía en el resto del mundo. A excepción de los shokudo (restaurantes de todo tipo de comida) y los izakaya (el equivalente de un pub donde también se sirven alimentos), la mayoría de restaurantes japoneses están especializados en un tipo de cocina. En un okonomiyaki (cocínese usted mismo) el cliente escoge una mezcla de carne, marisco y verduras que se fríe en una masa a base de col y otras verduras; en un robatayaki se despachan bebidas y está especializado en platos a la parrilla. Existe una variedad de restaurantes donde la comida se prepara en la mesa del comensal, que acabará degustando un sukiyaki (ternera cortada en finas lonchas, verdura y tofu cocidos en caldo), un shabu-shabu (ternera y verduras que se cuecen removiéndolas brevemente en caldo hirviendo y luego mojadas en salsas) o un nabermono (una sopa comunitaria, en la que cada uno remoja ingredientes crudos preparados en varias bandejas). Se puede comer por un precio relativamente módico si únicamente se acude a los humildes shokudo, o la alimentación se basa en bentos (almuerzos empaquetados para llevar) o teishoku (menús fijos) de los restaurantes más económicos o cafeterías.

El beber es el agente unificador que sostiene la sociedad nipona: hombres, mujeres y numerosos adolescentes lo practican. Su bebida favorita es la cerveza, que puede encontrarse en la práctica totalidad del país: tanto en máquinas automáticas como en alojamientos en los templos. El sake (vino de arroz) se sirve frío o caliente; consumido caliente, su efecto es más rápido. Las resacas de sake son memorables, de manera que hay que tener precaución en su consumo. El té verde japonés contiene mucha vitamina C y teína. Supone una bebida sana y refrescante y se afirma que puede prevenir el cáncer.
Japón se asemeja a un caballito de mar desmembrado que flota a lo largo de la costa oriental del continente asiático. Hace unos diez mil años, durante el último gran deshielo, el nivel del mar se elevó hasta cubrir el tramo de tierra que unía Japón con la masa continental. En la actualidad, Japón está formado por una cadena de islas (cuatro grandes y alrededor de un millar más pequeñas) que abarcan un arco montañoso de 3.000 km de longitud, cuyo pico más elevado, el monte Fuji, se alza simétricamente sobre sus 3.776 m de altitud. Muchas de estas montañas son volcánicas, y benefician a las islas con numerosos manantiales de agua caliente y unos paisajes espectaculares, aunque también conllevan el riesgo de terremotos y tsunami (maremotos). Japón se distingue por ser una de las regiones sísmicamente más activas de todo el planeta. Se estima que el país sufre alrededor de mil temblores anuales, la mayoría insignificantes para ser advertidos sin un equipo detector altamente sofisticado.

La ubicación latitudinal de Japón, que abarca desde un clima subtropical al Sur hasta uno subártico al Norte, implica una amplia diversidad de flora y fauna, aunque gran parte de lo que se aprecia actualmente en el país no es de origen autóctono. Además de la deforestación, contaminación y lluvia ácida, producto de la temeraria carrera hacia la modernidad, la ausencia de fauna endémica se debe a la relativamente reciente importación a gran escala de plantas procedentes de Europa y Estados Unidos. Por fortuna, la inaccesibilidad a gran parte de la topografía montañosa ha preservado zonas de gran belleza natural, sobre todo las regiones alpinas del centro de Honshu y los parques naturales de Hokkaido. Los osos asumen la característica de ser los mamíferos más grandes de la nación; el oso pardo (que habita en Hokkaido) puede alcanzar un tamaño de 2 m y pesar hasta 400 kg. El macaco, un simio de tamaño mediano, y la salamandra gigante únicamente se encuentran en Japón. El gato salvaje iriomote, cuyo hábitat se halla en el grupo de islas de Okinawa, está considerado como un fósil viviente.

Japón se representa a menudo como un vándalo medioambiental, con sus matanzas de ballenas y delfines, la tala de las selvas tropicales y la contaminación del agua y el aire, todo ello en nombre del yen naciente. Y, sin duda, es cierto. Su bajo nivel de concienciación ecológica permite que se mantenga la pesca de arrastre; los productos se empaquetan en exceso, por lo que el consumo se convierte en un simple pasar el paquete; se desprenden con gran facilidad de los electrodomésticos usados; y la demanda de maderas exóticas, procedentes sobre todo de Malasia, sigue en auge. El gobierno actúa con mayor decisión cuando el medio ambiente japonés se halla en entredicho: la contaminación industrial del aire y el agua han disminuido desde los asfixiantes años setenta, aunque la contaminación fotoquímica permanece en Tokio y otros centros urbanos.

La combinación de un terreno montañoso, la longitud del archipiélago y su cercanía a la masa continental implica unas condiciones climáticas muy complejas. El Norte registra unos veranos muy breves y largos inviernos con fuertes precipitaciones de nieve, mientras que las islas meridionales son en general más templadas y húmedas. La mayoría de la nación oscila entre ambos extremos. En los meses invernales (de diciembre a febrero), el aire frío y seco de Siberia colisiona con las masas de aire más húmedo del Pacífico, causando nevadas masivas en la zona occidental. Los meses estivales (de junio a agosto) están dominados por los vientos cálidos y húmedos del océano, produciendo altas temperaturas y un elevado nivel de humedad en todo el territorio. El final del verano coincide con la temporada de los tifones, con lluvias torrenciales y fuertes vientos, sobre todo en las regiones costeras.
Japón enlaza por vía aérea con todos los países del planeta, y aunque los vuelos internacionales suelen llegar a Tokio, también pueden aterrizar en otros aeropuertos nipones. Es preferible evitar el impersonal aeropuerto de Narita (Tokio), que puede brindar una desagradable y monótona introducción a Japón. En el aeropuerto internacional de Kansai se debe abonar una tasa de salida de 25 dólares (29 euros), mientras que el resto de aeropuertos internacionales no aplican ninguna.

Existen algunas opciones de transporte marítimo entre Japón y Corea del Sur. La más económica, el transbordador Shimonoseki-Pusan, cruza de noche el mar de Japón en ambas direcciones. Entre Fukuoka y Pusan navega un hidrodeslizador super rápido (3 horas) y un transbordador (15 horas). Respecto a China, varios transbordadores unen Shanghai con Osaka, Kobe y Nagasaki; también se ha habilitado un transbordador semanal de Kobe a Tanggu (cerca de Tianjin). Hacia Taiwán, un transbordador semanal zarpa de Okinawa. Para los viajeros que deseen embarcar en el tren transiberiano hasta Moscú, se ofrece un servicio semanal de transbordadores entre Yokohama y el puerto ruso de Nakhoda, cerca de Vladivostok.
Para viajar desde las islas mayores a las menores, el transporte aéreo resulta muy eficaz y no suele ser mucho más caro que el tren. Merece la pena comprobar si se tiene derecho a algún descuento; se aplican algunos realmente insólitos (por ejemplo, JAL ofrece un descuento a los grupos de tres o más mujeres que viajen juntas; o a marido y mujer si sus edades suman un mínimo de 88 años). El ferrocarril es el medio de transporte por excelencia en Japón. Los trenes se caracterizan por su rapidez, frecuencia, limpieza, confortabilidad pero, a menudo, resultan muy caros. Los servicios abarcan desde las pequeñas líneas locales hasta los grandes expresos shinkansen, o trenes bala, que se han convertido en un símbolo del Japón moderno. Los trenes shinkansen pueden alcanzar una velocidad de hasta 270 km/h, son muy eficientes y admiten el abono de tren. Estos abonos deben comprarse por adelantado en el extranjero y son válidos para la mayoría de servicios de los Ferrocarriles Japoneses. Los autobuses rápidos interurbanos suelen ser más lentos que el tren, pero mucho más económicos. A menos de contar con una litera, el viaje nocturno en un asiento reclinable de autobús es preferible a un asiento en el tren.

Conducir en Japón es mucho más factible de lo que suele creerse. No se aconseja sentarse al volante en pleno Tokio, pero en otros centros urbanos las calles están bastante bien señalizadas en inglés, los conductores se comportan con urbanismo y precaución, la gasolina no es más cara que en Europa y aparcar no resulta tan difícil como lo sugiere la mitología popular. La motocicleta puede ser un medio de transporte excelente para recorrer el país; en muchas localidades se pueden alquilar motocicletas de 50 cc, ideales para desplazarse entre los distintos puntos de interés, y que no requieren permiso de conducir. En Japón se circula por la izquierda.

Explorar el país en bicicleta es perfectamente factible. El secreto para pedalear a gusto es alejarse de las principales carreteras, muy transitadas, y decantarse por las carreteras secundarias. Los transbordadores brindan la oportunidad de visitar ciertos enclaves que sin ellos quedarían inexploradas. La red más densa de transbordadores conecta Kyushu, Shikoku y la costa meridional de Honshu Occidental, a través del mar Interior. Los transbordadores también unen las islas principales con las numerosas islas de menor tamaño cercanas a la costa y las que se extienden hasta Okinawa y, más allá, hacia Taiwán.

El transporte local suele ser eficaz. Las principales ciudades cuentan con un sistema de metro, que es la forma más rápida y cómoda de desplazarse. La mayor parte de ciudades japonesas cuentan con servicio de autobuses, pero a muchos extranjeros les resulta difícil orientarse con ellos. Los tranvías, que circulan por diversas urbes, son más fáciles de utilizar. Los taxis son muy cómodos pero (quelle surprise) más caros.

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