jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Portugal

Portugal es uno de los destinos más económicos y fascinantes de Europa. Goza de un rico pasado marinero, soberbias playas, melancólicos pueblos y ciudades y un paisaje de olivos, viñedos y trigales. Cuatro décadas de dictadura, entre 1926 y 1968, dejaron al país luso totalmente al margen del progreso económico y de los centros de poder europeos; aunque ha dedicado gran parte de los últimos veinte años a intentar avanzar desde la periferia, forjando nuevos vínculos con el resto del continente europeo, reestructurando su economía y esforzándose por mantener lo mejor de su cultura nacional. La lucha entre tradición y modernidad aún hoy continúa; mientras Portugal fluye hacia la corriente económica de la Unión Europea, todavía parece mirar con nostalgia sobre su hombro y allende los mares sus dominios de ultramar que incorporó al imperio en el siglo XV, y que se extendían por África, Brasil, la India y el Lejano Oriente.

De clima templado, el país luso puede disfrutarse especialmente entre los meses de abril a octubre, época en la cual el tiempo es en general muy agradable; este ambiente es la tónica general en el Algarve durante todo el año. Las lluvias, presentes entre noviembre y marzo, son abundantes en el extremo norte y en la Serra da Estrela, cordillera situada en el centro del país. La temporada de esquí centra los meses de enero a marzo, pero siempre es preferible en febrero. La mayor afluencia de turismo se concentra entre mediados de junio y septiembre, exceptuando el Algarve, donde el flujo turístico tan sólo desciende hacia finales de invierno. El Carnaval y la Semana Santa se celebran con gran esplendor por todo el país, de modo que es preferible plantear un viaje a Portugal para cualquier otra época del año.

Lisboa
Lisboa, la capital, se alza a orillas del río Tajo. El bajo horizonte de la ciudad, su ambiente sencillo y su agradable mezcla de estilos arquitectónicos se combinan de tal forma que la convierten en la urbe preferida por muchos visitantes. A pesar del esfuerzo requerido para franquear sus colinas, es bastante sencillo orientarse en la ciudad, ya que la mayoría de las actividades cotidianas se concentran en la parte baja de la misma.

Uno de los atractivos más notables de Lisboa es el Mosteiro dos Jerónimos, cuya construcción se inició aproximadamente en 1502 y culminó hacia finales de siglo. Este edificio resistió el gran terremoto de 1755 y, actualmente, sigue siendo el ejemplo más claro de la arquitectura manuelina lisbonesa. Cerca de allí se alza la Torre de Belém, monumento de estilo manuelino situado sobre el río Tajo, probablemente el más fotografiado de Portugal.

Lisboa cuenta con numerosos museos de interés, entre los que destacan el Museu Nacional do Azulejo, que contiene una magnífica exposición de azulejos decorativos; el Museu Nacional de Arte Antiga, que alberga la colección nacional de obras de pintores portugueses; y el inmenso Museu Calouste Gulbenkian, considerado el mejor de Portugal, con exposiciones de pintura, escultura, alfombras, monedas y cerámicas de todo el mundo.

Otros puntos de interés son los barrios de Baixa y Alfama. Aquí se pueden encontrar algunos de los lugares más antiguos y maravillosos de la ciudad: una anarquía de calles empedradas, plazas y callejuelas que alberga mercados y artesanos, edificios pintorescos y castillos.

Lisboa dispone de una amplia variedad de alojamientos y restaurantes a buen precio, casi todos ellos en el centro de la ciudad. Ofrece al visitante una animada vida nocturna, con bares de copas, discotecas, locales donde bailar al ritmo del jazz y de la música africana o turbarse con un fado. Los partidos de fútbol locales y las corridas de toros son las mayores emociones para disfrutar durante el día.

Sintra
El pueblo de Sintra se extiende inmediatamente al noroeste de Lisboa; durante mucho tiempo, fue el lugar de veraneo preferido de la realeza portuguesa y de la nobleza inglesa (a Lord Byron le enloquecía). Aún hoy conserva su atractivo, con su entorno densamente arbolado, sus románticos jardines y su encantadora simplicidad. Unos cuantos palacios y ruinas dominan la población; entre ellos, el Palácio Nacional de Sintra, una interesante mezcla de arquitectura manuelina y gótica, y el Palácio Nacional da Pena. Nada más salir de la ciudad, se encuentran los laberínticos jardines Monserrate Gardens ; un poco más lejos, se halla el Convento dos Capuchos, una diminuta ermita del siglo XVI escondida en el bosque, con celdas excavadas en la roca y forradas de corcho.

Évora
El pueblo amurallado de Évora es una de las joyas arquitectónicas de Portugal. Situado en un entorno de olivares, viñedos, trigales y flores primaverales, es un lugar con mucho encanto, con callejuelas de sentido único, tan estrechas que los espejos retrovisores de los coches corren un gran peligro.

Su mayor punto de interés es la Praça do Giraldo, donde se encuentran la catedral Sé, que cuenta con un museo de tesoros eclesiásticos, el Templo Romano, y la Igreja de São Francisco, que alberga una macabra capilla de osarios construida con los huesos y calaveras de miles de personas.

Lagos
Situado en la costa sur del Algarve, Lagos es uno de los complejos turísticos más populares del país. Casi todos los viajeros se sienten fascinados por sus soberbias playas; entre ellas, Meia Praia, una enorme franja de arena hacia el este, y Praia do Pinhão, situada más al sur, en una zona más aislada. Entre los servicios que facilita a los turistas destaca el alquiler de bicicletas, ciclomotores y caballos, así como las excursiones en barco desde el puerto. Además del sol y la arena, Lagos cuenta con un interesante museo municipal, que presenta exposiciones de tesoros eclesiásticos y artesanía.

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