jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Marruecos

Marruecos representa el seductor labio inferior de esa boca que es el mar Mediterráneo, una tierra musulmana tan llena de misticismos que parece desplazarse como una alfombra mágica por algún lugar entre el mito y la realidad. Tánger, Casablanca, Marrakech; bastan los nombres de estas tres ciudades para evocar el aroma de especias en el olfato de los viajeros más experimentados. Muchos destinos marroquíes han sido mitificados, con razón, pero el visitante puede que lamente la párdida de esa imagen. Sin embargo, otros exaltarán la singular historia viva del país, su deslumbrante luz, su arte. La realidad yace en algún punto intermedio.

Marruecos es el punto de partida idóneo para quien viaja a África. Está a un salto de Europa y puede resultar un lugar acogedor, bullicioso y estimulante. En los mercados al aire libre de todo el país se encuentran innumerables alfombras, artículos de madera y joyas. A excepción del hachís, la principal materia prima del país es el cuero, considerado uno de los más suaves del mundo.

En la costa, el clima es agradable prácticamente durante todo el año, aunque en el norte en invierno puede refrescar y aumentar la humedad. En las llanuras, la época más propicia para el turismo es la que abarca los meses de octubre hasta abril, puesto que en ella los días son cálidos o calurosos (alrededor de los 30ºC) y las noches son frescas e incluso frías (aproximadamente 15ºC). En las regiones de mayor altitud se precisa ir bien preparado de cara al invierno. Si se proyecta visitar las montañas, la temporada de esquí suele desarrollarse entre diciembre y marzo. En la mayoría de viajes dedicados al trekking en temporada alta (del 15 de junio al 15 de septiembre) es aconsejable reservar previamente el alojamiento.

Rabat
La capital, cuarta ciudad imperial, es una curiosa mezcla de la tradición histórica consolidada en un largo pasado y la modernidad establecida en el presente. Abd al-Mumin la fundó en el siglo XII, y utilizó la kasbah ("fortaleza") como base para luchar contra los españoles. Durante este período se construyeron sus edificios más famosos, como la torre Hassan y la Kasbah des Oudaias. Bastión para los musulmanes expulsados de España a principios del siglo XVII y capital del país sólo a partir de la ocupación francesa, en 1912, la atmósfera de Rabat recibe influencias del Islam y de Europa en casi idéntica medida. Pocos habitantes de Rabat están involucrados en el negocio turístico, lo que significa pasear por los mercados sin tener que protegerse contra la excesiva presión de los vendedores.

Uno de los monumentos más famosos es la torre Hassan, el alminar inacabado de la gran mezquita, iniciado por Yacub al-Mansur. Un terremoto interrumpió su construcción en el año 1755. A su lado se alza el mausoleo de Mohammed V, abuelo del actual rey. La Kasbah des Oudaias, construida en el risco que se levanta sobre el Atlántico, alberga un antiguo palacio convertido en museo de arte tradicional. Más allá de las murallas se encuentran los restos de la antigua ciudad de Salé, cuyo Museo Arqueológico es uno de los más interesantes de Marruecos.

Entre el histórico parque central (los Jardins Triangle de Vue ) y la principal estación de tren están localizados la mayoría de hoteles y restaurantes de Rabat. Los abundantes bares y cafeterías de esta zona disponen de toda la cerveza, kebabs, pizza, aceitunas y helados que uno pueda desear. El aeropuerto internacional Mohammed V se halla a poca distancia al este de la ciudad y muchos autobuses cubren el trayecto.

Casablanca
De todas las ciudades del mundo, Hollywood eligió Casablanca para inmortalizarla como el clásico enclave de sabor exótico y colonial. Los que esperen encontrar a un taciturno Humphrey Bogart en cada esquina se llevarán una gran decepción. Esta localidad no puede definirse como tranquila: es la mayor urbe de Marruecos y su centro industrial; una enorme e impetuosa metrópoli donde las burnouses (prenda tradicional) marroquíes parecen fuera de lugar ante la masiva presencia de los elegantes trajes propios de Occidente y las gafas de sol de marca.

Esta ciudad portuaria sufría una grave decadencia hasta que los franceses, cuando convirtieron Marruecos en su Protectorado en 1912, decidieron restaurarla y construyeron grandes avenidas, parques públicos e imponentes edificios civiles de estilo morisco. La medina o barrio antiguo de Casablanca merece una visita, y la mezquita de Hassan II es una de las más grandes del mundo. En la plaza Mohammed V se encuentran los ejemplos más impresionantes de arquitectura morisca. Casablanca comparte el aeropuerto Mohammed V con Rabat, en el que se programan vuelos regulares desde y hacia Europa y Oriente Medio.

Marrakech
Catalogada como uno de los centros culturales más importantes de Marruecos, Marrakech es una activa ciudad famosa por sus mercados y festivales. En su trepidante núcleo urbano se encuentra la plaza Djemaa el Fna. Declarado patrimonio oral de la humanidad por la Unesco en mayo de 2001, este inmenso espacio abierto en el barrio antiguo acoge a malabaristas, narradores de cuentos, encantadores de serpientes, magos, acróbatas y toda una gama de lunáticos inofensivos. Sus zocos (mercados) se caracterizan por estar entre los mejores del país. Marrakech cuenta con una amplia oferta de hoteles asequibles que facilitan la exploración de la parte antigua de la ciudad.

Entre los muchos atractivos del barrio antiguo destaca el anexo de la mezquita Koubba Ba'adiyn, de un peculiar estilo almorávide, la magnífica mezquita Koutoubia y el palacio Dar Si Said (donde se encuentra el Museo de las Artes Marroquíes). Los servicios de trenes y autobuses ofrecen trayectos regulares que comunican esta urbe del interior con Casablanca y Rabat.

Fez
La más inmemorial de las ciudades imperiales, Fez, es quizá uno de los símbolos de Marruecos. Sus laberínticas calles y su apagado esplendor potencian su aire misterioso y arrogante. La Medina de Fez el-Bali (antiguo Fez) es uno de los mayores emplazamientos medievales que existen en el mundo, y las puertas y murallas que le rodean potencian su magnificencia. A diferencia de muchas poblaciones fortificadas de su época, Fez no ha modificado sus límites originarios. Sus habitantes se han expandido hacia el suroeste y las laderas, formando un arco que se dibuja de norte a sur de la zona nueva.

En la parte antigua, compuesta por 9.400 calles y callejuelas, se alza la Medersa Bou Inania, una escuela teológica construida en 1350. No lejos de este lugar se encuentra el Henna Souq, mercado especializado en tintes para el cabello y para tatuar las extremidades de las mujeres. Junto a la vieja urbe amurallada aparece Fez el-Jdid, sede de la comunidad judía, formada por edificios espectaculares. Entre las dos está emplazado Dar Batha, denominado en la actualidad Museo de Batha. La mejor manera de llegar a Fez es en ferrocarril desde Rabat, Marrakech o Tánger.

Tánger
Tánger es un emplazamiento irresistible y un popular puerto de entrada de turistas, además de haberse convertido en el lugar de residencia de algunos de los mayores delincuentes internacionales. Ubicada en el extremo norte de Marruecos, conserva un carácter cosmopolita y una fundada reputación de inspirar turbios negocios y extraños desajustes.

El céntrico zoco chico es su principal atracción. Cuando Tánger era territorio internacional, entre 1923-1943 y 1945-1956, además de haberse convertido en el punto de encuentro de intelectuales y artistas de todo el mundo, esta zona servía de escenario a sórdidas formas de vida; en la actualidad todavía mantiene esta característica. La Kasbah es uno de los monumentos más atrayentes; en su interior alberga el antiguo palacio del sultán, Dar el-Makhzen, del siglo XVII, convertido en un interesante museo. Tánger dista cinco horas en tren de Rabat y desde España se arriba fácilmente en transbordador; también desde Gibraltar.

0 comentarios:

Design konnio.com