jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Reunión

Más conocida en la Métropole (es decir, Francia) que más allá de las fronteras galas, Reunión ofrece espectaculares maravillas naturales. La carencia de playas afamadas probablemente influya en la escasez de turismo de masas, pero todo lo que le falta a la isla al nivel del mar queda más que compensado con su impresionante región montañosa. Sus imponentes montes y desfiladeros ofrecen una cantidad ingente de posibilidades a los aficionados al senderismo. El amante de Nepal o Nueva Zelanda adorará Reunión, que posee similares posibilidades para el trékking y el senderismo, pero con un matiz tropical.

Además, se puede vivir a lo grande, ya que sus habitantes disfrutan de la mayoría de los lujos procedentes de Francia. Esto, lamentablemente, se refleja en unos precios tan elevados como las cimas de sus montañas. ¡Ojo! Quien viaje a Reunión con poco dinero se arriesga a ser repatriado por misérable.

El clima constituye el principal factor que se debe tener en cuenta si se desea conocer todo lo que Reunión puede ofrecer. La única época del año en que puede practicarse el senderismo en la espectacular región montañosa de la isla coincide con la estación seca, de abril a septiembre. El inconveniente a la hora de planificar el viaje según la climatología se basa en el elevado índice de turismo durante un mismo período. Se recomienda reservar con mucha antelación, especialmente en temporada alta. Abril, mayo y las fechas que coinciden con las vacaciones escolares francesas, entre finales de julio y comienzos de septiembre, aparecen como las épocas de mayor afluencia turística, y en agosto se corre el riesgo de no encontrar hospedaje si no se ha reservado previamente. Igualmente, es la temporada alta para practicar el senderismo. El momento de menor actividad se localiza en febrero y marzo, cuando el peligro de ciclones es mayor. El cambio de estación suele producirse en abril, un buen momento para efectuar una visita; pero para disfrutar al máximo del lugar y el clima, mayo y junio quizá resultarán los mejores meses.

Saint-Denis
Saint-Denis es una capital atractiva, animada y cara. Hasta los visitantes que dispongan de una buena cantidad de dinero pueden sentirse un poco aislados si no cuentan con amigos locales que les presenten en el café set. Aunque conocida en algunos rincones como el París del océano Índico, en Saint-Denis no se encontrarán miles de desaliñados estudiantes que viajan con un reducido presupuesto. En su lugar, habitan legiones de trabajadores llegados de Madagascar, Mauricio, el continente africano y la Unión Europea -legales e ilegales- tratando de encontrar empleo.

El área chic de la ciudad lo constituye Le Barachois, el paseo marítimo de Saint-Denis, en el extremo oriental. Se emplazan los bares y terrazas más elegantes, así como el hotel Le Saint-Denis, uno de los más lujosos. En Saint-Denis se alzan impresionantes mansiones criollas. Lo idóneo es pasear sin rumbo fijo. Entre otros puntos de interés destacan el monumento a los Caídos; el Ayuntamiento, considerado uno de los edificios más bellos de la urbe; la catedral de Saint-Denis; y la prefectura, cuya construcción se inició en 1735 y sirvió como sede de la Compañía francesa de las Indias. El gran mercado supone el principal mercado artesanal, en el que se puede encontrar una mezcolanza de productos, desde objetos malgaches de madera hasta especias, cestos y muebles.

Los distritos de las colinas que se levantan detrás de Saint-Denis ofrecen fantásticas vistas de la capital, y conforman el punto de partida de excursiones a la Roche écrite, un pico de gran altura que suele estar oculto entre nubes. Aunque técnicamente no se encuentra en el circo de Mafate, proporciona una vista espectacular del circo inferior. El amanecer resulta el momento indicado para verlo.

Saint-Gilles-les-Bains
Quizá el ambiente playero no resulte la principal atracción de Reunión, pero en ocasiones nadie lo diría. Los fines de semana y durante los períodos vacacionales, Saint-Gilles-Les-Bains se encuentra abarrotada. En un domingo cálido y soleado, la ciudad puede compararse a las poblaciones de la Costa Brava, con restaurantes y playas hasta los topes y atascos a lo largo del día, con un tráfico especialmente intenso hacia Saint-Denis. La actividad se concentra en los 20 km de laguna y playa de blanca arena coralina que se extienden desde Boucan Canot hasta La Souris Chaude (literalmente, el Ratón Caliente). A ambos lados de esta zona, la arena es de color negro, de origen volcánico.

Durante el siglo XIX, el pequeño pueblo pesquero de Saint-Gilles-Les-Bains pertenecía a la familia Desbassyns. Tras la llegada de la carretera desde Saint-Paul, en 1863, el pueblo fue descubierto por los veraneantes, y su popularidad ha ido en aumento desde entonces. El Museo de Villéle, que acogió la residencia de la acaudalada y poderosa madame Panon-Desbassyns, ofrece visitas guiadas. Panon-Desbassyns fue una magnate del café y el azúcar que contaba entre sus posesiones con 300 esclavos. Cuenta la leyenda que, castigada por su crueldad, sus gritos atormentados pueden oírse aún cuando el volcán entra en erupción.

Aproximadamente a 1 km hacia el interior, se encuentra una zona de aparcamiento. De ahí nace un camino que conduce a un antiguo sistema de irrigación y abastecimiento de agua. La zona comprende una imponente serie de cascadas y estanques. El estanque de Cormoran, al que se accede por un sendero inferior que parte del canal de irrigación, es el más practicable. Cuando el nivel del agua alcanza el adecuado, las cascadas proporcionan un lugar excelente para nadar y una alternativa a la playa en los días más cálidos.

Saint-Paul
Saint-Paul es una ciudad atractiva que merece algunas horas de exploración, pero que suelen olvidar quienes la atraviesan en busca de las olas y la arena blanca situadas más al Sur. Como antigua capital de Reunión, Saint-Paul posee un aire tropical y colonial, con edificios históricos a lo largo de su paseo marítimo flanqueado por cañones a los que dan sombra desgreñados cocoteros. El único enclave factible de ser considerado una atracción es el luminoso y bien conservado cementerio Martin, próximo al extremo sur de la urbe, un bello lugar para pasear y rememorar el pasado tumultuoso, renegado y mercantil de la isla. El cementerio contiene las tumbas y restos de escritores, granujas y ciudadanos respetables de Reunión. La sepultura más interesante es la última morada del pirata Olivier Levasseur, La Buse (El Halcón), marcada con el símbolo pirata de la calavera con las tibias cruzadas. Tras robar una fortuna, La Buse se instaló en Madagascar, y fue el último pirata del océano Índico en ser aprehendido. Tras su captura, fue llevado a Saint-Paul y ahorcado en 1730. En la actualidad algunos persisten en la búsqueda de su tesoro en Mauricio, las islas Seychelles y Reunión.

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