jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Malta

Megalitos, mazmorras medievales y la gruta de Calipso: Malta no es sólo antigua, es absolutamente mítica. Las estrechas calles adoquinadas de sus pueblos están llenas de catedrales normandas y palacios barrocos, y en su campiña pueden verse algunas de las estructuras construidas por el hombre más antiguas que se conocen. Malta ha sabido sacarle provecho a su romántico pasado, plagado de constructores de templos megalíticos y de célibes caballeros en campaña, para activar una industria turística formidable. Y todo esto sin que sus islas estén atestadas de edificios de apartamentos para veraneantes (al menos, todavía no). Ante la modernización, su arraigada cultura católica ha contribuido a que los malteses conserven una comunidad bien organizada e integrada, y ha evitado el desarrollo descontrolado. El resultado es que los viajeros pueden disfrutar de una reconfortante combinación de comodidad y auténtico atractivo local, y de un buen lugar para relajarse por mucho menos dinero que en otros destinos similares del Mediterráneo.

A pesar de su carácter tranquilo, los malteses pasan buena parte del año lanzando confeti mientras pasean las imágenes de sus santos patronos por las calles, y brindando por los Caballeros de San Juan. La temporada de los festivales religiosos dura seis meses y termina justo a tiempo para las vacaciones. Sin embargo, quien haya tomado demasiado nuégado y vino siempre puede viajar a las diminutas islas vecinas de Gozo o Comino para gozar de total paz y tranquilidad.

La mejor época para visitar Malta es el intervalo de febrero a junio, entre la estación lluviosa (por llamarla de alguna manera) y el caluroso verano mediterráneo. Además, en esta época es cuando los precios de las habitaciones de los hoteles bajan hasta un 40% con respecto a los de la temporada alta, que abarca desde finales de junio a agosto. Septiembre y octubre también son buenos meses para viajar a Malta.

La Valletta
Para quien alguna vez se haya preguntado cuál sería el premio por salvar a Europa, La Valletta es la respuesta. Bautizada en honor al caballero que acaudilló la resistencia de Malta al asedio turco de 1565, esta localidad se convirtió en la ciudad de los Caballeros de la Orden de San Juan y en la sede del gobierno maltés. Mientras viajaba por el Mediterráneo, Walter Scott la describió como "la ciudad construida por caballeros para caballeros". En la actualidad es una villa amurallada del siglo XVI, excelentemente conservada y lo bastante pequeña como para recorrerla en unas pocas horas de manera fresca y descansada, a pesar del sol del Mediterráneo. De hecho, las calles fueron trazadas con gran cuidado para que por ellas penetraran las brisas frescas del puerto.

La Valletta, un rectángulo desigual en la punta de una península en la costa noreste de Malta, mide pocos cientos de metros de lado a lado en cualquier dirección y está rodeada de agua por el Norte, el Este y el Sur. Desde la puerta de la Ciudad, en el extremo suroeste, es posible caminar hasta el centro atravesando una serie de plazas rodeadas de palacios y catedrales. Uno de los palacios más espléndidos es el Auberge de Castille, antaño la sede de las lenguas (divisiones de la Orden de San Juan) española y portuguesa. En la actualidad, este palacio es la sede de la oficina del primer ministro y no está abierto al público.

Entre los numerosos y magníficos jardines de La Valletta se encuentran los de Upper Barrakka, que en sus orígenes fueron los vergeles privados de los Caballeros de San Juan italianos; desde allí se puede disfrutar de una vista fabulosa del Grand Harbour (Gran Puerto) y de Cottonera. La concatedral y Museo de San Juan presenta una fachada austera, pero su interior es una obra maestra barroca en cuyo suelo se yuxtaponen lápidas de mármol que conmemoran a los caballeros. El museo alberga una impresionante colección de tapices flamencos y dos cuadros del maestro italiano Caravaggio.

El otro museo importante de la ciudad, el palacio del Gran Maestre, funciona también como la sede de las oficinas del presidente y del Parlamento. Este museo contiene una enorme cantidad de tapices, frescos y frisos que conmemoran el Gran Asedio. En el fuerte de San Telmo, en la punta noreste de la ciudad, los guías van disfrazados de caballeros y se realizan representaciones de batallas históricas.

Mdina
Esta ciudad de 3.000 años de antigüedad, y que fue en el pasado el centro político de Malta, está llena de edificaciones normandas y barrocas y de angostas calles adoquinadas. Situada sobre un saliente rocoso a unos 15 km al oeste de La Valletta, la llamada Città Notabile en el Medievo ofrece una imponente vista de la isla. El edificio medieval que mejor se conserva es el Palazzo Falzon, construido en 1495, de estilo normando. Mdina cuenta con una hermosa piazza (plaza) principal, donde se encuentra la catedral Siciliano-Normanda. Esta iglesia católica del siglo XI es uno de los pocos edificios que sobrevivió al terremoto de 1693. El museo de la catedral contiene una colección de xilografías de Durero. No muy lejos, en el barrio de Rabat (arrabal), se encuentra el interesante Museo de Antigüedades Romanas, que contiene objetos de los mil años de dominio romano de la isla.

Hagar Qim
Es fácil transportarse a la Prehistoria en estos templos megalíticos. Edificados en tiempos muy remotos (3800 a.C.), Hagar Qim y los otros templos neolíticos de Malta son las estructuras construidas por el hombre más antiguas que se conocen. Este complejo está adornado con tallas de animales, ídolos, altares de sacrificios y cámaras de oráculos, todos ellos ejecutados exclusivamente con herramientas de sílex y de obsidiana. Las gigantescas losas de piedra caliza forman una serie de óvalos cuyo diseño ha sido comparado por algunos arqueólogos con las estatuillas de la Diosa Madre halladas en el lugar. La vista sobre el Mediterráneo y la cercana isla de Filfla que se divisa desde aquí es una de las mejores que se pueden disfrutar en Malta. Hagar Qim y el vecino templo de Mnajdra están cerca del pueblo de Qrendi, situado a unos 15 km al suroeste de La Valletta.

Gozo
Gozo posee un carácter propio, distinto al de las otras islas. Su campiña es más bonita que la de su vecina de mayor tamaño, el ritmo es más lento y se ven muchos menos turistas. La isla cuenta también con sus muestras de arquitectura medieval y de templos prehistóricos, lo que hace de ella un lugar ideal para escapar del trillado circuito turístico y a la vez experimentar lo mejor de Malta. En Victoria, el centro de la actividad comercial de la isla, se respira un apacible aire del siglo XVII. La vista desde la Ciudadela, o Gran Castello, abarca la isla entera. La casa Normanda, en el área de la Ciudadela, contiene un interesante museo de objetos tradicionales.

Se puede seguir los pasos de Ulises en la gruta de Calipso, en los acantilados que miran hacia la bahía Ramla, en la costa noreste. Otras oportunidades de practicar espeleología son las cuevas de Alabastro, en la aldea de Xaghra, a un par de kilómetros al suroeste de la bahía Ramla. El complejo de templos de Ggantija, también cerca de Xaghra, es el más espectacular de Malta.
Cottonera
Las tres ciudades fortificadas de Birgu (Vittoriosa, Senglea y Cospicua, conocidas sencillamente como Las Tres Ciudades) forman Cottonera. El nombre proviene del Gran Maestre hospitalario Nicolás Cottoner, que en el siglo XVII construyó la línea de bastiones que protegen la zona, considerada el ejemplo más llamativo de la arquitectura militar europea de su época. Centro de construcción naval desde la Edad Media, Cottonera está fuera del área más frecuentada por los turistas en Malta, y permite hacerse una idea de cómo es la vida diaria en la isla. En el Museo Marítimo se exhiben objetos relacionados con la historia naval del archipiélago. Quienes gusten de lo macabro pueden visitar el mal llamado Folk Museum, en el palacio del Inquisidor en Vittoriosa. En él se exponen instrumentos usados por los inquisidores, y es posible asomarse a la Sala del Juicio y a la mazmorra. A unos pocos kilómetros hacia el suroeste se encuentra el Hypogeum, situado en el suburbio de Paola. Consiste en una red subterránea de cuevas, túneles y habitaciones, de 4.400 años de antigüedad, todos excavados en la roca con herramientas de sílex.

Mar Interior
En este tramo de la costa occidental de Gozo se encuentra una de las playas más hermosas del Mediterráneo. El mar Interior (Inland Sea), situado en las proximidades de Dwejra, es una apartada piscina natural de aguas cristalinas y arena con guijarros, resguardada por escarpados riscos. La principal atracción de la zona es Azure Window (Ventana Azul), un gigantesco arco excavado en la roca.

Comino
Comino es la más pequeña, y la más tranquila, de las islas del archipiélago maltés. Aquí no circulan coches y sólo hay un hotel. Aparte de unos pocos viajeros, los únicos habitantes son un puñado de agricultores. En ella, prácticamente lo único que se puede hacer es escalar las rocas de la costa y nadar o bucear con tubo en las muchas bahías resguardadas.

Mosta
Mosta es famosa por su enorme iglesia, que contiene una de las cúpulas sin apoyo más grandes del mundo, con un diámetro de 40 m. Este templo fue diseñado por el arquitecto maltés Giorgio Grognet de Vassé, cuyo proyecto se inspiraba en gran medida en el Panteón de Roma.
Con aguas templadas, 30 m de visibilidad e impresionantes paisajes submarinos, Malta es ideal para el submarinismo. En las aguas de la costa noreste de Gozo, cerca de Marsalforn, se encuentran los mejores lugares para practicarlo. La bahía de St. George, en la costa sureste, es otro buen sitio para una zambullida. En Comino, sobre todo en una sima de 40 m en Ras I-Irieqa, en la punta suroeste de la isla, también pueden efectuarse interesantes inmersiones.

A pesar de su litoral abrupto, Malta cuenta con algunas buenas playas. En las bahías Dorada y de Gnejna, en la costa noroeste, y en la de St. George, las aguas son tibias y tranquilas y hay buenas playas de arena. En Gozo, la mejor playa es la de bahía Ramla.

Todas las islas del archipiélago son excelentes para caminar. Gozo y Comino son lo bastante pequeñas como para recorrerlas en un día o menos, y en Malta no existen grandes distancias.
La peculiar ubicación de Malta, cerca de las principales rutas comerciales mediterráneas, y a la vez apartada, ha hecho que la isla haya pasado por largos períodos de aislamiento interrumpidos por episodios, generalmente violentos, de intrusión extranjera. Los templos megalíticos que datan de hasta el 3800 a.C. constituyen el legado más antiguo del archipiélago. Hacia el 800 a.C., los fenicios colonizaron las islas y se quedaron unos seiscientos años. En el 208 a.C., los romanos convirtieron a Malta en parte de su imperio.

Aparte de la estancia de Ulises en Gozo (conocida como la Isla de Calipso), el visitante más famoso fue el apóstol San Pablo, que según la leyenda naufragó en Malta en el año 60 d.C. y aprovechó el accidente para evangelizar a los isleños, aunque en la actualidad, estudiosos de la Biblia y científicos opinan que probablemente la nave de San Pablo se hundió en Cefalonia, en Grecia. Siguieron varios cientos de años de pacífico aislamiento, hasta que en el 870 llegaron los árabes del norte de África. Éstos ejercieron una poderosa influencia sobre los malteses, introdujeron los cítricos y el algodón y alteraron el idioma. Invasores normandos que arribaron desde Sicilia expulsaron a los árabes en 1090, y durante los cuatrocientos años que siguieron, Malta permaneció bajo el dominio siciliano.

En 1530, el emperador de España Carlos V regaló la isla a los Caballeros de la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, o del Hospital. Esta orden, que se formó durante las Cruzadas para atender y proteger a los peregrinos a Tierra Santa, era una de las escasas opciones al alcance de los miembros más jóvenes de las familias aristocráticas europeas que no estaban en condiciones de heredar propiedades. Los caballeros fortificaron la isla justo a tiempo para una invasión de 30.000 turcos en 1565. Éstos sitiaron Malta durante tres meses, pero entre los setecientos hospitalarios y los ocho mil malteses se las arreglaron para mantenerlos a raya. Los caballeros fueron proclamados los salvadores de Europa y, por sus esfuerzos, se les recompensó con una ciudad recién diseñada y fortificada: La Valletta.

Con la fama y el poder llegó la corrupción, y los caballeros se convirtieron en piratas. Para cuando Napoléon llegó en 1798, se habían debilitado demasiado como para oponer resistencia. Fueron los británicos quienes ayudaron a los malteses a luchar contra los franceses, y en 1814 Malta ya era una colonia británica. Gran Bretaña transformó al país en una importante base naval, convirtiéndolo así en un atractivo blanco para las potencias del Eje durante la II Guerra Mundial. Tras un largo bloqueo y cinco meses de ataques aéreos ininterrumpidos, Malta quedó devastada.

Poco después de la guerra, Malta comenzó a desligarse de Gran Bretaña y a negociar su independencia y, en 1964, logró su total autonomía. Sin embargo, en el año 1979, y con gran disgusto de Gran Bretaña y sus aliados, el Gobierno del país firmó acuerdos con Libia, la Unión Soviética y Corea del Norte. Este coqueteo con el comunismo se acabó con la victoria del Partido Nacional en 1987, que comenzó a hacer diligencias para que Malta ingresara en la Unión Europea (UE). En las elecciones generales de 1996, el Partido Laborista, dirigido por Alfred Sant, retomó el poder gracias a su promesa de retirar la solicitud de Malta para ser miembro de la UE. En 1998, y con la solicitud en suspenso, el Partido Nacional volvió al poder con Eddie Fenech Adami.

En las últimas décadas, los malteses han alcanzado una gran prosperidad, debido principalmente al turismo, pero cada vez más gracias al comercio y a la industria ligera. En 1999, el nacionalista Guido de Marco asumió el cargo de presidente de la República. El ingreso de Malta en la Unión Europea tuvo lugar en 2004.

En Malta predomina la cultura mediterránea, aunque los casi ciento cincuenta años de dominio británico han dejado su huella: el inglés es uno de los idiomas oficiales (junto con el maltés) y no es difícil encontrar tradicionales comidas inglesas, como salchichas con puré de patatas. La iglesia católica actúa como guardiana de las tradiciones nacionales, y sus templos son los edificios históricos más grandes en la mayoría de los pueblos y aldeas. Los malteses pasan la mitad del año celebrando festejos en honor de sus santos patronos, llenando las calles de confeti y destrozándose la dentadura con nuégado y algodón de azúcar. Aunque la influencia del catolicismo está decreciendo, la vida diaria de la mayoría de los malteses aún se rige por sus valores. El divorcio y el aborto son ilegales, pero las nuevas generaciones están tratando de liberalizar las leyes que los prohíben.

Muchos lingüistas sitúan el origen del maltés en la ocupación fenicia de las islas. Se trata de una lengua semítica que ha sobrevivido durante cientos de años a la influencia de las lenguas romances, si bien contiene elementos del siciliano, el italiano, el español, el francés y el inglés. Entre los escritores más conocidos de Malta podemos citar a Francis Ebejer y Joseph Attard. Resulta irónico que, probablemente, el mundo se enteró de la existencia de Malta gracias a un libro que no trata sobre la isla, El halcón maltés, escrito por Dashiell Hammett, cuyo título alude a una estatuilla de orígenes misteriosos.

Malta es famosa por la calidad de sus productos artesanales, en particular los encajes, las telas tejidas a mano, el vidrio soplado y las filigranas de plata. La música folclórica ejerce una gran influencia en su cultura, y anualmente se celebra un concurso de canciones tradicionales.

En la cocina de Malta predomina la influencia siciliana, aunque la popularidad de las chuletas a la brasa y de la carne asada con tres verduras revela una debilidad por la comida británica. Las especialidades locales incluyen pastizzi (unas sabrosas empanadillas de queso), timpana (pastel de macarrones, queso y huevos) y fenek (conejo), generalmente frito u horneado en un guiso o en un pastel.
El archipiélago maltés está formado por tres islas ubicadas en medio del Mediterráneo, a 93 km al sur de Sicilia y 350 km al norte de Libia. Malta, la mayor de ellas, tiene forma de botella de oporto, y su dentado litoral contiene muchas bahías y puertos. Aparte de unos pocos picos y crestas de escasa altura, el terreno en Malta es bastante plano y está compuesto principalmente de piedra caliza. Gozo es más verde y montañosa que Malta, y su costa posee acantilados altos y abruptos.

Por lo general, el suelo de estas islas es rocoso y produce poca vegetación. La principal excepción es Il Buskett, un frondoso valle de árboles y naranjos protegido por los imponentes acantilados de Dingli, en la costa suroeste de Malta.

Malta goza de un clima excelente que llega a los 30°C en verano (sobre todo en los meses de julio y agosto) y cuando el cálido siroco sopla desde África. La media diaria más baja de las temperaturas máximas, unos 15°C , se registra en enero. Las precipitaciones son más frecuentes de noviembre a febrero, aunque en general suele llover poco durante todo el año.
Air Malta tiene vuelos entre la isla principal y un gran número de ciudades europeas, así como hacia El Cairo, Dubai, Damasco y Túnez. Otras líneas aéreas con vuelos a Malta son Alitalia, KLM, Lufthansa, Swissair y Tunisavia. El aeropuerto internacional de Malta se encuentra a unos 5 km al suroeste de La Valletta. El trayecto puede hacerse en autobús, taxi o coche de alquiler.

Durante el verano, funciona un servicio de ferry entre Malta, Catania (Sicilia) y Génova (Italia). El viaje entre Malta y Catania dura unas tres horas. Todos los pasajeros que parten por mar deben pagar un impuesto de salida de diez dólares, más el 15% que cobra el Gobierno por leva.
El servicio público de autobuses en Malta y Gozo es una buena manera de desplazarse. En Malta, los autobuses cubren las principales zonas turísticas, y en Gozo van prácticamente a todas partes. Si bien La Valletta y Cottonera se pueden explorar fácilmente a pie, alquilar un coche es una buena opción si se quiere llegar a los puntos más alejados de la isla, especialmente porque los taxis resultan caros. Las agencias internacionales más conocidas de alquiler de coches, así como las locales, se encuentran en la isla principal. En Malta también se pueden arrendar motos y bicicletas. No hay que olvidar que se circula por la izquierda.

Un servicio regular de ferry conecta Cirkewwa, en Malta, y Mgarr, en Gozo; el viaje dura veinte minutos de ida y veinte de vuelta. Existe otro de horario irregular entre ambas islas y Comino. Es necesario consultar la horas de salida en el puerto.

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