jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Namibia

Cuesta imaginar cómo los colonizadores alemanes de Namibia pudieron hacer frente al ilimitado espacio, los vastos desiertos y la cuota anual de trescientos días de sol; de hecho, estas características constituyen el principal atractivo de uno de los destinos más fascinantes de África.

Situado entre el desértico Kalahari y el frío Atlántico Sur, los encantos de esta nación son bien conocidos en la vecina Suráfrica; no así por los ciudadanos occidentales, cuyo descubrimiento de sus desiertos, paisajes marinos, bosques y su inmenso espacio se ha demorado hasta fechas más recientes. Dotado de ricos recursos naturales, una sólida infraestructura moderna y una variada amalgama de culturas tradicionales, Namibia se destaca como un hermoso país con un gran potencial.

La estación seca del invierno (de mayo a octubre) se considera la temporada más agradable para visitar el país. Resulta preferible evitar los parques nacionales de Namib y Etosha entre diciembre y marzo, época extremadamente calurosa. El período en que las zonas turísticas se hallan más concurridas acontece durante las vacaciones escolares, tanto de Namibia como de Suráfrica, que suelen desarrollarse desde mediados de diciembre a mitad de enero, de finales de abril a principios de junio y de finales de agosto a mediados de septiembre.

Windhoek
La altiplanicie central de Namibia está dominada por su pequeña y típicamente alemana capital, Windhoek. Situada en el corazón geográfico del país, constituye el centro neurálgico de los negocios y operaciones comerciales de la nación, y en ella se encuentra el aeropuerto internacional de Namibia. Situada entre bajas colinas a una altitud de 1.650 m, goza de un refrescante clima montañoso con considerables variaciones de temperatura y abundante lluvia. La pluviosidad posibilita la existencia de exuberantes jardines y espectaculares arriates de flores. Cuenta tan sólo con 130.000 habitantes, pero la mezcla étnica del país se refleja en todas las calles.

El centro urbano se caracteriza por una amalgama de estructuras coloniales alemanas y edificios contemporáneos de color pastel. Dominando el horizonte se halla Christuskirche, la iglesia luterana alemana de estilo neogótico y modernista. Otras construcciones destacables son el Parlamento (Tintenpalast); el encalado Alte Feste, una antigua fortaleza convertida en museo; y la estación de tren de estilo holandés de El Cabo, del año 1912.

Resulta una localidad indicada para visitar a pie, y el paseo de Hofmeyer, que se recorre en aproximadamente una hora, incluye el bosque cercano del valle de Klein Windhoek y ofrece una bella panorámica de la urbe. En el centro de la zona peatonal de Post Street se exponen 33 meteoritos procedentes de la lluvia que aconteció en 1837 en Gibeon, al sur de Namibia, y que depositó 21 toneladas de rocas.

Parque Nacional de Etosha
El Parque Nacional de Etosha aparece como uno de los lugares más apropiados del planeta para disfrutar de los animales salvajes, y para muchos viajeros constituye el único destino de Namibia. La parte occidental se caracteriza por una sabana cubierta de maleza, dando paso -en dirección Este- a un bosque mixto. El alma de Etosha lo forma el Etosha Pan, una inmensa depresión de fondo salado que, únicamente en ocasiones, contiene agua. En los meses invernales, los perennes manantiales atraen grandes concentraciones de aves, elefantes, jirafas, leones, cebras y algunos guepardos y leopardos. Entre otros animales, también aparecen especies protegidas como el impala de cara negra y el rinoceronte negro. Después de períodos excepcionalmente lluviosos, el Etosha Pan eleva su nivel de agua hasta un metro y es visitado por enormes cantidades de flamencos y pelícanos que buscan alimentar a sus crías y reproducirse. La mejor época para ver estos animales en torno a los abrevaderos abarca desde mayo a septiembre.

A pesar de que Etosha puede visitarse en una excursión de una jornada, resulta imposible ver lo imprescindible en menos de tres días. La mayoría del turismo opta por un mínimo de dos noches en uno de los tres campamentos (Namutoni, Halali y Okaukuejo), separados entre sí por unos 70 km y provistos de excelentes instalaciones. Etosha se emplaza a más de 500 km al noroeste de la capital. En Tsumeb se halla el aeropuerto comercial más cercano. También es posible tomar un autobús o un tren hacia Tsumeb desde Windhoek, pero después, los viajeros con rumbo a Etosha deben integrarse en un circuito o alquilar un vehículo, ya que no existe transporte público hasta el parque.

Lüderitz
Esta población puede considerarse una reliquia colonial surrealista; es un pueblo bávaro apiñado en la árida y ventosa costa del desierto de Namib, en el que, aparentemente, el siglo XX no ha dejado huella. Ofrece todo lo que se puede esperar de una pequeña población alemana, desde charcuterías y cafeterías a iglesias luteranas. En la costa habitan pingüinos y focas; sus desoladas playas acogen bandadas de flamencos y avestruces. Lüderitz se erige como la zona de los diamantes, y su prosperidad salta a la vista.

La prominente iglesia luterana evangélica, Felsenkirche, domina la urbe desde lo alto de la colina del Diamante y posee algunas exquisitas vidrieras de colores. El Museo de Lüderitz acoge exposiciones sobre la historia natural de la población, los indígenas y la industria de la extracción de diamantes. Los trayectos en barco al santuario de los osos marinos de El Cabo zarpan del malecón del puerto a diario, si el tiempo no lo impide.

La ciudad se encuentra lejana a cualquier emplazamiento. Existen vuelos entre Lüderitz y Windhoek varias veces a la semana. Keetmanshoop, la localidad importante más cercana a Lüderitz, se halla a 425 km al sureste de Windhoek. Aunque el tren ya no recorre el trayecto entre Lüderitz y Keetmanshoop (300 km al Este), la compañía ferroviaria Trans-Namib ofrece un servicio de autobús que cubre esta ruta.

Fish River Canyon
No existe ningún marco comparable al Fish River Canyon en toda África. El agua ha ido abriendo este desfiladero a lo largo de los siglos, consiguiendo un resultado inmejorable. A pesar de sus vastas dimensiones (160 km de longitud y 27 km de ancho), el tamaño en sí mismo no puede explicar el atractivo del cañón. Las vistas que ofrece resultan increíbles. El principal centro de información y turismo se encuentra en Hobas, en el extremo norte del parque. Alrededor de este punto existen zonas de picnic y acampada, además de senderos para hacer excursiones; desde este paraje se accede a algunos de los más admirables miradores de la zona.

Desde Hobas, se puede seguir a pie el sendero del río Fish hasta Ai-Ais, en el otro extremo del cañón. El paseo de 85 km, que se recorre en cinco días, sigue el lecho arenoso del río. La ruta únicamente se encuentra abierta de mayo a junio, y se debe solicitar un permiso con antelación si se pretende ir andando. Resulta imprescindible proveerse de saco de dormir, comida y agua, pero no es necesario llevar una tienda de campaña, ya que raramente llueve. Como podría resultar una excursión excesiva, también pueden efectuarse caminatas de un día en el extremo norte.

En el extremo sur se enclava Ai-Ais, un agradable oasis de fuentes termales. Sus aguas, conducidas por tuberías a piscinas y jacuzzis, son beneficiosas para el reumatismo y los transtornos nerviosos. Ai-Ais posee zonas de acampada, bungalows y caravanas. No cuenta con transporte público a ninguno de los extremos del cañón, pero dado que es un destino muy concurrido, se puede hacer autostop.

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