jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Croacia

En el período anterior a 1991 Croacia (entonces parte de Yugoslavia, actual Serbia y Montenegro) iba camino de convertirse en la nueva costa del Sol. Numerosos aviones cargados de pasajeros procedentes de la Europa Occidental (10 millones al año) aterrizaban a orillas del Adriático en busca de sol, un bajo coste de vida, curiosidades medievales y quizá alguna playa nudista. Pero con el empuje independentista croata durante la violenta separación de Yugoslavia, la guerra convirtió ese sueño turístico en una pesadilla. A pesar de las recientes tragedias, los encantos de Croacia permanecen indemnes y el país se ha reconvertido en un imán para el turismo.

Su aura medieval todavía perdura en las calles empedradas de Rovinj y la Stari Grad (ciudad antigua) de Dubrovnik, recientemente restaurados. Croacia también alberga algunos de los mejores vestigios romanos de Europa, entre los que figura el inmenso palacio de Diocleciano, en Split. El clima y las playas siguen siendo magníficos y, si uno lo desea, puede practicar el nudismo.

Teniendo en cuenta el clima, los meses de mayo a septiembre son los mejores para visitar el país, aunque en julio y agosto la costa adriática puede acoger un exceso de visitantes. Quizá septiembre sea el momento más propicio, ya que para entonces la afluencia de turismo ha disminuido, los precios se adaptan a la temporada baja y abundan los higos y las uvas. En abril y octubre puede hacer demasiado frío para acampar, aunque el clima de la costa suele ser benigno y resulta sencillo encontrar alojamiento económico. Uno puede bañarse en el mar desde mediados de junio hasta finales de septiembre.

Zagreb
La capital de Croacia desde 1557 todavía conserva gran parte de su casco medieval. La ciudad sufrió un bombardeo en 1995, pero los daños fueron leves y la recuperación ha sido rápida; sus habitantes han recuperado sus costumbres y gozan de nuevo de la urbe. Aún permanecen cerrados numerosos museos, algunos para renovarlos. Existen varios hoteles elegantes y caros cerca de la estación de tren; resulta difícil encontrar alojamiento a precios asequibles.

Los dos capiteles gemelos neogóticos de la catedral de San Esteban se construyeron en 1899, pero aún se pueden descubrir restos de la antigua catedral medieval que se encontraba anteriormente en su lugar. Son especialmente interesantes los frescos del siglo XIII, la sillería renacentista, los altares de mármol y el púlpito barroco. Desde la torre de Lotrsac, al noroeste del centro histórico, puede disfrutarse de una vista panorámica de 360° de la ciudad; otro punto de interés ineludible es el Muzejski Prostor, que ofrece espléndidas exposiciones de arte. También se encuentran en la zona la iglesia de San Marcos, con esculturas de Iván Mestrovic y sus coloridas tejas; el Museo de Historia Natural, el Museo Histórico de Croacia y el Museo de la Ciudad, emplazado en un antiguo convento.

La parte baja está formada por una considerable variedad de museos: el Pabellón de Exposiciones alberga muestras temporales de arte contemporáneo; la Galería Strossmayer conserva pinturas de los antiguos maestros y una vetusta inscripción en croata, el Museo Arqueológico dispone de artefactos prehistóricos y medievales, además de momias egipcias y cuenta, en la parte trasera, con un jardín ornamentado con esculturas romanas.

Al Oeste se encuentra el Museo Mimara, una de las mejores galerías de arte de Europa. Alojada en un edificio neorrenacentista, conserva la colección privada de Ante Topic Mimara, quien donó a su ciudad natal miles de objetos de incalculable valor. El principal atractivo lo constituyen las pinturas italianas, españolas y holandesas, pero también ofrece muestras de cristalería, escultura y arte oriental. Otra maravilla de Zagreb la constituye el Mirogoj, emplazado al Norte, uno de los cementerios más hermosos del continente donde reposan soberbios mausoleos; la disposición del recinto sigue el estilo inglés y está cercado por una arcada de estilo neorrenacentista del siglo XIX.

Dubrovnik
Fundada hace 1.300 años, el encanto de Dubrovnik reside en el antiguo barrio de Stari Grad, con sus pavimentos de mármol, sus empinadas calles adoquinadas, sus casas altas, conventos, iglesias, palacios, fuentes y museos, todos tallados en la misma piedra de tonalidad clara. La antigua muralla, remodelada junto al casco antiguo tras el terremoto de 1667, mantiene alejados a los conductores. Gracias a su ubicación en el extremo meridional de la costa adriática, la urbe cuenta con un clima agradable y una vegetación exuberante. Aunque sufrió duros bombardeos en 1991, Dubrovnik ha seguido un ambicioso plan de restauración coordinado por la Unesco, que había añadido la ciudad antigua a su catálogo en 1994. Los viajeros que la han visitado recientemente afirman que ahora ofrece un mejor aspecto, sobre todo porque aún no ha vuelto a sufrir la invasión de los turistas.

La Placa, su hermoso paseo, se extiende desde la parada de autobús que se encuentra en el exterior de la puerta del pilar hasta la torre del reloj, al otro lado de la urbe. En el interior de la puerta del pilar el monasterio franciscano alberga una farmacia que lleva despachando desde 1391. En el extremo opuesto de la Placa se halla la iglesia de San Blas, precioso edificio del barroco italiano, y el palacio gótico de la rectoría, construido en 1441. Este palacio es ahora un museo con habitaciones amuebladas, pinturas barrocas y exposiciones históricas. Justo enfrente se emplaza un animado mercado que abre por las mañanas.

Las murallas de Dubrovnik fueron construidas entre los siglos XIII y XVI y han permanecido intactas hasta la actualidad. Probablemente se trate de la fortificación más hermosa del mundo; mide más de 2 km de largo y 25 m de alto, y cuenta con 16 torres. Ningún otro lugar ofrece un paisaje como éste. Un paseo alrededor de la muralla supone uno de los mayores placeres que aporta esta ciudad.

Se puede disfrutar del sol en sus playas, pero desplazarse en ferry hasta la isla de Lokrum puede resultar una alternativa más interesante. Toda la isla está catalogada como parque nacional, con una playa rocosa para nudistas, un jardín botánico y las ruinas de un monasterio benedictino. La forma más económica de pernoctar en Dubrovnik supone aceptar la oferta de alojamiento privado que se ofrece en la terminal del ferry, ya que los hoteles son mucho más caros.

Para llegar se puede tomar un avión en Zagreb, un autobús en cualquiera de las numerosas localidades que disponen de este servicio o un ferry en Hvar, Split, Zadar o Rijeka. Los barcos son más caros pero mucho más cómodos que el autobús. Los autobuses atraviesan la población fronteriza de Neum, donde Bosnia-Herzegovina alcanza la costa adriática, separando la costa meridional croata del resto del país.

Split
Situado 150 km al norte de Dubrovnik, Split aparece como el centro de la provincia de Dalmacia. Se trata de la ciudad más grande de la costa adriática croata. Fue fundada en el siglo IV, cuando el emperador Diocleciano, conocido por su costumbre de arrojar a los seguidores de Jesús a los leones, construyó su palacio de verano. Cuando los bárbaros abandonaron la vecina colonia romana de Salona, muchos de sus habitantes huyeron a Split y se escondieron detrás de los altos muros del palacio. Split se ha convertido en una ciudad industrial, pero su casco antiguo, la alegría que se respira y la gran cantidad de lugares de interés que ofrece hacen de ella una de las urbes más fascinantes de Europa.

El palacio de Diocleciano se alza como uno de los restos de arquitectura romana más impresionantes del mundo. En realidad, se trata más de una fortaleza que de un palacio; su muralla medía antiguamente 215 por 180 m y, en su interior, se encontraban la residencia imperial, los templos y un mausoleo. Todavía se puede apreciar el vestíbulo del palacio original, la plaza con su columnata, el templo de Júpiter y los restos del mausoleo de Diocleciano, ahora convertidos en catedral. En el exterior permanecen algunos edificios medievales, entre ellos el Ayuntamiento del siglo XV. Se podría pasear durante horas por el complejo histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1979, y donde la animada vida diaria parece desarrollarse en un museo al aire libre.

El Museo Marítimo, uno de los más interesantes de la urbe, está situado en el interior de una fortaleza del siglo XVII. Alberga una gran colección de mapas, artefactos y maquetas. También merece la pena visitar el Museo Arqueológico ; parte de su colección se expone en el exterior. La Galería Mestrovic posee una colección extensa y muy bien organizada del escultor croata más importante.

Resulta bastante difícil encontrar alojamiento en Split, ya que en muchos de sus hoteles se hospedan refugiados y el negocio del alquiler en casas privadas, que se hundió durante la guerra, todavía está intentando remontar. Se puede llegar en avión o en tren desde Zagreb, en autobús desde cualquier punto del país y en ferry desde muchos puertos del continente y de las islas, incluyendo Dubrovnik, Hvar y Korcula.

Rovinj
La tranquila Rovinj resalta por ser una ciudad pintoresca de calles adoquinadas en la costa de Istria, una península en forma de corazón situada al Noroeste, en la frontera con Eslovenia. La población está circundada por colinas boscosas y pequeños hoteles; las trece islas boscosas del archipiélago de Rovinj ofrecen un maravilloso escenario marino. Este activo puerto pesquero está situado a poca distancia de navegación del histórico puerto italiano de Trieste, lo que explica la presencia de una considerable comunidad italiana.

La catedral de Santa Eufemia domina la urbe desde sus 57 m de altura, y está considerado el edificio barroco más grande de Istria. Fue construida cuando Rovinj servía de baluarte para la flota veneciana. Los restos de Santa Eufemia se trasladaron desde Constantinopla en el año 800 d.C., quinientos años después de que fuera martirizada; cada 16 de septiembre los devotos se reúnen alrededor de su tumba.

El acuario de Rovinj, de más de un siglo de antigüedad, alberga una excelente colección de fauna marina local, incluidos el venenoso pez escorpión y anémonas de muchos colores. El parque forestal de Punta Corrente, al Sur, resulta un lugar idóneo para nadar y contemplar el mar. Se puede llegar a Rovinj en autobús desde la mayor parte de las ciudades croatas y, en verano, en ferry desde Trieste (Italia).

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