jueves, 21 de febrero de 2008

Viajar a Seychelles

Si está buscando ese paraíso tropical que conserve toda su belleza natural, a miles de kilómetros de cualquier parte del mundo, las Seychelles no le decepcionarán. Además de playas bordeadas por hileras de palmeras y de unas espléndidas condiciones para el buceo y el submarinismo, las islas cuentan con numerosos bosques con abundante flora y fauna.

Pero el paraíso se paga caro: en las Seychelles, las posibilidades de alojamiento económico son escasas y practicar submarinismo con los peces le saldrá a un precio desorbitado.

i está buscando ese paraíso tropical que conserve toda su belleza natural, a miles de kilómetros de cualquier parte del mundo, las Seychelles no le decepcionarán. Además de playas bordeadas por hileras de palmeras y de unas espléndidas condiciones para el buceo y el submarinismo, las islas cuentan con numerosos bosques con abundante flora y fauna.

Pero el paraíso se paga caro: en las Seychelles, las posibilidades de alojamiento económico son escasas y practicar submarinismo con los peces le saldrá a un precio desorbitado.

Victoria
Victoria, en la isla de Mahé, constituye una de las capitales más pequeñas del mundo y el único puerto importante de las Seychelles. Igualmente, es la única ciudad de la isla, ya que el resto de poblaciones son pueblos. Los juzgados y la oficina principal de correos no han sufrido cambios desde los tiempos coloniales, aunque las calles que parten del centro de la población se han ido remodelando en los últimos veinte años, lo que ha proporcionado a la ciudad un aspecto limpio y moderno. En el centro urbano se encuentran muy pocas casas y tiendas antiguas, aunque resultan suficientes para imprimir carácter a la ciudad.

El Museo de Historia Natural, situado justo en el centro de la ciudad, está especializado en historia natural. Cuenta con una colección bastante ecléctica: huesos del extinguido cocodrilo de las Seychelles, cangrejos de los cocoteros gigantes, peces disecados, un lechón deforme en un tarro y numerosos animales de mirada vidriosa disecados. En otros expositores se encuentran los restos de un barco que, en 1570, se hundió en las islas del Almirante y una muestra de artefactos para practicar el gris gris o magia negra. Quienes estén interesados en la historia de los habitantes del país, pueden visitar el Museo de Historia Nacional o el Museo del Partido de Unidad Popular de las Seychelles, que conmemora la historia del partido.

Los Jardines Botánicos de Victoria resultan muy recomendables para dar cortos paseos a la sombra, entre una gran variedad de árboles autóctonos e importados. El recinto de los jardines dispone de una cafetería, un terrario para tortugas gigantes y un jardín de orquídeas.

En Victoria abundan las pensiones de precios económicos (teniendo en cuenta que los precios de las Seychelles son elevados), pero todas se localizan en los suburbios. La capital también es un buen lugar de la isla para comer por un precio relativamente ajustado y encontrar restaurantes románticos de categoría superior, poco frecuentes.

Playas de Mahé
Una de las mayores playas de las Seychelles y, seguramente, una de las más populares, es Beau Ballon. Cuenta con una arena consistente, limpia y casi sin rocas; unas olas que, algunas veces, poseen un tamaño considerable, y una fisura en el arrecife. En el océano, existen plataformas hacia las que es posible nadar y el complejo turístico local permite que los no residentes utilicen las hamacas playeras y el bar. El pueblo de Beau Vallon dispone de una gasolinera, un banco y varias tiendas de recuerdos. La playa está situada a unos 3 km de Victoria, y puede desplazarse hasta allí caminando o en autobús.

Las playas situadas al sureste de la isla son más hermosas y más tranquilas que las del norte y el agua más adecuada para la natación y el buceo se localiza frente a la diminuta île Souris, en el este. En la costa oeste, Anse Soleil y Anse Petite Police se ubican en un emplazamiento muy aislado (es preciso un todoterreno para llegar), pero el esfuerzo merece la pena: la zona cuenta con una playa bordeada por hileras de palmeras, rocas desde las que practicar el submarinismo o el buceo y algunas formas espléndidas de vida marina. Si le gusta admirar el paisaje, las olas en Anse Intendance poseen una fuerza extrema y resulta del todo imposible bañarse, aunque es fantástico contemplarlas durante meditabundos paseos por la playa. Existe un servicio de autobuses que funciona desde Victoria hasta la mayor parte de la isla.

Parque Nacional Marino de Ste. Anne
Seis islas están situadas dentro de los límites del parque, a unos pocos kilómetros de Victoria. Se trata de un lugar magnífico para la práctica del buceo. Moyenne tal vez sea la mejor isla para visitar, aunque sólo es posible acceder a ella en visitas turísticas organizadas. Es conocida por sus tesoros enterrados y sus fantasmas, y allí podrá admirar la Casa de los Perros, construida a principios de siglo por una inglesa excéntrica para que sirviera de hogar a los perros callejeros. Puede dar un agradable paseo alrededor de la isla por un camino marcado y admirar numerosas plantas y animales hermosos (entre los que se incluyen dos tortugas gigantes). Este lugar también cuenta con varias zonas excelentes para la práctica del buceo.

En su día, la isla Round fue una leprosería y, en la actualidad, lo que antes hacía las veces de capilla funciona como restaurante. Si es capaz de superar los escrúpulos iniciales, en este lugar encontrará la mejor comida criolla del país. La isla Round también cuenta con un camino para pasear a la sombra de los árboles y un interesante centro para visitantes del parque nacional.

Valle de Mai
En la isla de Praslin, el Valle de Mai posee la mayor concentración de palmeras productoras de coco de mer, con casi cuatro mil ejemplares. El bosque prehistórico de este valle forma parte del Patrimonio de la Humanidad. Entre las palmeras de la zona, se encuentran especies de palmitos, plátanos, palmeras de abanico y otras variedades endémicas de las islas. La luz del sol, cuando se filtra a través de las hojas de palmera e incide en los tonos verde y naranja de las plantas, sumergirá al visitante en un ambiente poético. En el valle, también existen otras plantas interesantes, como la piña silvestre, los cafetales silvestres y los arbustos de pimienta de Jamaica. No deje de admirar el loro negro de las Seychelles, que únicamente habita en Praslin. Si tiene previsto visitar el lugar, no debe salir de los caminos señalizados, no deje ni se lleve nada: se trata de un bosque sumamente delicado.

Anse Lazio
La mejor playa de Praslin y, de hecho, una de las mejores del país, es Anse Lazio, en el extremo norte de la isla. Esta playa cuenta con una espléndida arena blanca y fina, algunas rocas graníticas redondeadas y unas aguas de un mágico color turquesa, con olas muy animadas. Dispone de una zona resguardada, magnífica para la práctica del buceo, al fondo de la playa e incluso un excelente restaurante al final de la carretera que lleva a la zona. Las playas más orientales de Lazio están protegidas por arrecifes, que confieren a las aguas la apariencia de un baño gigante: se trata de unas aguas poco profundas, cálidas y seguras, con algunas zonas óptimas para practicar el buceo. Los autobuses se desplazan desde Grand Anse por todas las playas de la isla.

Isla Cousin
La isla, situada a unos 2 km de la costa suroeste de Praslin, constituye una reserva natural desde 1968. Sirve de refugio a muchas especies en peligro de extinción y de lugar de cría para aves marinas y tortugas. Resulta una experiencia increíble adentrarse en un espeso bosque con pájaros que pueblan todas las ramas, aparentemente ajenos a los seres humanos. Entre las aves menos comunes destacan los carriceros tordales y las chovas piquirrojas y tal vez pueda divisar un ave tropical de cola blanca, el símbolo de las islas Reunión y Mauricio. En la isla, también viven dos tortugas muy viejas, George y Georgina, que siguen a los visitantes con la esperanza de que les acaricien el cuello. Sólo las visitas organizadas disponen de permiso para recorrer la isla.

Viajar a Senegal

Senegal, el destino más concurrido de África occidental, destaca como un país tropical muy alabado por su belleza, natural y efímera al mismo tiempo. Desde la capital, Dakar -una de las ciudades preferidas por los viajeros entre las grandes urbes africanas-, hasta la región meridional, Casamance -un territorio fértil repleto de bosques y cultivos-, gran parte de sus tierras poseen una vegetación exuberante y están llenas de vida, sobre todo si se comparan con los expansivos desiertos que las rodean. Igualmente, el arte de Senegal rebosa vitalidad, con un floreciente mercado textil y una corte de músicos nativos de fama internacional, como Youssou N'dour y Touré Kunda. Los atractivos de Senegal atraen a un mayor número de visitantes que cualquier otra nación de la región. Lo cierto es que, en su mayoría, se trata de turistas que contratan un paquete de vacaciones organizadas y se empapan de sol en los hoteles para intelectuales situados a lo largo de la costa atlántica; a pesar de todo, la oferta de Senegal se adapta a todos los presupuestos, y lo más memorable -un buen paseo por sus calles y llanuras- sale gratis.

El período que abarca los meses de noviembre y febrero conforma la época más adecuada para viajar por Senegal, cuando el país disfruta de un tiempo fresco y seco. Sin embargo, en ese mismo momento, el viento harmattan, seco y polvoriento, asola el Sahara. Si se desplaza para practicar submarinismo, las aguas más cristalinas se encuentran entre febrero y abril. Los observadores de aves querrán estar presentes durante al época de las migraciones, que se prolonga de noviembre a abril.

Dakar
Dakar es objeto de críticas desiguales por parte de los viajeros. Para sus partidarios, se trata de una ciudad moderna y espaciosa, con un clima templado y múltiples posibilidades para el ocio. Las calles bordeadas de árboles y el centro urbano relativamente pequeño la convierten en una urbe fácil de recorrer, a pesar de que la población supera el millón de habitantes; los clubes y cafeterías cogen el testigo cuando anochece y los atractivos del día dejan de funcionar. Sus detractores señalan que el coste de la vida resulta muy elevado y que muchos de los estafadores de la metrópoli no aceptan un no por respuesta. Es preciso viajar hasta allí y comprobarlo en directo. Si Dakar no atrae lo suficiente, resulta sencillo salir de la urbe, con medios de transporte diarios hacia todo el país. Una vez más, puede unirse a los cada vez más numerosos expatriados residentes.

El Museo IFAN de Dakar, situado en la plaza de Soweto, alberga una magnífica colección de máscaras, estatuas, instrumentos musicales y utensilios agrícolas de toda África occidental. El palacio presidencial, de un hermoso color blanco y a cinco manzanas al sur de Soweto, data de 1906 y está rodeado de suntuosos jardines.

La capital cuenta con dos mercados principales. El mercado de Kermel, al este de la plaza de Soweto en dirección al puerto, sufrió un incendio en 1993 que lo destruyó, así que, en la actualidad, los puestos están ubicados en las calles adyacentes, con frutas, prendas de vestir, tejidos y recuerdos como principales productos a la venta. El mercado de Sandaga, de mayor tamaño, vende más fruta y menos recuerdos, aunque el amplio surtido de tejidos constituye uno de sus máximos atractivos para los visitantes. Dakar también dispone de las mejores instalaciones equipadas con Internet de la región, entre las que destaca un cibercafé abierto las veinticuatro horas del día.

La gran mezquita, alejada del centro urbano, se edificó en 1964 y cuenta con un famoso minarete iluminado con reflectores toda la noche. La mezquita está cerrada para los no musulmanes, aunque merece la pena el desplazamiento para contemplar la medina que la rodea. Aunque no puede calificarse precisamente de pintoresca, su atmósfera bulliciosa contrasta de un modo muy marcado con las modernas torres de apartamentos del núcleo histórico.

La playa de Bel-Air, al noreste de la estación de ferrocarril, cuenta con un bar y servicios de alquiler de tablas de windsurf, pero sus aguas no destacan por su limpieza. Deben evitarse el resto de playas cercanas a Dakar, porque se corre el serio peligro de sufrir un robo.

Thiès
A 70 km al este de Dakar, se encuentra la ciudad que, oficialmente, está considerada la segunda en tamaño del país, aunque parezca bastante pequeña y de lo más agradable. Puede desplazarse hasta la urbe para relajarse a la sombra de los árboles, comer en las cafeterías y restaurantes económicos o, sencillamente, deambular por el centro observando cómo el mundo sigue su curso. El principal interés de Thiès radica en su fábrica de tapices, las Manufactures Sénégalaises des Arts Décoratifs, una cooperativa de fama mundial. Sus tapices están basados en pinturas de artistas locales y pueden alcanzar precios de hasta miles de dólares; merece la pena una visita, aunque no se tenga intención de comprar nada. Los visitantes sólo tienen acceso a la sala de exposiciones de la fábrica, aunque lo más interesante sea recorrer su interior para ver cómo se confeccionan. Si se llama por teléfono con unos días de antelación, cabe la posibilidad de conseguir una excursión completa.

Saint-Louis
Para forjarse una idea de la imagen de Senegal durante el período colonial, el visitante debe dirigirse a Saint-Louis, el primer asentamiento francés en África, que data de 1659. En la actualidad, la ciudad se extiende por tierra firme, una isla y parte de la península de Langue de Barbarie, en la desembocadura del río Senegal. Se accede por el original puente de Faidherbe, que en principio se construyó para que atravesara el Danubio, pero fue trasladado en barco hasta la zona en 1897. Dos pasarelas más pequeñas unen la isla y la península.

Saint-Louis constituyó la capital de Senegal y Mauritania hasta 1958, momento en que se separaron. En la isla, emplazamiento de la colonia europea, es posible contemplar espléndidas mansiones antiguas, con sus verjas de hierro forjado, sus balcones y verandas de madera. La zona peninsular de Saint-Louis acogía antiguamente al barrio africano; en la actualidad, alberga una comunidad de pescadores denominada Guet N'Dar y constituye una de sus zonas más animadas.

En la isla, los guías locales conducirán al turista hasta el tejado de la oficina de correos por un módico precio; desde allí, contemplará excelentes vistas del puente y de la urbe. En las cercanías, se levanta el palacio del gobernador, un fortín durante el siglo XVII que ahora es propiedad del gobierno y un punto de referencia útil.

La catedral, a poca distancia, data de 1828; a pesar de su aspecto moderno, se trata de la iglesia más antigua que permanece en pie en Senegal. Al sur de Guet N'Dar se encuentra un excepcional cementerio musulmán, donde las tumbas están cubiertas por las redes de pesca de sus ocupantes.

Actualmente, en Saint-Louis es posible conectarse a Internet gracias a la reciente apertura de un par de cibercafés con buenas conexiones y precios razonables.

A unos 20 km al sur de la península, junto a algunas playas excelentes, se encuentra el Parque Nacional de la Langue de Barbarie, hábitat de numerosas aves acuáticas, como flamencos rosas, pelícanos blancos, cormoranes, garzas reales, garcetas y patos.

Ziguinchor
A primera vista, Ziguinchor carece de atractivos destacables, pero a sus residentes les acaba gustando, a pesar de la afluencia de turistas en los meses invernales. La urbe es pequeña, cuenta con unos cien mil habitantes, y su centro puede recorrerse a pie con facilidad. Los viajeros con presupuesto reducido están de enhorabuena: la ciudad también destaca como una de las más económicas de Senegal.

Si se está buscando comida o quincallería, merece la pena visitar el mercado de Saint-Maur. En el Centro Artesanal, situado una manzana al Sur, numerosos comerciantes ambulantes venden variados objetos de artesanía local, desde tallas de madera, tejidos y vestidos hasta piezas de metal y plata. Tras una excursión de un día desde Ziguinchor, se llega a la granja de Djibelor, que cuenta con una interesante selección de plantas tropicales y animales salvajes; la fauna de mayor tamaño está enjaulada. Muchos hoteles de la zona ofrecen la opción de organizar una excursión en piragua a las poblaciones de Affiniam y Djilapao, en la Île des Oiseaux.

Cap Skirring
En las playas situadas en la zona de Cap Skirring, algunas de las mejores del continente, se localiza la mayoría de hoteles turísticos de Senegal y la mayor concentración de extranjeros de África occidental, a excepción de Gambia. Si se anhelan unos días de sol y arena, éste es el lugar adecuado, pero si lo que se desea es contemplar la auténtica África, más vale seguir adelante.

Para escapar del bullicio de Cap Skirring, puede dirigirse a Diembéring, 9 km al Norte, que dispone de una playa tranquila y sin estorbos.

Kaolack
Kaolack (pronunciado KOH-lack) es la capital de la región, con más de doscientos mil habitantes, y el centro de la industria senegalesa del cacahuete. Emplazada a medio camino entre Dakar, Tambacounda y Gambia, generalmente está considerada un mero cruce de caminos, a pesar de que se trata de un enclave muy animado y más activo que la tranquila Saint-Louis o Ziguinchor; merece la penar pasar un día o dos para visitarlo.

Los principales atractivos de Kaolack se focalizan en la mezquita, hermosa y amplia, decorada al estilo marroquí, y el mercado cubierto, el segundo mercado africano en tamaño tras el de Marrakech, con arcos de estilo sudanés y soportales. A pesar de estos atractivos, escasos turistas acuden a la urbe, por lo que no resulta muy bulliciosa. Se trata de un lugar fantástico sencillamente para pasear y empaparse del ambiente.

Viajar a Reunión

Más conocida en la Métropole (es decir, Francia) que más allá de las fronteras galas, Reunión ofrece espectaculares maravillas naturales. La carencia de playas afamadas probablemente influya en la escasez de turismo de masas, pero todo lo que le falta a la isla al nivel del mar queda más que compensado con su impresionante región montañosa. Sus imponentes montes y desfiladeros ofrecen una cantidad ingente de posibilidades a los aficionados al senderismo. El amante de Nepal o Nueva Zelanda adorará Reunión, que posee similares posibilidades para el trékking y el senderismo, pero con un matiz tropical.

Además, se puede vivir a lo grande, ya que sus habitantes disfrutan de la mayoría de los lujos procedentes de Francia. Esto, lamentablemente, se refleja en unos precios tan elevados como las cimas de sus montañas. ¡Ojo! Quien viaje a Reunión con poco dinero se arriesga a ser repatriado por misérable.

El clima constituye el principal factor que se debe tener en cuenta si se desea conocer todo lo que Reunión puede ofrecer. La única época del año en que puede practicarse el senderismo en la espectacular región montañosa de la isla coincide con la estación seca, de abril a septiembre. El inconveniente a la hora de planificar el viaje según la climatología se basa en el elevado índice de turismo durante un mismo período. Se recomienda reservar con mucha antelación, especialmente en temporada alta. Abril, mayo y las fechas que coinciden con las vacaciones escolares francesas, entre finales de julio y comienzos de septiembre, aparecen como las épocas de mayor afluencia turística, y en agosto se corre el riesgo de no encontrar hospedaje si no se ha reservado previamente. Igualmente, es la temporada alta para practicar el senderismo. El momento de menor actividad se localiza en febrero y marzo, cuando el peligro de ciclones es mayor. El cambio de estación suele producirse en abril, un buen momento para efectuar una visita; pero para disfrutar al máximo del lugar y el clima, mayo y junio quizá resultarán los mejores meses.

Saint-Denis
Saint-Denis es una capital atractiva, animada y cara. Hasta los visitantes que dispongan de una buena cantidad de dinero pueden sentirse un poco aislados si no cuentan con amigos locales que les presenten en el café set. Aunque conocida en algunos rincones como el París del océano Índico, en Saint-Denis no se encontrarán miles de desaliñados estudiantes que viajan con un reducido presupuesto. En su lugar, habitan legiones de trabajadores llegados de Madagascar, Mauricio, el continente africano y la Unión Europea -legales e ilegales- tratando de encontrar empleo.

El área chic de la ciudad lo constituye Le Barachois, el paseo marítimo de Saint-Denis, en el extremo oriental. Se emplazan los bares y terrazas más elegantes, así como el hotel Le Saint-Denis, uno de los más lujosos. En Saint-Denis se alzan impresionantes mansiones criollas. Lo idóneo es pasear sin rumbo fijo. Entre otros puntos de interés destacan el monumento a los Caídos; el Ayuntamiento, considerado uno de los edificios más bellos de la urbe; la catedral de Saint-Denis; y la prefectura, cuya construcción se inició en 1735 y sirvió como sede de la Compañía francesa de las Indias. El gran mercado supone el principal mercado artesanal, en el que se puede encontrar una mezcolanza de productos, desde objetos malgaches de madera hasta especias, cestos y muebles.

Los distritos de las colinas que se levantan detrás de Saint-Denis ofrecen fantásticas vistas de la capital, y conforman el punto de partida de excursiones a la Roche écrite, un pico de gran altura que suele estar oculto entre nubes. Aunque técnicamente no se encuentra en el circo de Mafate, proporciona una vista espectacular del circo inferior. El amanecer resulta el momento indicado para verlo.

Saint-Gilles-les-Bains
Quizá el ambiente playero no resulte la principal atracción de Reunión, pero en ocasiones nadie lo diría. Los fines de semana y durante los períodos vacacionales, Saint-Gilles-Les-Bains se encuentra abarrotada. En un domingo cálido y soleado, la ciudad puede compararse a las poblaciones de la Costa Brava, con restaurantes y playas hasta los topes y atascos a lo largo del día, con un tráfico especialmente intenso hacia Saint-Denis. La actividad se concentra en los 20 km de laguna y playa de blanca arena coralina que se extienden desde Boucan Canot hasta La Souris Chaude (literalmente, el Ratón Caliente). A ambos lados de esta zona, la arena es de color negro, de origen volcánico.

Durante el siglo XIX, el pequeño pueblo pesquero de Saint-Gilles-Les-Bains pertenecía a la familia Desbassyns. Tras la llegada de la carretera desde Saint-Paul, en 1863, el pueblo fue descubierto por los veraneantes, y su popularidad ha ido en aumento desde entonces. El Museo de Villéle, que acogió la residencia de la acaudalada y poderosa madame Panon-Desbassyns, ofrece visitas guiadas. Panon-Desbassyns fue una magnate del café y el azúcar que contaba entre sus posesiones con 300 esclavos. Cuenta la leyenda que, castigada por su crueldad, sus gritos atormentados pueden oírse aún cuando el volcán entra en erupción.

Aproximadamente a 1 km hacia el interior, se encuentra una zona de aparcamiento. De ahí nace un camino que conduce a un antiguo sistema de irrigación y abastecimiento de agua. La zona comprende una imponente serie de cascadas y estanques. El estanque de Cormoran, al que se accede por un sendero inferior que parte del canal de irrigación, es el más practicable. Cuando el nivel del agua alcanza el adecuado, las cascadas proporcionan un lugar excelente para nadar y una alternativa a la playa en los días más cálidos.

Saint-Paul
Saint-Paul es una ciudad atractiva que merece algunas horas de exploración, pero que suelen olvidar quienes la atraviesan en busca de las olas y la arena blanca situadas más al Sur. Como antigua capital de Reunión, Saint-Paul posee un aire tropical y colonial, con edificios históricos a lo largo de su paseo marítimo flanqueado por cañones a los que dan sombra desgreñados cocoteros. El único enclave factible de ser considerado una atracción es el luminoso y bien conservado cementerio Martin, próximo al extremo sur de la urbe, un bello lugar para pasear y rememorar el pasado tumultuoso, renegado y mercantil de la isla. El cementerio contiene las tumbas y restos de escritores, granujas y ciudadanos respetables de Reunión. La sepultura más interesante es la última morada del pirata Olivier Levasseur, La Buse (El Halcón), marcada con el símbolo pirata de la calavera con las tibias cruzadas. Tras robar una fortuna, La Buse se instaló en Madagascar, y fue el último pirata del océano Índico en ser aprehendido. Tras su captura, fue llevado a Saint-Paul y ahorcado en 1730. En la actualidad algunos persisten en la búsqueda de su tesoro en Mauricio, las islas Seychelles y Reunión.

Viajar a Namibia

Cuesta imaginar cómo los colonizadores alemanes de Namibia pudieron hacer frente al ilimitado espacio, los vastos desiertos y la cuota anual de trescientos días de sol; de hecho, estas características constituyen el principal atractivo de uno de los destinos más fascinantes de África.

Situado entre el desértico Kalahari y el frío Atlántico Sur, los encantos de esta nación son bien conocidos en la vecina Suráfrica; no así por los ciudadanos occidentales, cuyo descubrimiento de sus desiertos, paisajes marinos, bosques y su inmenso espacio se ha demorado hasta fechas más recientes. Dotado de ricos recursos naturales, una sólida infraestructura moderna y una variada amalgama de culturas tradicionales, Namibia se destaca como un hermoso país con un gran potencial.

La estación seca del invierno (de mayo a octubre) se considera la temporada más agradable para visitar el país. Resulta preferible evitar los parques nacionales de Namib y Etosha entre diciembre y marzo, época extremadamente calurosa. El período en que las zonas turísticas se hallan más concurridas acontece durante las vacaciones escolares, tanto de Namibia como de Suráfrica, que suelen desarrollarse desde mediados de diciembre a mitad de enero, de finales de abril a principios de junio y de finales de agosto a mediados de septiembre.

Windhoek
La altiplanicie central de Namibia está dominada por su pequeña y típicamente alemana capital, Windhoek. Situada en el corazón geográfico del país, constituye el centro neurálgico de los negocios y operaciones comerciales de la nación, y en ella se encuentra el aeropuerto internacional de Namibia. Situada entre bajas colinas a una altitud de 1.650 m, goza de un refrescante clima montañoso con considerables variaciones de temperatura y abundante lluvia. La pluviosidad posibilita la existencia de exuberantes jardines y espectaculares arriates de flores. Cuenta tan sólo con 130.000 habitantes, pero la mezcla étnica del país se refleja en todas las calles.

El centro urbano se caracteriza por una amalgama de estructuras coloniales alemanas y edificios contemporáneos de color pastel. Dominando el horizonte se halla Christuskirche, la iglesia luterana alemana de estilo neogótico y modernista. Otras construcciones destacables son el Parlamento (Tintenpalast); el encalado Alte Feste, una antigua fortaleza convertida en museo; y la estación de tren de estilo holandés de El Cabo, del año 1912.

Resulta una localidad indicada para visitar a pie, y el paseo de Hofmeyer, que se recorre en aproximadamente una hora, incluye el bosque cercano del valle de Klein Windhoek y ofrece una bella panorámica de la urbe. En el centro de la zona peatonal de Post Street se exponen 33 meteoritos procedentes de la lluvia que aconteció en 1837 en Gibeon, al sur de Namibia, y que depositó 21 toneladas de rocas.

Parque Nacional de Etosha
El Parque Nacional de Etosha aparece como uno de los lugares más apropiados del planeta para disfrutar de los animales salvajes, y para muchos viajeros constituye el único destino de Namibia. La parte occidental se caracteriza por una sabana cubierta de maleza, dando paso -en dirección Este- a un bosque mixto. El alma de Etosha lo forma el Etosha Pan, una inmensa depresión de fondo salado que, únicamente en ocasiones, contiene agua. En los meses invernales, los perennes manantiales atraen grandes concentraciones de aves, elefantes, jirafas, leones, cebras y algunos guepardos y leopardos. Entre otros animales, también aparecen especies protegidas como el impala de cara negra y el rinoceronte negro. Después de períodos excepcionalmente lluviosos, el Etosha Pan eleva su nivel de agua hasta un metro y es visitado por enormes cantidades de flamencos y pelícanos que buscan alimentar a sus crías y reproducirse. La mejor época para ver estos animales en torno a los abrevaderos abarca desde mayo a septiembre.

A pesar de que Etosha puede visitarse en una excursión de una jornada, resulta imposible ver lo imprescindible en menos de tres días. La mayoría del turismo opta por un mínimo de dos noches en uno de los tres campamentos (Namutoni, Halali y Okaukuejo), separados entre sí por unos 70 km y provistos de excelentes instalaciones. Etosha se emplaza a más de 500 km al noroeste de la capital. En Tsumeb se halla el aeropuerto comercial más cercano. También es posible tomar un autobús o un tren hacia Tsumeb desde Windhoek, pero después, los viajeros con rumbo a Etosha deben integrarse en un circuito o alquilar un vehículo, ya que no existe transporte público hasta el parque.

Lüderitz
Esta población puede considerarse una reliquia colonial surrealista; es un pueblo bávaro apiñado en la árida y ventosa costa del desierto de Namib, en el que, aparentemente, el siglo XX no ha dejado huella. Ofrece todo lo que se puede esperar de una pequeña población alemana, desde charcuterías y cafeterías a iglesias luteranas. En la costa habitan pingüinos y focas; sus desoladas playas acogen bandadas de flamencos y avestruces. Lüderitz se erige como la zona de los diamantes, y su prosperidad salta a la vista.

La prominente iglesia luterana evangélica, Felsenkirche, domina la urbe desde lo alto de la colina del Diamante y posee algunas exquisitas vidrieras de colores. El Museo de Lüderitz acoge exposiciones sobre la historia natural de la población, los indígenas y la industria de la extracción de diamantes. Los trayectos en barco al santuario de los osos marinos de El Cabo zarpan del malecón del puerto a diario, si el tiempo no lo impide.

La ciudad se encuentra lejana a cualquier emplazamiento. Existen vuelos entre Lüderitz y Windhoek varias veces a la semana. Keetmanshoop, la localidad importante más cercana a Lüderitz, se halla a 425 km al sureste de Windhoek. Aunque el tren ya no recorre el trayecto entre Lüderitz y Keetmanshoop (300 km al Este), la compañía ferroviaria Trans-Namib ofrece un servicio de autobús que cubre esta ruta.

Fish River Canyon
No existe ningún marco comparable al Fish River Canyon en toda África. El agua ha ido abriendo este desfiladero a lo largo de los siglos, consiguiendo un resultado inmejorable. A pesar de sus vastas dimensiones (160 km de longitud y 27 km de ancho), el tamaño en sí mismo no puede explicar el atractivo del cañón. Las vistas que ofrece resultan increíbles. El principal centro de información y turismo se encuentra en Hobas, en el extremo norte del parque. Alrededor de este punto existen zonas de picnic y acampada, además de senderos para hacer excursiones; desde este paraje se accede a algunos de los más admirables miradores de la zona.

Desde Hobas, se puede seguir a pie el sendero del río Fish hasta Ai-Ais, en el otro extremo del cañón. El paseo de 85 km, que se recorre en cinco días, sigue el lecho arenoso del río. La ruta únicamente se encuentra abierta de mayo a junio, y se debe solicitar un permiso con antelación si se pretende ir andando. Resulta imprescindible proveerse de saco de dormir, comida y agua, pero no es necesario llevar una tienda de campaña, ya que raramente llueve. Como podría resultar una excursión excesiva, también pueden efectuarse caminatas de un día en el extremo norte.

En el extremo sur se enclava Ai-Ais, un agradable oasis de fuentes termales. Sus aguas, conducidas por tuberías a piscinas y jacuzzis, son beneficiosas para el reumatismo y los transtornos nerviosos. Ai-Ais posee zonas de acampada, bungalows y caravanas. No cuenta con transporte público a ninguno de los extremos del cañón, pero dado que es un destino muy concurrido, se puede hacer autostop.

Viajar a Mauricio

Antaño, las islas del océano Índico eran prácticamente desconocidas como destino turístico. Cuando una mayoría imaginaba palmeras y vientos alisios, arena blanca y el azul del mar, se dibujaba en la mente los Mares del Sur o el Caribe. En la actualidad esta forma de pensar ha sufrido un giro sustancial. Al séptimo mar se le están reconociendo sus atractivos, y los viajeros pueden constatar con satisfacción que los precios están incluso disminuyendo, factor que anima a visitantes de los más variados presupuestos a descubrir sus maravillas. Mauricio está considerada la isla más accesible del océano Índico; puede presumir de ser un paraíso tropical al estilo de Maui (Hawai) o Martinica, pero a un precio exiguo, después de haber llegado, claro.

Aunque arrellanada junto a la costa oriental de África, Mauricio ha absorbido en mayor medida sus vínculos británicos y franceses, junto a la numerosa mano de obra india recibida. Permite disfrutar de un plato de garbanzos al curry o un buen pudín de Yorkshire en la terraza de una cafetería francesa, degustando un vino importado o una espesa cerveza inglesa, mientras suena música criolla mezclada con el ruido de fondo originado por conversaciones en diversas lenguas. La amalgama de servicios que Mauricio oferta a los visitantes incluye desde lujosos hoteles en la playa dispuestos a satisfacer cualquier necesidad de sus clientes (con excursiones organizadas), a habitaciones, junto al automóvil, que alquilan los lugareños al viajero. Si el mayor deseo se focaliza en unas tranquilas vacaciones en la playa, Mauricio se erige como un destino apropiado; pero se debe recordar el laberíntico interior de la isla y la multicultural Port Louis, su capital.

Las olas del tsunami que azotaron el océano índico en 2004 sumergieron un pueblo entero en el norte de la isla, sin embargo, no ha habido constancia de víctimas.

Antaño, las islas del océano Índico eran prácticamente desconocidas como destino turístico. Cuando una mayoría imaginaba palmeras y vientos alisios, arena blanca y el azul del mar, se dibujaba en la mente los Mares del Sur o el Caribe. En la actualidad esta forma de pensar ha sufrido un giro sustancial. Al séptimo mar se le están reconociendo sus atractivos, y los viajeros pueden constatar con satisfacción que los precios están incluso disminuyendo, factor que anima a visitantes de los más variados presupuestos a descubrir sus maravillas. Mauricio está considerada la isla más accesible del océano Índico; puede presumir de ser un paraíso tropical al estilo de Maui (Hawai) o Martinica, pero a un precio exiguo, después de haber llegado, claro.

Aunque arrellanada junto a la costa oriental de África, Mauricio ha absorbido en mayor medida sus vínculos británicos y franceses, junto a la numerosa mano de obra india recibida. Permite disfrutar de un plato de garbanzos al curry o un buen pudín de Yorkshire en la terraza de una cafetería francesa, degustando un vino importado o una espesa cerveza inglesa, mientras suena música criolla mezclada con el ruido de fondo originado por conversaciones en diversas lenguas. La amalgama de servicios que Mauricio oferta a los visitantes incluye desde lujosos hoteles en la playa dispuestos a satisfacer cualquier necesidad de sus clientes (con excursiones organizadas), a habitaciones, junto al automóvil, que alquilan los lugareños al viajero. Si el mayor deseo se focaliza en unas tranquilas vacaciones en la playa, Mauricio se erige como un destino apropiado; pero se debe recordar el laberíntico interior de la isla y la multicultural Port Louis, su capital.

Las olas del tsunami que azotaron el océano índico en 2004 sumergieron un pueblo entero en el norte de la isla, sin embargo, no ha habido constancia de víctimas.
Nombre completo: República de Mauricio
Superficie: 1.860 km²
Población: 1.200.000 hab.
Capital: Port Louis (150.000 hab.)
Nacionalidades y etnias: 68% indo-mauricianos, 27% criollos, 3% chino-mauricianos, 2% franco-mauricianos
Idiomas: inglés (oficial), criollo, francés, hindi, urdu, hakka, bhojpuri
Religión: 51% hindúes, 30% cristianos, 17% musulmanes
Régimen político: democracia parlamentaria
Presidente: Sir Anerood Jugnauth
Primer ministro: Navin Ramgoolam

PIB: 11.700 millones de dólares
PIB per cápita: 10.300 dólares
Crecimiento anual: 5%
Inflación: 6%
Principales recursos económicos: azúcar, textiles, té, tabaco, turismo
Principales socios comerciales: Unión Europea, Estados Unidos, Suráfrica, India

Visados: todos los visitantes están obligados a presentar un pasaporte válido y un billete de salida para obtener un visado. A la llegada se puede solicitar el visado de hasta un mes de duración, con la opción de renovarse, aunque siempre es preferible consultar con la embajada de Mauricio antes de iniciar el viaje.
Condiciones sanitarias: ligero riesgo de malaria; se exige certificado de vacunación contra la fiebre amarilla a quienes provienen de una zona donde existe la enfermedad
Hora local: GMT+4
Electricidad: 125-220 V, 50 Hz
Pesos y medidas: sistema métricoA excepción de los ajetreados días entre Navidad y Año Nuevo, Mauricio carece de temporada alta o baja. En lo más crudo del invierno, entre julio y septiembre, las temperaturas diurnas pasan de ser pegajosamente calurosas a gratas. La disminución en la pluviosidad y la humedad favorece a esta época, convirtiéndola en una de las más indicadas para una visita. Desde el punto de vista estrictamente climático, la estación menos agradable se extiende de enero a abril, cuando los días pueden resultar calurosos y húmedos en exceso para algunos, y existe la amenaza de los ciclones. Los visitantes deben estar preparados para pasar varios días sin salir cuando acaecen lluvias torrenciales. El momento idóneo para el submarinismo se desarrolla entre diciembre y marzo, cuando el mar aparece más transparente; de junio a agosto se prolonga la época ideal para el surf; y los meses de octubre a abril resultan los más adecuados para la pesca de peces grandes, pues los depredadores de mayor tamaño se alimentan más cerca de la costa.

Port Louis
Port Louis, la pujante capital, rodeada por las montañas del extremo noroeste de la isla, puede considerarse una gran metrópoli (en relación al tamaño de Mauricio), aunque en ella habita una proporción relativamente pequeña de la población del país. Durante el día, se vive el gran bullicio propio de una ciudad con intensa actividad comercial: atascos de tráfico, ruido de bocinas,... Al anochecer, por el contrario, impera la calma, a excepción del recién construido y elegante complejo comercial Le Caudan, que dispone de casino, cines, comercios, bares y restaurantes junto al mar. Existe una zona claramente musulmana, en los alrededores de la plaza Muammar el Gaddafi (situada, curiosamente, en el extremo opuesto a lugar donde se halla la calle John F. Kennedy), y un barrio chino alrededor de la vía Royal. El centro urbano se puede cubrir fácilmente a pie.

Un enclave adecuado para hacerse una idea de la forma de vida en la población se focaliza en el mercado Port Louis, junto al mar, en el corazón del casco urbano. El mercado ofrece puestos de frutas y verduras, carnes y pescado, recuerdos, artesanía, ropa y especias; el visitante debe ir preparado para practicar su destreza con el regateo. En el mismo barrio se halla el Museo de Historia Natural, al que acuden numerosos visitantes para admirar una réplica disecada del dodo, el insólito miembro de un grupo de palomas, extinguido desde finales del siglo XVII. El centro alberga igualmente representaciones disecadas de otras aves extinguidas, así como algunos ejemplares de animales terrestres y de peces que no han desaparecido. En la ciudad únicamente existe otra institución que organiza exposiciones con regularidad: el Museo Postal de Mauricio, que presenta su colección de sellos mauricianos y otras exhibiciones filatélicas.

Los interesados en la arquitectura islámica pueden acercarse a la mezquita Jummah, construida en la década de 1850 y extrañamente situada en pleno barrio chino, y al fuerte Adelaide, que recuerda tanto a un fortín moro que los lugareños lo denominan la Ciudadela. Es el único de los cuatro fuertes británicos de Port Louis que permanece en pie y al que se puede acceder; las vistas desde la parte más alta, y que avistan el puerto, son fantásticas.

La capilla del Padre Laval, el Lourdes del océano Índico, se ubica al noreste del centro de la urbe, en Saint-Croix. El padre Laval, de quien se dice que convirtió a más de sesenta y siete mil personas durante sus veintitrés años en Mauricio, es recordado con una colorida estatua de yeso emplazada sobre su tumba. Los peregrinos están convencidos de los poderes curativos de este monumento, y acuden en tropel a tocarla.

Jardines Botánicos de sir Seewoosagur Ramgoolam
Estos jardines, situados en el pueblo de Pamplemousses (y conocidos también como Jardines Botánicos Reales) fueron creados por el gobernador Mahé de La Bourdonnais en 1735, con la intención de habilitar un huerto de verduras para su castillo de Mon Plaisir. En 1768 los terrenos fueron preparados por el horticultor francés Pierre Poivre en su intento de introducir especias, pero posteriormente fueron abandonados hasta que, en 1849, el horticultor británico James Duncan se hizo cargo de los trabajos. Su legado puede apreciarse en la variedad de palmeras del jardín.

La visita a estos modestos pero bien conservados jardines constituye uno de los placeres de un viaje a Mauricio. A pesar de contar con escasas flores, uno de los principales atractivos del parque se centra en los lirios acuáticos gigantes, Victoria regia, nativos del Amazonas. En el centro de una enorme hoja, la flor se abre un día de color blanco, y se cierra al día siguiente de color rojo. Igualmente, pueden descubrirse el bambú dorado, el zapote o árbol del chicle, la Acacia ditricha o árbol del veneno de los pescados, un árbol de bodhi de doscientos años y, de especial interés para los cristianos, un árbol de la cruz, cuyas hojas tienen forma de crucifijo. Las plantas aromáticas del jardín -jengibre, canela, nuez moscada, alcanfor y sándalo- son otro de los alicientes, así como algunos ejemplos de la fauna mauriciana difíciles de encontrar en el resto de la isla, como sambares de Sunda y tortugas gigantes. El jardín dispone además de una galería de arte y un cementerio, lo que permite a cada visitante elegir de acuerdo con sus gustos. Pamplemousses dista 11 km al noreste de Port Louis; ambas poblaciones están unidas con autobuses.

Moka y sus alrededores
Situada escasamente a 12 km al sur de Port Louis, Moka puede considerarse, en cuanto a atmósfera, un mundo aparte de la capital. Además de constituir el centro académico de la isla, disfruta de paisajes boscosos y elevadas montañas y cuenta con un elevado número de impresionantes mansiones. La Universidad de Mauricio se reparte la mayoría de los intelectuales de la isla con el Instituto Mahatma Gandhi, fundado para conservar y promover la cultura indo-mauriciana. El Museo Popular de Inmigración India del Instituto Gandhi cuenta con unos dos mil volúmenes de archivos que abarcan el período de 1842 a 1910, además de una pequeña colección de objetos, como joyas de los primeros emigrantes indios, instrumentos tradicionales de música, libros y otros enseres de uso cotidiano.

Otro emplazamiento de interés histórico es Le Reduit (el refugio), una antigua mansión de un gobernador, construida en 1874 y que en la actualidad la utiliza el ejército. Si bien el interior únicamente está abierto al público dos días al año (en marzo y octubre), una visita guiada por los jardines siempre supone una delicia. Otro atractivo lo conforma la casa Eureka, un edificio construido en la década de 1830 y que fue restaurado y abierto al público como museo en 1986. Como Le Reduit, ofrece unas espectaculares vistas del valle. La institución cultural posee áreas dedicadas a la música, el arte, la antigua cartografía, utensilios domésticos chinos e indios, y extraños aparatos, como una ducha de la época colonial. Es aconsejable dedicar un rato a deambular por las casitas de piedra y los jardines de la parte trasera. Tanto Le Reduit como la casa Eureka se hallan a 1 km de Moka -la primera al Sur; la segunda, al Norte-. La forma más sencilla de llegar propone el viaje en autobús y luego caminar, a menos de que se consiga convencer a un lugareño para alquilarle una bicicleta.

Más próximo a Port Louis se ubica Domaine Les Pailles, un esmerado centro cultural que cuenta con instalaciones para paseos en coches de caballos y en tren, además de una réplica en funcionamiento de un molino de azúcar movido por bueyes, una destilería de ron, un huerto, un manantial y un área de juegos infantiles. Un centro de equitación, Les écuries du Domaine, dispone de caballos para exhibiciones de doma y saltos de obstáculos, así como de ponis de Gales para los más pequeños. Ofrece igualmente diversos restaurantes étnicos y posee su propio club de jazz y casino. Domaine Les Pailles se encuentra a diez minutos en taxi de Port Louis o de Moka; también se puede tomar el autobús que une ambas ciudades y caminar media hora desde la carretera.

Moka se enclava prácticamente a medio camino entre Port Louis y Curepipe, al este de la M2. Existe un servicio diario de autobuses entre ambas ciudades; también es factible desplazarse en taxi.

Curepipe y sus alrededores
La ciudad de Curepipe debe su tamaño e importancia a la epidemia de malaria de 1867, durante la cual miles de personas huyeron de la plaga de mosquitos en Port Louis, en busca de una zona más elevada y saludable. La mayoría de los franco-mauricianos habita en comunidades cercanas y acude a Curepipe principalmente para efectuar las compras. Con su atmósfera de urbe comercial inglesa, Curepipe aparece como el centro de la industria del té y de las maquetas de barcos, además de constituir el lugar idóneo para gastar el dinero. La población en sí misma no merece más que una rápida visita. Los alrededores ofrecen un atractivo mucho mayor.

La calle más importante de Curepipe desde un punto de vista histórico es la avenida Elizabeth, donde se encuentra el recientemente renovado hotel de Ville (1902) o Ayuntamiento, de estilo colonial. En sus jardines se ha erigido una estatua de Pablo y Virginia, los dos amantes de la novela del mismo título escrita por Bernardin de Saint-Pierre en 1788. Al oeste del centro urbano se emplaza el Jardín Botánico de Curepipe, no tan espectacular como el de Pamplemousses, pero bien cuidado e informal, con senderos que se bifurcan de los caminos principales. Al norte del jardín se halla el cráter de Trou aux Cerfs, el principal punto de interés de la población. Aunque hace siglos que el volcán se ha extinguido, con su fondo poblado de vegetación, una carretera asfaltada asciende hasta el borde y lo circunda, con áreas de descanso desde las que se disfruta de excelentes vistas.

Sin un medio de transporte propio y buenas botas de montaña es difícil acceder a Tamarind Falls, a escasos kilómetros al suroeste de la ciudad, pero merece la pena el esfuerzo. Al final de la serie de siete cascadas es posible disfrutar de un baño en aguas profundas, y el terreno que las rodea resulta el indicado para efectuar excursiones.

Curepipe se encuentra en la meseta central-meridional de Mauricio y está bien comunicada con Port Louis (a unos 20 km al Norte) y otras poblaciones mediante autobuses.
Parque Nacional Black River Gorges
Esta preciosa zona de la meseta, al suroeste de Curepipe, difiere en gran medida del resto de la isla. A unos 6 km de Curepipe, la única carretera de montaña de Mauricio llega al dique de la gran presa del parque, Mare aux Vacoas que, rodeada de casuarinas y coníferas, resulta un paisaje más propio de Norteamérica que de una isla en el océano Índico. A unos 6 km al sureste de Mare aux Vacoas se encuentra el lago sagrado de los hindúes, Grand Bassin, y a unos pocos kilómetros al Este se halla Plaine Champagne, la mayor zona natural de Mauricio y el punto de mayor pluviosidad de la isla. Hacia el extremo oriental de esa llanura, el mirador Riviére Noire proporciona espectaculares vistas de cascadas y del Piton de la Petite Riviére Noire de 830 m, el punto más elevado de Mauricio.

La época más adecuada para visitar esta reserva es durante la floración, entre septiembre y enero. El visitante puede avistar ejemplares del raro tambalacoque o árbol del dodo y de árboles de ébano negro, además de observar las aves exóticas que se posan en ellos. Resulta igualmente posible encontrar algún grupo de monos, o una manada de ciervos o jabalíes. El parque se ubica a unos 30 km al sur de Port Louis, y la mejor manera de acceder es mediante autobús, vía Curepipe, o en transporte privado.

Rodrigues
Rodrigues, una isla volcánica de 18 km de longitud y 8 km de anchura, puede considerarse, en muchos sentidos, una copia en miniatura de Mauricio. Como ésta, Rodrigues está rodeada de arrecifes coralinos; la vegetación y los paisajes son similares, y ambas disfrutan del mismo clima tropical. Rodrigues no resulta tan exuberante como Mauricio, pero tampoco se encuentra tan repleta de turistas. El ritmo de vida es más relajado, y la gente se muestra más dispuesta a detenerse y charlar. Uno de los inconvenientes de la isla se basa en la frecuencia con que los ciclones arrasan la región. El último ciclón poderoso, el Bella, que atravesó la zona a comienzos de 1991, produjo vientos superiores a los 200 km/h.

La isla es relativamente pequeña, perfecta para pasear sin rumbo. Los alrededores de monte Limón y monte Malartic, los dos puntos más elevados con más de 390 m, ofrecen oportunidades interesantes para el senderismo. La mejor excursión por la costa parte de Port Mathurin y bordea el litoral oriental hasta Port Sud-Est. Point Coton, en la costa oriental, cuenta con la mejor playa de la isla, pero existen otras, de gran calidad, en Saint-François, Trou d' Argent y Petit Gravier. Caverne Patate, en el Suroeste, presenta excelentes oportunidades para la espeleología. El principal atractivo de las aguas que rodean Rodrigues es el submarinismo. Es posible organizar una excursión contando con un gran hotel como mediador. Algunos de los islotes cercanos a Rodrigues, como Île Cocos e Île aux Sables, constituyen reservas naturales y es necesario un permiso para visitarlos; otros, como Île aux Crabes e Île Hermitage resultan igualmente bellos y están abiertos al público.

Rodrigues se encuentra a unos 560 km al noreste de Mauricio. Ambas islas están unidas diariamente por avión, y diversos días al mes por barco. Debe recordarse que la estancia mínima es de 5 días y la máxima, de 30.

Belle Mare
Sita en la costa oriental, Belle Mare aparece como una playa larga y deliciosa, bordeada de casuarinas; su belleza puede apreciarse mejor desde lo alto de un antiguo horno de cal convertido en mirador que se erige a pocos pasos de la playa. En el lado opuesto de la carretera que corre paralela a la playa, se alzan los vestigios de un molino de azúcar, y otros molinos en ruinas se esconden detrás del pueblo de Belle Mare. Además de nadar, y Belle Mare puede considerarse el enclave ideal de la isla para esa actividad, prácticamente lo único que se puede hacer es tumbarse y relajarse; y no se tarda demasiado en hacerse a la idea. Belle Mare se ubica al este de Port Louis, al final de un largo y tortuoso viaje en autobús desde la capital.
Muchos hoteles proporcionan a sus huéspedes el equipo necesario para la práctica del windsurf y la navegación en kayak, y para quienes prefieran actividades menos fatigosas suele facilitarse un bote con fondo transparente. Los amantes de Julio Verne pueden realizar paseos submarinos con botas de plomo y cascos de burbuja en las cercanías del arrecife Grand Baie, así como un paseo en La Nessee, una nave semi sumergible, especie de submarino, que permite visitar de cerca los arrecifes sin la molestia de mojarse.

El surf fue muy popular en la isla en la década de 1970, hasta que el aumento de los precios de los vuelos y el alojamiento obligó a los surfistas a buscar nuevos horizontes. En la actualidad, con el descenso de los precios, las masas de surfistas están regresando. Se comenta que la zona de Tamarin es la apropiada para este deporte, y la época idónea abarca, aproximadamente, de junio a agosto. En la isla no existen lugares particularmente interesantes para el submarinismo, a excepción de la costa de la lejana isla de Cargados Carajos, donde no opera ninguna compañía de alquiler de equipo, y las aguas que rodean Rodrigues. En Mauricio, los enclaves más adecuados para una inmersión se hallan en los alrededores de Flic en Flac, en la costa oeste. El buceo con tubo se sitúa como una opción más adecuada: los botes parten de los principales hoteles y de la playa de Grand Baie. Las playas ideales para nadar se ubican en el extremo norte de la isla.

Los aficionados a la pesca de altura con caña estarán encantados con las posibilidades que ofrece Mauricio, en cuyas aguas abundan el marlín azul y el negro, el bonito, el atún de aletas amarillas, varias especies de tiburón y el espectacular pez vela. En general, los meses de octubre a abril se presentan como los mejores para lanzar la caña, aunque se puede pescar durante todo el año, y el wahoo no empieza a picar hasta septiembre.

Aunque Mauricio se ha promocionado principalmente como un destino playero, el interior de la isla cuenta con innumerables atractivos para el excursionismo y el senderismo. Para caminar por tierras bajas deben considerarse el calor y la humedad; para excursiones por zonas altas es importante ir preparado para la lluvia en cualquier época del año, y especialmente entre octubre y marzo. La mayor parte de los senderos por zonas agrestes de la isla se encuentran en la Reserva Forestal Macchabée y en el Parque Nacional Black River Gorges, aunque aparecen algunos caminos fantásticos, cortos pero agotadores, en las colinas que rodean Moka. Curepipe, en la parte más alta de la meseta, resulta el lugar apropiado para aprovisionarse antes de una excursión. Los aficionados a las cuevas no podrán perderse una visita a Caverne Patate, en Rodrigues.
Ya en el siglo X, mercaderes árabes conocían la existencia de Mauricio, pero nunca llegaron a colonizarla. Navegantes portugueses la descubrieron en 1498, pero no dejaron influencia alguna en el territorio. Los exploradores neerlandeses arribaron a la isla cien años después, Van der Neck tomó posesión de ella y la denominó Mauricio en honor a su soberano Mauricio de Nassau. Pasaron cuarenta años antes de que los colonos neerlandeses se establecieran en la isla, utilizándola como base de aprovisionamiento en su ruta hacia Java. La colonia nunca llegó a prosperar, y la abandonaron en 1710, dejando en su estela la extinción del dodo y la introducción de esclavos africanos, sambares de Sunda, jabalíes, el tabaco y la caña de azúcar.

Cinco años más tarde, el capitán francés Guillaume Dufresne d'Arsal reclamó la isla, la rebautizó con el nombre de Île de France y se la entregó a la Compañía francesa de las Indias para que la administrara como centro de intercambios comerciales. Los colonos llegaron a partir de 1721, y en quince años se había construido el primer ingenio de azúcar, junto con una red de caminos y un hospital.

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la capital de la isla, Port Louis, se convirtió en el centro de libre intercambio y refugio de corsarios (marinos mercenarios pagados por una nación para saquear los barcos de países enemigos). A raíz de la guerra francobritánica, Gran Bretaña ocupó la isla en 1810. Tras una derrota inicial en la batalla de Vieux Grand Port, los británicos desembarcaron en el cabo de Malheureux, sito en la costa norte, y conquistaron la isla. El Tratado de París de 1814 otorgó Île de France, Rodrigues y las islas Seychelles a los vencedores, pero permitió a los franco-mauricianos conservar su lengua y religión, el sistema legal basado en el código Napoleónico y las plantaciones de caña de azúcar. En 1835, los esclavos fueron liberados y se cubrió la mano de obra necesaria con trabajadores procedentes de China e India.

Mientras las plantaciones franco-mauricianas producían riqueza para los magnates del azúcar (como, de hecho, sucede en la actualidad), miles de trabajadores indios permanecían en la categoría de aprendices. Gracias a la fuerza que les daba su número, los indios incrementaron su influencia en el gobierno del país, ayudados por una visita de Mahatma Gandhi en 1901. En 1936, se fundó el Partido Laborista con el fin de luchar por los derechos de los trabajadores. El año siguiente, sus condiciones de vida mejoraron al aprobarse una nueva constitución que concedía el derecho al voto a los mayores de 21 años que pudieran escribir su nombre. Bajo la dirección del doctor Seewoosagur Ramgoolam (a quien, años más tarde, le fue concedido el título de sir), el número de afiliados aumentó, y el partido creció.

Mauricio obtuvo la independencia de Gran Bretaña el 12 de marzo de 1968, y sir Ramgoolam fue elegido primer ministro, cargo que conservó durante trece años. Le sucedió una coalición entre el Movimiento Militante Mauricio (MMM), de izquierdas, y el Partido Socialdemócrata, aunque las tensiones entre dirigentes de ambos partidos minaron la unión durante su mandato. En 1986, tres miembros del Parlamento de Mauricio fueron detenidos en el aeropuerto de Ámsterdam con heroína en el equipaje. La investigación que siguió demostró implicaciones de otros políticos en el tráfico de drogas y, como resultado, se produjeron algunas dimisiones. En 1992, Mauricio se convirtió oficialmente en República. El nieto de sir Ramgoolam, Navin Ramgoolam, venció en los comicios de 1995, y lideró la ambición de bienestar económico de su nación hasta septiembre de 2000, cuando una alianza entre socialdemócratas y el MMM se hizo con el triunfo en unas nuevas elecciones. El socialista Anerood Jugnath, fue primer ministro hasta 2003, año en que accedió a la presidencia del país cediendo su cargo a Paul Bérenger, perteneciente al MMM, que se convirtió en el primer ministro no hindú que ostenta el poder desde que Mauricio obtuvo su independencia.

Las tensiones entre la población criolla, descendiente de antiguos esclavos, y la mayoría indo-mauriciana estallaron en 1999. El popular cantante de reggae Joseph Kaya Topize fue arrestado durante una marcha en favor de la legalización de la marihuana y falleció de una fractura de cráneo cuando se hallaba en manos de la policía; se produjeron disturbios en toda la isla, particularmente en Port Louis.

Aunque no haya habido disturbios, la situación económica sufre una crisis y el paro subió al 10% en 2003. La causa es la fuerte competencia del sudeste asiático en el mercado textil. Sin embargo, el turismo cada vez es mayor en la isla.

El gobierno está promoviendo la inversión extranjera en telecomunicaciones para convertirla en "ciberisla".
Más de la mitad de la población de Mauricio practica la religión hindú, y aproximadamente una quinta parte profesa el islam; ambos grupos descienden de los braceros que llevaron a la isla los británicos para trabajar en los campos de caña de azúcar. Aunque algunos de los residentes chinos y chino-mauricianos también arribaron como braceros, la mayoría se introdujeron como empresarios, y muchos aún controlan la mayor parte del comercio local. El resto de la población se compone principalmente de criollos descendientes de esclavos africanos, y de franco-mauricianos, los colonizadores originales de la isla. Estos últimos, aproximadamente un 2% de la población, conservan el control de muchas de las plantaciones azucareras, aunque muchos emigraron a Suráfrica y Francia tras la independencia.

El inglés es la lengua oficial de la isla, aunque en la cotidianidad su uso se mezcla con el francés, el criollo (conjugación del francés con dialectos africanos) y palabras de lenguas indias. La principal contribución de la isla a las artes interpretativas se fundamenta en la séga criolla, una danza erótica que se baila, por lo general en la playa, arrastrando los pies y contorsionando el cuerpo al ritmo de música pop latinoamericana, caribeña y africana. Las variaciones séga de la música criolla, muy populares en las discotecas locales, resultan ciertamente más entretenidas que los espectáculos culturales adecuadamente coreografiados que se ofrecen en los salones de los hoteles.

La novela más conocida ambientada en Mauricio es, probablemente, Pablo y Virginia, una historia de amor firmada por el autor francés Bernardin de Saint-Pierre, y en la que se hace referencia a toda la isla. Malcom de Chazal, Robert Edward Hart, Edouard Maunick, Loys Masson, junto con el humorista Yvan Lagesse, son algunos famosos autores mauricianos. René Asgarally y Ramesh Ramdoyal se erigen como los escritores contemporáneos en criollo más conocidos. Tanto Joseph Conrad como Mark Twain visitaron la isla y escribieron sobre sus experiencias, y el primer poema de Charles Baudelaire, A une Dame Créole (A una mujer criolla), fue escrito en la localidad mauriciana de Pamplemousses.

Uno de los aspectos más notables de una visita a Mauricio se centra en la magnífica mezcla de distintas gastronomías. Las variedades más comunes conjugan la cocina criolla, la europea, la china y la india, y los platos de pescado suponen la especialidad de la mayoría. Un típico bufé mauriciano puede consistir en biryani árabe, pollo al curry indio, cerdo chino, rosbif criollo y verduras al estilo francés. La mayor parte de los alimentos se sirven con arroz hervido. Entre los platos típicos destacan el rougaille, de origen mediterráneo, con tomates, cebollas, ajo y cualquier tipo de carne o pescado, y el daube, un estofado de pulpo. Las bebidas locales más aceptadas son el lassi, una bebida refrescante a base de yogur y agua helada, y el alouda, una infusión almibarada de agar, leche y aromatizantes que los vendedores ambulantes ofrecen en cualquier rincón. La cerveza y el ron locales destacan por su fuerza, abundancia y su bajo coste; los vinos resultan costosos y, generalmente, se importan de Francia o Suráfrica.
La isla volcánica de Mauricio posee unas medidas de 58 km, de Norte a Sur, y 47 km, de Este a Oeste. Posada en el océano Índico, se halla a unos 800 km al este de Madagascar, a 3.860 km al suroeste de India y a 220 km al noreste de su vecina más cercana, Reunión. Mauricio aparece como uno de los países más densamente poblados del planeta, con unas seiscientas personas por kilómetro cuadrado. La nación incluye también la isla habitada de Rodrigues, a unos 560 km al Noreste, y algunos atolones coralinos, como Cargados Carajos y Agalega.

La isla se alza abruptamente en el Sur hasta una meseta central, y desciende con suavidad hacia la costa norte, más allá de las montañas que rodean la capital, Port Louis. A diferencia de la vecina Reunión, Mauricio no posee volcanes activos, aunque la totalidad de su territorio está salpicado de indicios de actividad volcánica, como el cráter Trou aux Cerfs en Curepipe e innumerables rocas de lava. Mauricio está rodeada por un arrecife coralino y bordeada por algunos largos tramos de playa de arena blanca. El arrecife se interrumpe en varios puntos; el corte de mayor tamaño resulta evidente por el fuerte oleaje entre los oscuros acantilados de Souillac y Le Bouchon, en la costa sur. Existe otra apertura en el arrecife, de menor tamaño y menos espectacular, en Flic en Flac, en la costa oeste.

Durante la última década, los ecologistas mauricianos se han esforzado por proteger la pequeñísima extensión (1%) de bosque nativo que aún perdura en la isla. La mayor reserva natural está representada por el Parque Nacional Black River Gorges, en el extremo suroeste. Entre otras reservas naturales, destacan Le Pouce, Île Ronde, Île aux Serpents, Île aux Aigrettes y Bois Sec. El acceso de visitantes está limitado (o lo estará) en numerosos parques, ya que la mayoría son diminutos y albergan a los últimos ejemplares de especies insólitas.

La fauna de Mauricio no destaca en exceso. Es probable que el viajero se tope con alguna mangosta y, quizá, con algún sambar de Sunda pero, sin penetrar en las zonas más recónditas, el único animal que se encontrará será el omnipresente perro guardián. En el interior es factible ver jabalíes y grupos de macacos. Sin embargo, los árboles y cielos de Mauricio poseen una gran riqueza ornitológica, aunque gran parte de las especies más espectaculares parecen seguir el camino del que fue el más famoso residente de la isla, el desaparecido dodo. En la lista de especies amenazadas se encuentran el cernícalo de Mauricio (que llegó a ser el ave más rara de la Tierra), la cotorra de Mauricio (que permanece como la cotorra más extraña) y la paloma rosada. Lamentablemente, la lista de especies amenazadas se extiende. Las categorías predominantes en la isla son aves cantoras no autóctonas, como el pequeño y colorado fodi de Madagascar; el mainá de India, con una extraordinaria capacidad para imitar sonidos, y el más común, el ruiseñor. Bajo las olas, la situación mejora. Entre la abundante vida marina de las aguas de Mauricio se encuentran corales, moluscos, tortugas, delfines, cuatro tipos de ballenas e innumerables peces. De las novecientas especies de plantas que crecen en la isla, casi una tercera parte son endógenas. Algunos de los ejemplos más comunes son el gigantesco banyan de India (Ficus bengalensis); la casuarina (Casuarina equisetifolia), especie costera que estabiliza las dunas de arena; y el flamboyán (Delonix regia), de flores de intenso color rojo.

El clima de Mauricio destaca por su variedad. La temperatura media de Curepipe, en la meseta, suele ser sensiblemente inferior a la de la costa; igualmente, resulta bastante habitual encontrar lluvia en Curepipe mientras las playas disfrutan de un cielo azul, y viceversa. De manera similar, el clima de la costa oriental difiere del de la costa occidental; el primero es mucho más seco en enero y febrero, cuando los vientos predominantes soplan del Este, ascienden por las montañas y producen lluvias en la zona central y occidental de Mauricio. No existe temporada de monzones, pero algún ciclón golpea la isla aproximadamente cada quince años, entre noviembre y mayo, cuando, a causa de las fuertes lluvias caídas en pocos días, los lugareños permanecen encerrados en casa. Las lluvias ligeras aparecen con frecuencia durante todo el año. Las temperaturas medias diarias más elevadas se alcanzan de enero a abril, con máximas de unos 35°C. La época más fresca abarca de julio a septiembre, cuando los valores promedian 24°C durante el día y 16°C por la noche. La humedad aumenta entre octubre y junio.
Si bien algunas personas arriban a Mauricio en yate o en un crucero, la mayoría de los visitantes acceden en avión. Numerosos vuelos parten de Francia, pero también existen otros desde varias capitales africanas, asiáticas y europeas, así como desde Estados Unidos (vía Europa). Antes de penetrar en Mauricio es necesario poseer un billete de salida de la isla. El impuesto aeroportuario asciende, aproximadamente, a 10 dólares.

Barcos cargueros navegan por el océano Índico con regularidad, pero pocos aceptan pasajeros. Es más probable que se consiga pasaje en los yates privados que arriban a Mauricio fuera de la estación de los ciclones y que atracan en Grand Baie o Port Louis. Aun así, las oportunidades escasean. Prácticamente la única manera garantizada de entrar o salir por barco es comprar un pasaje en el MV Mauritius Pride, que une varias veces al mes las islas de Mauricio y Reunión, o embarcar en uno de los cruceros que periódicamente anclan en Port Louis.
El aeropuerto internacional Sir Seewoosagur Ramgoolam se encuentra en las inmediaciones de Mahébourg, en el sureste de Mauricio, en el extremo opuesto de Port Louis. Aunque no se ha habilitado un servicio directo de autobuses al aeropuerto, los autobuses exprés que enlazan la capital con Mahébourg a diario hacen una parada en el recinto aeroportuario. Debe calcularse que el viaje desde Port Louis tomará al menos dos horas. Air Mauritius vuela diariamente a Rodrigues (unos 90 minutos); esta compañía ofrece además vuelos de 15-20 minutos en helicóptero por Mauricio. Quienes puedan permitírselo cuentan con la opción de alquilar los helicópteros por horas. El MV Mauritius Pride recorre el trayecto entre Mauricio y Rodrigues varias veces al mes.

En general, los autobuses de Mauricio ofrecen un servicio correcto, a pesar de su lentitud, y permiten acceder a la mayor parte de emplazamientos de la isla (o a sus inmediaciones). Existen diferentes compañías, pero ninguna de ellas cubre la isla al completo. Los ejes principales son Port Louis y Curepipe. Los billetes resultan económicos, y es aconsejable mantenerlos a la vista ya que los inspectores los solicitan con frecuencia. Las carreteras de Mauricio presentan una geografía muy variada: algunas con asfalto en buenas condiciones, otras con múltiples socavones y el resto sin asfaltar. Conducir en Mauricio tiene sus dificultades: los límites de velocidad no suelen ser respetados, está poco extendido el uso de faros, y es muy frecuente encontrarse con peatones que se abren paso entre el tráfico. Quienes estén dispuestos a intentarlo, pueden alquilar automóviles en cualquiera de las urbes principales o en el aeropuerto. Pueden alquilarse motos de pequeña cilindrada alrededor de Grand Baie. Los conductores deben contar con el permiso internacional de conducir, y la mayor parte de las agencias de alquiler exigen que los mismos sean mayores de 23 años. Se circula por la izquierda. Es posible alquilar bicicletas y lanchas en las zonas donde se suelen congregar los turistas.

Viajar a Marruecos

Marruecos representa el seductor labio inferior de esa boca que es el mar Mediterráneo, una tierra musulmana tan llena de misticismos que parece desplazarse como una alfombra mágica por algún lugar entre el mito y la realidad. Tánger, Casablanca, Marrakech; bastan los nombres de estas tres ciudades para evocar el aroma de especias en el olfato de los viajeros más experimentados. Muchos destinos marroquíes han sido mitificados, con razón, pero el visitante puede que lamente la párdida de esa imagen. Sin embargo, otros exaltarán la singular historia viva del país, su deslumbrante luz, su arte. La realidad yace en algún punto intermedio.

Marruecos es el punto de partida idóneo para quien viaja a África. Está a un salto de Europa y puede resultar un lugar acogedor, bullicioso y estimulante. En los mercados al aire libre de todo el país se encuentran innumerables alfombras, artículos de madera y joyas. A excepción del hachís, la principal materia prima del país es el cuero, considerado uno de los más suaves del mundo.

En la costa, el clima es agradable prácticamente durante todo el año, aunque en el norte en invierno puede refrescar y aumentar la humedad. En las llanuras, la época más propicia para el turismo es la que abarca los meses de octubre hasta abril, puesto que en ella los días son cálidos o calurosos (alrededor de los 30ºC) y las noches son frescas e incluso frías (aproximadamente 15ºC). En las regiones de mayor altitud se precisa ir bien preparado de cara al invierno. Si se proyecta visitar las montañas, la temporada de esquí suele desarrollarse entre diciembre y marzo. En la mayoría de viajes dedicados al trekking en temporada alta (del 15 de junio al 15 de septiembre) es aconsejable reservar previamente el alojamiento.

Rabat
La capital, cuarta ciudad imperial, es una curiosa mezcla de la tradición histórica consolidada en un largo pasado y la modernidad establecida en el presente. Abd al-Mumin la fundó en el siglo XII, y utilizó la kasbah ("fortaleza") como base para luchar contra los españoles. Durante este período se construyeron sus edificios más famosos, como la torre Hassan y la Kasbah des Oudaias. Bastión para los musulmanes expulsados de España a principios del siglo XVII y capital del país sólo a partir de la ocupación francesa, en 1912, la atmósfera de Rabat recibe influencias del Islam y de Europa en casi idéntica medida. Pocos habitantes de Rabat están involucrados en el negocio turístico, lo que significa pasear por los mercados sin tener que protegerse contra la excesiva presión de los vendedores.

Uno de los monumentos más famosos es la torre Hassan, el alminar inacabado de la gran mezquita, iniciado por Yacub al-Mansur. Un terremoto interrumpió su construcción en el año 1755. A su lado se alza el mausoleo de Mohammed V, abuelo del actual rey. La Kasbah des Oudaias, construida en el risco que se levanta sobre el Atlántico, alberga un antiguo palacio convertido en museo de arte tradicional. Más allá de las murallas se encuentran los restos de la antigua ciudad de Salé, cuyo Museo Arqueológico es uno de los más interesantes de Marruecos.

Entre el histórico parque central (los Jardins Triangle de Vue ) y la principal estación de tren están localizados la mayoría de hoteles y restaurantes de Rabat. Los abundantes bares y cafeterías de esta zona disponen de toda la cerveza, kebabs, pizza, aceitunas y helados que uno pueda desear. El aeropuerto internacional Mohammed V se halla a poca distancia al este de la ciudad y muchos autobuses cubren el trayecto.

Casablanca
De todas las ciudades del mundo, Hollywood eligió Casablanca para inmortalizarla como el clásico enclave de sabor exótico y colonial. Los que esperen encontrar a un taciturno Humphrey Bogart en cada esquina se llevarán una gran decepción. Esta localidad no puede definirse como tranquila: es la mayor urbe de Marruecos y su centro industrial; una enorme e impetuosa metrópoli donde las burnouses (prenda tradicional) marroquíes parecen fuera de lugar ante la masiva presencia de los elegantes trajes propios de Occidente y las gafas de sol de marca.

Esta ciudad portuaria sufría una grave decadencia hasta que los franceses, cuando convirtieron Marruecos en su Protectorado en 1912, decidieron restaurarla y construyeron grandes avenidas, parques públicos e imponentes edificios civiles de estilo morisco. La medina o barrio antiguo de Casablanca merece una visita, y la mezquita de Hassan II es una de las más grandes del mundo. En la plaza Mohammed V se encuentran los ejemplos más impresionantes de arquitectura morisca. Casablanca comparte el aeropuerto Mohammed V con Rabat, en el que se programan vuelos regulares desde y hacia Europa y Oriente Medio.

Marrakech
Catalogada como uno de los centros culturales más importantes de Marruecos, Marrakech es una activa ciudad famosa por sus mercados y festivales. En su trepidante núcleo urbano se encuentra la plaza Djemaa el Fna. Declarado patrimonio oral de la humanidad por la Unesco en mayo de 2001, este inmenso espacio abierto en el barrio antiguo acoge a malabaristas, narradores de cuentos, encantadores de serpientes, magos, acróbatas y toda una gama de lunáticos inofensivos. Sus zocos (mercados) se caracterizan por estar entre los mejores del país. Marrakech cuenta con una amplia oferta de hoteles asequibles que facilitan la exploración de la parte antigua de la ciudad.

Entre los muchos atractivos del barrio antiguo destaca el anexo de la mezquita Koubba Ba'adiyn, de un peculiar estilo almorávide, la magnífica mezquita Koutoubia y el palacio Dar Si Said (donde se encuentra el Museo de las Artes Marroquíes). Los servicios de trenes y autobuses ofrecen trayectos regulares que comunican esta urbe del interior con Casablanca y Rabat.

Fez
La más inmemorial de las ciudades imperiales, Fez, es quizá uno de los símbolos de Marruecos. Sus laberínticas calles y su apagado esplendor potencian su aire misterioso y arrogante. La Medina de Fez el-Bali (antiguo Fez) es uno de los mayores emplazamientos medievales que existen en el mundo, y las puertas y murallas que le rodean potencian su magnificencia. A diferencia de muchas poblaciones fortificadas de su época, Fez no ha modificado sus límites originarios. Sus habitantes se han expandido hacia el suroeste y las laderas, formando un arco que se dibuja de norte a sur de la zona nueva.

En la parte antigua, compuesta por 9.400 calles y callejuelas, se alza la Medersa Bou Inania, una escuela teológica construida en 1350. No lejos de este lugar se encuentra el Henna Souq, mercado especializado en tintes para el cabello y para tatuar las extremidades de las mujeres. Junto a la vieja urbe amurallada aparece Fez el-Jdid, sede de la comunidad judía, formada por edificios espectaculares. Entre las dos está emplazado Dar Batha, denominado en la actualidad Museo de Batha. La mejor manera de llegar a Fez es en ferrocarril desde Rabat, Marrakech o Tánger.

Tánger
Tánger es un emplazamiento irresistible y un popular puerto de entrada de turistas, además de haberse convertido en el lugar de residencia de algunos de los mayores delincuentes internacionales. Ubicada en el extremo norte de Marruecos, conserva un carácter cosmopolita y una fundada reputación de inspirar turbios negocios y extraños desajustes.

El céntrico zoco chico es su principal atracción. Cuando Tánger era territorio internacional, entre 1923-1943 y 1945-1956, además de haberse convertido en el punto de encuentro de intelectuales y artistas de todo el mundo, esta zona servía de escenario a sórdidas formas de vida; en la actualidad todavía mantiene esta característica. La Kasbah es uno de los monumentos más atrayentes; en su interior alberga el antiguo palacio del sultán, Dar el-Makhzen, del siglo XVII, convertido en un interesante museo. Tánger dista cinco horas en tren de Rabat y desde España se arriba fácilmente en transbordador; también desde Gibraltar.

Viajar a Madagascar

El viajero no tiene por qué omitir por completo la imagen de isla tropical, pero este país ofrece mucho más que echarse en la arena de una playa y adentrarse en sus aguas transparentes para disfrutar de los arrecifes de coral. Los bosques de Madagascar conforman una masa vibrante de infinitas ramas, hojas goteantes y bestias saltarinas y extrañas recién salidas de la caja de sorpresas de la madre naturaleza. Lémures, camaleones, vincapervincas, baobabs, aloes, salamanquesas, sifakas y árboles pulpo. Separados del continente africano desde hace millones de años, sus frondosas arboledas constituyen el mayor gozo de un naturalista: han conservado singularidades y desarrollado peculiaridades que no pueden encontrarse en ningún otro lugar, y se pueden contemplar en una espectacular colección de parques nacionales accesibles.

Pero la gestión del socialismo malgache no ha conseguido aliviar las dificultades del territorio: parte de la población sufre de periódica malnutrición debido a las malas cosechas y fórmulas económicas inadecuadas, tanto nacionales como extranjeras. Con su paulatino poblamiento, las zonas boscosas se han visto reducidas a un menguado 15% de su extensión inicial, innumerables especies se hallan al borde de la extinción y el mantillo va desembocando al océano Índico a la velocidad del rayo. El paisaje alterna sobrecogedores bosques impolutos con una destrucción humana demoledora, en una escala apenas posible en otros territorios. Hay que verlo para creerlo.

La temporada idónea para desplazarse a Madagascar abarca los meses de abril a octubre (el invierno del Sur), evitando la temporada de huracanes veraniegos (entre noviembre y marzo). Pero como Madagascar cuenta con una gran variedad climática, las altas tierras centrales pueden resultar igualmente agradables en el período estival.

Antananarivo (Tana)
Como tantas otras capitales asiáticas o africanas, Tana aparece superpoblada, contaminada y bulliciosa, pero también cuenta con algunas zonas de imprescindible visita. En el centro de la parte baja de la metrópoli se halla Araben ny Fahaleovantena (generalmente conocida como Avenue de l'Indépendance); en uno de sus extremos se emplaza la estación de ferrocarril y, en el otro, el hotel Glacier. Este distrito, denominado Analakely, rebosa mercados callejeros permanentes, con un mar de sombrillas color crema, apoyadas precariamente sobre viejas llantas, que cobijan a los vendedores.

Al suroeste de Analakely se sitúa Kianja ny Fahaleovantena (Place de l'Indépendance) en la zona bautizada como Haute-Ville (Ciudad Alta), lugar donde se ubican la oficina central de correos, diversas entidades bancarias, restaurantes y discotecas. Cuesta arriba, las callejuelas cruzan iglesias y otros vetustos edificios reales hasta alcanzar las ruinas del Rova, el antiguo palacio de la reina; fue arrasado por un incendio en 1995, sin duda provocado por motivos políticos durante las elecciones locales.

El inmenso mercado de Zoma, junto a Araben ny Fahaleovantena, se erige como uno de los emplazamientos más visitados de Tana. Los comerciantes se agrupan según el tipo de producto que venden y resulta uno de los mejores parajes para adquirir artesanía malgache. Se debe tener en cuenta la existencia de carteristas rondando la zona, así que es aconsejable portar únicamente el dinero necesario para comprar lo deseado. En el noreste de Tana, en el mercado de Andravoahangy, picapedreros, bordadoras, libreros, carpinteros y otros artesanos trabajan y comercian sus artículos; puede admirarse el proceso de elaboración de su obra, aunque la selección de productos posee más calidad en Zoma.

Para quienes aún no hayan visitado los parques nacionales del interior del país pueden gozar con el Parque Botánico y Zoológico de Tsimbazaza. Cuenta con varias especies de lémures (libres y enjaulados), incluido el aye-aye, así como otros tipos peculiares de garcetas, garzas, cocodrilos y las tortugas radiada y de Aldabra. En el recinto del zoológico se ubica el Museo de la Academia Malgache, con excelentes exposiciones naturales y culturales, que incorporan los restos del esqueleto y los huevos conservados del extinto pájaro elefante, los lémures gigantes, un hipopótamo blanco de cola corta y un dugongo. Otra sala contiene una exposición de arte funerario malgache y sobre la vida de un pueblo tribal.

El centro de Tana ofrece una amplia gama de alojamientos, pero la relación calidad-precio no puede calificarse de sobresaliente. Los hoteles más económicos, sucios y ruidosos, suelen utilizarse como burdeles, de modo que a aquellos viajeros que no puedan costearse un hospedaje con mayor higiene y seguridad les convendría dirigirse a las zonas rurales. Tana no cuenta con una extensa oferta de restaurantes, a pesar de los casi cincuenta años de dominio francés; muchos ofrecen menus du jour y plats du jour a un relativo buen precio. En las afueras de la urbe y en la zona que bordea el mercado de Zoma se hallan puestos callejeros donde pueden adquirirse los productos más variados, desde platos de yogur y helado a samosas de carne y otros manjares inidentificables de masa frita. Existen igualmente hotelys de diversas gamas de calidad en las proximidades de las paradas de taxi-brousse (taxis rurales), más allá del centro urbano; siempre es factible encontrar alguno con comida aceptable.

Nossi-Bé
Nossi-Bé es la isla turística por excelencia en Madagascar; en sus inmediaciones aparecen otras menores, como Nossi-Komba, Nossi-Tanikely, Nossi-Sakatia, Nossi-Mitsio y Nossi-Iranja. A Nossi-Bé acuden aquellos que desean unas vacaciones propias de los complejos turísticos, con una buena selección de restaurantes y clubes nocturnos, pero además existen magníficos parajes donde bucear junto a las islas más pequeñas. Aunque relativamente cuenta con poco veraneante de pareo y viaje organizado, Nossi-Bé resulta terriblemente caro. Andoany (Hell-Ville, en francés), la capital, resulta una población alegre y agradable de unos treinta mil habitantes que apenas parece haber cambiado desde la primera llegada de sus colonizadores. Se pueden visitar la antigua prisión, construida en 1855, y otros edificios coloniales.

Marodoka, un enclave cautivador y apenas conocido de Nossi-Bé, constituye un vestigio costero lentamente devorado por la selva. La leyenda local atribuye su construcción a los náufragos de un barco indio arrojados a la costa en el siglo XVII o XVIII. La Reserva Natural Integral de Lokobe contiene las últimas 740 ha de vegetación original de Nossi-Bé, y alberga boas constrictor, lémures negros, camaleones y la serpiente malgache de hocico de cerdo. El monte Passot se erige como el pico más alto de la isla, con apenas 329 m de altura, un emplazamiento ideal para disfrutar de la puesta de sol o simplemente admirar las vistas. Está rodeado de las hermosas aguas azules de los sagrados lagos de los cráteres de Anjavibe, Amparihimirahavavy, Bemapaza, Antsahamanavaka, Antsidihy, Amparihibe y Maintimaso.

Air Madagascar ofrece vuelos diarios entre Tana y Nossi-Bé; TAM y Air Austral, ambas con base en Reunión, vuelan desde dicha isla. Nossi-Bé está situada a 700 km al norte de Tana.

Reserva Natural Integral de Tsingy de Bemaraha
Esta zona antes resultaba prácticamente inaccesible, pero desde que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco cuenta con un creciente número de itinerarios turísticos. Tsingy de Bemaraha, sita al oeste del país, con un inmenso bosque de pináculos erosionados de piedra caliza habitado por una fauna impresionante, constituye la zona protegida más extensa de Madagascar (152.000 ha). La reserva está formada por dos parques, el Petit Tsingy y el Grand Tsingy. Hasta la fecha, se han registrado 53 especies de aves, ocho de reptiles y seis de lémures. Las visitas organizadas a Tsingy pueden incluir un espectacular recorrido en canoa por el río Manambolo. Al sur del Petit Tsingy se halla la magnífica garganta de Manambolo donde pueden atisvarse cascadas, lémures y magníficos bosques vírgenes.

Llegar hasta la reserva durante la temporada de lluvias por cuenta propia resulta prácticamente imposible. Durante la temporada seca, se puede tomar desde Belo-sur-Tsiribihina uno de los ocasionales taxis-brousses hacia Bekopaka, a 80 km de distancia. El taxi seguirá hasta que la carretera resulte intransitable, momento en el que el viajero deberá caminar o atravesar varios ríos en un carro tirado por cebúes. El acceso a la reserva aparece más asequible desde Bekopaka. Durante la temporada turística, a mediados de año, se habilitan algunos vuelos entre Morondava y Belo, y también se pueden utilizar los taxis-brousses, que circulan con regularidad. Bekopaka se encuentra a 600 km al oeste de Tana.

Parque Nacional de la Montaña de Ambre
El destino turístico más visitado del norte de Madagascar cubre 18.200 ha de un prominente macizo volcánico. Creado en 1958 para conservar los tesoros biológicos de la zona así como el macizo en sí mismo, el Parque Nacional de la Montaña de Ambre cuenta con una flora y fauna prácticamente idénticas a las de las selvas del Este, con algunas especies endémicas inexistentes hacia el Sur. El bosque es frondoso, con más de 3.500 mm de lluvia al año. De las siete especies de lémures que habitan el parque, las más notables son el lémur coronado y el lémur pardo de Sanford. Los reptiles y anfibios destacan por su variedad, con ranas, salamanquesas, camaleones y serpientes. Merece la pena fijarse en el extraño camaleón de nariz azul y en el camaleón de cola de retoño. Los aficionados a la ornitología no se sentirán decepcionados con las 73 especies de aves registradas en la reserva.

La montaña de Ambre supone un magnífico enclave para efectuar excursiones a pie durante la temporada seca, y cuenta con unos 20 km de senderos bien preservados. Se recomienda visitar la Petite Cascade, un pequeño y hermoso salto de agua que cae a una magnífica poza de piedra rodeada de acantilados cubiertos de helechos, y el Petit Lac, un lago sereno en el interior de un cráter al que se accede por un empinado sendero. En las inmediaciones de la Petite Cascade aparece un camino conocido como el Jardin Botanique, una pista forestal con una interesante mezcla de plantas extrañas, entre las que figuran orquídeas, palmas, lianas y bromelias.

El parque se emplaza a unos 800 km al norte de Tana, y la población importante más próxima es Antsiranana, con vuelos diarios de Air Mad desde Tana. Se puede contratar un taxi-brousse desde Antsiranana para acceder al parque y los 40 km de camino están asfaltados.

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