miércoles, 6 de febrero de 2008

Viaje a Marruecos: Taouline – Taroudannt - Essaouira

Poca cosa es un eufemismo para definir lo que puede hacerse en Taouline cuando uno viaja en coche por Marruecos. Desayunamos en el primer bar y reiniciamos la ruta en dirección a Taroudannt donde nos esperaba una bella ciudad.

Se le llama la pequeña Marrakech habida cuenta de su bonito y auténtico zoco y las murallas de la kasba que encierran el casco antiguo de la ciudad.

Es una buena alternativa para comprar regalos en el zoco. Aunque alguno es duro de regatear, la calidad parece mejor que la enésima repetición de artículos que existe en Marrakech.

Seguimos carretera en dirección Essaouira. Lentamente el verde va creciendo sobre el árido terreno. Se nota la caricia del Atlántico en una tierra que no llora la ausencia de aga porque tiene el lagrimal seco.

A medio camino nos sorprendió una escena insólita. Había visto anteriormente una postal con ocho cabras colgadas de un árbol buscando la última hoja verde de un árbol seco y moribundo. La calidad de la postal era mala y pensé que se trataba de una mala reproducción en photoshop que a modo de capas, iba enganchando cabras en cada una de las ramas del árbol. Antes de llegar a Agadir, no obstante, nos encontramos con la misma escena ante nuestros ojos. Las cabras iban saltando por el tronco del árbol y, ágiles, conseguían llegar a las ramas más alta buscando las hojas verdes que todavía eran capaces de producir oxígeno. Fue una escena insólita.

Atravesamos Agadir como una gacela perseguida por leones voraces y la dejamos atrás en apenas unos minutos.

Decidimos parar a comer en el pueblo de pescadores de Tamraght. Pensábamos encontrar un pueblo tranquilo y con buen pescado fresco. Lamentablemente no tuvimos mucha suerte con el pescado –refrito y duro- y el turismo se había afincado en Tamraght a modo de surfers, rastas y cumbas apijados. Nada personal contra ellos, pero sin duda, no era lo que precisamente buscábamos.

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